OPINIÓN
Las encuestas políticas y su utilidad

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
En los tiempos presentes, las investigaciones denominadas “encuestas” están de moda. En nuestro país realmente llegaron tarde, especialmente en el renglón político-electoral. Humorísticamente, los mexicanos solíamos decir: para qué preguntar quien ganaría en una contienda electoral, si desde que se sabía quien era el candidato del partido todopoderoso, (Partido Revolucionario Institucional, PRI) en esa época casi único, todo mundo vislumbraba que ese aspirante sería el triunfador.
Por ello incluso los ciudadanos manifestaban que votar no servía de nada, pues el ganador de la elección, chueco o derecho, sería quien fuese postulado por el partidazo (PRI).
La centuria pasada, se desarrollan e intensifican mundialmente los estudios “demoscópicos”. Esta palabra deriva de la voz “demoscopia”, la cual proviene del griego “demos” (pueblo) y “skopeo” (ver, examinar) y el sufijo “ia”. Así pues, nos dice el diccionario: “demoscopia” es la disciplina de la ciencia política y de la sociología dedicada al estudio de la opinión pública. En resumen, es un sistema para estudiar sentires, aficiones y comportamiento humanos a través de sondeos de opinión.
En México inician estas prácticas a fines del siglo XX, sin embargo, fue hasta un escrutinio realizado en 1988, con motivo de los comicios presidenciales de ese año, que se dice arrancan realmente los estudios serios en la materia. Recordemos que, en esas elecciones se “cayó el sistema”, y con el estigma de fraude electoral, triunfó el priista Carlos Salinas de Gortari, prototipo del neoliberalismo y por lustros, censurado como el “villano favorito” de los mexicanos.
A partir de entonces, se incrementaron los ensayos demoscópicos en el medio nacional. Desde luego que cuando se trata de elegir titulares del poder ejecutivo, los procesos son más llamativos para el pueblo. A los ciudadanos les importan las opiniones de los posibles votantes, cuando de comicios presidenciales se trata; en segundo lugar lo relativo a elecciones de gobernadores y finalmente de alcaldes. Senadores, diputados (federales o locales) y regidores, tienen mucho menos valor para el gran público.
Actualmente estamos inmersos en los comicios para elegir, en seis entidades federativas, entre otros cargos, el de sus gobernadores. En consecuencia, los sondeos de opinión están a la orden del día. Esto hace que se vean con la reserva del caso, pues lamentablemente, a la par que proliferan tales investigaciones, se resienten irregularidades que acusan a ciertas encuestas como “cuchareadas”, es decir, hechas amañadamente, con el torcido objeto de favorecer por empeños tortuosos a funcionarios, partido o candidatos.
Teniendo en cuenta lo anterior, es de sumo interés la información publicada el pasado día diez de mayo, por el periódico Reforma y sus hermanos (El Norte de Monterrey y Mural de Guadalajara). Ya se sabe que dichos diarios, por lo general son impugnadores de la Cuatro T y del primer mandatario federal, por lo que cobra especial sentido lo que informa dicho sondeo.
Sobre Andrés Manuel López Obrador, se informa que subió su aprobación cuatro puntos. Según el estudio, el 62% de los interrogados aprueba la manera en que el presidente ejerce su encargo, mientras que afronta un rechazo del 32%.
Estos números lo sitúan al mismo nivel que el año anterior: El renglón mejor evaluado es el de líneas sociales, en tanto que la seguridad es el área en que tiene menor calificación. Sobre este tema, como referencia podemos citar que esa cifra de AMLO, es superior a la aprobación que tuvieron durante igual lapso, los expresidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, quienes destinaban enormes sumas para tener contentos a comentócratas y dueños de medios, especialmente en la capital de la nación; esos “apoyos” se suprimieron y en consecuencia, todos ellos, hoy están muy descontentos con el Presidente.
Otro de los grandes asuntos que atraen la atención de los mexicanos, es la sucesión presidencial. Aunque algo lejanos aún (será en 2024) es tema preferencial. Al respecto, nos dice el estudio a que nos referimos, que la carrera la encabeza el canciller Marcelo Ebrard, quien obtiene un puntaje de 34 por ciento, seguido por la gobernadora de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, con porcentaje de 33, o sea, apenas un punto abajo, aunque anotamos que dentro de MORENA la mandamás de la capital tiene 34 por ciento ante un 26% del canciller. Sorpresivamente, el estudio le da un 26% al joven alcalde de la Sultana del Norte, Luis Donaldo Colosio Riojas, a quien lo que más le vale es el apellido paterno, junto el hecho de que el examen se realizó por regiomontanos. Muy atrás figuran personajes como Margarita Zavala con 14%, Ricardo Anaya el 13% y Ricardo Monreal apenas con el 11%.
