JALISCO
Entre pasillos y sonrisas: La pugna silenciosa por la Rectoría de la UdeG

Por Daniel Emilio Pacheco //
Entre los pasillos del emblemático edificio Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, justo en el corazón del periodo de transición entre el Consejo General Universitario saliente y el entrante, se desarrollaba una escena que bien podría parecer banal para cualquier observador externo, pero que, para los conocedores del microcosmos político universitario, era un momento cargado de simbolismo.
Ahí, entre besos, abrazos y frases aparentemente inofensivas, se entretejían las tensiones, aspiraciones y alianzas que definirán el rumbo de una de las instituciones educativas más importantes de México.
En el centro del bullicio, Mara Robles, actual diputada local y exrectora del CUAltos, se acercó a Karla Planter, actual rectora del mismo centro universitario, y Leticia Leal, rectora de CUTlajomulco. Las tres mujeres, exrectoras de un mismo centro universitario, se reunieron en un gesto amistoso que pasó desapercibido para la mayoría de los asistentes. «¡Las tres florecitas!», exclamó Mara, buscando captar la atención del grupo con un toque humorístico, un comentario que cargaba la ironía propia del momento: tres mujeres con trayectorias fuertes en la misma institución, en pleno proceso de elección para un cargo que, históricamente, ha sido dominado por hombres.
Ante el bullicio que buscaba generar Mara, Gustavo Padilla, rector del CUCEA, no tardó en unirse al grupo, pidiendo una foto para inmortalizar el momento. Pero los reporteros, distraídos por las verdaderas expectativas del día, no prestaron atención y pasaron de largo sin poner atención al grupo de aspirantes a rector. Lo que buscaban los reporteros era otra cosa, algo más grande: las palabras de Ricardo Villanueva, el próximo rector saliente, sobre la renovación adelantada de la rectoría, un evento clave que definirá el futuro inmediato de la Universidad de Guadalajara.
La interrogante lanzada por Mara lanzada al pequeño grupo, «¿Qué tiene CUAltos?», no solo hacía referencia a la concentración de exrectores del Centro Universitario de Los Altos, sino también a las implicaciones políticas que podrían jugar un papel en la próxima elección.
LAS FLORES DE CUALTOS
CUAltos, un centro universitario ubicado en Tepatitlán de Morelos, en esta coyuntura parece haberse convertido en un semillero de poder dentro de la universidad. Karla Planter, Mara Robles y Leticia Leal, las tres protagonistas de la anécdota del pasillo, tienen un elemento en común: las tres han sido rectoras de CUAltos en diferentes periodos, y ahora, cada una con sus propios intereses y ambiciones, podrían influir en la decisión sobre quién será el próximo líder de la UdeG.
Karla Planter, actual rectora del CUAltos, ha consolidado su liderazgo dentro del centro universitario. Recientemente, impulsó una propuesta que permitirá a los pobladores afectados por la construcción de la presa El Zapotillo tener pase directo a la universidad. Sin embargo, algunos han dicho que solo fue una propuesta para jalar reflectores pues realmente no trasciende más allá de un pequeño grupo de beneficiados, además, en los círculos más cercanos a la elección de la nueva rectoría, su nombre no suena como uno de los favoritos. Su enfoque parece estar más en el trabajo local, aunque no se descarta que su influencia pueda jugar un rol clave en la configuración de alianzas.
Mara Robles, por otro lado, parece tener un plan más claro. Exdiputada local y exsecretaria de Educación del Distrito Federal, Robles no ha dejado de estar presente en la política, y su reciente decisión de pedir licencia en el Congreso del Estado de Jalisco es una señal clara de sus intenciones. Aunque ha tenido altibajos en su carrera política, pues no es una candidata que gane elecciones, su acceso al Congreso como diputada plurinominal usando las camisetas últimamente de Movimiento Ciudadano y Hagamos le ha permitido mantenerse más en el juego político que académico. Ahora, parece decidida a regresar a la universidad, pero no como una más, sino como la cabeza de la institución.
