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MUNDO

¿Está en peligro el aguacate mexicano?

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Por Eliana Gilet // (Cortesía de la agencia de noticias Sputnik)

¿Cómo cambia el consumo local de un producto originario cuando lo descubren los mercados internacionales? Sputnik contactó a dos expertas y te explica qué pasa con la última fruta «de moda».

El aguacate es un elemento central de la cocina tradicional mexicana -cuyo consumo tiene orígenes prehispánicos- y como tal, es considerado parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Globalmente se popularizó en la última década, gracias a sus condiciones nutricionales favorables y en particular, al guacamole, una salsa hecha en base a esta fruta.

Para Sol Rubin de la Borbolla, vicepresidenta del conservatorio de las culturas gastronómicas mexicanas, la extensión de la frontera agrícola para el cultivo y cosecha de aguacate en los estados del Pacífico sur mexicano, es una consecuencia evidente de la cotización internacional del aguacate.

«Eso ha provocado que bosques en las zonas altas de Michoacán se estén tirando para poder sembrar aguacate», explicó. Sin embargo, consideró que esta fruta no necesita de protección especial, ya que su consumo está vivo en la vida cotidiana de los mexicanos. 

Para la licenciada en gastronomía, Beatriz González Vélez -doctorada en la Escuela de gastronomía mexicana de Yuri de Gortari- sí existe un desplazamiento de las diversas variedades regionales en pos de las preferidas internacionalmente, relacionado a la comercialización de la semilla. 

¿Cómo se hace un buen guacamole?

«El secreto está en que utilices un molcajete y no una licuadora», respondió González Vélez. Un molcajete es un mortero de piedra con tres patas cortas, que es una herramienta central en la cocinas mexicanas. 

Antiguamente se preparaba el guacamole con aguacate, jitomate (tomate rojo) y el chile, obviamente. Pero conforme fue pasando el tiempo y recibimos influencia con la llegada de los europeos, se incorporó el cilantro, la cebolla, el ajo, el limón que no puede faltar para evitar la oxidación del aguacate. La pimienta, por supuesto», explicó. «Todo molido y machacado en el molcajete”.

Así, esa salsa que comúnmente en México se utiliza para complementar tacos, tostadas, quesadillas, «en una buena parrillada no puede faltar el guacamole». 

«Nutricionalmente es una grasa muy noble, que recomiendan los nutriólogos por ser no saturada. La podemos procesar de una manera excelente y ayuda al control del colesterol. Es un producto que podemos consumir diariamente sin ningún problema», explicó la chef. 

¿Qué cambió con su entrada al mercado internacional?

Existen testimonios de cómo las familias que antes se dedicaban al cultivo del aguacate en el Pacífico mexicano fueron despojadas por bandas armadas en colusión con autoridades, sufriendo crímenes de lesa humanidad.

En esa misma zona, que comprende los estados de Michoacán, Jalisco y Colima, «se ha incrementado de manera muy significativa la producción de aguacate», indicó Rubin de la Borbolla a Sputnik. «Ese crecimiento tiene que ver con el mercado internacional y que el aguacate se ha puesto de moda porque entiendo que son procesos que van a pasar, seguramente», opinó. 

«Inclusive se están empezando a registrar modificaciones en el clima de esa región de Michoacán por el incremento de las huertas de aguacate», agregó.

Las consecuencias humanas, ambientales y climáticas de la internacionalización de este cultivo son evidentes en esta zona, que además está altamente militarizada. La otra evidencia de su internacionalización fue su efecto en el bolsillo de los consumidores: un kilo de aguacate ha llegado a costar 90 pesos mexicanos (5 dólares).

Así, el «falso guacamole» surgió como una manera de abatir costos pero que según ambas fuentes, no tiene verdadera repercusión en México, donde el aguacate sí se consume cotidianamente.

Aquí es más fácil ir al mercado o al supermercado y comprar un aguacate que ir a comprar un polvo para transformarlo en guacamole», indicó Rubin de la Borbolla.

¿Por qué la diversidad está amenazada?

