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MUNDO

La flota mundial de globos espías chinos: Un mundo nos vigila, tiene cara y cuerpo de dragón

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

A una semana del humillante episodio del llamado #BalloonGate, en el que el gobierno de EUA fue avergonzado por su lenta reacción ante la incursión de un globo espía chino que cruzó tranquilamente a todo lo ancho de su territorio, incluso por encima de cinco bases militares y silos nucleares, el gobierno gringo dio a conocer que no solo ellos fueron víctimas de este tipo de operaciones de inteligencia china, sino que desde el 2019, más de 40 países han sido objetos de este tipo operaciones de espionaje realizadas con ese tipo de equipos.

Mal de muchos, consuelo de pentontos”, dice el dicho.

La semana pasada se dio a conocer que el subsecretario de Estado, Wendy Sherman informó a más de 150 diplomáticos de 40 países sobre el espionaje de globos chinos que habrían sobrevolado los cinco continentes en los últimos cuatro años, mismo que hasta ahora fue detectado o interpretado.

Vuelve la mula al trigo”, en eso estaban los militares y diplomáticos de EUA informando a aliados y conocidos de los años del programa de espionaje aerostático y analizando el globo recuperado, cuando se dio a conocer que el presidente de EUA había autorizado el uso de aviones militares para derribar un segundo objeto volador que había entrado 24 horas antes al espacio aéreo de su país sobre Alaska con dirección a Canadá, sin decir su “objeto” era globo, dron o avión.

Desde el lunes de la semana pasada el gobierno de China dijo que no descartaba represalias en contra de EUA por haber derribado su globo hace unos días. El Pentágono informó que EUA había buscado usar una línea roja para comunicarse durante la semana con los líderes militares de China pero que en Beijing no habían tomado la llamada. Es decir que Xi Jinping se da el lujo de ignorar por días los intentos de Washington para entablar comunicaciones a unos días del incidente.

Hasta el momento se sabe que Washington informó a los países que más de una docena de globos espías chinos habían estado viajando por el mundo sin ser detectados lo que verdaderamente suena muy penoso en especial para los países del G7 quienes destinan miles de dólares al año en infraestructura militar, eso sin contar los cientos de millones de dólares que se destinan a espionaje.

Hasta el momento no se ha hecho público, quién sabe si el segundo “objeto” volador era de China, de Rusia o de otro país o empresa, lo que se sabe es que el primer equipo tenía partes fabricadas por empresas de occidente y en inglés, lo que se suma a la vergüenza. Se sabe que el Globo espía era de cuando menos 60 metros de largo por 70 de alto, es decir más alto que la propia estatua de la libertad y más largo que un avión de pasajeros y aun así pudo pasar por encima de todo el territorio de EUA.

Con respecto al segundo objeto sabemos que fue derribado en la costa al norte de Alaska a unos 100 km de la frontera con Canadá frente al monte Yukón y sobre una de las reservas petroleras y de gas más importantes del continente. Se sabe que el tamaño del mismo era de unos 5 metros de largo por poco menos de 2 metros de alto con forma cilíndrica.

Llama la atención que el segundo objeto haya ido a una altitud de 13 mil metros de altura, similar a la altitud a la que viajan los aviones comerciales. Esa altura es muy alta para ser un dron y baja para ser un globo, a menos de que estemos hablando de una nueva tecnología, lo que está por saberse. También es importante señalar que los globos de ese estilo vuelan a más de 20 mil metros y hasta 35 mil metros de altura, muy por arriba de la altura a la que vuelan los aviones comerciales y militares.

Del primer globo se dijo que era espía, pero que no era un riesgo para la seguridad nacional y sin embargo se le derribó 7 días después de haber entrado al espacio aéreo de ese país. Pero el segundo fue de inmediato derribado a pesar de ser de menor capacidad y sobre Alaska cuando se había dicho que el primero no se había derribado en ese mismo estado por seguridad a los civiles.

