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MUNDO

Apple se suma a la represión en China por epidemia de COVID

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave /

Hace cuarenta años el Partido Comunista de China y su pueblo hicieron un acuerdo no escrito. Sus libertades sociales y políticas a cambio de una estabilidad económica y desarrollo. El trato ha salido más o menos bien si uno lo ve desde el punto de vista del dinero. Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas.

Por ejemplo quién puede olvidar que para el control poblacional obligaban al aborto de cualquier pareja que tuviera más de un hijo, lo que creó el mercado negro de trabajadores más grande de la historia el cual se nutría de miles de jóvenes que habían nacido fuera de la ley y quienes trabajaban a cambio de casa y alimento, pero sin la posibilidad de existir ante los ojos del Estado Comunista quien obviamente sé hacia el tonto para poder con esto tener mano de obra económica y acceso al mercado mundial con productos que destruyeron miles de negocios en decenas de países de Europa y de América.

De una u otra forma China fue sacando a millones de sus ciudadanos de la pobreza extrema y ha ido poco a poco creando infraestructura de todo tipo, desde la elemental hasta la muy avanzada como la industria espacial y médica de punta.

Pero el trato de libertades por desarrollo se había mantenido más o menos intacto, usted podía ser muy muy rico, pero debía recordar que su dinero y su libertad le debían lealtad al Partido Comunista. Así las cosas, muchas empresas con socios chinos o extranjeros fueron generando grandes fábricas en ese país desde donde se surte a todo el planeta. China es la principal fábrica del mundo y está a cargo del Partido Comunista.

En este entendido el gobierno, como usted recuerda, controla lo que los ciudadanos pueden leer y lo que las redes sociales y las noticias pueden decir, todo en razón de la seguridad del Estado.

Pero a partir del Covid 19 el gobierno de Beijing y la verdad creó que los gobiernos de todo el mundo, pusieron a prueba la voluntad, la obediencia y la disciplina de sus ciudadanos. Como era de esperarse las medidas impuestas en China fueron las más severas.

Los encierros han generado daños a la salud y a la economía de millones en todo el mundo. En el gigante del dragón, dichas medidas se han aplicado con una política que llaman “cero tolerancia”, que mandata encierros generales en las ciudades en el momento en que se detecte uno o dos casos de covid19. ¡Insisto! Encierran a la gente en sus casas, incluso con candados y rejas en las ventanas ante el menor brote de contagios, no de muertes.

En este sentido la economía de la creciente clase media china se ha visto muy afectada y a pesar de que no se entiende por qué China está aplicando estas medidas, lo que sí está claro es que la gente ya no aguanta. Esto ha generado marchas de protestas en las calles de varias ciudades de ese país incluida la capital Beijing. En China las protestas están muy controladas y casi siempre son canceladas antes de nacer. Los controles del estado son muy fuertes y a través de los celulares y de otros medios electrónicos pueden saber si los ciudadanos están a favor o en contra de esas manifestaciones y con ello encarcelarlos antes de que puedan expresarse.

Otra forma de control es la cancelación de los mensajes en redes sociales mediante los cuales los protestantes pueden compartir información o allegarse de la misma. Es ahí donde entra en juego nuestra estrella de este día. Tim Cook, Director General de Apple ha dejado claro que su lealtad es a sus negocios y no a las libertades. En cierto sentido tiene razón los negocios no son para apoyar causas sociales sino para hacer dinero, pero Apple y muchas de las compañías occidentales se llenan la boca al criticar a personajes o a países que opinan o  en los que se aplican  ideas que les son contrarias, pero todo parece ser distinto cuando se trata de criticar a China, llegando al extremo de sumarse en la política local y ser parte de las herramientas que ese gobierno del Partido Comunista utiliza para reprimir a sus ciudadanos.

Como usted sabe, valientes ciudadanos chinos llevan 10 días peleando en contra de la más reciente ola de encierros en China y durante esos días hemos visto que el gobierno ha endurecido su postura cancelando el acceso a internet en ciertas regiones y sacando tanques militares a las calles para reprimir a los manifestantes, algo que no se veía desde hace 30 años en la tristemente célebre represión de la plaza de Tiananmen. Pero hace tres décadas los celulares no eran cosa común, mientras que hoy en día en cualquier lado los ciudadanos y es por eso que el gobierno bloquea las señales de los mismos para evitar esa comunicación vital entre los manifestantes y de ellos con el mundo exterior.

Misteriosamente Apple lanzó en estos días una actualización a su aplicación llamada Airdrop mediante la cual los usuarios de Iphone pueden comunicarse y compartir datos con otros similares sin necesidad de usar la red satelital. La modificación fue simple.

El nuevo sistema de Airdrop que se actualizó en todo el planeta, no permite esas comunicaciones de teléfono a teléfono en un solo país del mundo… ¡China! ¡Así es! Y con esto Apple y Tim Cook regresan el favor a Xi Jinping quien hace un par de semanas les ayudó con personal (trabajadores), para poder mantener abierta la planta de fabricación de Apple en China desde donde dicha empresa norteamericana envía sus equipos a todo el mundo. Apple representa el 50% de todos los teléfonos celulares inteligentes en uso a nivel mundial.

Así las cosas, el gobierno puede usar los sistemas de Apple para vigilar a sus ciudadanos pero los ciudadanos no pueden usar las herramientas de Apple para pelear por su libertad. La situación es tan penosa que hace unos días un incendio terminó con la vida de decenas de personas que se encontraban encerradas en una torre de departamentos la cual no pudo ser evacuada por los candados que pusieron las autoridades chinas a consecuencia de la política de cero contagios. Los ciudadanos tampoco pudieron comunicarse con el exterior por el bloqueo de señales celulares. ¡Una tragedia!

En este espacio criticamos la doble moral y por ello recordamos a nuestros lectores que mientras que Washington y la UE acosan a Musk por abrir Twitter a todas las ideas, esto a pesar de que es el propio Elon Musk quien ha dado internet satelital gratuito a los ciudadanos de Ucrania y a Irán en estos momentos de crisis, los mismos políticos y estrellas occidentales guardan silencio ante la triste y clara alianza de Tim Cook y de Apple en contra de los manifestantes chinos.

Ojalá que los directivos de las grandes trasnacionales se dejen de dobles morales y admitan lo que en realidad representan, da igual si son de derecha o de izquierda, pro dinero o pro empresas responsables, pero que no se vistan de blanco mientras por dentro están negros. Seguro Steve Jobs (fundador de Apple), se avergonzaría de esto que está sucediendo, esperemos que Apple corrija, pero puede que no porque con el pretexto de Covid19 en todo el mundo se cancelaron las libertades y muchos ni pio dijeron, es más a los que protestaban también así les fue, cuando ahora se sabe y se ha admitido por parte de varias autoridades médicas que la mayoría de las medias como los encierros no sirvieron de mucho por no decir de nada en tanto que sí ocasionaron daños importantes a la economía y a la salud de todas las edades.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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