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JALISCO

La justicia y su valor democrático: Proceso abierto en elección del presidente del Poder Judicial

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Análisis del magistrado Luis Enrique Villanueva Gómez // 

Nuestro país ha tenido a lo largo de su historia muchos problemas para alcanzar mejores niveles de bienestar y crecimiento, debido a la arraigada costumbre de no respetar el orden, la legalidad y el estado de derecho como vía para fomentar una plena y sana convivencia entre los ciudadanos.

Una sociedad donde la mayoría de las personas tienen la convicción en que el Estado social, democrático y de derecho ofrece la mejor oportunidad a largo plazo para asegurar sus propios derechos y lograr sus objetivos, es lo que constituye una auténtica cultura de la legalidad, donde la mayor parte de las personas se esfuerzan por ajustarse al marco de derecho para promover la convivencia pacífica, solidaria y cívica.

Sin duda, la cultura de la legalidad es uno de los elementos importantes en la construcción y definición de un Estado Democrático de Derecho.

Existe un amplio debate en torno a la forma en que opera la Justicia en el país y en Jalisco, controversia que también debe incluir la voz de los impartidores de justicia en su responsabilidad por la construcción del estado y de la nación a la que aspiramos todos.

ESTADO DE LA JUSTICIA EN JALISCO

En efecto, una de las más importantes y urgentes asignaturas que tiene el estado de Jalisco es la modernización de las formas y procesos de impartición y seguimiento de la justicia en todas las materias que le competen.

La pandemia en que aún transitamos, trajo a Jalisco, además del contagio y las lamentables pérdidas de vidas, también la exhibición y confirmación de una contundente y dolorosa verdad: la impartición de justicia está sumida en un mar de obsolescencias.

La suspensión de términos decretada por los correspondientes órganos de gobierno de las instituciones del poder judicial, pusieron en evidencia que la jurisdicción en Jalisco no sabe ni le ha interesado la utilización de las tecnologías de la información para modernizar, agilizar y facilitar el acceso al servicio público de justicia.

Y es que desde hace más de dos décadas el Poder Judicial ha dejado en el olvido la modernización de sus procesos y la correspondiente sistematización necesarias para guardar congruencia con el desarrollo de las tecnologías, ha ignorado la lacerante realidad social y el impulso normativo regional que nos ha rebasado fácilmente dejándonos en lejanos últimos lugares en el concierto nacional, muy distante de la tradición jurídica que nos distingue y de la importancia económica que tiene la entidad.

Si bien los recientes esfuerzos realizados como reacción ante la emergencia sanitaria son plausibles, también debe contextualizarse adecuadamente en especial cuando lo que se requiere es un profundo cambio en la cultura de la justicia que modifique la percepción de la sociedad que es de desconfianza, de tardanza, de impunidad y obsolescencia en los procesos y las estructuras de impartición de justicia.

RIESGOS Y RETOS DE LAS DEFICIENCIAS DE LA JUSTICIA

En términos generales la percepción social de las condiciones de la impartición de Justicia en el Estado no es buena, lo que obliga a plantear soluciones de fondo y medidas de largo alcance que no solo resuelvan los problemas ya existentes sino que también eviten en surgimiento de otros en el corto y mediano plazo.

Es necesaria la coordinación entre los distintos poderes y niveles de gobierno para que un conjunto con la ciudadanía se encuentren las mejores alternativas que propicien un Poder Judicial fuerte y sólido, que permita que Jalisco recupere, en su caso, y mantenga los primeros lugares en la escala nacional en competitividad, ingreso per cápita y calidad de vida.

En otras palabras, se requiere consolidar la administración eficiente de justicia a través de un Poder Judicial independiente, autónomo, moderno, certero, accesible y transparente que con decisiones contundentes y oportunas propicie que la impartición de justicia sea el motor del desarrollo y de la colaboración participativa de todos los sectores generando confianza, armonía y paz social a los jaliscienses.

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

La participación ciudadana en los procesos administrativos y jurisdiccionales resulta indispensable para enriquecer incluso los trabajos legislativos en temas de justicia con opiniones acerca de las dificultades de litigantes y usuarios en aspectos procesales que con su mejora, darían agilidad y oportunidad a la resolución de las controversias jurídicas de los jaliscienses.

Poner a disposición de la sociedad, la información del trabajo y la administración y aplicación de los recursos públicos, no solo es un imperativo legal, también debe ser una actitud permanente en las dependencias oficiales de cualquier nivel de gobierno porque en ello estriba uno de los reclamos más álgidos de los jaliscienses a sus instituciones.

Estar abiertos a atender y proporcionar cualquier necesidad de información que no comprometa la seguridad jurídica de las partes y la violación de sus derechos, es una responsabilidad que debe asumirse por las instituciones judiciales sin restricciones ni evasivas.

El aprovechamiento de los avances tecnológicos en las actividades cotidianas y la implementación de herramientas electrónicas para la gestión judicial, debe ser una constante en los órganos jurisdiccionales, a fin de acercar con toda oportunidad la justicia a la sociedad y generar mejores controles que inhiban conductas irregulares.

La utilización de las utilerías tecnológicas más novedosas para difundir el accionar jurisdiccional y la comunicación de las actividades, funciones, necesidades, limitaciones y novedades de los órganos del poder judicial, facilitarán gradualmente la socialización y el reconocimiento de la importancia de la difícil función de administrar justicia.

En la medida que los jaliscienses conozcan las responsabilidades, alcances y facultades del Poder Judicial, estarán en posibilidades de evaluar, reclamar y reconocer con conocimiento y justificación el desempeño de jueces y magistrados en una retroalimentación simultánea que no tiene ángulo de desaprovechamiento alguno.