El aguacate es un tipo de fruta estacional, que al convertirse en un commoditie se la obligó a garantizar una producción corrida, todo el año. Esto se hizo a fuerza de agroquímicos y fertilizantes que han modificado el ciclo normal de vida de la planta. 

La chef consultada para este artículo mencionó al menos tres tipos de aguacate que se cosechan en México, que a su vez, ofrecen sabores diferentes para la cocina:

– el aguacate criollo, «es un aguacate pequeñito y muy aromático, demasiado aromático, con la cáscara muy delgada que se puede comer»

– el aguacate de las regiones costa, «más grande de una cáscara verde, con una consistencia muy cremosa pero a lo mejor el sabor no es tan fuerte»

– el aguacate hass, «que todos conocemos de esa cáscara negra, con un sabor muy especial, muy rico»

«La diferencia entre los aguacates es enorme», indicó González Vélez. 

Para Rubin de la Borbolla, el aguacate no necesita de protección porque está vivo en la cotidiana de los mexicanos: «se está sembrando, se comercia, se consume, ¿qué es lo que vamos a proteger si tiene su propia vida?», explicó.

Para González -en cambio- ya hay restricciones para conocer masivamente esas variedades mencionadas: «siento que la gente ya no conoce lo que son los aguacates criollos; a lo mejor por mi profesión, porque tengo un padre que creció en el campo he tenido contacto con este tipo de productos».

Explicó que no es fácil hallar el aguacate criollo en las grandes urbes dependientes de cadenas de abastecimiento; aunque sí se es común en provincia y «en los pequeños poblaciones donde la gente lo cosecha en sus propias casas y lo vende». Es decir, las variedades se conservan más cerca de sus zonas de producción.

«Desafortunadamente muchos de nuestros productos endémicos han ido desapareciendo, precisamente por el control que ha habido de los grandes productores», agregó González en diálogo con este medio. 

Relató cómo distintos productos de jitomate le han relatado su preocupación acerca de la pérdida de especies regionales de la planta, «porque son compañías que les venden semillas de cierta especie y ellos tienen que ir sembrando esas especies y dejan de lado lo que tenían en su población originalmente». 

Afirmó que esto puede ocurrir con el aguacate, cuya importancia está centrada actualmente en el cultivo de la variedad hass, en grandes producciones en zonas conflictivas. 

Así se deja de lado la variedad con la que contaba la gente en su región», afirmó y delineó el peligro: que la megadiversidad mexicana, sus cosechas, formas de consumo y de producción originarias, poco a poco vayan siendo desplazadas y uniformadas.

El peligro de este proceso -advirtió la fuente- es que al perder esas variedades de cultivos que parieron la amplia gama de sabores que caracterizan las cocinas mexicanas, terminemos consumiendo un único y uniforme guacamole universal. 

 

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MUNDO

Aliados involuntarios: Donald Trump, ¿el agente de Putin?

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– Actualidad, por Alberto Gómez R.

La sombra de la influencia rusa se cierne sobre la Casa Blanca, no a través de espías tradicionales, sino mediante una sintonía estratégica que sirve a los intereses del Kremlin.

La posibilidad de que un presidente estadounidense actúe, consciente o inconscientemente, como agente de influencia de una potencia extranjera parece extraída de una novela de espionaje. Sin embargo, esta inquietante especulación ha ganado terreno entre analistas de inteligencia y políticos desde que Donald Trump irrumpió en la escena política.

Este artículo examina la evidencia que sugiere que Donald Trump podría estar facilitando los objetivos estratégicos de Vladimir Putin, particularmente la implosión interna de Estados Unidos y el debilitamiento de la OTAN y la Unión Europea, con paralelos históricos que incluyen el papel de Mijaíl Gorbachov en la disolución de la Unión Soviética.

LA FORMACIÓN DE UN OBJETO VULNERABLE

La teoría de que Trump ha sido cultivado por Rusia encuentra fundamento en el background de inteligencia de Putin. Expertos señalan que «Putin fue un oficial de inteligencia de carrera, entrenado para identificar vulnerabilidades en un individuo y explotarlas». Esta evaluación coincide con los informes que sugieren que el KGB identificó a Trump como un hombre de negocios joven y vulnerable décadas antes de su presidencia.

