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MUNDO

Un nuevo país como Corea y Alemania Oriental: Ucrania perdió la guerra, será dividida entre el invasor y los salvadores

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

Cuando la nueva etapa de la guerra de Rusia vs Ucrania empezó allá por el 2022, dijimos que el país de Zelenski ya había perdido y China ganado, que solo faltaba ver si Rusia o EUA ganaban algo o perdían todo.

De Trump todos hablamos y claro, es el villano favorito. Pero le recomiendo ver el evento de 49 minutos del pasado viernes en el que estalló el pleito entre Zelenski y el vicepresidente estadounidense, JD Vance, a quien secundó Trump. Trataremos de hacer un resumen, pero, sobre todo, trataremos de explicar qué sucedió detrás de cámaras y los días previos a este encuentro.

Cuando Rusia invadió Ucrania en el 2014 el presidente de EUA, Barack Obama les envió cobijas para proteger a sus ciudadanos refugiados que corrieron al oeste del país. Cuando Trump fue presidente le envió misiles para destruir tanques y cuando Biden fue presidente, Rusia atacó de nuevo y la OTAN le envió más de 500 mil millones de dólares en ayuda, de los cuales 350 mil fueron de Estados Unidos. Mucha de esa ayuda es militar, pero otra es financiera, incluso para pagar salarios y pensiones de servidores públicos en ese país.

Trump ha dicho varias veces que él no quiere una guerra militar con nadie, pero en especial contra Rusia o China. Pero los intereses militares de las empresas y los políticos de Europa y de EUA han llevado a la guerra en más de una ocasión. Eso pasó con Kennedy en Vietnam y ahora con Biden en Ucrania.

El viernes pasado todo iba bien, de hecho, dos días antes habían ido a visitar a Trump el presidente de Francia y el primer ministro de Inglaterra. Ambos líderes habían asegurado que la propuesta de Trump era la forma de acabar con la guerra y asegurar una paz duradera. Trump ha dicho que insultar a Putin y luego llamarle para acabar la guerra no era lo mejor.

Como dije, el viernes todo iba bien. Trump salió muy sonriente a recibir a Zelenski cuando este último llegó a la Casa Blanca. De ahí pasaron a la Oficina Oval y, por largos 38 minutos de preguntas y respuestas, todo parecía ir muy bien. Trump apoyó a Zelenski en varios comentarios y este dijo que Trump sería un presidente histórico. Los periodistas hacían bromas y casi todo iba perfecto. Hemos de decir que la postura física de Zelenski era poco relajada. Se veía nervioso y, a cada pregunta, trataba de meter una nueva queja o duda.

Pero todo iba bien, estaban por firmar el acuerdo para permitir la inversión de EUA, Francia e Inglaterra en Ucrania para extraer minerales raros y crear una zona económica entre las tierras rusas y las de ucrania. EUA no pondría soldados, sino el dinero, mientras que Francia e Inglaterra pondrían soldados, pero de facto esa zona sería como una protección vs Rusia quien también tendría negocios del otro lado.

Como sucedió al final de la guerra con Alemania o con tantos otros, los poderosos dividirán el país en dos y se repartirán los bienes como en Corea o en su momento Alemania. El plan de Trump es lograr la paz con Rusia por tener intereses económicos de ambos en la región. De paso Europa, de manera oficial, se quedará con los recursos naturales del 70% de Ucrania y el resto para Rusia.

Como lo dije, Zelenski estaba visiblemente raro, sentado en la orilla de la silla y no dejaba de frotar las manos o cruzar los brazos. También podemos decir que Marco Rubio, el secretario de Estado de EUA, estaba muy muy serio y “carón”. Todos los demás incluido Trump y hasta muchos de los periodistas, estaban de buenas, riendo y comentando aspectos favorables.

Al llegar al minuto 39 todo se fue al “carajo”. Vance dijo que Trump a diferencia de otros, hacía verdadera diplomacia, no de palabras, sino de hechos. La declaración del vicepresidente JD Vance fue hecha en voz alta para los periodistas presentes.

