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OPINIÓN

Dudan de capacidad del presidente de Estados Unidos: Un 2024 trumpista y los arrepentimientos de Biden

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Las primarias presidenciales del partido republicano de cara al proceso del 2024 comienzan a tomar forma y los banderines con el nombre de Donald Trump comienzan a ondear al son del eslogan ‘’Make america great again’’, eslogan que poco a poco vuelve a hacer un fuerte eco en la cabeza de cientos de norteamericanos que desaprueban al presidente Joe Biden.

Según una encuesta realizada por NBC News, si las primarias de los republicaciones fueran el día de hoy, Donald Trump, con el 59% de las preferencias, sería el abanderado de ese partido una vez más, por su parte, Ron DeSantis con tan solo el 16% quedaría en segundo lugar seguido de Nikki Haley con el 7%, mientras que uno de los últimos lugares de las preferencias, con un 2% pertenece a Vivek Ramasawamy quien se viralizó hace unos días por su polémico mensaje en el que señaló que si el próximo gobierno mexicano se negaba a atender el tema del crimen organizado, invadiría el territorio nacional.

Aunado a lo anterior, otra encuesta realizada por BSP research reflejó que, de todos los candidatos republicanos, Donald Trump, pese a sus 4 procesos judiciales abiertos, tiene los mejores números entre los votantes hispanos acaparando un 50% de la intención de voto de los hispanos republicanos.

Pero esto no es todo, ya que las mismas encuestas se encargaron de reflejar algunos números correspondientes a quien muy probablemente será su rival del lado demócrata, es decir, el Presidente Joe Biden quien muy probablemente saldrá avante en su intención de buscar la reelección.

Sin embargo, el panorama para Joe Biden no es sencillo ya que el demócrata se enfrenta a las dudas de una ciudadanía que no lo considera el más capaz para gobernar, mismas dudas que continúan creciendo a la par de los problemas que enfrenta Estados Unidos en diversas materias tales como economía y generación de empleo, áreas en las que la actual administración ha encontrado dificultades en los últimos meses, esto debido principalmente a las huelgas protagonizadas por el sindicato United Auto Workers (UAW) que tienen temblando a la industria automotriz y que han generado que 5 de cada 10 votantes desaprueben el manejo de la economía por parte de Joe Biden.

En cuanto a la economía, las encuestas más recientes señalan que el 59% de los votantes desaprueban la conducción de la política económica de la administración actual

En añadidura, la crisis de fentanilo que enfrentan diversos estados de la Unión Americana comienza a dar fuertes golpes a la administración de Joe Biden. Al respecto, esta delicada situación de salud pública, catalogada también como de Seguridad Nacional por algunos senadores, ha generado que tres cuartas partes de los votantes pongan en duda la aptitud tanto física como mental de Biden.

Aunado a lo anterior, la popularidad de Biden también se ve mermada debido a un viejo conocido que no solo se convertirá en el fracaso insignia de la administración actual, sino que también es una de las herramientas discursivas más fuertes de los republicanos: la migración.

Aunque este tema es y ha sido abordado por distintos especialistas, no podemos pasar desapercibido que simboliza un fracaso significativo para Joe Biden ya que el demócrata llegó a la Casa Blanca con intenciones que no pudo materializar, razón por la cual, un 53% de los votantes desaprueban totalmente la política exterior que se ha gestionado desde el #1600 de Pennsylvania Avenue.

Es así que, mientras el fenómeno Trump reafirma la fuerza que muchos (incluido su servidor) creían perdida, los números de Biden comienzan a comprometer la contienda de la revancha inminente de Trump, ya que, según los datos de NBC News, estos personajes están empatados en una hipotética contienda con 46% para ambos lados, pero lo preocupante de esto, es que de junio a la fecha, Biden perdió 4 puntos de ventaja.

Por otro lado, según estos datos, Biden está por delante de Trump, entre los votantes de color, los votantes entre 18 y 34 años, los blancos con títulos universitarios y las mujeres, mientras que Trump lleva la preferencia de los votantes rurales, los hombres y los votantes blancos sin título universitario.

El fenómeno Trump está más fuerte que nunca y sería un error garrafal dudar de la fuerza y los alcances políticos y sociales de este fenómeno, ya que en esta ocasión llega probablemente con más fuerza que cuando se intentó reelegir, ya que ahora no solo puede hacer uso de sus discursos racistas, xenófobos y machistas más populares, sino que gracias a Joe Biden, ahora también podrá utilizar el discurso de un perseguido político por un gobierno que ha intentado encarcelarlo.