Según Yuri Shvets, un ex mayor del KGB entrevistado en 2025, el servicio de inteligencia soviético inició una ofensiva de encantamiento contra Trump ya en la década de 1980. «Recopilaron mucha información sobre su personalidad para saber quién era personalmente. La sensación era que era extremadamente vulnerable, intelectual y psicológicamente, y era propenso a la adulación. Esto es lo que explotaron». Esta operación de influencia habría continuado bajo Putin, quien perfeccionó el arte de manipular a Trump mediante el halago y la validación de su visión del mundo.

La preocupación sobre esta relación trasciende lo especulativo. Leon Panetta, ex director de la CIA y secretario de Defensa bajo el gobierno de Obama declaró en octubre de 2024 que Trump se había «convertido en una fuente para Putin, y alguien que puede ayudarlo a manipular lo que quiere lograr».

Panetta añadió que «Donald Trump de muchas maneras es ingenuo sobre quién es Putin realmente. Él (Putin) sabe cómo trabajar una fuente, y tiene una que está muy cerca de la cima en este país». Esta evaluación sugiere que, más que una conspiración elaborada, existiría una explotación calculada de las vulnerabilidades psicológicas y políticas de Trump para beneficio del Kremlin.

LA GUERRA ANTI-WOKE

El movimiento «woke” (el pasado de «wake», que significa despertar) surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir estar alerta a la injusticia racial de la administración.

El término resurgió en la última década con el movimiento Black Lives Matter, que nació en rechazo a la brutalidad policial hacia personas afrodescendientes. Pero esta vez su uso se difundió más allá de la comunidad negra y empezó a ser utilizado para significar algo más amplio.

En 2017, el diccionario Oxford agregó esta nueva acepción de «woke», definiéndolo como: «Estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo».

El término «woke» se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por cosas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar.

Políticas con las que se asocia el Partido Demócrata del presidente Joe Biden, así como también al ala más liberal que incluye políticos como Bernie Sanders o la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.

En contraposición, el ala más extrema del Partido Republicano, liderada por el presidente Donald Trump, considera que estas políticas representan no solo una amenaza a los «valores de familia» sino incluso a la misma democracia, a la que se quiere «reemplazar con una tiranía woke». (bbc.com)

La agenda anti-woke Trump ha funcionado como cortina de humo para políticas que debilitan instituciones estadounidenses clave. Según análisis de 2025, el equipo de Trump «ha dado con lo que cree que es una fórmula ganadora: cada vez que quiere arrebatarle la atención médica a los estadounidenses o dejar en libertad a una corporación depredadora, simplemente dice que está luchando contra la ‘ideología woke’ o ‘DEI'».

Esta estrategia sería particularmente evidente en áreas críticas para la seguridad nacional y el bienestar ciudadano:

Aviación civil: En febrero de 2025, Trump despidió a casi 300 personas de la Administración Federal de Aviación (FAA) a pesar de una serie de accidentes aéreos, incluyendo el accidente de avión más mortífero en veinte años. Los medios pro-Trump atribuyeron sin pruebas los accidentes a políticas DEI, distrayendo la atención de los recortes en seguridad aeronáutica.

Protección al consumidor: La administración intentó desmantelar la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB) tachándola de «woke», a pesar de que esta agencia ha recuperado más de $21 mil millones para estadounidenses estafados por instituciones financieras.

Investigación científica: El senador Ted Cruz creó una base de datos de supuestas «becas woke DEI» que en realidad incluía investigación para mejorar infraestructura envejecida en Pittsburgh y mejorar la recuperación de inundaciones en Detroit.

PARALELOS CON LAS TÁCTICAS DE PUTIN

El uso de guerras culturales para debilitar la cohesión social y desviar la atención de la corrupción y el autoritarismo es un elemento central del juego de manual de Putin. La administración Trump ha adoptado tácticas similares, donde:

Se etiqueta como «woke» cualquier regulación que proteja a los ciudadanos de corporaciones depredadoras. Se ataca a las universidades como centros de «adoctrinamiento» mientras se recorta financiamiento para investigación científica vital. Se utiliza retórica sobre «enemigos internos» que recuerda la retórica utilizada por Putin contra opositores y organizaciones no gubernamentales.

