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NACIONALES

Oportunidad perdida

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Se pueden hacer muchas cosas con las bayonetas pero es bastante incomodo sentarse en ellas”, Talleyrand.

Para evitar que el orden social se rompa debido a conductas ilícitas, así como para hacer cumplir la ley y las sentencias judiciales recurrimos a la coerción, la fuerza que puede y debe ejercer solo el Estado. Para hacerlo, se crearon instituciones policiacas en lo civil y el ejército para proteger al país de amenazas del exterior, salvaguardar la integridad territorial.

Así había sido hasta escasos cinco años, en los que alguien decidió que, al no haber guerra ni tener acechanzas militares contrarias, el ejército nacional, sus miembros debían dedicarse a construir obra pública, administrar instituciones y organismos civiles, y además vigilar y mantener la paz interior. No está mal en principio, el ejército se ha distinguido siempre por su vocación de servicio, salvo que no se tuviera una estructura civil como la que había y que construyó y administró durante muchos años la infraestructura, aplicó las leyes y persiguió el delito, con múltiples fallas y vicios, pero ayudaban a mantener el orden social.

Quien conduce la administración supo siempre que esa estructura civil necesitaba ajustes, y seguramente cirugía mayor, pero sea por incapacidad o comodidad (siempre es más fácil que otro lo haga), optó por alterar el orden y volvió a la estructura civil inoperante ahogándola en una austeridad cuestionable, irreflexiva e irresponsable.

Ahora la presencia del Ejército y fuerzas armadas no tiene límites, construye vías férreas, aeropuertos, hoteles; hay 2 mil 823 obras estratégicas ejecutadas por ellos, según dijo el general secretario de la Defensa. Hace investigación política (se dice que espía opositores y afines), y controla la Guardia Nacional que, a su vez, desplaza a organismos y programas policiales acaparando el presupuesto que para seguridad se asigna, en perjuicio de corporaciones estatales y municipales.

Se le ha asignado el más alto presupuesto que hayan tenido las fuerzas armadas en toda su historia, en perjuicio de los recursos que se asignaban a salud, educación, campo, investigación científica y tecnológica, organismos independientes, en particular los que tienen que ver con la transparencia, derechos humanos y electorales, población vulnerable y otras, víctimas de la guillotina austericida.

Nada congruente resulta esto con los postulados que se enarbolaron en campaña y durante años en mítines pueblerinos contra “masacres” cometidas por el ejército y la necesidad de regresarlos a los cuarteles. Es evidente que no conocían al ejército por dentro, su disciplina y lealtad a las instituciones, pero también se ha hecho evidente que no conocían el funcionamiento del gobierno y sus dependencias, lo que resultó en un fiasco administrativo.

De facto hay un nuevo orden, impuesto por y con ocurrencias, pero nadie esperaba que en eso consistiera la cuarta transformación; y tampoco se dijo hace seis años en campaña electoral que se fuera a transformar el régimen republicano, federalista, con división de poderes, en uno absolutista, con poderes constitucionales sometidos, o amenazados, y gobernadores serviles.

Confiados en la fuerza, que imaginan da, el distribuir miles de millones de pesos en una sociedad desigual y empobrecida, sin intentar siquiera acciones firmes, soluciones verdaderas, permanentes contra la pobreza y la desigualdad, medran con ellas y presumen que mantendrán el poder. La reciente elección en Argentina debiera enseñarles que esa receta tiene fecha de caducidad y peor, efectos nocivos a corto y largo plazo. La economía argentina no resistió el populismo neo peronista de los Kirchner, y han sido echados del poder.

Es inimaginable que ante el fracaso en México de esa fórmula electorera y una eventual derrota en 2024, el régimen opte por la asonada o la desestabilización, o el uso del poder militar. Algo de responsabilidad patriótica y civil, hay que conceder que todavía cabe en una mentalidad cuyo afán por llegar al poder no le permitió razonar en lo que pudo haber hecho si en lugar de utilizar a los militares en labores que no son propias, hubiera organizado mejor a su gobierno, llevando a él gentes capaces más que leales, enterándose de lo que hacen las instituciones y no dando por cierto lo que imagina, razonando la austeridad para darle coherencia y un mejor orden al aparato estatal y no privilegiar el uso electoral del presupuesto.

Ahora ya es tarde, la apuesta es a conservar la silla presidencial en manos incondicionales para que hagan, tal vez, lo que no fue capaz de hacer este presidente, o bien para continuar con ese proyecto impulsivo y caprichoso que ha sido el gobierno actual. Tan bueno que hubiera sido aprovechar el bono democrático obtenido para perfeccionar el orden social en vez de trastocarlo. Para perfeccionar las estructuras civiles y que leyes, jueces e instituciones siguieran siendo el andamiaje que soporta al orden social. Un orden en el que las bayonetas solo fueran usadas para lo que fueron concebidas, aunque alguien esté muy cómodo sentado en ellas.

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MUNDO

China, Japón y México: la batalla global por el internet del futuro con matices locales

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– Por José Modesto Barros Romo, Conciencia Pública 

El internet de ultra velocidad ya no es un asunto de ciencia ficción, sino un campo estratégico donde las potencias tecnológicas definen su hegemonía. Japón, China y, en menor medida, México, han roto en este año barreras históricas de transmisión de datos, cada uno desde trincheras distintas, pero con un objetivo común: asegurar ventajas en la economía digital del siglo XXI.