Por esta razón, no se pueden dejar pasar desapercibidos los datos, ya que, según lo analizado, es factible un escenario en el que la Casa Blanca sea de los republicanos en el 2024, esto debido a que el proceso electoral está cultivando los mismos resentimientos que lo llevaron a la presidencia de Estados Unidos en el 2017, pero con un ingrediente extra antisistema que estoy seguro, logrará obtener adeptos en el camino.

En ese contexto, la lucha de los demócratas, especialmente de Joe Biden en el 2024 no solamente será contra los republicanos o con Trump y sus discursos, sino también con los fantasmas del pasado y del arrepentimiento de un presidente que desaprovechó la oportunidad de encarcelar al hombre que protagonizó el atentado contra la democracia más grande en la historia de Estados Unidos.

Versa una máxima de la historia escrita por los triunfadores, sin embargo, Joe Biden dejó ir una oportunidad invaluable para reescribir la historia de un país fragmentado que fue fuertemente azotado por el populismo de un presidente que logró extrapolar al escenario público tanto las fobias raciales más radicales, como los fantasmas más oscuros de un país en aras de llegar al poder.

Aun falta mucho para el desenlace de esta historia, pero versa otra máxima que caballo que alcanza, gana y por otro lado, si algo ha demostrado la historia universal, es que cuando tienes la oportunidad de poner tras las rejas a un personaje con los atributos de Donald Trump, no debes de desaprovecharla.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 804: Lo piden los expertos: Una nueva Corte de Justicia sin extremos ideológicos

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JALISCO

La transparencia del fiscalizador

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– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac

En Jalisco, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios innegociables. Sin embargo, la resistencia del auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, a ser auditado por la Unidad de Vigilancia del Congreso revela una paradoja alarmante: el encargado de fiscalizar el gasto público evade la supervisión.

Esta actitud, denunciada por David Rubén Ocampo Uribe, titular de la Unidad, y el diputado Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, no solo cuestiona la integridad de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ), sino que amenaza la confianza en el sistema democrático.

Desde el 10 de julio de 2025, cuando Ocampo asumió su cargo, Ortiz Ramírez ha bloqueado cualquier intento de revisión. Solicitudes de expedientes laborales, nóminas y contratos han sido ignoradas, y un encuentro institucional propuesto para el 19 de agosto quedó en el vacío. “Quería saber si todo está en regla. La respuesta fue negativa. Pedí una reunión pública con agenda común, y tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo a Conciencia Pública.

Incluso se le prohibió a personal de la ASEJ pasarle llamadas, limitando el diálogo al secretario técnico, un subordinado que no puede sustituir al titular.

El diputado Alfaro, de Morena, califica esta resistencia como un desafío al Congreso y a la sociedad. “El auditor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante ocho años operó sin contralor, pero ahora que lo hay, se niega a colaborar”, afirmó.

Con el respaldo de 29 de 32 deputados al nombramiento de Ocampo, su legitimidad es incuestionable. “Sabe que abriremos la Caja de Pandora”, añadió, sugiriendo que Ortiz Ramírez teme revelar irregularidades.

La Constitución de Jalisco y la Ley de Rendición de Cuentas otorgan a la Unidad de Vigilancia facultades plenas para revisar la ASEJ sin necesidad de acuerdos previos de la Comisión de Vigilancia, como argumenta Ortiz Ramírez.

Esta interpretación “tecnicista” es, para Ocampo, un escudo para evadir la fiscalización. La pregunta es inevitable: ¿qué oculta el auditor? Denuncias internas apuntan a aviadores, nóminas infladas, “moches” por laudos laborales y tolerancia a incapacidades falsas avaladas por el IMSS.

Una figura clave en estas acusaciones es Sandra Verónica Márquez González, de la Dirección Jurídica, señalada por mantener personal inexistente en nómina y exigir pagos ilegales, prácticas que arrastra desde su paso por el Tribunal de Arbitraje y la Fiscalía, donde se le vinculó al “Clan Trevi” por cobros indebidos.

La ASEJ es un pilar estratégico del gobierno de Jalisco, con autonomía técnica y de gestión para garantizar imparcialidad en la fiscalización de un presupuesto cercano a los 200 mil millones de pesos. Su rol como contrapeso es crucial para generar confianza ciudadana.