EL DEBILITAMIENTO DE LA OTAN

Uno de los aspectos más preocupantes para los aliados de Estados Unidos es la sospechosa coincidencia entre las políticas exteriores de Trump y los objetivos estratégicos de Rusia. Desde su primera campaña presidencial, Trump ha expresado admiración por Putin y escepticismo hacia la OTAN, precisamente la alianza que Moscú considera su principal amenaza.

El acercamiento de Trump con Putin se ha manifestado de manera más evidente en el conflicto en Ucrania. En febrero de 2025, Trump anunció que tenía una conversación telefónica «larga y altamente productiva» con Putin, durante la cual «acordaron que nuestros equipos respectivos comenzaran negociaciones inmediatamente». significativamente, Trump sugirió que era improbable que Ucrania recuperara todo su territorio anterior a 2014, indicando su disposición a aceptar la anexión rusa de territorio ucraniano.

Esta aproximación bilateral, que margina a Ucrania y a los aliados europeos, ha generado alarmantes comparaciones históricas. Sir Ben Wallace, exsecretario de Defensa británico, escribió que las conversaciones tenían «ecos del apaciguamiento nazi», mientras otros han hablado de una «traición» a Ucrania que cedería extensiones de territorio a Putin.

La administración Trump ha mostrado un desdén particular hacia aliados tradicionales de Estados Unidos, simultáneamente fortaleciendo su relación con Rusia. Esta reorientación estratégica beneficia claramente a Moscú, que ha buscado durante décadas fracturar la unidad occidental. Al debilitar la OTAN y distanciarse de la Unión Europea, Trump implementa de facto elementos clave de la agenda exterior rusa.

¿AGENTE DE INFLUENCIA O LÍDER REFORMISTA?

El paralelo histórico más revelador lo encontramos en las teorías que presentan a Mijaíl Gorbachov como agente de influencia occidental, cuyo trabajo consistió en facilitar el colapso soviético. Narrativas promovidas por el Kremlin actualmente presentan a Gorbachov y a su aliado Alexander Yakovlev como «bendecidos por Margaret Thatcher para socavar el socialismo». Según estas teorías, actuando «bajo instrucciones de la CIA» Yakovlev «presidió la campaña para la destrucción de la URSS».

Esta reinterpretación histórica, aunque cuestionable en sus detalles, establece un precedente conceptual para operaciones de influencia a alto nivel que buscan desmantelar imperios desde dentro. Si aceptamos la posibilidad de que Gorbachov pudiera haber actuado como instrumento de intereses occidentales, se abre la puerta a considerar que Trump podría estar desempeñando un papel análogo para Rusia.

Sin embargo, existen diferencias cruciales entre ambos casos. Mientras Gorbachov implementó reformas destinadas a modernizar y abrir su sistema político y económico —con consecuencias no anticipadas—, las acciones de Trump parecen orientadas a debilitar instituciones democráticas y alianzas internacionales sin ofrecer una visión constructiva alternativa. Donde Gorbachov promovió glásnost (apertura) y perestroika (reestructuración), Trump fomenta el aislamiento nacionalista y la deconstrucción del orden institucional. Por supuesto, las estrategias se definen acorde a los contextos del momento.

LA MILITARIZACIÓN DE LA POLÍTICA DEMOCRÁTICA

Uno de los paralelos más alarmantes entre Trump y Putin se manifiesta en su concepción del poder y su disposición a utilizar fuerzas militares contra su propia población. El 30 de septiembre pasado, el presidente Donald Trump y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, convocaron a más de 800 altos mandos militares de Estados Unidos a una base en Quantico, Virginia, en donde hablaron de temas relacionados con las guerras culturales y criticado a un ejército que, dijeron, se había distraído con la corrección política.