Leticia Leal, la tercera integrante del trío, también tiene un pasado en CUAltos, habiendo sido rectora entre 2013 y 2016. Actualmente, dirige el CUTlajomulco, pero también ha sido funcionaria de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Aunque su nombre no ha sido mencionado entre los favoritos para la rectoría general, su cercanía con otros actores clave la mantiene en el radar.
EL PROCESO ELECTORAL EN MARCHA
Mientras en los pasillos las bromas y saludos entre rectoras distraían a algunos, el pleno del Consejo General Universitario aprobó la conformación de la Comisión Electoral que tendrá la responsabilidad de elaborar la convocatoria y organizar el proceso para elegir al próximo rector. En la práctica, esto significa que el proceso ha comenzado, y ahora los diferentes actores políticos y académicos dentro de la universidad se preparan para el enfrentamiento final.
Entre los nombres que suenan con más fuerza está el de César Barba, director general del Sistema de Educación Media Superior (SEMS). Barba Delgadillo, conocido como «Chicho», ha sido mencionado en múltiples foros como la opción más viable para asumir la rectoría general, gracias a los logros obtenidos al frente del SEMS y su habilidad política para negociar en los momentos críticos ha rendido buenos frutos a la UdeG.
Durante el receso de las sesiones, Cesar Barba pasó gran parte del tiempo dentro del recinto, conversando con funcionarios universitarios que aprovechaban para presentarle propuestas, cercano a “El Chicho” estuvo el diputado Enrique Velázquez quien asegura mantendrán la fracción de Hagamos en la próxima legislatura de la que también formará parte.
Pero, como en toda elección, nada está dicho hasta el último momento. Aunque Cesar Barba parece tener una ventaja, otros nombres como el de Guillermo Gómez Mata, actual secretario general de la UdeG, y Alberto Castellanos, rector del CU Guadalajara, también están en la mesa. Castellanos, sin embargo, ha perdido terreno en los últimos meses, lo que lo deja en una posición más débil frente a «El Chicho», quien parece tener el respaldo de una parte significativa de los consejeros.
Será una mayoría de consejeros la que tendrá en sus manos la decisión de quién ocupará la oficina principal del imponente Edificio Administrativo, ubicado en la Avenida Juárez. Curiosamente, el viernes, alrededor de las nueve y media de la mañana, se pudo ver salir de ahí a Ricardo Villanueva, actual rector, acompañado de César Barba Delgadillo, director general del Sistema de Educación Media Superior (SEMS). Su aparición no pasó desapercibida y generó susurros entre los consejeros que aguardaban a las afueras del MUSA. Entre bromas y certezas, se escuchó: «Ahí vienen los rectores, el que es y el que será», «Ya viene el próximo rector con Ricardo», «¿Será que hoy nombran a Chicho?».
Así pues, la Universidad de Guadalajara se enfrenta a un proceso de renovación en un momento clave que podría definir su crecimiento y consolidación en los próximos años. Los nombres están sobre la mesa, las alianzas se están forjando en los pasillos y, mientras tanto, en este juego de poder, como en cualquier otro, las apariencias engañan, y lo que parece un simple saludo entre «tres florecitas» puede ser el preludio de una batalla política mucho más grande.
En X @DEPACHECOS
JALISCO
El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.
En esa ocasión afirmé:
“Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.
“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.
“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.
“El control férreo fue su sello particular.
“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.
“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.
“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.
No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.
Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.
Las consecuencias serán muchas.
Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.
Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.
Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.
Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.
El fuero es un tema que ya está en revisión.
Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.
Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.
Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista
político.
CARTÓN POLÍTICO
¿Dormirá tranquilo en Madrid?
JALISCO
La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.
Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.
Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.
«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».
Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.
La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.
La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».
Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.
La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.
Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».
La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.
Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.
Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.
Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.
Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.
En X @DEPACHECOS
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Jorge Marín
21 de octubre de 2024 at 09:32
El Maestro César Barba es sin duda la mejor opción para el presente y futuro de la Universidad de Guadalajara.
#ChichoRector