Sin embargo, la resistencia de Ortiz Ramírez recuerda épocas oscuras de la Contaduría Mayor de Hacienda, antecesora de la ASEJ, donde se rumoraba que las cuentas públicas se “lavaban” mediante acuerdos entre bancadas legislativas. Funcionarios corruptos encontraban en estos arreglos una vía para encubrir irregularidades, otorgando un poder desmedido al titular del organismo.

Hoy, la ASEJ debería ser un modelo de integridad. El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030, liderado por Cynthia Cantero Pacheco, establece la transparencia y la participación ciudadana como ejes rectores de la gestión pública. Este plan, construido con la voz de más de 675,000 jaliscienses, vincula el presupuesto a resultados medibles, exigiendo apertura y rendición de cuentas.

La opacidad de Ortiz Ramírez contradice este espíritu, debilitando la credibilidad de una institución que debería ser ejemplo.

La pasividad de otros actores institucionales agrava el problema. El silencio del Congreso en pleno y la inacción de la Fiscalía Anticorrupción alimentan percepciones de complicidad o indiferencia. Mientras, rumores de una posible reelección de Ortiz Ramírez, tras ocho años en el cargo, generan rechazo. “Un gobernador dura seis años y se va. Este señor pretende quedarse otros ocho. Es inadmisible”, sentenció Alfaro.

¿Cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el fiscalizador se coloca por encima de la ley? La resistencia de Ortiz Ramírez no es un simple desencuentro burocrático; es una afrenta al sistema de pesos y contrapesos.

“La opacidad reina en la Auditoría. Si el auditor desconoce la ley, ¿cómo fiscaliza al estado?”, cuestiona Ocampo. La sociedad, cada vez más vigilante, exige respuestas. Ortiz Ramírez tiene una oportunidad: abrir las puertas de la ASEJ, entregar la información solicitada y demostrar que no hay nada que ocultar. De lo contrario, su silencio seguirá alimentando sospechas de irregularidades.

La transparencia no es negociable, y Jalisco merece una Auditoría Superior que predique con el ejemplo. Es hora de que el fiscalizador rinda cuentas.

 

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JALISCO

MC: espejismos de unidad y fractura a la vista

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

Movimiento Ciudadano en Jalisco ya abrió el telón de su renovación interna con la elección de 64 nuevos coordinadores municipales en la vieja casona de Av. La Paz. En apariencia, un ejercicio de normalidad partidista: discursos de unidad, promesas de cercanía con la gente, rostros nuevos para el escaparate y la certeza de que el partido naranja seguirá marcando la pauta en la política local.

Una postal impecable para las páginas de los diarios amigos… pero un espejismo apenas capaz de ocultar las fracturas internas que corroen al partido naranja. Pues, bajo el barniz del entusiasmo, se esconde un mapa con claroscuros que la dirigencia difícilmente podrá negar.

Los números de la elección de 2024 fueron generosos en sus bastiones metropolitanos: Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco volvieron a confirmar la hegemonía emecista. En la capital, 308 mil votos aseguraron la continuidad; Zapopan, con 323 mil sufragios, consolidó la plaza más codiciada del estado; y Tlajomulco refrendó, una vez más, su condición de vivero político del grupo alfarista con 94 mil papeletas a su favor. Una trinidad metropolitana que otorga poder y recursos, pero que no resuelve la fragilidad en el resto del estado.

Porque más allá del brillo urbano, MC perdió terreno en Puerto Vallarta —joya turística entregada al PVEM en sociedad con Morena—, cedió Ciudad Guzmán, enclave agroindustrial del sur, y vio escaparse Tepatitlán, bastión alteño que durante años se pensó inmune a los embates opositores. En Tlaquepaque y Tonalá, el retroceso fue aún más doloroso: en el primero, los 109 mil votos no alcanzaron para retener la presidencia municipal; en el segundo, apenas 47 mil sufragios lo relegaron a un segundo lugar incómodo detrás de Morena. Un tropiezo estratégico en el oriente metropolitano que desnuda la vulnerabilidad del proyecto.

Mirza Flores, encargada de administrar esta renovación interna, habla de “liderazgos de territorio, cercanos a la gente”. El discurso suena bien, pero la tarea es monumental: reconstruir la cohesión de un partido que, en su expansión, ha multiplicado corrientes, intereses y pleitos internos. Porque el problema no es solo perder municipios: es perderlos mientras el partido se enreda en disputas de candidaturas, pugnas entre cuadros y una dirigencia que debe demostrar que puede arbitrar sin fracturar.

