OPINIÓN
Biopolítica militar para México

Bioética, por Omar Becerra Partida //
Es de notar ahora con la militarización del país, es de urgencia que dentro de la SEDENA, se cree una comisión nacional de bioética de militar, como los tienen países de primer mundo.
Entendemos por militarización la utilización de estrategias de control y uso de armamentos propios del ámbito militar en otros ámbitos. Este término se utiliza en alusión al empleo de mecanismos para el control de las fronteras y para la protección de los intereses de las empresas transnacionales, ciudadanía, territorio y gobierno.
Como sabemos, el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos están facultados para realizar actividades de inteligencia durante el desarrollo de operaciones en contra de la delincuencia organizada.
La SEDENA, ratifica que no realiza actividades de inteligencia y mucho menos de espionaje de índole alguna en contra de sectores de la población, como defensores de los derechos humanos, activistas sociales y periodistas, entre otros.
Diversos historiadores mexicanos comentan que los mejores presidentes de México a través de su historia han sido militares.
Lo interesante de esto es que ya tenemos un claro ejemplo de control del estado a través de la biopolítica.
Regular la venta de comida chatarra, regular la venta de alcohol, regular la venta de mariguana, regular el vapeo, la salud reproductiva, práctica del aborto o no etc., es Biopolítica.
El concepto de biopolítica hace alusión a un conjunto de estrategias orientadas a dirigir las relaciones de poder para hacer de la vida algo administrable.
Una técnica social de gobierno que tiene el origen capitalista.
Esto quiere decir que para nuestra sociedad lo más importante es el cuerpo se basa en hedonismo, por ende, el cuerpo humano un sistema de control más sutil por el estado ante la sociedad.
Un poder ejercido de otra manera, ya lo vivimos con la pandemia del COVID 19, claro en el estado de Jalisco muy degradantemente llevada a cabo, desde claras violaciones a derechos humanos hasta aspecto dictatorial de gobierno del estado, tendiendo al fascismo en no pocas ocasiones.
La biopolítica sería entonces el tipo de política y de gestión que busca un biopoder, un concepto originalmente acuñado por Michel Foucault para referirse a la práctica de los estados modernos de explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población.
El biopoder en sus ramas disciplinaria y biopolítica se ampliaron en la medida, de que el Estado fue cambiando sus funciones de rector de la economía, hacia un agente facilitador de negocios, que ahora asumía responsabilidades de tipo primario, circunscritas a la seguridad pública, desatando paradójicamente el efecto contrario. La violencia y la seguridad se volvió un discurso cotidiano, teniendo como rusticación la protección y salvaguarda de la población.
En un sistema donde nos dicen que tenemos derechos humanos más nunca implementados en práctica.
Ahora ¿cómo se relaciona la Biopolítica con la militarización del país?
Muy sencillo el problema de salud pública conocido como narcotráfico.
Series de televisión, películas, canciones, obras de teatro y documentales, han sido ya parte de la narco cultura que vivimos en nuestro país.
El narcotráfico en México ha sido captado solamente como un problema de seguridad pública, sin embargo, es en Europa considerado como un problema de salud pública.
El narcotráfico como problema de salud pública tiene solución, pero también como problema de seguridad pública, con los conocimientos y las herramientas adecuadas.
Expertos en seguridad pública hablan de que en el país existe narco gobiernos implementados en varios estados de la república, muchos de sus gobiernos lo niegan.
El estado al verse arrevesado por este problema toma la decisión de imponer esta dinámica militar.
Este modo pone en funcionamiento en el Continente un sistema integrado de procesos de refundaciones nacionales por parte del gobierno y de reordenamientos disciplinarios de la sociedad civil, como lo hemos visto en distintos procesos de represión militar en contra de la población civil en la historia de México, por medio de la suspensión programada de la ley y de sus garantías constitucionales en un espacio amplio de integración represiva, como lo vemos fundamentado y motivado en el artículo 29 de la constitución mexicana.
En este periodo que nos está tocando vivir como país y sociedad es necesario implementar una relación estrecha de biopolítica, biopoder y bioética.
Pero una bioética principialista desde el punto de vista de sus cuatro principios, de justicia, de autonomía de no maleficencia y de beneficencia.
Sabemos cómo país que nos pasa y por donde mejorar, la mentalidad de lograr las cosas más fáciles y sin esfuerzo nos está llevando a estas nuevas generaciones a la desaparición a través de distintos vicios y a medicalizar la vida, para no enfrentar nuestros dolores emocionales.
