Connect with us

NACIONALES

Opacidad en cadena

Publicado

el

Opinión, por Salvador Romero Espinosa //

Como era de esperarse, a consecuencia de los ataques y descalificaciones al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), han empezado a replicarse en cascada dichos ataques contra la utilidad de los institutos de transparencia locales.

El gobernador de Baja California Sur, la diputada presidenta del Congreso de Veracruz y diversas voces políticas de otras entidades federativas, por ejemplo, han planteado ya también abiertamente la posibilidad de destruir a los organismos estatales garantes de la transparencia y la protección de datos personales, lo que sin duda contribuiría a seguir sumiendo a México en una nueva era de opacidad que no se vivía desde hace muchas décadas.

Aúnado a ello, en otras entidades como Guerrero, el Congreso ha sido abiertamente omiso en cumplir con su obligación constitucional de elegir dos vacantes dentro del instituto de transparencia local, lo que ha implicado que también en dicha entidad federativa se encuentren -de facto- parcialmente suspendidos los derechos humanos a la información y a la protección de datos personales.

En otras entidades como Jalisco (ITEI) y San Luis Potosí, se encuentra impugnado o judicializado el proceso de selección de alguno de los espacios vacantes, sin embargo, a diferencia de la Federeción (INAI) y de Guerrero (ITAIGro), los organismos de transparencia de dichas entidades sí han podido seguir funcionando con relativa normalidad y, además, la falta de nombramiento no ha obedecido a una omisión voluntaria de sus poderes legislativos con el ánimo de desintegrarlos.

En ese contexto, es evidente que la decisión de inhabilitar al INAI y la iniciativa para destruirlo por completo y trasladar sus funciones a la Auditoría Superior de la Federación (ASF), son también graves porque están trayendo como consecuencia que se desencadene una ola de opacidad en las entidades federativas con la evidente disminución del alcance de los derechos fundamentales de todas las personas del país, lo cual es inconstitucional, pues implica una abierta contradicción al principio de progresividad de los derechos humanos al que están constreñidas nuestras autoridades.

Además de lo anterior, la desaparición del INAI traería como consecuencia en cascada una serie de afectaciones adicionales a las personas de todos los estados de la República tales como:

1. Desaparición del Sistema Nacional de Transparencia (SNT), responsable de vigilar y emitir lineamientos obligatorios para todas las autoridades del país y de implementar políticas públicas, encabezado actualmente por el INAI e integrado por los 32 institutos de transparencia locales, la ASF, el Archivo General de la Nación y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

2. Desaparición de la coordinación formal entre los 32 institutos de transparencia locales del país, que actualmente trabajan en equipo gracias al SNT y se organizan en 4 coordinaciones regionales y en 11 comisiones de trabajo temáticas especializadas, lo que permite la maximización de ambos derechos en todo el territorio nacional.

3. Desaparición de la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT), la heredera del antiguo INFOMEX, producto de una década de esfuerzos por hacer la transparencia una realidad en México, y que actualmente concentra toda la información pública de los últimos 3 años que difunden las más de 8,200 autoridades registradas del país.

4. Desaparición de la segunda instancia revisora de las resoluciones de los institutos de transparencia locales, que les brinda una garantía adicional a todas las personas que pretenden acceder a información pública que les es negada en sus respectivas entidades.

5. Desaparición de la independencia, la autonomía constitucional y del trabajo colegiado del INAI en el estudio de controversias de acceso a la información, muy importante en un órgano deliberativo que materialmente realiza funciones jurisdiccionales similares a las de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Finalmente, cabe la pena señalar que la propuesta de desaparecer al INAI y encomendar sus funciones a la ASF, no implicaría ningún ahorro para el presupuesto federal, puesto que dicha instancia carece del personal y las áreas necesarias para garantizar los derechos fundamentales que actualmente corresponde tutelar al INAI, por lo que sería necesario dotarla de, cuando menos, los mismos recursos financieros, estructura y personal que al INAI, lo que desmiente completamente el argumento de que la propuesta ahorraría dinero al país.

