MUNDO
Xi Jinping y China saben lo que pasó: OMS admite errores en investigación de la COVID-19

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
Ya es muy tarde para corregir la devastación que causaron algunas de las pifias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de sus altos mandos, pero hoy parecen querer corregir la plana o tal vez estén intentando cerrar el círculo de impunidad.
Cuando menos hace 18 meses iniciaron los contagios en China de lo que sería la epidemia más costosa de la historia moderna y la primera pandemia realmente global registrada en la historia de la humanidad.
Durante los primeros meses de esta tragedia de proporciones aún incalculables, los directivos de los organismos multinacionales que debían haber participado en las investigaciones y prevenciones iniciales abdicaron su responsabilidad. Nadie es tan responsable de la falta de acción como el filósofo con estudios en inmunología vestido de médico, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud.
La carrera de Tedros como Canciller y luego Secretario de Salud en su país natal –Etiopía- había sido ya señalada por ocultar algunos brotes infecciosos que afectaron a países vecinos, pero esta vez su incapacidad o sumisión al poder fue catastrófica para miles de millones en todo el planeta.
Hoy en día sabemos el Covid19 es muy contagioso, que inició en una zona de China llamada Wuhan, que no se ha encontrado la cadena de transmisión entre el murciélago y el primer humano ni mucho menos entre el murciélago y la especie intermedia que según la versión “oficial” fue la forma en la que nos llegó esta plaga universal.
RECORDAR ES VOLVER A VIVIR
Para los que seguimos día a día las noticias internacionales es muy claro que la OMS fue absolutamente inútil durante los primeros meses de la infección y el inicio de la pandemia. De hecho, uno puede alegar que hasta fue dañina por sus declaraciones que minimizaban el riesgo. La OMS declaró por semanas que la enfermedad no era contagiosa, que no había porqué frenar el turismo internacional, que no había por qué usar cubre bocas y claro que China había sido ejemplar en su transparencia, mientras que ignoraba los estudios independientes y denuncias de Taiwán que desde un inicio advirtió que este virus era altamente contagioso. Toda esta serie de basura intelectual atenta contra la inteligencia y el buen gusto.
Para continuar con su carrera de sumisión al poder, Tedros declaró a inicios de este año que su equipo de especialistas, prácticamente daban por cerrada la posibilidad a que el primer contagio se haya dado por un accidente del laboratorio de estudios biomédicos en el famosos Centro de Virología de China en Wuhan, que es uno de los pocos laboratorios en el mundo que de hecho tiene esos murciélagos como los que son origen del Covid19. Debemos recordar que China no permitió que científicos independientes investigasen la zona de Wuhan durante los primeros 12 meses de la pandemia.
También debemos recordar que China admitió haber quemado las primeras muestras del virus por miedo a su contagio, pero esto es muy conveniente para quien quiere borrar el rastro de contagios y la cadena genética del origen y su evolución. No obstante, Tedros siguió aplaudiendo a China durante todo el 2020 hasta que esta semana algo cambió.
En un raro viraje de timón, el jueves el director general de la OMS declaró que la segunda etapa de su investigación acerca de los orígenes de la pandemia incluirá a los laboratorios de genética y virología de la Zona en la que inició la pandemia, es decir entre otros el laboratorio que durante meses ha sido señalado por redes sociales y pensadores independientes como uno de los posibles orígenes de un contagio accidental.
Los comentarios de Tedros también indican que se revisarán otros mercados de animales exóticos en la región, es decir aún espera encontrar la prueba que confirme su dicho inicial, de hecho seguro ruega a Dios, si es que cree en él, que aparezca el animal intermedio, que por algún milagro China pueda rastrear en estas semanas el eslabón perdido del virus que habría mutado de murciélago a otro animal y de ahí al ser humano.
Según pruebas de excremento en Europa, ya se tenían contagios a finales del 2019 y en China a inicios del otoño, por lo que la versión oficial de las fechas y tal vez hasta de los orígenes es una farsa.