Los números distritales tampoco ayudan: de 20 distritos locales, MC apenas ganó 6; de los federales, ninguno y los plurinominales fueron para los exfuncionarios que necesitaban fuero y los “liderazgos” escogidos. Esto significa que, aunque controla alcaldías claves, su voz legislativa es reducida y carece de peso real en el Congreso federal.

Un contraste brutal: músculo en los municipios, anemia en las cámaras. Y esa asimetría no se corrige con discursos ni asambleas, sino con operación política en campo, con la capacidad de seducir al votante rural, al comerciante alteño, al campesino del sur que aún ve en el naranja una marca citadina, aburguesada y distante.

Pero lo verdaderamente corrosivo no está en las urnas, sino en los pasillos. La disputa Alfaro–Lemus ha dejado de ser un rumor y se ha convertido en un hecho palpable. Enrique Alfaro se resiste a entregar el control de candidaturas y cuadros, mientras Pablo Lemus mueve sus piezas con paciencia quirúrgica, tejiendo su propia red de operadores que responden solo a él. Entre ambos, Mirza Flores aparece como árbitro incómodo, obligada a conciliar lo irreconciliable: mantener la disciplina de un ejército que ya no reconoce un solo general.

El grupo Alfaro–Lemus sabe que esta es su última gran prueba antes de 2027. Si logran ordenar candidaturas y mantener la paz interna, MC llegará con posibilidades de sostener el gobierno estatal. Pero si insisten en los métodos de imposición y en los arreglos de cúpula, el costo será alto: perderán distritos clave, y con ellos, la capacidad de negociar en el Congreso y de sostener el control territorial.

Los cuadros históricos, los que alguna vez creyeron en la “ola naranja” como una alternativa fresca, se encuentran marginados o desplazados por nuevas caras que responden a intereses de grupo. La operación interna dejó cicatrices: candidaturas impuestas, militantes que sienten haber sido utilizados y un éxodo silencioso hacia Morena y el PVEM que ya se empieza a notar en las regiones.

En política, decía siempre la vieja guardia, no basta con administrar victorias: hay que blindarlas. Movimiento Ciudadano gobierna hoy con holgura en las ciudades, pero su debilidad en la periferia y en el interior del estado es evidente. Las plazas que perdió en 2024 son recordatorio de que el poder es un animal volátil: se escurre por las rendijas más pequeñas y muerde cuando menos se le espera.

La renovación municipal, que en el discurso se vende como ejercicio democrático, en los hechos es un intento de tapar grietas con retórica. En lugar de cohesión, lo que se advierte es una carrera por controlar posiciones rumbo al 2027. Cada comité local es, en realidad, una ficha en el tablero de negociación entre Alfaro y Lemus.

La batalla del 2027 no se jugará únicamente en los edificios de avenida Hidalgo o en los mítines de funcionarios públicos en la Casa Ciudadana. Se librará en los tianguis de Tonalá -donde el Ayuntamiento ha prendido focos rojos-, en los talleres de Arandas -Cuando se habla de la inseguridad que hay en las carreteras de la zona-, en los mercados de Lagos de Moreno -Al momento de hablar de un nuevo ejecutado o desaparecido- y en las colonias populares de Tlaquepaque -Explicando por qué el SIAPA no otorga el servicio que cobra: agua-. Ahí, donde los discursos sobran y lo que cuenta son los servicios públicos, la seguridad y la cercanía real de quienes gobiernan.

La verdadera batalla de 2027 no será contra Morena ni contra el PVEM. Será contra sí mismo. Porque, como tantas veces en la historia política de este país, los partidos no caen por la fuerza del adversario, sino por la podredumbre que incuban dentro.

Hoy MC es un cascarón brillante en la superficie, pero carcomido por dentro. Se vende como movimiento fresco, pero huele ya a partido viejo: facciones enfrentadas, candidaturas negociadas en lo oscurito y un liderazgo que se desgasta en administrar pleitos en lugar de ganar territorios.

Si no corrigen el rumbo, el espejismo de unidad que hoy pregonan se desmoronará al primer soplo de la contienda. Y entonces, la historia no hablará de una derrota electoral, sino de un suicidio político en cámara lenta. Una crónica que, como tantas en la política mexicana, no se escribirá con tinta… sino con epitafios.

En X: @DEPACHECOS

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