Como de costumbre, Zelenski se metió y en lugar de declarar a los medios que debía haber garantías para evitar que Putin repitiera su ataque en un par de años, se dirigió al vicepresidente Vance, cuestionándole casi de manera grosera e inoportuna: “JD, de qué tipo de diplomacia hablas”. Y de ahí siguió alegando que Ucrania había enfrentado a Rusia sola desde el principio, alegando que desde Obama hasta la fecha nadie había podido parar a Putin en sus invasiones hacia el Oeste.

Eso provocó que Vance le dijera “mister president”, es decir, ahora sí se dirigió a él en respuesta a su cuestionamiento directo y a que Zelenski le llamó JD y no “mister Vance” o “vice president”, que sería lo apropiado en un evento público.

Ya en ese tono, Vance siguió y le recordó al invitado que debería estar agradecido de que Trump estaba tratando de salvar a su país, pero que desde que había llegado y no había dado las gracias ni reconocido que le estaban ayudando, a pesar de que, en octubre pasado, él había hecho campaña en Pennsylvania a favor de la demócrata Kamala Harris.

Entrados en gastos, Trump tomó la palabra y le dijo que estaba siendo muy malagradecido y que se le olvidaba que con ellos -EUA- Ucrania tenía cartas para salvar a su país, pero que su actitud no estaba ayudando.

Le recordó que EUA le había dado más dinero que toda Europa y que si no entendía eso, entonces no estaba listo para llegar a un acuerdo. Le advirtió que su juego costaba miles de vidas en su país y que podía llevar a la Tercera Guerra Mundial.

Así y con 8 minutos de dimes y diretes se acabó el evento y claro, no se firmó nada, de hecho, hasta la comida con los dos presidentes fue cancelada y Zelenski fue invitado a irse de la Casa Blanca. Poco después, Trump dijo que recibiría al líder de Ucrania cuando estuviera listo para firmar, pero que de momento Zelenski parecía no querer lograr un cese al fuego. Trump insistió en que los medios de comunicación y el invitado querían que él se pusiera del lado de Ucrania vs. Rusia, pero que él estaba en medio y solo del lado de los intereses de EUA.

De ahí todo es historia. Los medios de EUA y un par de líderes en Europa de inmediato culparon a Trump y de ahí a Vance. Horas después, Zelenski visitó Inglaterra y las fotos indican que el primer ministro le dijo que le bajara de tono y solo permitieron un minuto de fotos y un pequeño mensaje de Zelenski sin preguntas ni comentarios del primer ministro de Inglaterra.

Parece que Zelenski ya quiere regresar a EUA, pero veremos cuánto cuesta este show. Si Trump cede o si el presidente de Ucrania paga algo más por su arrebato que con o sin razón es absurdo y muy poco oportuno para su país.

Según el acuerdo para apoyar a Ucrania, minerales de alto valor serán entregados a Estados Unidos como pago por el dinero que han aportado, pero hay otros dos puntos que podrían estar poniendo nervioso a Zelenski. Primero es que Zelenski ha silenciado a opositores y evitado la realización de elecciones con base en una ley que él mismo creó en el 2019 para tiempos de guerra.

Dicha ley está apoyada en otra ley del 2015, cuando Rusia invadió Crimea, pero a pesar de la cual el entonces presidente Poroshenko, no se quedó en la silla, sino que dio paso a elecciones. Por eso llegó Zelenski quien de inmediato lo sometió a proceso penal, lo sancionó a él y también a sus seguidores.

Ha habido varios comentarios en EUA y en Ucrania sobre posibles actos de corrupción del equipo de Zelenski. De inmediato, él y los medios occidentales los desestiman diciendo que quienes pidan elecciones o acusen corrupción son traidores a la patria y agentes de Putin.

¿Será que Zelenski busca no solo garantías para su país, el cual ya regaló a los europeos y a los estadounidenses, sino para su persona y para su equipo? Como lo dije, Ucrania perdió y ahora será repartida entre el invasor y los salvadores. Una tristeza no solo por los muertos, sino porque las sanciones y las acciones de ambos lados generaron muchos efectos económicos en Europa cuyos ciudadanos también pagaron los platos rotos.

