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NACIONALES

Narcisismo

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Narciso es un personaje de la mitología griega descrito por Ovidio en el tercer libro de “Las Metamorfosis” que data del año 43 A.C., personaje que se consume al enamorarse de su propio reflejo en el agua y no poder alcanzarlo y poseerlo. Es una historia trágica y romántica que ha dado lugar a que, por sus peculiaridades, se nombre como narcisismo a un trastorno de la salud mental caracterizado por la adoración del sujeto sobre sí mismo.

A la luz de lo que ha pasado en el presente régimen cuatro teísta, queda la impresión en algunos como yo, y otros tantos no convencidos por la retórica presidencial, de que estamos siendo gobernados por un narcisista que no gobierna frente al pueblo sino frente a un espejo.

Especialistas han determinado que algunos de los síntomas que presenta un narcisista son: tener un aire de superioridad irrazonable y necesitar constantemente la admiración de los demás; hacer que sus logros parezcan más importantes de lo que son; criticar y menospreciar a las personas que no consideran importantes; incapacidad o falta de voluntad para reconocer las necesidades y los sentimientos de los demás; además tienen dificultad para reaccionar a aquello que perciben como crítica, se impacientan y enojan cuando no reciben un reconocimiento, reaccionan con ira o desdén, tratan con desprecio a otras personas y tienen dificultad para manejar sus emociones y comportamiento.

Si usted ubica estos síntomas en las conferencias mañaneras tal vez no necesite un diagnóstico profesional para darse cuenta de la presencia de estos y otros detalles característicos de una personalidad narcisista en un gobernante que pretende además, que la imagen que él ve reflejada en sus espejos, se imprima en las páginas de la historia.

Es muy caro lograr ese empeño por trascender. A los 300 mil millones de pesos que costó la cancelación del NAIM, súmele los 116 mil millones que costó la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles; agregue los 11 mil 800 millones de dólares que lleva invertidos en la Refinería Olmeca, más los 409 mil millones del Tren Maya y 20 mil millones hasta ahora ejercidos en el proyecto del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.

Grandes inversiones sin duda, pero poca racionalidad y muchos costos supervinientes, todo para nutrir un discurso demagógico del narcisista que pretende pasar a la historia como un gran transformador sin haber conseguido cambiar nada, solo el estilo personal de gobernar.

Pero si la suma de recursos gastados para satisfacer las ocurrencias presidenciales no alcanza a sorprender, agregue lo de la última, con la cual pretende pasar como un presidente nacionalista a la altura de Lázaro Cárdenas o López Mateos, que es la compra de 13 plantas generadoras de energía eléctrica a Iberdrola con un costo de 6 mil millones de dólares, la cual se anuncia como una nueva nacionalización de la industria eléctrica, que deberá abonarse a la “nacionalización” del litio, la que afortunadamente hasta hoy no ha aumentado la deuda pública, pero cuya intención sí afectará a futuros proyectos de inversión.

Se “nacionaliza” lo que ya es propiedad de la nación como son las riquezas del subsuelo y una compra de infraestructura se vende como conquista de soberanía, aunque el gas con el que trabajan venga de los EUA.

Retórica pura, propaganda electoral, brillo para el espejo del narciso urgido del reconocimiento de la historia.

Sin embargo, hay otra lectura de la historia de un sexenio en el que se destruyó mucho del entramado institucional sin construir lo que habría de sustituirlo. Será la historia de seis años de empeños por acreditar que el poder se centra en él y no en las instituciones del Estado; seis años de campaña permanente a través de programas sociales que distribuyen recursos sin transparencia ni medios de control, solo para que el presidente se mire todas las mañanas en el espejo de su vanidad como un líder justiciero, aunque desprecie a las víctimas de la violencia contra las mujeres, a los niños con cáncer, a las madres sin guarderías y agreda, insulte y descalifique a quienes, con argumentos le muestran sus fracasos o desatenciones.

En ese espejo no tienen cabida los miles de desaparecidos, ni las masacres que cometen los cárteles tolerados, ni los miles que sufren extorsiones y cobros de piso o las comunidades y sus pobladores expulsados por la violencia criminal.

Lo importante es que el espejo refleje lo que él ve, que es su imagen heroica y magnánima, digna de entrar a la historia encabezando una transformación de la que no alcanzó a poner ni un solo peldaño sólido y sabedor de ello, ahora se empeña en controlar su sucesión y dejar un heredero como en una monarquía.

También transforma quien destruye y en eso sí ha sido efectivo, y aún insistirá en ello, pero eso estará en esa otra historia que desafortunadamente no ve, porque está reflejándose cotidianamente en el espejo de la realidad, que seguramente no es el que tiene en su recámara o en el despacho presidencial.

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ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

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Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

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CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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