XI JINPING Y CHINA SABEN LO QUE PASÓ
Las autoridades chinas saben qué pasó o al menos cuándo pasó, pero se han esforzado en utilizar todos los medios económicos y diplomáticos para evitar incluso hablar de la posibilidad de que un accidente en su laboratorio haya sido la causa de la catástrofe que aún estamos viviendo. Quedan muchas preguntas y muchas conductas por ser aclaradas y sancionadas.
¿Quién ordenó la destrucción de las primeras muestras del virus? ¿Por qué se persiguió a los primeros médicos que denunciaron la existencia de esta nueva enfermedad? ¿Por qué se dio la orden de cerrar los viajes de Wuhan a Beijing pero no se cerraron las salidas al extranjero? ¿Quién dijo que el virus saltó de un murciélago a un animal sin tener la prueba? ¿Por qué se dijo que el contagio inicial fue en el mercado de mariscos y animales exóticos si en el mismo no se encontró el primer animal ni se venden los murciélagos en cuestión? ¿Por qué no se dijo desde un principio que en el laboratorio había de esos animales y que se realizaban estudios de manipulación genética para estudiar contagios de estos virus a seres humanos y que dichos estudios recibían dinero de fondos de EUA en donde el Doctor Fauci podía estar involucrado a través de la empresa Eco Lab?
El presidente de China tiene ésta y mucha otra información, incluso la que podría involucrar a otros países o ejércitos en temas vergonzosos, por eso es que él tiene el as bajo la manga que de ser necesario utilizará y con él arrastrar a muchos políticos y empresarios de otros países que por una u otra razón no hicieron público lo que sabían del asunto a inicios del 2020.
BLOQUEO INFORMATIVO
Durante el inicio de la pandemia las redes sociales reportaron la realidad de lo que pasaba, pero poco a poco China y varios integrantes del poder mundial relacionados con Beijing dieron las líneas de comunicación de la campaña de cobertura más impresionante de la historia: ¡No más teoría del laboratorio! ¡Todos a repetir que el contagio fue por un animal a pesar de que no haya estudio genético que lo demuestre! ¡El que pregunte otra cosa o pida otros estudios debe ser silenciado y declarado anti ciencia!
Seguir la ciencia es mantenerse abierto a otras opciones o posibilidades, en especial si no se tienen las pruebas o evidencia para comprobar la teoría que se da por ley.
Con la idea de no permitir la difusión de desinformación en las redes sociales se ha permitido cerrar la difusión de ideas y de información que puede ser falsa pero que también puede ser incómoda a pesar de ser verdadera. Veremos si aparece el “elefante” que después de una “calentadita” al estilo policía judicial mexicana, admita que es “conejo” y que con él se demuestre que el virus nunca salió de un accidente del laboratorio lo que sería una pena para China pero aún mayor para la OMS y las empresas que se negaron a permitir investigaciones y análisis en este sentido.
LA CONFESIÓN NO OFICIAL
Este jueves que vivirá para la historia se escuchó al Director General de la OMS admitir lo que por meses se trató de silenciar en las redes y medios de comunicación del mundo. “Ha sido una decisión prematura el descartar la teoría –posibilidad- de una fuga del laboratorio…”
Como posible origen de la pandemia admitió con casi dos años de demora el científico político encargado de la salud mundial y con ello desestimó los resultados de su propio estudio publicado a inicios de este año. “Yo era un técnico de laboratorio, yo soy inmunólogo (…) Yo he trabajado en laboratorios y en los laboratorios los accidentes suceden, es común (…) pero es poco probable…
Pide a China ser más transparente en contradicción de sus declaraciones de los últimos 500 días. Es decir ¿es común que haya accidentes pero al mismo tiempo es poco probable? Parece confuso pero seguro para él no lo es. En el laboratorio de Wuhan se detectaron prácticas inseguras desde hace años como lo enumeró un estudio del Congreso de EEUU fechado en la época de Obama pero aún así se nos dijo que era imposible y ahora se dice que es poco probable. Mañana será otro día y veremos si las posturas siguen cambiando. Mientras tanto cuídese de no decir mucho de esto en redes sociales porque le dirán que usted y los médicos que denunciaron esto desde hace dos años son unos locos.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…
MUNDO
Inteligencia artificial: La arquitectura del nuevo orden mundial

– Análisis, por Victor Hugo Celaya Celaya
El mapa del poder mundial se ha reorganizado. Hoy, la influencia no se mide únicamente en arsenales o acuerdos comerciales, sino en algoritmos y capacidad de procesamiento.