Creo que Zelenski corre el riesgo de ser acusado por corrupción por millones de dólares, pero habrá que ver si la paz se logra con él o si es una de las condiciones de Rusia para dejar de pelear. Por lo pronto, obvio, la OTAN no incluirá a Ucrania y seguramente Putin pedirá que esto sea oficial, incluso para toda la región. Pero las fuerzas militares de Reino Unido y Francia servirán como garantes de la paz en la región hasta que haya una guerra mayor que rompa el status quo.

Por otra parte, primero habría que aclarar si ese dinero que enviaron los de la OTAN fue al destino correcto. De hecho, el propio Zelenski ha declarado que solo recibió el 60% del dinero; lo demás fue en especie. Si esto fue así, ¿quién gastó ese dinero? Por la noche, ya menos acelerado, Zelenski envió un mensaje dando las gracias a Trump y a EUA por su apoyo, pero no dio una disculpa por el pleito que él generó minutos antes de firmar. Si alguien saboteó la firma, fue Zelenski; basta ver el video.

Y estamos a unos días de que la Organización de Estados Americanos (OEA) celebre sus elecciones para saber quién será el nuevo líder de dicha organización. Estados Unidos y China disputan la silla para sus candidatos, donde hay uno favorable a los intereses estadounidenses (Rubén Darío Ramírez Lezcano, de Paraguay) y otro cargado hacia China (Albert Ramchand Ramdin, de Surinam). Ya veremos el resultado de dicha elección que se dará el lunes próximo. Por lo pronto, el show que se escribe con sangre en Ucrania sigue su cauce.

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Bojayá y la esperanza de paz

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Opinión, por Miguel Anaya //

A finales de los años noventa y principios de los 2000, Colombia vivió una crisis de violencia que superaba a la que actualmente enfrenta México. Uno de los departamentos más afectados fue el de Chocó, donde operaban las FARC, grupos delictivos y autodefensas.

El 2 de mayo de 2002, la pequeña comunidad de Bojayá se convirtió en el escenario de una de las tragedias más devastadoras del conflicto armado. En medio de intensos enfrentamientos entre las FARC y grupos paramilitares, cientos de habitantes buscaron refugio en la iglesia del pueblo, confiando en que sus paredes consagradas los protegerían del horror que se vivía afuera.

Alrededor de las 3 de la tarde, un cilindro-bomba impactó directamente en el templo, causando la muerte instantánea de 79 personas, entre ellas 48 niños. Los cuerpos quedaron mutilados y las paredes de la iglesia manchadas de sangre. Días después, el número de víctimas fatales alcanzó las 119, ya que muchos no sobrevivieron a las heridas.

Este acto brutal puso de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades atrapadas entre las fuerzas violentas. A raíz de este y otros eventos que conmocionaron al país, Colombia emprendió un camino hacia la pacificación y la reconstrucción social. Las políticas implementadas, que combinaban estrategias de seguridad con inversión social y económica, comenzaron a dar frutos en las dos décadas siguientes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de homicidios en Colombia pasó de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 25 en 2022. En ese contexto, la ciudad de Medellín llegó a tener una tasa alarmante de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes.

El entonces gobierno colombiano aplicó la estrategia de ‘Seguridad Democrática’. Esta política implicó el despliegue masivo de fuerzas de seguridad para recuperar el control territorial, fortalecer las capacidades de inteligencia y aumentar la presencia del Estado en zonas rurales, donde guerrillas y grupos paramilitares habían establecido su dominio. La creación de redes de informantes y la colaboración con las comunidades fueron fundamentales para desmantelar estructuras criminales y reducir los enfrentamientos armados.

Tras el debilitamiento militar de las FARC, el gobierno reconoció que la violencia era también un efecto de problemas estructurales como la pobreza y la falta de oportunidades en las regiones rurales.

En respuesta, se implementaron programas de desarrollo rural que incluyeron la construcción de infraestructura, carreteras y electrificación, con el fin de conectar comunidades aisladas con el resto del país.

Además, se promovieron programas de acceso a créditos para pequeños agricultores y cooperativas rurales, incentivando la sustitución de cultivos ilícitos por productos agrícolas comerciales.