En conjunto, una cultura de la legalidad facilita enormemente al estado y la sociedad para diseñar con tranquilidad y confianza el trazo que debe seguir rumbo al desarrollo al que legítimamente se aspira.

La consolidación del estado de derecho pasa forzosamente por la participación activa e infranqueable de todos los componentes de la sociedad jalisciense.

EL PAPEL DE LOS OPERADORES DEL DERECHO

Ante ese panorama, lo que también deja en claro la pandemia es que el Poder Judicial requiere a gritos la participación de los operadores del derecho, los sectores productivos y en general de la sociedad en su conjunto en cada uno de los procesos judiciales, aportando sugerencias y mejoras y supervisando su ejecución y sanción, sin influir desde luego en la independencia y autonomía de sus resoluciones, para lo cual deben aprovecharse los vehículos y medios que lo permitan y lo promuevan.

Mejorar el funcionamiento del sistema de justicia en Jalisco es una tarea y responsabilidad de todos, pero somos quienes formamos parte de sus operadores jurídicos quienes debemos comenzar el proceso, nunca será suficiente cualquier esfuerzo cuando no exista la voluntad para iniciar el cambio transicional urgente y necesario.

Quienes nos formamos aquí, quienes tenemos carrera judicial y quienes formamos parte en este momento del Poder Judicial estamos obligados a promover permanentemente la mejora de la justicia en Jalisco.

Sólo quien asume responsablemente aquí su función conoce la importancia y trascendencia del actuar jurisdiccional y con ello promueve su adecuado desarrollo y fortalecimiento.

Estamos obligados a ser iniciadores de una nueva cultura de acercamiento y colaboración de la sociedad con sus instituciones judiciales y con ello mantener el reconocimiento de calidad y profesionalismo que tradicionalmente distingue a los juristas jaliscienses.

LA NECESIDAD DE DEBATIR

Estoy convencido que el servicio público y más uno tan sensible como lo es el de justicia, debe contar con los mecanismos suficientes para adecuarse a las necesidades de una sociedad cada vez más informada, más demandante, mas intercomunicada e interactuar invariablemente con los ciudadanos para su mejora continua, por ello en los tiempos actuales y especialmente frente a necesidades de carácter extraordinario debemos ser capaces de ajustarnos a las nuevas normalidades, para emprender acciones inmediatas con amplia cobertura y alto impacto a partir de la automatización de procesos jurisdiccionales en las materias competentes, abatiendo el marcado rezago en innovación tecnológica, lo cual implica de inicio la transición de los tradicionales sistemas de consulta hacía los modelos de expediente virtual, tribunales electrónicos y tribunales inteligentes.

Es urgente proponer una estrategia inaplazable para replantear las formas y modalidades de administrar justicia en Jalisco, aplicando estrategias de innovación sectorizadas y planeando racional y estratégicamente la implementación de muy diversos aplicativos informáticos ya presentes en la vida de las personas, para que de manera natural sean también instrumento cotidiano de la relaciones entre gobierno y gobernados, así como entre tribunales y justiciables.

UNA LEGÍTIMA ASPIRACIÓN

Tengo la voluntad de servir a mi Estado de toda manera que sea posible pero especialmente aspiro a representar a la institución en la que me he desarrollado, a la que conozco desde sus entrañas, para lo cual además me he preparado en todos los aspectos.

He generado en consecuencia una inercia virtuosa en un grupo de compañeros que comparten ese compromiso y vocación institucional concentrando el minucioso diagnóstico, el análisis de las causas y efectos así como el amplio cúmulo de propuestas de mejora en un proyecto metodológico, sistemático y profesional que además se ha socializado con los diversos sectores productivos, académicos y gremiales de operadores jurídicos que sin duda han enriquecido la obra al grado de estar lista para su puesta en marcha a partir del primer día de enero del próximo año, dejando abierta siempre la posibilidad de discutir las oportunidades de mejora continua.

PONDERACIÓN DE PROYECTOS

Estoy consciente que hay alternativas con el mismo propósito, pero también sé que no podemos sumergirnos en una lucha sin cuartel como si de una contienda electoral constitucional se tratara, el tema y la gravedad de la justicia en Jalisco nos dejan la experiencia de buscar los mecanismos de difusión más adecuados, de provocar la participación ciudadana organizada en los procesos y de privilegiar el interés del estado por encima de cualquier otro, cuando se trata del futuro de una sociedad más justa, moderada y tolerante, de ahí que propongo una confrontación de proyectos y su deliberación pública.

Porque estoy convencido que el debate constructivo, el diálogo abierto y generoso, la conversación prudente y el razonamiento formativo son sin duda los ejes que deben marcar el rumbo de las instituciones judiciales, dado el valor democrático de que se trata.

Reitero aquí, mi plena disposición para trabajar desde de las instituciones de Justicia de Jalisco a la par con los colegios y barras de abogados, la comunidad universitaria, sectores productivos y todos aquellos quienes tengan interés en dotar al estado de las mejores y más modernas herramientas jurídicas que contribuyan al desarrollo sostenido de la entidad.

Jalisco es cuna de grandes juristas que han realizado enormes aportaciones a la vida jurídica nacional, por lo que el espacio de debate que se propone es, sin lugar a dudas, un excelente ejercicio para continuar en la formación y aprovechamiento de los talentos que tenemos.

Tenemos la gran oportunidad de rediseñar la justicia en nuestro estado, para convertirla en el referente nacional que le corresponde, aprovechemos la coyuntura y demos a Jalisco el sistema judicial que necesita para crecer como todos lo deseamos.

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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