Durante el evento, Trump sugirió que las fuerzas armadas deberían utilizar ciudades estadounidenses como «terrenos de entrenamiento», declarando que «esta va a ser algo importante para la gente en esta sala, porque es el enemigo desde dentro, y tenemos que manejarlo antes de que se salga de control».

La retórica de Trump sobre el «enemigo dentro» recuerda el lenguaje utilizado por gobiernos autoritarios para justificar la represión contra opositores y minorías. Preocupantemente, Trump alentó a soldados hostigados por manifestantes a «salir de ese auto y hacer lo que sea que quieran hacer», un endoso tácito a la violencia extrajudicial que erosiona los fundamentos del Estado de derecho.

REACCIONES DEMÓCRATAS

La respuesta de líderes demócratas no se hizo esperar. JB Pritzker, gobernador de Illinois, cuestionó la salud mental de Trump y lo acusó de copiar tácticas de Vladimir Putin: «Parece que a Donald Trump no solo le ha llegado la demencia, sino que está copiando tácticas de Vladimir Putin». Pritzker llegó a sugerir la aplicación de la 25ª Enmienda para remover a un presidente incapacitado por enfermedad mental.

Gavin Newsom, gobernador de California, fue igualmente contundente: «Declarar la guerra a las ciudades de nuestra nación y usar a nuestras tropas como peones políticos es lo que hacen los dictadores. A este hombre no le importa nada, excepto su propio ego y poder».

La evidencia disponible no sugiere que Trump sea un agente tradicional que recibe órdenes directamente del Kremlin. Las teorías más extremas sobre un Trump controlado por kompromat (material de chantaje) carecen de verificación. Sin embargo, los patrones de conducta observables apuntan a una peligrosa convergencia donde los intereses de Trump —impulsados por su narcisismo, susceptibilidad a la adulación y aversión al orden liberal internacional— se alinean perfectamente con los objetivos estratégicos de Putin.

Los paralelos históricos con Gorbachov ofrecen un precedente inquietante sobre cómo líderes aparentemente leales pueden, intencionadamente o no, facilitar el colapso de su propio sistema político. La diferencia crucial reside en que mientras Gorbachov —independientemente de su relación con Occidente— impulsaba reformas hacia mayor apertura y libertad, las acciones de Trump conducen hacia el autoritarismo y el aislacionismo.

En última instancia, la amenaza más insidiosa para Estados Unidos podría no venir de una conspiración dirigida desde Moscú, sino de la compatibilidad natural entre la visión trumpista del mundo y los objetivos geopolíticos del Kremlin. Como resume Craig Unger, autor de «American Kompromat»: «Putin estará encantado de tener a Trump como socio negociador. Es una presa fácil, un narcisista. La clave es halagarlo. Él admira a Putin».

Esta sintonía fundamental, explotada con maestría por los servicios de inteligencia rusos, podría estar logrando lo que ni la Guerra Fría ni la confrontación directa consiguieron: la implosión controlada del poder estadounidense desde su propio centro de mando, en un momento histórico donde el ascenso de nuevos contendientes globales convierte esta debilidad en una oportunidad estratégica sin precedentes para quienes aspiran a enterrar el orden internacional liderado por Occidente.

 

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MUNDO

¿Paz o ilusión?, acuerdo histórico entre Israel y Hamás pone fin a las hostilidades en Gaza

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– Política Global, por Jorge López Portillo Basave

La semana pasada se cumplieron dos años de la masacre perpetrada por terroristas armados de Hamas contra miles de habitantes del oeste de Israel. Este conflicto, sin embargo, no comenzó aquel día, y muchos esperan que esta vez sí llegue a su fin —al menos por un par de décadas—.

El primer ministro israelí, junto con los líderes de Qatar, Egipto, Turquía e incluso Irán, respaldaron el nuevo acuerdo de paz impulsado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con el propósito de cerrar un capítulo que ha desangrado a la región durante generaciones.

La Franja de Gaza, con una extensión de poco más de 300 km² —similar a la mitad de Puerto Vallarta—, se ubica al suroeste de Israel y al norte de Egipto. Este territorio nació junto con el Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial. Como lo hemos señalado en otras ocasiones, Gaza no ha conocido una paz duradera en la era moderna.