En el ámbito social, las políticas de reparación y reconciliación jugaron un papel central. La creación de una Unidad para las Víctimas permitió que quienes sufrieron violencia fueran reconocidos y compensados, generando un proceso de catarsis social.

La inversión en educación y salud fue un eje central: entre 2002 y 2022, el acceso a la educación secundaria aumentó en un 20 por ciento, mientras que la cobertura de salud pública se amplió significativamente en las zonas rurales. A pesar de que aún persisten desafíos en materia de seguridad, el avance en Colombia ha sido notable.

Esta experiencia ofrece lecciones valiosas para México. La implementación de políticas que fortalezcan instituciones, promuevan el desarrollo económico, social y fomenten la cohesión social son esenciales para revertir la tendencia de violencia.

La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la recuperación del control territorial y la implementación de programas sociales en zonas marginadas son pasos fundamentales para reconstruir el tejido social. Políticas de desarrollo rural, como las aplicadas en el país sudamericano, podrían replicarse en México para incentivar la economía local, alejar a los jóvenes de las dinámicas del crimen organizado y generar alternativas económicas en comunidades atrapadas en el ciclo de la violencia.

En conclusión, la trágica masacre de Bojayá simboliza el profundo sufrimiento que la violencia puede infligir a una nación. Sin embargo, también demuestra que por muy cruda que sea la realidad violenta que nos rodea, esta puede cambiar con voluntad política y estrategias integrales adecuadas.

El caso de Teuchitlán debe ser un llamado a la acción colectiva. Debemos abrir los ojos y encontrar en la experiencia de otros países una guía para diseñar e implementar políticas efectivas que conduzcan a un futuro más seguro y próspero.

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La cumbre no es eterna: El peso del poder y la caída inevitable

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La historia está repleta de ejemplos de líderes que, enceguecidos por la ambición, olvidaron la fragilidad de su posición. Luis XVI, convencido de que su linaje era suficiente para sostener su trono, ignoró las señales del descontento popular hasta que el filo de la guillotina le enseñó lo contrario. Napoleón, tras haber conquistado media Europa, creyó que Rusia sería otra joya en su corona, solo para encontrar en la crudeza del invierno su Waterloo anticipado.

El ascenso y la caída de los poderosos no es un fenómeno reciente ni exclusivo de una geografía en particular. Desde la antigüedad, los imperios han crecido con el ímpetu de la ambición y se han desplomado con la misma rapidez con la que olvidaron los límites de su propio poder.

Alejandro Magno conquistó medio mundo, pero murió sin dejar un heredero capaz de sostener su imperio. Julio César creyó que su popularidad y victorias militares lo hacían intocable, hasta que sus propios aliados decidieron que representaba una amenaza mayor que un beneficio. La política, como la historia, es una danza peligrosa entre la gloria y la ruina, donde el exceso de confianza suele ser el último paso antes de la caída.

El mito de Ícaro nos recuerda precisamente esto: el peligro de volar demasiado alto sin medir las consecuencias. Ícaro, fascinado por su recién adquirida capacidad de volar, olvidó la advertencia de su padre y ascendió hacia el sol, hasta que el calor derritió la cera de sus alas y cayó al mar.

La política, como la vida misma, requiere de equilibrio. Quien se eleva sin mesura, sin comprender la delgada línea que separa el éxito de la caída, está condenado a desplomarse con mayor fuerza. El poder tiene un peso que pocos pueden sostener sin perder la compostura. No se trata solo de alcanzar alturas, sino de saber mantenerse en ellas.

Pero si Ícaro es el ejemplo de la caída, Sísifo representa la otra cara de la moneda: el castigo de quienes están atrapados en una lucha interminable. Su condena consistió en empujar una roca cuesta arriba solo para verla rodar de nuevo al punto de partida. En la política, muchas veces la lucha es constante y el esfuerzo parece nunca rendir frutos.

Sin embargo, el verdadero peligro no está en la repetición del intento, sino en la ilusión de que la cima es un lugar permanente. Muchos políticos creen que el poder les pertenece, que su ascenso es definitivo y que su esfuerzo no necesita ajustes. Pero la realidad es que la piedra siempre caerá, y lo único que define a los grandes es cómo afrontan la inevitable repetición del ciclo.