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MUNDO

Discurso de individualismo extremo: La derecha que no salva, un riesgo disfrazado de esperanza

Publicado

el

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

A la derecha le gusta imaginarse como el lugar del orden, de la razón y del mérito. Su narrativa gira en torno a ideas como “eficiencia”, “disciplina”, “libertad individual” y “trabajo duro”. Durante décadas, fue una forma efectiva de contrastarse con los excesos o fracasos de ciertas izquierdas: burocracias gigantes, discursos revanchistas, populismos disfuncionales.

Pero esa imagen está dejando de sostenerse. La nueva derecha —la que hoy marca tendencia en redes, encabeza algunos gobiernos y monopoliza micrófonos— ya no representa ninguna de esas virtudes. Lo que ofrece no es ni orden ni racionalidad: es puro espectáculo.

Ahí están Donald Trump, Javier Milei y Santiago Abascal como muestra. Tres líderes que han hecho del grito una política, del insulto un argumento y del caos una bandera. Ninguno de ellos ha demostrado ser particularmente eficiente, pero todos han sabido capitalizar una narrativa emocional basada en el resentimiento. Dicen luchar contra “el sistema”, pero lo hacen desde la cima.

Se presentan como outsiders, aunque lleven años en la política. Proclaman amor por el mercado, pero están más cómodos en la cultura del meme que en los fríos informes financieros.

Ya no les interesa defender un modelo económico coherente, ni sostener el legado intelectual de la derecha liberal o conservadora clásica. Su apuesta es otra: dominar el flujo de la conversación pública. Ser tendencia. Explotar la ansiedad de las masas que se sienten traicionadas por las élites ilustradas, por los expertos, por las instituciones. No importa si lo que dicen es contradictorio, vacío o incendiario: lo importante es provocar, atraer, dividir.

Este fenómeno tiene su correlato empresarial. En América Latina, por ejemplo, el caso de Ricardo Salinas Pliego es ilustrativo. El magnate no solo es dueño de empresas y medios: se ha posicionado como una figura política, aunque sin partido ni candidatura. Lo hace desde sus redes sociales, donde predica una mezcla de darwinismo social, desdén por los pobres, burla al Estado y culto a su propio éxito. Su mensaje no es técnico ni ideológico: es emocional. Una especie de “si yo pude, tú también, y si no puedes, es tu culpa”.

Se presenta como víctima del gobierno, del sistema judicial, del fisco, de la prensa. Lo paradójico es que lo hace desde una posición de privilegio absoluto. Pero funciona. Porque hoy ser rico no te quita autoridad moral: te la da.

Lo que representa Salinas Pliego es la figura del empresario redentor. Ya no se trata sólo de emprender o generar empleos. Se trata de suplantar al político. De sugerir, directa o indirectamente, que sólo quienes han tenido éxito en los negocios deberían tener poder de decisión. Como si administrar una cadena de tiendas fuera lo mismo que diseñar políticas públicas complejas, garantizar derechos o defender libertades.

La nueva derecha abraza con entusiasmo esta figura. En lugar de cuadros técnicos, promueve personajes estridentes. En lugar de programas serios, vende frases virales. En lugar de instituciones sólidas, propone personalismos autoritarios. El resultado es un nuevo tipo de populismo: no uno basado en el pueblo contra las élites, sino en el individuo omnipotente contra todo lo que le incomoda: el Estado, los impuestos, los medios, la ciencia, el disenso.

Esto es peligroso por muchas razones. Primero, porque convierte la política en un campo de guerra cultural permanente, donde todo se juega en el terreno de la identidad y el agravio, no de las soluciones. Segundo, porque desmantela los equilibrios democráticos bajo la excusa de “quitar trabas” al genio del líder. Y tercero, porque socava la idea misma de lo público: el Estado ya no es visto como una herramienta de justicia o bienestar, sino como un obstáculo para los exitosos.