Claro está que sabemos cuál es la solución profunda a esta problemática.
NACIONALES
¿La seguridad y la libertad van de la mano?

Opinión, por Claudia Salas //
¿Estás dispuesto a renunciar a tu libertad a cambio de una promesa de seguridad? Esa es la pregunta que deberíamos hacernos después de lo que se aprobó en la Cámara de Diputados.
En nombre de la seguridad, el oficialismo ha cruzado una línea muy peligrosa. La pasada semana en la Cámara de Diputados se aprobó una reforma que otorga a la Guardia Nacional facultades excepcionales para realizar operaciones encubiertas, intervenir comunicaciones privadas y solicitar información a empresas de tecnología, todo sin necesidad de una orden judicial.
Así, bajo el pretexto de protegernos, abren la puerta a la vigilancia masiva, sin controles ni contrapesos. No estamos hablando de un episodio aislado, sino de un paso más hacia la normalización de un Estado que espía, que vigila y que concentra el poder en manos de una estructura militar sin transparencia.
Lo que está en juego no es menor, nuestra privacidad, la libertad de expresión, el derecho a disentir y a vivir sin miedo. Porque cuando las instituciones armadas son utilizadas para fines políticos o electorales, lo que se erosiona es la democracia misma.
Uno de los puntos más alarmantes, es que esta reforma permite que elementos activos de la Guardia Nacional puedan participar como candidatos en elecciones populares. ¿Qué mensaje manda eso? Que los militares podrán ser jueces y parte en los procesos democráticos, que en las boletas electorales se podrán incluir candidatos con formación castrense, en un país que optó hace décadas por un mando civil precisamente para evitar los abusos del poder armado.
No olvidemos que las Fuerzas Armadas fueron creadas para defender la soberanía, no para vigilar a la población. Confundir esa misión es gravísimo y pone en riesgo el equilibrio institucional.
Esta misma semana se aprobó la reforma al Sistema Nacional de Seguridad Pública con la que se fortalecerá la coordinación entre los tres órdenes de gobierno en materia de seguridad pública y se reconfigurará el papel de las instituciones policiales.
Esta reforma tiene algunos aspectos positivos, sin duda uno de los más importantes es en el que se reconoce la urgencia de abordar la violencia de género dentro de las corporaciones, estableciendo de manera clara que toda conducta vinculada a violencia de género, acoso y hostigamiento sexual se investigue y se sancione con perspectiva de género, colocando los derechos de las mujeres al centro de la transformación institucional.
Mientras la reforma se discutía en el pleno, vivimos otro episodio que muestra que la cultura machista aún impera en el Congreso, vimos como el diputado Reginaldo Sandoval se refirió a la diputada Margarita Zavala únicamente como “la esposa de Calderón” despersonalizando su trayectoria como legisladora y atentando contra su legitimidad, esto nos recuerda que tenemos mucho por trabajar para que las mujeres podamos vivir una vida libre de violencias.
No se puede construir paz sin derechos humanos, ni confianza sin justicia. México no necesita un Estado que nos vigile, necesita un Estado que nos cuide.
NACIONALES
Consejos para la jubilación: Desconocimiento e injusticias

Opinión, por Arturo Pérez Díaz //
¿Trabajaste toda tu vida y te espera una pensión de miseria?
Aún puedes evitar la pobreza en tu vejez con la Modalidad 40 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), siguiendo una serie de consejos podrás disponer de los beneficios de la Ley del Seguro Social.
En México, miles de trabajadores que dedicaron décadas enteras a contribuir con su esfuerzo al desarrollo del país se enfrentan, al llegar a la vejez, con una realidad amarga: pensiones que apenas alcanzan para sobrevivir.
Una persona que aspira a jubilarse a los 65 años de edad, que empezó a trabajar desde los 18 años, acumula 47 años de cotización ante el IMSS, en lenguaje del Seguro Social tiene 2444 semanas cotizadas. Con estas dos variables justifica una cuantía del 100% del salario base de cotización como jubilación. El problema es que muchos han cotizado en promedio dos salarios mínimos durante toda su vida y esa será su jubilación.
Después de 30 o 40 años de trabajo formal, muchos reciben apenas unos cuantos miles de pesos mensuales. Esta situación es injusta, pero evitable. Lo más preocupante es que muchas personas desconocen que tienen una alternativa legal, efectiva y al alcance: la Modalidad 40 del IMSS.