Por lo que ve a partidos políticos, si la elección fuese en este mes, la ventaja para los morenistas es muy clara, pues el 47% los apoya, mientras que los panistas solo tienen el 19 por ciento y los priístas llegan al 18; muy atrás esta Movimiento Ciudadano, con raquítico porcentaje de seis y de otros partidos con registro, la verdad que ni se les menciona. Muy interesante es la pregunta de ¿por cual partido nunca votaría?, y la respuesta es contundente: el 45% dice que, por el PRI, jamás sufragaría.
Otro ámbito que reviste trascendencia, es el de los gobernadores en los seis Estados en que se renueva el poder ejecutivo local. Las ventajas evidentes para MORENA son en cuatro entidades federativas, (Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo y Tamaulipas). Por lo que ve a Aguascalientes y Durango, con jerarcas blanquiazules, la pelea está cerrada con ventaja para el PAN, que la tenían muy amplia sobre los morenistas, pero se han cerrado los porcientos y esta situación indica que, son factibles hubiese en tres semanas, números inusitados.
De Oaxaca no causa sorpresa la gran delantera de los seguidores del partido guinda y sus aliados, pues el Presidente ha beneficiado considerablemente a tal Estado, con visitas y programas sociales a los sectores pobres, que es la inmensa mayoría. Por ello, Salomón Jara Cruz de la alianza Juntos Haremos Historia, va en caballo de hacienda. De igual manera podemos hablar de Hidalgo, donde a pesar de la influyente priísta-panista, Carolina Viggiano (secretaria general del CEN tricolor) esposa del exgobernador de Coahuila, Rubén Moreira, el abanderado de la coalición morenista Julio Menchaca, tiene un tremendo 61%, frente al 32% de la prianista.
En Quintana Roo, la candidata de Morena, Mara Lezama, se coloca a la cabeza de las preferencias electorales, con 46.86 %, frente a un deprimido 13.6 de la aliancista Laura Fernández, y un más lejano aspirante de MC, José Luis Pech (senador morenista) con 12.6%; el PRI quiso competir por sí mismo, abanderando a Leslie Hendricks, quien obtiene escuálido 5.2%. Y si vemos por partido, Morena arrasa, con 48.83%, seguida por el PAN con modesto 7.63%, y eso que el todavía mandatario Joaquín González, es de su bando. Movimiento Ciudadano tiene 6.07% de las preferencias. El desangelado PRI, apenas recibe 4.28%. Los demás, mejor ni nombrarlos.
Tamaulipas es la Entidad en que su “gobernante”, en libertad gracias a varios amparos y gruesos deslices monetarios, Francisco García Cabeza de Vaca, hace hasta lo imposible para mantener su control; empero, parece no tendrá escapatoria y el candidato morenista, Américo Villarreal, saldrá avante, según todas las encuestas, salvo alguna “cuchareada” de firmas desconocidas, que aventuran va adelante el candidato prianista apodado “El Truko” (por algo será). Por lo que ve a Durango, gobernada por el panista José Rosas Aispuro, hoy por hoy, los sondeos mantienen a Esteban Villegas (prianista) y a Alma Marina Vitela (morenista) en un empate técnico, por lo que todo puede suceder. En Aguascalientes, María Teresa Jiménez, de “Va por Aguascalientes” (réplica estatal de Va por México) ha punteado invariablemente, por más que la morenista, Nora Ruvalcaba, remonta puntos y ya está 9 (46 contra 37 por ciento) debajo de aquella: si la “suspirante” del partido Verde y el PT, Marta Márquez, se sumara a ella, es verosímil la balanza sufra una voltereta.
En conclusión: las encuestas en el ramo político, son excelentes instrumentos para que el ciudadano sepa las tendencias, fortalezas y debilidades de gobernantes, candidatos y partidos. Pero reiteramos: habrán de evaluarse con cuidado, para evitar que estudios sesgados, nos hagan adoptar decisiones incorrectas. En todo caso, tengamos presente que las encuestas no remplazan la inteligencia, ni tan siquiera los presentimientos y mucho menos las simpatías.
JALISCO
El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.
En esa ocasión afirmé:
“Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.
“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.
“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.
“El control férreo fue su sello particular.
“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.
“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.
“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.
No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.
Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.
Las consecuencias serán muchas.
Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.
Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.
Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.
Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.
El fuero es un tema que ya está en revisión.
Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.
Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.
Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista
político.
JALISCO
La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.
Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.
Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.
«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».
Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.
La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.
La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».
Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.
La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.
Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».
La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.
Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.
Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.
Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.
Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.
En X @DEPACHECOS
JALISCO
La bestia de Teuchitlán

Opinión, por Fernando Plascencia //
¿Qué nos hace humanos? La dichosa pregunta se ha respondido de muchas maneras. Dirían los antiguos que la racionalidad, o que tenemos un alma incrustada y atrapada en el cuerpo que funge como cárcel, o más complejo, la capacidad de pensarnos a nosotros mismos como seres pensantes. La pregunta viene bien ahora.
Lo que ocurrió en Teuchitlán descompone cada supuesto de humanidad. La racionalidad se perdió, llegó el animalismo, se diría, pero ya Mary Midgley vino a decirnos que no hay animal más cruel que el humano, ni el feroz lobo es capaz de desollar a sus presas, porque no son rivales, son presas. ¿Nos distingue el alma? Pero quién con alma sería capaz de cometer atrocidades contra decenas de seres humanos, un desalmado. No se ve más el reflejo del alma en los ojos, los ojos solo reflejan desdicha y sufrimiento.
No importa a dónde vayamos, la violencia nos persigue y nos hace cada vez menos humanos. Nos persigue para condenarnos y llevarnos de su mano. Como sociedad no hemos sido capaces de evitarla. Como humanidad nos sentamos en comunidad, creamos normas, para no hacernos daño los unos a los otros, cuán lejos nos sabemos de eso.
El contrato social que nos hizo humanos en el principio – cuál principio – se rompe y se rompe a cada rato. Teuchitlán lo confirma, el desmoronamiento de lo que creíamos nos quita lo humano. ¿Qué somos ya?
Desde hace años se habla de deshumanización, de una extrañeza que nos invade y nos hace menos humanos. ¿Somos menos humanos con cada tragedia como la de Teuchitlán? ¿El humano que se atrevió a tanto con qué será comparado? No hay más comparación que con el mismo humano. La bestia que llevamos dentro emerge y no como bestia de la naturaleza, sino como la bestia que no conoce el límite moral, porque sí hay animales que viven con una moralidad más digna.
Nuestra humanidad se encuentra extraviada y con símbolos y con ríos de sangre y dolor lo comprobamos. 400 zapatos son la muestra de una capacidad infinita de derrotar al rival como sea necesario y con los medios que se tengan al alcance, pero más que derrotar al rival nos derrotamos a nosotros mismos. Fuimos capaces de crear un Estado, tan sofisticado en algunas partes con instituciones que resuelven el más pequeño inconveniente público, pero ahora no somos capaces de protegernos.
La humanidad se nos va de las manos, eso que se propuso como proyecto de humanidad no quedó más que en el papel de tratados morales y filosóficos. El trazado racional que por mucho tiempo hemos tratado de seguir se tambalea y estamos a la deriva no solo de una razón instrumental, sino de una lógica de violencia por la violencia. Lo que creamos para servirnos de protección ha dejado de servirnos y ha servido para incrementarla – la violencia -, con disposición para que unos cuanto sigan al margen. Pero lo que se predice es que la violencia está por atacarnos a todos y de una vez por todas no habrá quién se salve, será responder o morir.
Más que nunca es falso que somos los seres del centro de la vida social, qué limitados estamos para salir de la violencia, y es que ningún impulso nos ha sacado de ese baño de sangre. Divinizar la violencia es el camino más torpe que pudimos tomar o ¿será que el exceso de libertad nos trajo hasta aquí?
Lo que ocurrió en Teuchitlán debe ser llamado como uno de los peores actos que como sociedad nos han ocurrido. Qué lejos nos pone de una idea de sociedad que seguimos compartiendo muchos, donde la violencia debe ser el instinto más controlable que tengamos. La violencia es biológicamente natural, pero debemos entender cómo moderarla y evitar que los conflictos lleguen a más. La información más valiosa que tenemos es que la violencia no es el único impulso que tenemos, ni el mejor, sino que tenemos instintos que juegan un papel fundamental como sociedades: la cooperación o la empatía.
No reforzar la violencia y sus conductas es vital como humanidad, si no es real que el hombre es lobo para el hombre es porque tenemos más caminos y Teuchitlán no es el destino ineludible del que no podamos escapar, sino debe ser el inicio de entender que como sociedad y humanidad no es lo que queremos muchas, pero muchas personas.
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