La derecha que alguna vez promovió instituciones, reglas, competencia ordenada y responsabilidad fiscal, ha cedido el paso a una versión desfigurada de sí misma: histriónica, rabiosa, individualista hasta el delirio. Y con ello ha perdido una oportunidad valiosa de ofrecer respuestas a las crisis reales del presente: desigualdad, cambio climático, desinformación, polarización social.

Lo más inquietante es que esa derecha ni siquiera cree en la derecha. No cree en la tradición, ni en los contrapesos, ni en la democracia representativa. No cree en el pensamiento liberal clásico ni en los valores conservadores. Lo que quiere es mandar, imponer, sobresalir. Su único principio es el triunfo inmediato. Su única ideología es el narcisismo.

No se trata de negar que muchas izquierdas también han fallado, ni de defender modelos ineficientes o autoritarios. Reconocer esos errores es fundamental para avanzar y evitar repetirlos. Sin embargo, es necesario advertir que esta derecha contemporánea no es en absoluto el remedio frente a esos fallos.

Más bien, puede ser vista como una versión invertida, que comparte con ellos la misma concentración de poder en figuras carismáticas, la misma tendencia a polarizar y simplificar debates complejos, y la misma dificultad para aceptar matices o posiciones críticas.

La derecha actual, con su discurso enfocado en el individualismo extremo, el rechazo a la diversidad de ideas y la tendencia a imponer su visión como la única válida, representa un riesgo igual de serio para la democracia y la convivencia social. Así, lejos de ser una alternativa equilibrada o una corrección necesaria, esta derecha puede resultar igual de problemática y dañina en el largo plazo.

Lo sensato —y quizás lo verdaderamente subversivo hoy— es pedir madurez política. Pedir ideas complejas. Pedir responsabilidad institucional. Pedir liderazgos que no se alimenten del conflicto constante. En tiempos de histeria, el pensamiento es revolucionario.

Continuar Leyendo

MUNDO

El dominio del dólar

Publicado

el

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Gracias a Donald Trump y su política económica, la incertidumbre permea en las economías occidentales y genera desconfianza en la potencia de la economía estadounidense para hacer que el dólar siga siendo la moneda internacional de referencia. La inquietud existe, es real, principalmente por la fragilidad actual de las finanzas estadounidenses.

Las finanzas públicas de los Estados Unidos lucen mal, con un déficit de 7.26% en 2024 y una deuda pública de 34.5 billones de dólares, equivalente al 120.7% del PIB. Lo anterior y la falta de acciones fiscales que reduzcan el déficit han llevado a las calificadoras internacionales, Moodys la última, a rebajar la calificación de la deuda estadounidense que por primera vez cae de la calificación AAA y la mayoría la mantiene en ese nivel con perspectiva negativa, recomendando cautela.

No será la primera vez que los EUA caigan en situación económica comprometida, pero sí es la primera vez que el encargado de resolverlo no tiene las mejores calificaciones y sus políticas parecen tener las prioridades invertidas.

Algunos teóricos argumentan, con razón, que la estabilidad de una economía abierta depende de la existencia de una potencia capaz de garantizar mercados abiertos para el comercio, una economía sólida de respaldo para economías en crisis y una moneda estable, y esas condiciones parece estarlas perdiendo el país emisor del dólar. Por el momento no inspira confianza ni a sus aliados y su economía no es tan sólida.

Sin embargo, a pesar de esas condiciones adversas, no existe por el momento otra moneda capaz de sustituir al dólar como moneda de referencia. La fortaleza creciente de China no le da al Yuan esa posibilidad, porque en ese país sus mercados de capitales carecen de liquidez propia y el control estatal es rígido, sin que dejemos de notar el hecho de que en la competencia por mercados y en inversión ha incrementado su presencia en países emergentes, como duro rival comercial.