No hay imperio ni liderazgo que sea eterno. La historia es cíclica, y los excesos suelen conducir al mismo desenlace. En México y en el mundo, las trayectorias políticas están marcadas por ascensos meteóricos y caídas estrepitosas. Basta con observar cómo en cada sexenio surgen figuras que, creyendo haber conquistado la cima, terminan en el olvido o el descrédito. Quienes llegan al poder suelen olvidar que su estancia en la cúspide es efímera, que la rueda del destino sigue girando y que lo que hoy es gloria mañana puede ser polvo.

El sistema político parece diseñado para producir nuevos Sísifos, figuras condenadas a empujar sus delitos cuesta arriba, solo para verlos rodar nuevamente cuando cambian las administraciones. Cada sexenio, cada legislatura, cada relevo de poder trae consigo un ajuste de cuentas disfrazado de justicia o renovación, donde los caídos de ayer se convierten en los verdugos de hoy y los actuales intocables pronto serán las nuevas piezas sacrificables. La impunidad no es eterna, pero sí cíclica, y quienes creen haber asegurado su permanencia descubren, tarde o temprano, que la roca siempre vuelve a caer.

Las reformas, los cambios de gobierno y los giros políticos no son más que un nuevo acto en esta obra repetitiva, donde las promesas de castigo a la corrupción se mezclan con la selectividad de la justicia. Los escándalos que hoy cimbran las instituciones terminan convertidos en anécdotas cuando el tiempo y la indiferencia los diluyen, hasta que nuevos nombres ocupan los titulares y el proceso vuelve a empezar. En este juego de relevos, algunos consiguen deslizarse entre las grietas del sistema, mientras que otros terminan aplastados por el peso de sus propias ambiciones.

Y así, en un ciclo interminable, la historia se repite de forma tal que la pregunta no es si caerán, sino cuándo y con qué consecuencias. Algunos lo harán con estrépito, arrastrando consigo estructuras enteras y exhibiendo las miserias del sistema; otros, con sigilo, desaparecerán en la sombra de negociaciones y pactos que les garanticen una caída suave. Pero la constante es ineludible: nadie se mantiene en la cumbre para siempre, y aquellos que creen haber burlado el destino solo están posponiendo lo inevitable.

La enseñanza es clara: la política requiere mesura, prudencia y un entendimiento profundo de la transitoriedad del poder. Nadie es eterno en el cargo, y quienes lo olvidan terminan consumidos por el peso de sus propias decisiones.

En la vida, como en la política, el equilibrio lo es todo. El dinero, el éxito y la influencia pueden convertirse en espejismos que hacen olvidar el propósito inicial. La historia nos ha enseñado que aquellos que se ven a sí mismos como intocables, como dueños de un destino inalterable, terminan siendo arrastrados por la corriente de su propia soberbia. La verdadera habilidad no está en acumular poder, sino en administrarlo sin perder el sentido de la realidad.

El desafío es claro: no ser Ícaro ni Sísifo, sino aprender a volar sin olvidar que siempre habrá una caída, y a empujar la piedra con la consciencia de que el esfuerzo nunca es definitivo. Porque en la política, como en la vida, nadie es eterno en la cumbre, y solo aquellos que lo entienden logran caer con dignidad y levantarse con sabiduría.

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Los narcos gringos, primera parte

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Opinión, por Gerardo Rico //

“La violencia urbana en Estados Unidos, que en ciudades como Chicago, Baltimore, Los Ángeles y Nueva York arroja estadísticas preocupantes de por lo menos una persona asesinada a diario, está directamente ligada a la venta de drogas y por ende al narcotráfico mexicano.

Sin embargo, en una sociedad como la estadounidense, con su gobierno acostumbrado a buscar fuera de sus fronteras a los culpables del problema de la demanda y el consumo de drogas, los asesinatos cometidos todos los días por pandilleros o entre pandillas no son algo que valga la pena resaltar a nivel nacional; es más, si el muerto o los muertos son afroamericanos o hispanos, el gobierno hace todo lo posible por meter el asunto debajo de la alfombra”.