El plan de Trump consistió en involucrar a los principales patrocinadores de Hamas —no solo a palestinos e israelíes— en la negociación. Así, Qatar, Egipto e incluso Irán se sumaron, de una u otra forma, al nuevo acuerdo. Qatar desempeñó un papel central, pues desde hace años alberga a los líderes de Hamas, quienes viven rodeados de lujos mientras su pueblo sobrevive en la miseria. Irán, por su parte, también se pronunció de manera favorable. En las calles de Gaza y de Israel, miles de personas salieron a celebrar el pacto.

Durante décadas, presidentes estadounidenses —Reagan, Bush padre e hijo, Clinton, Obama— intentaron un acuerdo de paz que desarmara a Hamas, sin éxito. Con Biden, la situación se agravó: la guerra de los últimos dos años ha dejado miles de muertos en Gaza y centenares en Israel. El primer ministro israelí buscó ocupar Gaza para erradicar a Hamas, algo que los países vecinos rechazaban, aunque tampoco apoyaban a la organización, temerosos del surgimiento de movimientos radicales como el que tomó el poder en Irán tras la caída del Sha en los años setenta.

El pacto alcanzado en días pasados, en su primera fase, la retirada de las tropas israelíes y el regreso de todos los rehenes —vivos o muertos— a Israel o a sus países de origen. A cambio, Israel liberará a más de dos mil prisioneros pertenecientes a Hamas, algunos de ellos condenados a cadena perpetua por actos terroristas.

Países como Egipto, Qatar y Estados Unidos enviaron contingentes de observadores militares, encargados de verificar el cumplimiento de los compromisos. Sin embargo, la segunda fase será la más compleja: implica que Hamas deponga las armas y se convierta en un movimiento político, mientras las naciones árabes de la región colaboran en la reconstrucción y el desarrollo de Gaza.

Desde los años sesenta, cuando se fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y más tarde, en 1994, con la creación de la Autoridad Palestina, los países árabes y musulmanes de la zona han mantenido una relación distante con los palestinos: los apoyan retóricamente, pero rara vez les ofrecen asilo o visas. Los quieren, sí, pero de lejos. Tal vez esa sea la principal diferencia con los intentos anteriores: esta vez participan activamente árabes, musulmanes, judíos y cristianos bajo una misma idea de cooperación.

El acuerdo aún está en proceso de implementación, pero ya logró algo inédito: sentar en una misma mesa a personajes que históricamente se han odiado, para dialogar sobre un futuro posible para la región y el mundo.

Incluso la política demócrata Hillary Clinton reconoció públicamente el esfuerzo de Doland Trump. El Papa León XIV, en su mensaje dominical, pidió por el éxito del proceso de paz y por las legítimas aspiraciones de los pueblos israelí y palestino. “Que se aleje el odio y florezca la reconciliación”, expresó desde el Vaticano.

Gaza, pese a su reducido tamaño, tiene un peso geopolítico enorme. Se cree que en sus costas existen recursos energéticos significativos, pero su población vive sumida en la pobreza, atrapada entre la tiranía de sus propios líderes —electos por el miedo y la doctrina— y los bombardeos israelíes. Si el acuerdo logra sumar a países árabes, musulmanes, judíos y cristianos, los extremistas que se alimentan del odio racial y religioso perderán fuerza.

También debe reconocerse que el temor constante a los ataques desde Gaza ha sido utilizado por líderes israelíes para justificar bombardeos masivos contra ciudades enteras, muchas veces usando a civiles como escudos humanos. La paz exige detener ese ciclo.

El principal promotor del acuerdo, Donald Trump, afirmó que lo hizo porque “detesta las guerras y la muerte de personas por causas estúpidas”. Cabe recordar que Trump ha cultivado una relación cercana con líderes árabes y musulmanes, especialmente con Arabia Saudita y Qatar. Este último fue un aliado clave en la negociación, y como parte del entendimiento, Estados Unidos permitirá que Qatar establezca una escuela militar conjunta con el Departamento de Defensa estadounidense para la formación de pilotos en Idaho.