En este artículo te explico la Modalidad 40, cómo puede ayudarte a alcanzar una pensión de hasta 80 mil pesos mensuales, y por qué es urgente que tomes decisiones informadas entre los 55 y los 60 años. Dejarlo “para después” es el error que cometen muchos, y lo pagan caro cuando el tiempo ya no alcanza a reparar trámites burocráticos.
Actualmente las pensiones son una trampa silenciosa, imagina trabajar desde los 18 o 20 años hasta los 60 o 65. Has cotizado durante más de 35 años en el Seguro Social, contribuyendo cada quincena con tu esfuerzo y tus aportaciones. Cuando llega el momento de retirarte, esperas recibir un ingreso digno y esto no sucede, te preguntas; ¿Qué pasó?
El problema estuvo en dos factores clave:
1.- El salario base de cotización con el que cerraste tus últimos cinco años de trabajo era muy bajo
2.- faltó una estrategia para mejorar tu pensión a tiempo.
Debes saber que la pensión no se calcula únicamente por el número de años trabajados, sino también por el promedio del salario base de cotización de los últimos cinco años, además del total de semanas cotizadas y la edad al momento del retiro.
La buena noticia es que existe una solución legal y efectiva: la continuación voluntaria en el régimen obligatorio, mejor conocida como Modalidad 40.
¿Qué es la Modalidad 40 del IMSS?
Es un esquema previsto en la Ley del Seguro Social (LSS) que permite a los trabajadores seguir cotizando de manera voluntaria al IMSS, aunque ya no estén trabajando en una empresa formal y no cuenten con un patrón.
Está dirigida a quienes cotizaron en su vida laboral hasta antes del 1 de julio de 1997, bajo la Ley del Seguro Social de 1973, y consiste en que tú mismo realizas tus aportaciones como si fueras tu propio patrón, con la gran ventaja de que puedes incrementar el salario base de cotización hasta 25 veces el valor de la UMA (Unidad de Medida y Actualización), esto equivale a que si cotizabas dos salarios mínimos, te puede elevar el sueldo hasta dos mil 835 pesos diarios, elevado al mes suman 85 mil pesos.
La Ley del Seguro Social, en su Artículo 218, establece que los asegurados que se hayan dado de baja del régimen obligatorio pueden continuar voluntariamente en el mismo, cubriendo exclusivamente las ramas de cesantía en edad avanzada y vejez: “Los asegurados que se hayan dado de baja del régimen obligatorio podrán continuar voluntariamente en el mismo, cubriendo las cuotas correspondientes a las ramas del seguro de retiro, cesantía en edad avanzada y vejez, con base en el salario con el que cotizaban en el momento de la baja o en uno superior, sin que exceda el límite superior establecido.”
Esto permite al trabajador “reconstruir” su salario base de cotización en los últimos cinco años antes de la jubilación, lo cual es clave para aumentar considerablemente el monto de la pensión.
Debes tener en cuenta que el monto de la pensión se determina con base en tres elementos: 1.- semanas cotizadas. Mientras más semanas tengas, mayor será el porcentaje de pensión; 2.- el salario promedio de los últimos 5 años cotizados y 3.- edad al momento de pensionarte. Acorde a la ley del Seguro Social, si te jubilas a los 60 años, obtendrás una jubilación por el equivalente al 75% de tu salario cotizado; a los 61 años, 80%; a los 62 años, el 85%; 63 años, 90%; 64 años el 95% y a los 65 años el 100%.
Por lo tanto, esperar a los 65 años para jubilarte te permite obtener el 100% del monto calculado. Retirarte antes reduce la pensión proporcionalmente, pero dependiendo de un análisis estratégico, muchas veces te puede convenir mejor jubilarte desde los 60 años sin esperar cinco años más.
Por ejemplo, si tienes 55 años y mil semanas cotizadas, son suficientes para empezar a trabajar una estrategia de jubilación que te permita jubilarte a los 60 años con un monto cercano a los 32 mil pesos mensuales, realizando una inversión durante los próximos cinco años. Para que te des una idea, comprar actualmente un auto a crédito conlleva plazos de hasta seis años, pagando mensualidades de 10 mil pesos, esa misma inversión la puedes dedicar a construir tu jubilación.
¿Quiénes pueden acceder a la Modalidad 40?
Extrabajadores que cotizaron al IMSS bajo la Ley 73 (antes de 1997), personas que hayan causado baja recientemente (no más de 5 años sin cotizar); quienes deseen mejorar su pensión y tengan recursos para pagar las cuotas mensuales por su cuenta.
