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El gobierno chino nombra obispos católicos: El Vaticano y Barbie doblegados ante el poder del dragón chino

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

Señor hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Es una manifestación de fe judeo-cristiana que nunca ha sido conveniente para los poderosos ni para los miedosos o ambiciosos. Esto presupone que los principios de la fe o de la moral o de la dignidad deben estar por arriba de los deseos propios de grandeza y de servidumbre al dinero o al poder.

La semana pasada no pude escribir nuestra columna tradicional, pero regresamos con el filo de siempre y la espada desenvainada para denunciar las incongruencias internacionales que a veces no llegan a nuestros oídos por el mundo de noticias locales.

El poder de Xi Jinping ha superado todas las expectativas, alcanzando una nueva dimensión nunca vista desde el poderoso Imperio Romano y el emperador Constantino. Atrás quedó el poderoso e influyente monarca francés San Luis Rey (Luis IX), o los Borgia, ambos tan poderosos que hicieron cardenales pero que no pudieron hacer por escrito acuerdos para poder obligar al vaticano a reconocer a sus propios obispos e incluso a crear diócesis dentro de sus países.

Vamos por partes. En la semana han quedado al descubierto dos asuntos que nos deben dar claro ejemplo del poder que ya no es secreto, de quién podría ser el primer Emperador de facto de la era moderna. Empecemos con el asunto más simple y tal vez trivial pero que nos da la idea de que en la fantasía del cine y en la realidad de la Iglesia pasando por el mundo del comercio, Xi Jinping es el hombre del momento.

La nueva película Barbie de los estudios Warner Brothers (WB), dueños de CNN entre otros, ha decidido de manera preventiva incluir en su película un mapa en donde el llamado mar del sur de China es parte de China soberana. Obviamente esto parece una tontería pero en fechas recientes se ha visto cómo China ha ido ganando influencia entre las grandes empresas de Estados Unidos, quienes ahora no solo tratan de evitar molestar al gigante asiático, sino que hasta tratan de complacerlo cuando lanzan sus nuevos productos como canciones o películas e incluso evitando que los deportistas de alto nivel hablen en contra del régimen de Xi Jinping.

El Mar del Sur de China abarca desde el Sur de dicho país hasta pasar Filipinas y Vietnam quienes naturalmente y con base en el derecho internacional tienen aguas territoriales dentro de ese mar. En contrasentido, China lleva años diciendo que todo ese mar es de hecho su propio territorio y por ende es soberano sobre el tránsito y uso en del mismo, lo que casualmente es reconocido en la película de la famosa Barbie. Esto no es un error sino un claro mensaje de los estudios y patrocinadores de la película para que China la promueva en su propio territorio.

El poner un mapa de Asia con ese error era totalmente innecesario en una película de este tipo. La película ha sido criticada por Vietnam y por Filipinas a quien le dejan sin mar y claro, por algunos legisladores conservadores de EUA, quienes ven en esto como una muestra más de cómo las empresas del todavía líder mundial eran libres de decir lo que querían de cualquier país sin represalias y ahora se ocupan no solo de no ofender al Dragón oriental, sino hasta de complacerlo sin importar los efectos en contra de terceros afectados.

La razón de Hollywood para no molestar al poder Imperial de China es simplemente económico, allá sí hay censura a los mensajes de occidente que no le gustan al régimen, también hay mil cuatrocientos millones de posibles consumidores con una clase media creciente y un poder adquisitivo que además invierte en occidente, comprando desde artículos de lujo hasta empresas o infraestructura en países. Por eso para las empresas de EUA la decisión económica es fácil. No molestar a China y de hecho hasta tratar de agradarle, porque allá si uno es bueno con el régimen lo recompensan con dinero y viceversa, mientras que en occidente la libertad de expresión no tiene ninguna recompensa material.

Pero el punto más delicado es el que protagonizó El Vaticano y la política de acercamiento del Papa Francisco, quien por tratar de llevarla bien con todos ha aceptado, e incluso, acordado lo impensable para la antes fuerte iglesia católica y más aún para los temas de la libertad de acción de sus obispos, quienes para ser aceptados en China deben contar o más bien de facto ser propuestos por el gobierno de Beijing. Esta semana el Vaticano se vio forzado a reconocer a un obispo designado por Beijing, pero no propuesto por Roma, ni siquiera aceptado de manera previa.