Así, la paz entre Israel y Hamas se entrelaza con acuerdos comerciales y militares entre Estados Unidos, Qatar, Egipto, Turquía, Arabia Saudita e Israel.

Dios quiera que este sea un pacto duradero, por el bien de esa gente y del mundo entero. No olvidemos que judíos, musulmanes y árabes forman parte vital de las naciones occidentales —desde Berlín hasta San Francisco, desde Alaska hasta el Cabo de Buena Esperanza—, y que además poseen influencia, tecnología y recursos que los convierten en actores fundamentales del equilibrio global.

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Primer año de gobierno: Claudia Sheinbaum, popular, poderosa y reformista

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– Opinión, por Pedro Vargas Ávalos

A los ojos del mundo, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, se ha convertido en una figura destacada entre las mujeres que lideran sus países en el ámbito internacional. En contraste, la exmandataria de Perú, Dina Boluarte, destituida el pasado 9 de octubre, fue señalada por diversas encuestas como la presidenta más impopular de Latinoamérica, con apenas un 3% de aprobación, producto de un gobierno marcado por la represión y los escándalos de corrupción. Boluarte llegó al poder tras traicionar al expresidente —hoy encarcelado— Pedro Castillo, de quien fue vicepresidenta.

En México, en cambio, los sondeos públicos otorgan entre 70 y 80 por ciento de respaldo a la jefa del Ejecutivo. Según Mitofsky (El Economista, 30-IX-2025), al cumplir un año de gestión, Sheinbaum registró una aprobación del 71.6%, diez puntos más que al inicio de su mandato. Por su parte, el área de Estudios Económicos de Banamex, tras analizar más de 30 encuestas realizadas en línea, por teléfono y en vivienda, concluyó que en agosto pasado la aprobación promedio fue del 73% (Sin Embargo, 5-X-2025).

A su vez, el diario español El País otorgó a CSP un sobresaliente 78% y destacó que “brilla con luz propia como presidenta de México. La primera mujer en ocupar el Ejecutivo goza de una sólida aprobación tras su primer año en el cargo, superando con un 78% a su antecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien en su primer año obtuvo un 72%” (El País, 30-IX-2025).

En el programa La Base, del periodista español Pablo Iglesias, los comentaristas Inna Afinogenova, Estefanía Veloz y Marco Teruggi coincidieron en que México se ha convertido en un ejemplo de redistribución de la riqueza sin necesidad de imponer más impuestos. “Es un modelo factible para muchos países”, concluyeron.

En la página web del programa, una usuaria identificada como Gabriela3527 escribió: “Nací en Ecuador, crecí en Chile y ahora vivo en Brasil. Me inspira lo que sucede en México y me da esperanza ante la adversidad que vivimos hoy. Ojalá sigan gobiernos coherentes y humanos, y que este modelo se expanda a otros territorios”. A su comentario se sumó el de otro usuario mexicano: “Nací y crecí en Estados Unidos creyendo que era el mejor país del mundo. Obrador y Sheinbaum me abrieron los ojos y me devolvieron el orgullo de mi sangre y mi tierra” (@Jl2damax).

El medio estadounidense Newsweek tituló su análisis tras el primer año de gobierno: “La presidenta celebró el primer aniversario de su gestión en la explanada más emblemática del país —el Zócalo de la Ciudad de México— ante más de 400 mil personas. Un espectáculo político que recuerda que, por más doctora que sea, también es una gran operadora política” (Emilio Flores Escalona, 10-X-2025).

Estos testimonios sirven para entender el interés que suscita Sheinbaum en instituciones de Estados Unidos como la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) y el Servicio de Investigación del Congreso (CRS).

La primera, fundada en 1974 y dedicada a promover los derechos humanos y la democracia en América Latina, señaló: “Hace un año, Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera presidenta de México. Llegó con la promesa de continuar y ampliar el proyecto de la ‘Cuarta Transformación’. Un año después, podemos afirmar que no se ha apartado del camino trazado por López Obrador” (WOLA Perspectivas, 1-X-2025).