El costo de cotizar en Modalidad 40 depende del salario que elijas. Mientras más alto sea tu salario base de cotización, más alta será tu pensión, pero también más cara será tu cuota mensual. Esto representa una inversión estratégica. Durante cinco años, harás un esfuerzo económico, pero garantizas una pensión vitalicia alta, protegida contra la inflación y con seguro médico del IMSS incluido para ti y tus dependientes económicos.
El principal consejo que te podemos ofrecer es: asesórate y actúa con información, no con esperanzas , el retiro no debe tomarte por sorpresa. Conocer las reglas, los derechos y las opciones legales te permite tomar decisiones inteligentes que marcarán el resto de tu vida. No se trata solo de cuánto trabajaste, sino de cómo planificaste el futuro.
Si tienes entre 55 y 60 años, este es el momento ideal para hacer un análisis financiero y decidir si puedes y debes entrar a la Modalidad 40. Cada mes que dejes pasar puede representar miles de pesos menos en tu pensión futura.
La jubilación digna no es un sueño imposible. Está al alcance de muchos trabajadores mexicanos. Pero requiere información, planeación y decisión.
La Modalidad 40 del IMSS, amparada por la Ley del Seguro Social, es una de las mejores herramientas para quienes cotizaron bajo la Ley 73. Permite obtener pensiones que realmente aseguren calidad de vida en la vejez, y evitar que después de toda una vida laboral, el retiro se convierta en una época de carencias y sufrimiento.
No esperes a que el tiempo te alcance. Infórmate, acércate al IMSS y toma el control de tu información, la Ley de Protección de Datos Personales te protege, puedes acceder a tu información y rectificarla cuando lo desees.
Te gustaría conocer una estimación de cuánto vas a ganar mensualmente con tu pensión con el salario actual, o si no estás inscrito al IMSS en este momento, te gustaría conocer las opciones de cómo reactivarte, entonces tu opción es la información.
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Arturo Pérez Díaz es periodista independiente, ha sido docente de Política, Opinión Pública y Mercadotecnia Política, así como asesor profesional de Comunicación Pública.
JALISCO
Crisis de basura en Guadalajara: La ciudad de los desechos, entre la condena y la responsabilidad

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
En 79 d.C., cuando el Vesubio enterró Pompeya bajo un manto de cenizas, las calles quedaron petrificadas en el tiempo con todo y sus basuras. Entre ánforas rotas y restos de comida, los arqueólogos encontraron no solo indicios de la vida doméstica, sino también pruebas de que la basura es un lenguaje silencioso que revela la dignidad –o la miseria– de una civilización. Una ciudad que no puede manejar sus residuos termina por convertirse en su propio monumento fúnebre.
Hoy, Guadalajara es testigo de una tragedia menos súbita, pero igualmente reveladora: una crisis de basura que no sólo huele, sino que exhibe las grietas de nuestra convivencia social y de nuestras instituciones.
Durante décadas, la recolección de residuos se delegó a un concesionario privado que prometía eficiencia, modernidad y cobertura total. Con el tiempo, esa promesa se volvió una caricatura: camiones descompuestos, rutas incompletas y montañas de bolsas negras creciendo en esquinas que se convirtieron en muladares improvisados. El colapso del vertedero de Matatlán fue apenas el aviso más evidente de un sistema que llevaba años desmoronándose. Y, sin embargo, la respuesta institucional tardó tanto que llegó un momento en que el problema dejó de ser una anécdota de servicios públicos y se transformó en un riesgo sanitario.
Es verdad que se está intentando recomponer el desastre. La creación del nuevo sistema municipal de recolección y la compra de camiones propios representan un paso importante hacia la autonomía operativa.
Pero la reconstrucción va mucho más allá de la maquinaria: implica restaurar la confianza de los ciudadanos en que pagar su predial, su impuesto de limpia y sus contribuciones significa algo más que financiar burocracias. Porque cuando la basura no se recoge con regularidad, no es raro que la gente la arroje donde puede: baldíos, camellones o cualquier esquina anónima.
La indignación moral que esto provoca es comprensible, pero a veces roza la hipocresía. Es sencillo señalar con el dedo al que, llevado por la desesperación o la precariedad, tira una bolsa en la vía pública. Es más difícil reconocer que un ciudadano que no encuentra un servicio confiable a menudo termina atrapado en un dilema miserable: acumular basura en su casa o dejarla donde estorba menos.
Hace unas semanas, en medio de este panorama, circuló un video donde la presidenta municipal aparecía exhibiendo a un pepenador que descargaba residuos en un terreno baldío. El tono era de denuncia y escarnio. La imagen se viralizó porque concentraba en unos segundos la narrativa más cómoda: la culpa es de los incivilizados, de los sucios, de los otros.