Por otra parte, el euro, producto del consenso de la Unión Europea, tampoco ofrece garantías sólidas como moneda de respaldo, pues el conjunto de Estados que conforman la Eurozona no siempre camina en la misma dirección.

Las alternativas no son atractivas por ahora y es mucho más aventurado pensar que las criptomonedas pudieran ser alternativa. Es un hecho que, en el momento, la debilidad del dólar ha propiciado que las operaciones financieras busquen monedas más fuertes como protección temporal en tanto cesa la incertidumbre arancelaria y se estabiliza el dólar. Pero esto es coyuntural en espera de mayor estabilidad de mercados.

Quedan tres años de zozobra e incertidumbre en los que la esperanza es que las fuerzas reales de la economía obliguen al impredecible presidente estadounidense a reconsiderar sus decisiones. La responsabilidad global que contrajo al liderar al país más poderoso del mundo lo deben obligar a considerar otras premisas, distintas a lo que parece ser su guía, que es su manual de negociación comercial.

Se advierte su preocupación por mejorar el ingreso y compensar el déficit, sin embargo, la política arancelaria que busca ser recaudatoria ha tenido graves efectos en la estabilidad de su moneda. La otra prioridad es el nivel de la deuda, y ese no podrá ser reducido sin afectar al gasto gubernamental. Adicionalmente, en ese contexto, surge la iniciativa de ley fiscal actualmente discutiéndose en el Congreso, la cual reduce el gasto social, pero también reduce impuestos, lo cual no suena muy congruente si lo que se busca es reducir el déficit. Sus efectos han sido ampliamente criticados por economistas de renombre.

No es halagüeño el panorama económico de los EUA y eso ha venido a sacudir la economía mundial, pero eso no será por el momento la causa de que el dólar deje de ser la moneda de referencia.

En México, algunos celebran que la paridad peso-dólar mejore, pero es un espejismo que no debiera engañarnos. El dólar está débil; no es que el peso esté fuerte y nuestro déficit, al igual que lo elevado de la deuda, tienen en riesgo la calificación crediticia del país.

Añadiendo la reforma judicial y la falta de normatividad para las nuevas instituciones que sustituirán a los desaparecidos reguladores, no hay buenas señales. Nuestra economía es un espejo de la estadounidense y dada la incertidumbre que nos acompañará en los próximos tres años, es más recomendable generar alternativas más potentes, realistas y creativas que el Plan México, que nos permitan no caer víctimas de la turbulencia vecina.

Por lo demás, el mundo seguirá negociando, teniendo, por ahora, al dólar como moneda de referencia, pues aun en la situación de vulnerabilidad de la economía estadounidense no hay moneda que lo remplace y la comunidad internacional puede, como lo ha hecho hasta hoy, navegar en la incertidumbre, pagando el costo con un magro crecimiento.

Continuar Leyendo

NACIONALES

Deconstruyendo a «Andy»

Publicado

el

Opinión, por Iván Arrazola //

La construcción del liderazgo político ha sido uno de los temas centrales discutidos por distintos autores a lo largo de la historia. Diversos pensadores han reflexionado sobre qué hace a un líder legítimo, eficaz y capaz de guiar a una sociedad. Estas reflexiones permiten contrastar cómo se forman, se consolidan y también cómo se desmoronan los liderazgos en contextos contemporáneos.

Platón sostenía que el verdadero líder debía ser un “filósofo-rey”: alguien formado en la virtud, guiado por la sabiduría y orientado al bien común. Maquiavelo, por su parte, ofreció una visión mucho más realista (y cruda) en El Príncipe, donde el liderazgo no se basa en la moral, sino en la capacidad de conservar el poder mediante la astucia, la audacia y, si es necesario, el engaño. Max Weber destacó que el liderazgo moderno suele apoyarse en normas e instituciones, pero que el liderazgo carismático adquiere gran relevancia en momentos de crisis.