Nos enfrentamos a un nuevo tablero geopolítico y geoeconómico definido por tres grandes polos de poder: Estados Unidos, con su enfoque en el desarrollo tecnológico, las finanzas y la seguridad; China, que ha apostado por la manufactura avanzada, la innovación y la inversión masiva en infraestructura; y Rusia, que basa su estrategia en el control de energía, minerales estratégicos y su poder militar.
Esta reconfiguración global plantea preguntas cruciales para el resto del mundo. ¿Cómo coexistir con estos bloques? ¿Cómo aprovechar las corrientes de innovación que emanan de ellos sin sacrificar nuestra soberanía? Y, sobre todo, ¿cómo podemos acompasar nuestras políticas públicas y nuestros esfuerzos nacionales para no quedarnos atrás en esta nueva era de equilibrios de poder?
La visión de una «aldea global» que definimos en los años noventa, unida por la apertura del comercio, ha dado paso a una realidad más compleja. La interconexión actual se teje con redes de inteligencia artificial (IA), investigación científica y ecosistemas digitales.
Aunque las tensiones militares persisten, el verdadero campo de batalla se ha trasladado a la biotecnología, la robótica y, de manera central, a la inteligencia artificial. Esta revolución ya impacta nuestra vida diaria, transformando la educación, la salud, el trabajo y la seguridad. Ninguna sociedad puede sustraerse a ella.
LA CARRERA POR EL FUTURO: ESTRATEGIAS EN COMPETICIÓN
Cada una de las grandes potencias ha trazado una ruta clara para liderar esta era tecnológica, obligando al resto de los países a replantear la cooperación y la competencia.
Estados Unidos ha optado por un modelo que prioriza la innovación impulsada por su dinámico sector privado. En 2023, la inversión privada en IA en este país alcanzó los $67.2 mil millones, una cifra superior a la suma de los siguientes 14 países.
El gobierno actúa como un catalizador estratégico, como lo demuestra la Orden Ejecutiva 14110 para el desarrollo seguro y confiable de la IA, o la Ley CHIPS y de Ciencia, que destina más de $52 mil millones a revitalizar la fabricación de semiconductores, el hardware fundamental sobre el que corre toda la inteligencia artificial.
Esta estrategia se materializa en proyectos monumentales como ‘Stargate’, el centro de datos de $100 mil millones de Microsoft y OpenAI, o la Alpha School en Virginia, que ya personaliza el aprendizaje con IA.
China avanza con un enfoque centralizado y dirigido por el Estado, con la meta clara de alcanzar el liderazgo mundial en IA para 2030. A través de iniciativas como «AI+», integra soluciones de IA en sectores clave. El resultado es un ecosistema robusto: se estima que el valor de la industria de IA en China superará los $220 mil millones para 2026.
Este esfuerzo se refleja en su dominio de la propiedad intelectual, acumulando casi la mitad de todas las solicitudes de patentes de IA en el mundo. Gigantes tecnológicos como Baidu, Alibaba y Tencent no son solo empresas, sino instrumentos de la estrategia nacional para establecer estándares globales.
Rusia, por su parte, enfoca su estrategia de IA en la soberanía digital y la seguridad nacional. A través del proyecto nacional “Economía de Datos”, que se extenderá hasta 2030, busca reducir su dependencia de la tecnología extranjera e integrar la IA en sectores gubernamentales clave.