El primer globo voló por encima de múltiples bases militares y se dice que él mismo estaba equipado con cargas explosivas, mientras que el segundo “objeto” voló por encima de plantas y plataformas petroleras y de gas con reservas probadas por 7 mil millones de barriles de petróleo y con 21 millones de millones de metros cúbicos de gas natural. Todo esto es una pena para la OTAN.

Tal vez con la idea de salir del tema con menos daño a su imagen pública, el propio presidente de EUA dijo a Telemundo que la incursión del primer globo “no era una violación mayor”. Es decir que Xi Jinping puede estar tranquilo porque para Washington esto no fue una agresión o una violación mayor.  Para estar en perspectiva, un satélite en órbita baja está a unos 120 kilómetros de altura mientras que el globo iba a unos 12 kilómetros de altura y este segundo objeto estaba a unos 8 kilómetros. Según el mapa de vuelo del primer globo este se desplazó y dio vueltas alrededor del centro de comando nuclear de los EUA, es decir no solo pasó por encima de varias bases nucleares y de aeropuertos de aviones de combate sino que también hizo lo propio por encima del centro de comando desde donde se controlan todas las armas nucleares del país más poderoso del mundo pero como su presidente dice “… no hubo una violación mayor”, finalizando con que EUA no hará nada para provocar a China y que veían a ese país como un competidor y no como un adversario.

Wei Fenghe, ministro de Defensa de China declaró que no había contestado la llamada de su contraparte de Washington porque “…ellos (EUA), no habían creado el ambiente apropiado para dialogar…” el militar añadió que EUA había violado seriamente el derecho internacional al haber derribado su globo al que señalan como globo de información meteorológica, añadió que China se reservaba el derecho a tomar medidas para compensar la conducta de EUA. Como lo hemos dicho, si era un globo para medir el tiempo, por qué China no avisó antes de enviarlo y la coincidencia de su recorrido y video por encima de zonas de seguridad nacional. Por lo menos en la retórica, Beijing parece ser el Washington de ayer y viceversa.

La flota china de globos y otros artefactos espía podría incluso estar sin letras en chino para negar su origen en caso de ser capturados, pero por lo pronto han puesto al descubierto que por años entre los 20 y los treinta mil metros de altura nadie pensó en cuidar su espacio aéreo. Ni el poderoso tío Sam que invierte más de $100 mil millones de dólares al año en armas y equipos de defensa. Al domingo no se había logrado identificar el origen o la propiedad del segundo equipo ahora detectado y derribado en Alaska lo que se suma a la evidente falta de capacidades del ejército con la flota de satélites y radares más modernos.

Dicho sea de paso, el F22 que es el avión de combate más moderno del mundo no alcanza más de 10 kilómetros de altitud y el primer globo estaba a 12 km cuando entró a EUA, lo que invita a pensar que cuando fue derribado al término de su misión por encima de todo el territorio de EUA y bajo a 40 mil pies (13 mil metros), fue adrede y los chinos sabían que sería derribado y recuperado.

Y al mismo tiempo que en Canadá se derriba  otro objeto volador no identificado, en Montana hay reportes de un cuarto pero el Departamento de Defensa de EUA dice que cerró el espacio aéreo de ese estado por fallas en sus radares. Dos datos saltan: 1, que en esa zona es por donde pasó el globo espía la semana pasada, ese que globo se  dijo era inofensivo. 2, sino  es una falla entonces es un cuarto incidente.

Como lo hemos señalado, el Presidente Xi ha puesto como meta el convertir a China en la primera potencia mundial y en reunificar a todo su país incluyendo a Taiwán lo que significa que o EUA cede o China cede pero ambas visiones no pueden coexistir, eso sin considerar las consecuencias que esto tendrá para sus vecinos Corea del Sur, China, India y Filipinas. Podemos concluir que “un mundo nos vigila” y tiene cara y cuerpo de dragón.

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MUNDO

El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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