Este último modelo encaja perfectamente con el liderazgo construido por Andrés Manuel López Obrador, quien supo interpretar el malestar social, construir una narrativa poderosa y consolidar un movimiento político hegemónico.

Su carisma y su capacidad para conectar emocionalmente con las masas le permitieron crear un régimen político con fuerte legitimidad simbólica. Sin embargo, como advierte Weber, el carisma no se hereda: debe ser constantemente validado por quienes lo reconocen. Y es en este punto donde inicia la deconstrucción del liderazgo de su hijo, Andrés Manuel López Beltrán, conocido en el entorno político y mediático como “Andy”.

La reciente aparición pública de López Beltrán, tras los malos resultados electorales en Veracruz y Durango, deja ver las tensiones internas en la formación de nuevos liderazgos dentro de Morena. Lejos de asumir una posición de autocrítica o de reformulación estratégica, eligió un entorno cómodo —el pódcast La Moreniza, conducido por la presidenta del partido, Luisa María Alcalde— para defender su papel como secretario de organización.

Su mensaje no giró en torno a resultados o propuestas, sino en torno a su identidad: se quejó de que los medios lo llamaran “Andy”, reclamó respeto por el nombre que comparte con su padre y afirmó que las críticas a su persona eran en realidad ataques encubiertos hacia el expresidente, a quien llamó “el mejor presidente que ha tenido este país”.

Sin embargo, esta reacción fue percibida por amplios sectores como una muestra de fragilidad política. Centrar la discusión en un apodo, más que en las responsabilidades y resultados de su gestión, revela la falta de una trayectoria propia. Hasta ahora, López Beltrán no ha construido un liderazgo independiente ni ha demostrado méritos que justifiquen su posición dentro del partido.

Como bien señala Maquiavelo, el liderazgo también se construye mediante la proyección de una imagen fuerte y la obtención de resultados tangibles. En este sentido, es difícil justificar el desempeño de Morena en Veracruz y Durango, considerando el inmenso poder institucional, el control de los programas sociales y los recursos públicos a su disposición.

A ello se suma la fallida estrategia de no aliarse con el PT en varios municipios, lo que terminó por debilitar aún más su posición. Las acusaciones lanzadas por López Beltrán respecto a una supuesta intervención del PRI y a irregularidades electorales parecen más un intento de desviar la atención que un reconocimiento serio de las fallas internas.

Las diferencias entre López Obrador y su hijo resultan cada vez más evidentes. Mientras el primero supo conectar con las demandas sociales y construir un liderazgo con identidad propia, el segundo intenta replicar la fórmula sin la audacia, la astucia ni la legitimidad que caracterizaron al fundador del movimiento.

Su discurso reciente, más defensivo que propositivo, parece responder a la presión interna del partido y a las crecientes críticas externas, más que a una estrategia clara de posicionamiento.

La sombra del expresidente sigue pesando. López Obrador, conocedor de la historia política de México, parece tener conciencia del riesgo que representa el tiempo para cualquier líder. Por eso, la incorporación de su hijo a una posición clave dentro de Morena puede interpretarse como un intento de preservar su legado bajo una lógica patrimonialista. Sin embargo, las estrategias que funcionaron para él —como la victimización o el enfrentamiento con los medios— podrían no rendir los mismos frutos en su heredero político.

El caso de López Beltrán ilustra con claridad cómo un ascenso político puede estar más relacionado con el peso simbólico de un apellido que con méritos propios. Hasta ahora, su trayectoria no se ha distinguido por la eficacia, los resultados concretos ni por una capacidad real de interlocución política.

Si desea desprenderse de la etiqueta de “Andy” y consolidarse como una figura con liderazgo propio, deberá demostrar esas cualidades con hechos. Todo liderazgo que no se adapta a los desafíos del presente corre el riesgo de disolverse en la irrelevancia.

Continuar Leyendo

Tendencias

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.