En efecto, Sheinbaum ha elogiado reiteradamente a AMLO, describiéndolo como “honesto y comprometido con el pueblo”. Un análisis de sus discursos mostró que lo mencionó en el 94% de sus alocuciones durante su primer año de gobierno, reflejando tanto su lealtad como el peso que el expresidente conserva en su narrativa política. En su mensaje en el Zócalo enfatizó: “No habrá divisiones ni distanciamientos, porque nuestro proyecto representa la continuidad del legado de la Cuarta Transformación”.

Por su parte, el CRS —organismo del Congreso estadounidense—, citado por el periodista Salvador Frausto en Milenio (1-X-2025), calificó a Sheinbaum como impulsora de una “continuidad con cambio”. Mientras su homólogo en EE.UU., Donald Trump, sufría una caída en su aprobación, la mandataria mexicana consolidaba su respaldo popular. Un informe del CRS de 2024 señaló que el legado político de López Obrador marcó el inicio de la gestión de Sheinbaum.

Sin embargo, el organismo advirtió que la velocidad con que se aprueban las reformas podría afectar la independencia institucional y generar desconfianza entre inversionistas estadounidenses. “No obstante”, agrega el documento, “esta transición no rompe, sino que reconfigura el obradorismo con tintes propios”.

El informe más reciente del CRS, del 30 de enero de 2025, titulado México: Panorama político y relaciones entre Estados Unidos y México (IF12765), subraya que la presidenta y su partido, Morena, aprobaron 17 reformas constitucionales entre septiembre y enero, algunas heredadas de AMLO y otras con sello propio.

Su conclusión advierte: “La cooperación bilateral es sólida, pero podría deteriorarse si Estados Unidos recurre a aranceles o medidas unilaterales”. Los analistas del Capitolio, según Milenio, también expresan preocupación por “las imprudencias y el tono agresivo de Trump”, situación que Sheinbaum ha sorteado con habilidad, firmeza y responsabilidad, lo que le ha ganado admiración internacional.

La cooperación entre México y Estados Unidos en materia de migración, seguridad, narcotráfico y comercio es reconocida, aunque aún perfectible. El informe del Capitolio destaca los esfuerzos del gobierno de Sheinbaum y concluye, de manera elocuente, que la presidenta mexicana “es vista como una líder popular, poderosa y reformista”.

Con sobrada razón, la gran mayoría de los mexicanos avala su desempeño, confiando en que cada día nuestro país sea más libre, democrático, igualitario y soberano.

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MUNDO

Perú llega a seis presidentes desde el 2018; tres están en prisión

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Por Mario Ávila 

Tras la destitución de Dina Boluarte, como presidenta de Perú y la designación del presidente del Congreso, José Jerí, como nuevo presidente, la cifra de mandatarios del país andino llega a seis, desde el 2018 a la fecha.

En medio de acusaciones en su contra, Boluarte, quien se fue por votación unánime en el Congreso y sin expresar nada en su defensa, asumió el cargo el 7 de diciembre de 2022 en sustitución del presidente Pedro Castillo, quien fue detenido y acusado de un intento de autogolpe de Estado.

El país sudamericano ha tenido hasta seis presidentes desde 2018 debido a destituciones o renuncias de sus líderes. Tres exmandatarios están en prisión por casos de corrupción o abuso de poder.

Al filo de la madrugada de este viernes, el Congreso de Perú aprobó la destitución de Dina Boluarte como presidenta de la república.

El Poder Legislativo había citado a la jefa de Estado para que ejerciera de inmediato su defensa antes de proceder con la votación, pero la mandataria rechazó hacerlo al considerar «inconstitucional» el procedimiento.

Ante ello, los congresistas apoyaron la vacancia al cargo presencial por unanimidad, con 118 votos a favor, ninguno en contra, y cero abstenciones.

El presidente del Congreso, José Jerí, juró como nuevo presidente y será el encargado de dirigir el país hasta las próximas elecciones, previstas para abril de 2026. El relevo presidencial fue fijado para el 28 julio, también del año entrante.

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