Pero ese gesto –tan cuidadosamente grabado y difundido– omitía una verdad que no cabe en una grabación de treinta segundos: la basura no es responsabilidad exclusiva de quien la tira. También es responsabilidad de quien, desde el gobierno, ha permitido que la recolección colapse y que la infraestructura de disposición final sea insuficiente. Si hay pepenadores que arrojan bolsas en predios, es porque el sistema entero ha normalizado la improvisación.
El problema de fondo es más profundo que una anécdota mediática. La basura es un síntoma que exhibe la incapacidad de planear a largo plazo y de asumir colectivamente la idea de ciudad. En Guadalajara hemos sido expertos en aplazar soluciones, creyendo que la privatización absoluta resolvería lo que en realidad exigía vigilancia, inversión constante y corresponsabilidad social.
Con los tiraderos clandestinos creciendo como hongos después de la lluvia, con vertederos que llegan a su límite y con colonias enteras que pasaron semanas sin servicio, es inevitable preguntarse: ¿por qué permitimos que esto ocurriera? ¿Por qué la discusión pública se reduce a exhibir a los más vulnerables, en lugar de asumir la responsabilidad compartida que implica gobernar una metrópoli de millones de habitantes?
Desde luego que hay ciudadanos que actúan con irresponsabilidad. Nadie puede negar que arrojar basura a la calle es un acto que daña a todos. Pero también es cierto que hay contextos que fomentan la degradación. Un sistema de recolección estable y confiable disminuye la tentación de convertir cualquier esquina en basurero. Una política de educación ambiental consistente reduce la indiferencia. Un gobierno que no se desentiende de su obligación de supervisar concesionarios evita la acumulación crónica de residuos. Y una autoridad que entiende su papel institucional no necesita convertir a un pepenador en chivo expiatorio para distraer de su propia omisión.
La reconstrucción del servicio es una oportunidad para repensar la relación entre la ciudadanía y el municipio. No podemos aspirar a una ciudad limpia si seguimos esperando que sólo el otro se haga cargo: el vecino, el empleado de limpia, el reciclador informal. Tampoco podemos tolerar que los gobiernos utilicen la vergüenza pública como estrategia de legitimación. La dignidad de la ciudad se defiende con acciones, no con videos que criminalizan la pobreza.
Una ciudad se define tanto por su capacidad de producir como por su capacidad de recoger lo que ya no sirve. Si fallamos en lo segundo, todo nuestro discurso sobre modernidad, progreso y calidad de vida se queda en retórica hueca. La basura revela si somos capaces de cooperar o si preferimos vivir en compartimentos estancos, donde cada quien se lava las manos mientras la podredumbre crece en la banqueta.
Es tiempo de entender que la limpieza urbana no es solo un asunto estético. Tiene implicaciones sanitarias, ambientales y éticas. Cada bolsa de basura olvidada en la calle es un recordatorio de nuestra interdependencia. Nadie se salva de los insectos, los malos olores o la contaminación visual. Y nadie puede declararse inocente cuando la ciudad entera se convierte en un basurero al aire libre.
Por ello, sería importante que, en lugar de repetir la vieja estrategia de encontrar culpables individuales, podamos inaugurar una nueva etapa en la que se hable de corresponsabilidad. El Ayuntamiento tiene que garantizar un servicio de recolección eficaz, transparente y continuo. Pero también tiene que convocar a la ciudadanía a asumir su parte.
El reciclaje, la separación de residuos y el respeto a los horarios de recolección son hábitos que requieren voluntad política para ser promovidos. Y esa voluntad no se demuestra con desplantes mediáticos, sino con políticas públicas sostenidas.
La memoria de Pompeya nos recuerda que las ciudades pueden ser sepultadas por lo que no quieren ver: cenizas, escombros, desechos. Guadalajara aún está a tiempo de evitar que su basura se convierta en el testimonio arqueológico de su fracaso colectivo. Pero ese futuro dependerá de nuestra capacidad de dejar atrás la búsqueda de culpables fáciles y de asumir la responsabilidad común de mantener limpia no sólo la calle, sino también la conciencia cívica.
Al final del día, la basura que generamos es el espejo de lo que somos. Si no queremos contemplar un reflejo de desidia y cinismo, más nos vale empezar a recoger, cada quien, desde su trinchera, todo lo que durante años dejamos abandonado. Porque una ciudad limpia no es la que se barre todos los días: es la que no necesita ser barrida con excusas.
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