En la Unión Americana no existen estructuras lineales en las organizaciones del narco, como las hay en México y otras naciones latinoamericanas. Los narcos gringos trabajan con cualquier cártel y con varios al mismo tiempo cuando es posible. Son operadores que se encargan de la logística para transportar, distribuir y vender drogas. Su tajada se reparte entre muchos, son como una cadena de trabajadores independientes que prestan sus servicios a los narcos extranjeros.

“Lo que no hay en Estados Unidos son cárteles, no hay una estructura piramidal de capos entre los narcos gringos, menos aún un narcotraficante estadounidense destacado en comparación con los logros criminales alcanzados por delincuentes como Pablo Escobar Gaviria, Rafael Caro Quintero o el Chapo Guzmán”.

Este es apenas un bosquejo del libro “Los narcos gringos”, una radiografía inédita del tráfico de drogas en Estados Unidos, que fue escrito por el periodista Jesús Esquivel, corresponsal de la revista Proceso desde 1989 en Washington D.C., acreditado ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Hay que destacar que el libro fue editado en el 2016 y los derechos de edición son de Penguin Random House.

Ante las medidas del presidente Donald Trump, quien declaró como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, y las advertencias de funcionarios de su administración que podrían intervenir militarmente en nuestro país para terminar con estos, se me hizo muy interesante realizar una reseña de este libro que describe cómo opera el narco en el vecino país del norte.

“Las narcas gringas no son como las buchonas sinaloenses ni andan subiendo fotos al Facebook acompañadas de “su hombre” o ataviadas con joyas y vestidos de diseñador; son casi imperceptibles: están en todos lados, pero no se ven. Viven en grandes urbes como Nueva York, visten como ejecutivas y en algunos casos lo son, pero están más concentradas en hacer dinero fácil”.

En la Gran Manzana no llama la atención ver a una mujer blanca caminando por Park Avenue vestida con un traje sastre y con un portafolios en la mano: alguien así se puede considerar una más de las abogadas, empresarias o vendedoras de acciones financieras en Wall Street.

La lucha contra la violencia urbana es la guerra del gobierno estadounidense contra sus narcotraficantes y contra el comercio de drogas, pero aquel no lo admite y prefiere mantenerla disfrazada como “lucha contra la violencia”. En la DEA se desarrolló la Estrategia de ahogamiento, concentrada en su totalidad a combatir el tráfico de drogas al nivel de los pandilleros.

El objetivo de esta estrategia fue el identificar a los intermediarios estadounidenses de los cárteles mexicanos, personajes que se encargan de establecer la relación directa de un cártel con las pandillas de Estados Unidos. Los intermediarios son los que reclutan a los pandilleros y uno de los lugares favoritos para este objetivo es el sistema carcelario a nivel estatal y local.

Con cifras de hace nueve años, el autor del libro precisa que “para tener una idea del problema solo hay que mirar lo que sucede en Chicago: tiene el sistema carcelario municipal más grande de Estados Unidos y del mundo, el cual alberga entre 9,000 y 13,000 presos, de los cuales más del 80% purgan condenas por delitos relacionados con la violencia urbana pandillera y la venta de narcóticos”.

“La gravedad y el tamaño de la epidemia del consumo de drogas en Estados Unidos es auténticamente una calamidad; la muerte de jóvenes estadounidenses por sobredosis de narcóticos parece un hoyo negro sin fondo. Desde el gobierno federal de este país, la mejor práctica para enfrentar el problema del tráfico internacional de narcóticos sigue siendo buscar responsables fuera de sus fronteras; en este contexto de irresponsabilidad y de delegar a otros las culpas y las consecuencias de sus problemas de salud pública y educación, se augura que México seguirá siendo el villano favorito de la Casa Blanca y del Capitolio”.

Los Narcos Gringos, de Jesús Esquivel, además de ser una lectura amena, describe cómo operan los brókers, los narco motociclistas y narco camioneros, las narco pandillas los informantes y la narco corrupción gringa, entre otros capítulos por demás interesantes y que no pierden actualidad.

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