Más que competir en el mercado de consumo global, su prioridad es aplicar la IA para la optimización de sus industrias estratégicas (energía, defensa) y la administración pública. Su marco regulatorio es estricto y busca asegurar un uso responsable de la tecnología, priorizando el control estatal y el desarrollo de talento local a través de iniciativas educativas supervisadas.
La Unión Europea ha decidido jugar un papel distinto, posicionándose como el gran regulador global. Su enfoque no es competir en una carrera de velocidad, sino establecer las reglas del juego. Con su Ley de Inteligencia Artificial (AI Act), aprobada en 2024, introduce el primer marco legal integral para la IA, basado en niveles de riesgo. Este prohíbe aplicaciones consideradas inaceptables (como el «social scoring» estatal) y regula estrictamente los sistemas de alto riesgo.
Este poder normativo se complementa con fuertes inversiones a través de programas como Horizonte Europa y Europa Digital, que movilizan miles de millones de euros para construir una infraestructura de datos soberana bajo iniciativas como GAIA-X y apoyar a un ecosistema de IA «confiable y centrado en el ser humano».
EL DESPERTAR DE AMÉRICA LATINA: PRIMEROS PASOS
Frente a estas estrategias consolidadas, América Latina no es un simple espectador; la región ha comenzado a mover sus propias piezas. Aunque de manera desigual y con retos importantes, están surgiendo iniciativas notables.
En México, la coalición multisectorial IA2030MX ha impulsado una agenda para el desarrollo de una Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial. Polos de innovación como Monterrey y Guadalajara concentran talento y startups, mientras que universidades como la UNAM y el Tec de Monterrey lideran la investigación.
Otros países también marcan el paso. Chile fue pionero en la región al lanzar su Política Nacional de Inteligencia Artificial en 2021, centrada en el desarrollo de talento, la ética y la adopción de IA en la industria. Brasil cuenta con una robusta red de centros de investigación en IA y debate activamente un marco legal propio. Por su parte, Colombia ha establecido un marco ético para la IA en el sector público y promueve proyectos de datos abiertos para fomentar la innovación. Estos esfuerzos, aunque incipientes, demuestran una conciencia creciente sobre la urgencia de participar activamente en esta revolución.
DE ESPECTADORES A PROTAGONISTAS
Ante este escenario, la pregunta para nuestros países es ineludible: ¿nos conformaremos con estos primeros pasos o aceleraremos el ritmo para jugar un rol protagónico? Si queremos dejar de ser simples compradores de tecnología para convertirnos en creadores, necesitamos una hoja de ruta clara y acciones inmediatas.
La interconexión de hoy, definida por algoritmos, nos obliga a innovar. Para ello, es fundamental avanzar en tres áreas estratégicas:
- Formar talento e invertir en educación digital. Esto debe empezar desde la educación primaria y extenderse hasta los posgrados.
- Crear alianzas estratégicas entre universidades, gobierno y empresas. Los esfuerzos aislados son insuficientes.
- Diseñar políticas públicas con visión de futuro. Debemos impulsar el uso integral de la IA y desarrollar un marco ético sólido que garantice la equidad y la protección de datos.
Esto implica fomentar centros de inteligencia artificial que apoyen a startups y consoliden proyectos de investigación propios, aprendiendo de las experiencias globales. La tecnología no debe ser vista como algo «importado» o lejano, sino como un campo fértil donde podemos liderar.
Nos encontramos en un punto de inflexión histórico. La inteligencia artificial está redefiniendo las reglas del desarrollo económico y social a una velocidad sin precedentes. No podemos permitirnos el lujo de la duda o la postergación. La tarea es clara: debemos alinear nuestros recursos, talentos y voluntades para integrarnos de manera soberana y estratégica a esta nueva era. Lo que hagamos, o dejemos de hacer, durante esta década determinará las oportunidades de las próximas generaciones.