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JALISCO

Charla con Qucho: Destaca importancia del cartón en crítica social; «la relación del monero con el poder debe ser distante»

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Por Diego Morales //

Su manera de construir las ideas, los orígenes de su brillante trayectoria, la relación con la frivolidad del poder, son los temas que tocó Saúl Herrera en la charla “Trazos de realidad: El camino artístico y crítico de Qucho Monero, cartonista icónico de Guadalajara y México”, en donde destacó: “Sí cumplimos con un servicio social de reclamo, si el poderoso lo ve y lo toma en cuenta, que padre, estamos cumpliendo con la sociedad”.

Para Qucho, la caricatura lo eligió a él, así comenzó su trayectoria bajo la influencia familiar caricaturista, con técnicas que fue mejorando a lo largo de los años hasta posicionarse como el monero más aclamado de Guadalajara y uno de los mejores del país.

La caricatura a veces te elige a ti; tengo muchos amigos que les pierdo la pista, es gente muy talentosa y no está en algún espacio, creo que a mí la caricatura me llegó por dos lados, mi bisabuelo fue caricaturista, tengo un tío que se dedicó a la caricatura muchos años que fue Rodolfo Caloca, tuve esa pequeña herencia, cuando ingresé a Artes Plásticas no pensaba ser monero, yo quería pintar. Sí hacía bocetos, en casa siempre consumían revistas de humor político, veía los cartones y no entendía nada, me llamaba la atención el trazo y fue una influencia que fui adquiriendo. Le voy más al tema del gusto por hacerlo, creo que si mi papá hubiera leído más Tv Notas sería periodista de espectáculos. Así aprendí mucho más, creo que la caricatura me eligió, en una carrera de resistencia que sí le batallas mucho”.

Su relación con el periodismo se inició en las mesas de redacción, en donde sintió la adrenalina de la generación de noticias; ahora, en un contexto digital, ha cambiado los lienzos por el iPad para la creación de sus cartones.

Cuando llegué a la primera redacción tenía 19 años, ya conocía algunas plumas y eran señores malhumorados, les aprendí muchísimo, extraño las redacciones, ese ver a los fotógrafos correr, a los reporteros salir corriendo y descargando información, una adrenalina padre, salíamos a las 3 de la mañana, pero valía la pena. Ahorita la relación que tengo con los periodistas es ir a tomarnos un café, una cerveza, hablar de grilla, de política, intercambiar opiniones. El área digital ha traído muchísimos beneficios, como cartonista me he ido adaptando a eso, pero siempre el radio pasillo ayuda a completar las ideas y las noticias”.

Subrayó: “Me enfoco en el tema local, en mi sección editorial me pidieron el tema local; en lo nacional, me gusta ver algunas personas que sigo hace mucho tiempo. Me nutro mucho de videocolumnas para hacer mis cartones. A nivel internacional sigo algunas páginas en redes sociales, con una galería de cartonistas internacionales, la mayoría de los temas que tocan, te da una baraja de ideas impresionante para los trabajos que hay que realizar”.

SU RELACIÓN CON EL PODER

Para Qucho, la relación entre el poder y los moneros debe ser distante, que su trabajo cumpla con una función social y poder darle voz a los ciudadanos en sus denuncias y necesidades ante las autoridades.

Como monero siento que entre más lejos estés de los poderosos es mejor, aunque es inevitable el contacto tarde o temprano. En lo particular considero que la relación del monero con el poder debe ser distante, el monero no está para aplaudirle al gobierno, está para fiscalizarlo. Hay reclamos justos para la sociedad, el monero está para eso, no somos los bully del salón, pero sí cumplimos con un servicio social de reclamo, si el poderoso lo ve y lo toma en cuenta, que padre, estamos cumpliendo con la sociedad”.

SOMOS CRIATURAS SOLITARIAS”

Los moneros son criaturas solitarias, sedentarias, que necesitan una atmosfera de soledad para trabajar y sacar adelante las ideas, resaltó Saúl en la charla, en donde describió como es el día a día en donde entrega sus obras para sus lectores y público en redes sociales.

Ser monero es una vida sedentaria; enciendo el radio, dejo a mi bebé en la guardería, hago ejercicio. A medio día tengo una lectura de notas del día anterior, comienzo a trabajar, entrego mi cartón a las 12 de la noche, es todo un proceso de estar escuchando noticias, a veces lo más complicado que resulta es cuál es el mejor tema, a veces puedes tener un chiste de un tema intrascendente, pero el tema del día no será ese, eso me frustra más, pero regularmente mi rutina es estar pegado todo el día a la radio, a un monitor, estar informándome. Tengo en prensa escrita una hora de entrega, en medios digitales está más relajado, en el periódico si hay que meter el acelerador y meterle presión a tu ardilla porque sí necesitas entregar un cartón a las 10 de la noche”.

Agregó: “A la hora de mandar un cartón, se siente un alivio especial, es una creación a fin de cuentas, no está bien hablar de mi chamba, pero todos mis cartones son diferentes, me llama la atención buscar programas nuevos para dibujar, porque me enfadan los mismos, me gusta divertirme con eso, usar nuevos pinceles, eso me hace sentirme vivo, que vale la pena estar experimentando y no caer en una monotonía porque sería aburrido, me encanta dibujar, pero a veces lo hago por compromiso porque lo tengo que hacer. Los moneros somos criaturas solitarias, necesitamos una atmosfera de soledad para poder crear”.

Acompañándolo en el evento, el director del Sistema Universitario de Radio, Televisión y Cinematografía de la Universidad de Guadalajara, Gabriel Torres, describió a Qucho como un cartonista irreverente, capaz de plasmar realidades muy puntuales de la agenda política y social de Jalisco.

A veces un cartón de un monero como Qucho puede decir en una ilustración lo que en tres o cuatro editoriales sesudas no logramos. La ventaja que tiene el monero, es que ese cartón al ser una ilustración importante que refleja una realidad social tiene que tener un público más amplio, es más probable que se pueda disfrutar de un buen cartón, sobre todo cuando la sátira es parte de ese recurso del periodismo para expresar una crítica. Qucho no solo tiene buen trazo, tiene sentido crítico de la realidad, es valiente, critica al poder, es un irreverente, un rebelde, es de los pocos periodistas de Jalisco que todavía se atreven a plasmar sin muchos reclamos realidades muy puntuales”, puntualizó.

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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