En 1951 China y El Vaticano rompieron relaciones y a partir de ahí El Vaticano era uno de los pocos Estados con relación diplomática oficial con Taiwán. Lo anterior generó una iglesia católica alternativa con obispos designados por el Gobierno de China, pero con feligreses separados de esa Iglesia, quienes buscaban a líderes espirituales independientes al gobierno y apegados a la fe.

Así en el 2018 y a pesar de la crítica de los obispos y católicos de Asia en general e incluso de Hong Kong en particular, el Vaticano llegó a un acuerdo con Beijing sin reconocer relaciones diplomáticas, pero reconociendo un mutuo deseo por el tener obispos en relación oficial con Roma y con Beijing. Es decir, China propondría a los obispos y modificaría los territorios de las llamadas diócesis que son como estados en la iglesia dirigidos por un obispo, pero los mismos debían ser aprobados y formalmente designados por Roma.

Así las cosas, el Papa fue criticado por muchos fieles quienes alegaron que Roma con tal de tener obispos oficiales, vendía la fe dejando a sus fieles en manos de líderes empleados del gobierno comunista. La defensa del Papa fue en el sentido de tener una iglesia oficial y capacidad de profesar la fe sin miedo a persecuciones. Lo anterior parece ir en contra de la misma Fe. Los críticos se lo advirtieron, a cuatro años de dicho acuerdo el gobierno de Beijing ya ha actuado sin consultar con el Vaticano en cuando menos dos ocasiones. La primera fue hace dos años cuando sin consultar con Roma, Beijing creó una nueva diócesis y movió al obispo de otra sin consulta. Esto, aunque criticado por la Iglesia en Roma fue después aceptado. La semana pasada esto fue en escalada cuando nuevamente Beijing sin consulta o acuerdo con el Vaticano decidió designar a un sacerdote como Obispo de una región.

El vaticano protestó, pero después de unos días y por segunda vez se tragó el sapo y aceptó, es decir oficialmente designó a Joseph Shen Bin como nuevo pastor de la importante región de Shanghái. El secretario del estado vaticano, cardenal Pietro Parolin dijo que no fueron notificados de dichos cambios para dar su consentimiento en los términos del acuerdo del 2018 pero al final el Papa se decidió a aceptarlo, por la carrera del sacerdote y el bienestar de la diócesis, es decir por el bien mayor al daño. Esto suena a que no quiso mentir y solo decidió ver el lado bueno de las cosas solapando la conducta de Beijing que ya puso claro quien manda en la Iglesia católica de China con o sin el beneplácito del Vaticano.

Esta conducta nos hace pensar en los miles de mártires que al ser sacerdotes no fueron del agrado de los gobernantes y como ahora por política, en China se permite lo que nunca había permitido El Vaticano en su historia. La idea de que los obispos sean designados por Roma viene de la era en la que los reyes imponían a sus obispos y el pueblo no tenía líderes siervos de la fe sino del poderoso local.

¿Qué pasará cuando los obispos designados por Xi Jinping quieran criticar al gobierno? ¿Qué pasará cuando otro país trate de hacer lo mismo? ¿Qué pasará cuando un sacerdote o un fiel le confiese al obispo sus críticas en contra del poder de Beijing?

Estas preguntas ya tienen respuesta, solo que no nos hemos atrevido a decirlo en voz alta y El Vaticano no se atrevió a hacer lo que sus antecesores desde los propios profetas o pastores como Moisés a Isaías o a Juan Pablo II, ya no digamos Jesucristo ¿Cuántos sacerdotes se ahorrarían problemas e incluso habrían salvado sus vidas si no criticasen al rico o al poderoso?

Ya veremos si ese acuerdo del 2018 se mantiene con un nuevo Papa o si Beijing sigue imponiendo su ley Urbi et Orbis de Beijing por encima de Roma para el mundo.

Por lo pronto, Xi logra lo que no pudieron hacer Napoleón o Hitler, por citar a algunos muy poderosos líderes del pasado, de hecho, el último que lo intentó fue Enrique VIII y hasta de la iglesia fue expulsado. Pero Xi no es católico por lo que no lo pueden expulsar y su poder en China es total por lo que la iglesia no le preocupa. Incluso durante Covid19 China y el mundo lograron lo increíble que fue cerrar los templos y cancelar los servicios religiosos por muchos meses.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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