Japón sorprendió al mundo al anunciar que sus científicos del Instituto Nacional de Información y Comunicaciones Tecnológicas (NICT) lograron transmitir datos a 1.02 petabits por segundo a través de fibra óptica.

Se trata de un récord mundial que equivale a descargar en un segundo la información de más de 10 millones de videos en alta definición, el equivalente a todo el catálogo de Netflix en un solo segundo.

Más allá de la hazaña técnica, el logro japonés envía un mensaje claro: su apuesta es consolidar infraestructuras terrestres estables y de larga distancia, con la mira puesta en mantener la competitividad industrial frente a China, Estados Unidos y Europa.

El gigante asiático, por su parte, libra otra batalla: el dominio del espacio inalámbrico. China Mobile reveló que en una red experimental de 6G alcanzó velocidades de 280 gigabits por segundo, descargando un archivo de 50 GB (unas 25 películas de mediana calidad) en apenas 1.4 segundos.

A esto se suman proyectos universitarios que exploran transmisiones en frecuencias en terahercios y enlaces satelitales de 100 Gbps, tecnologías que se perfilan como piezas centrales en la construcción de un ecosistema digital global, donde China pretende marcar la pauta a la espera lanzar comercialmente las redes 6G para el año 2030 en todo su territorio.

La estrategia china es evidente: no se conforma con desplegar infraestructura terrestre, busca liderar el futuro de las comunicaciones en el espacio y en el aire, donde se definirá el control de datos y, con ello, el poder geopolítico. De ahí que los experimentos en 6G no solo representen avances científicos, sino una carta de presentación en la carrera tecnológica frente a los estadounidenses, japoneses y los europeos.

México, en contraste, aparece con un logro más modesto pero simbólico. El año pasado la empresa Megacable, en alianza con Nokia, alcanzó 1.1 terabits por segundo en pruebas de fibra óptica de larga distancia.

No es un récord mundial ni una revolución en telecomunicaciones (aunque sí es un hito a nivel Latinoamérica, equivalente a descargar un videojuego como Call of Duty: Modern Warfare III en un segundo). Esta es una señal de que nuestro país busca modernizar su infraestructura digital con miras a los próximos años.

El reto está en si estos avances se traducirán en beneficios reales para los ciudadanos o quedarán como demostraciones técnicas en un país donde millones aún carecen de acceso a internet estable.

La comparación es reveladora: mientras Japón apuesta por la perfección de la fibra, China por la supremacía inalámbrica y espacial, México apenas intenta ponerse al día. El dilema nacional es mayúsculo: ¿apostar por ser solo consumidores de tecnologías extranjeras o trazar un plan estratégico que coloque a la región en la disputa global por la soberanía digital?

Lo cierto es que el internet del futuro no será solo más rápido; también será la nueva frontera de poder. Quien controle las redes de transmisión controlará la información, la seguridad nacional y el desarrollo económico. Japón y China ya están en esa carrera. México, como suele ocurrir, observa desde la periferia.

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NACIONALES

México busca frenar autos asiáticos con arancel del 50%

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– Por Redacción Conciencia Pública 

El Gobierno de México anunció su intención de imponer un arancel del 50 por ciento a los automóviles importados de países asiáticos sin tratados de libre comercio, como China, India, Corea del Sur, Tailandia e Indonesia.

La medida, que representa un salto desde el 20 por ciento actual, busca frenar la entrada masiva de vehículos de bajo costo que, según autoridades federales, ponen en riesgo la competitividad de la industria automotriz nacional.

El anuncio forma parte de un paquete de reformas arancelarias que pretende abarcar importaciones por alrededor de 52 mil millones de dólares.

Además de los automóviles, se contempla aplicar nuevos gravámenes de entre el 10 y 50 por ciento a productos como acero, textiles, motocicletas y juguetes. De acuerdo con la Secretaría de Economía, la estrategia busca proteger más de 325 mil empleos vinculados directamente con el sector automotriz y manufacturero en el país.

La iniciativa surge en un contexto de presiones internacionales. Estados Unidos ha insistido en que México reduzca su dependencia comercial de China, en el marco de la revisión del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). Washington considera que el ingreso creciente de autos eléctricos chinos, ensamblados a precios muy por debajo del mercado, amenaza con desestabilizar la cadena de valor regional que sostiene al acuerdo trilateral.

El Gobierno de México justifica la medida en el terreno de la defensa comercial, argumentando que los vehículos provenientes de Asia están siendo vendidos por debajo de los precios de referencia, lo cual constituye una práctica desleal.

El arancel del 50 por ciento es el máximo permitido por la Organización Mundial de Comercio (OMC) y colocaría a México como uno de los países más restrictivos frente a las importaciones automotrices chinas.

No obstante, la propuesta aún debe pasar por el Congreso de la Unión, donde se espera un intenso debate entre los defensores de la industria nacional y quienes advierten que un aumento de esta magnitud podría repercutir en la inflación y en el bolsillo de los consumidores.

Aunque el partido en el poder cuenta con mayoría, especialistas prevén que habrá presiones de distintos sectores empresariales antes de que se concrete la votación.

De aprobarse, los nuevos aranceles modificarían de manera sustancial el mercado automotriz en México, elevando los precios de las marcas asiáticas y obligando a las armadoras a replantear sus estrategias de inversión y distribución.

Para el gobierno, se trata de una medida necesaria para proteger a la industria nacional; para los críticos, una apuesta arriesgada que podría tener costos económicos y políticos de gran alcance.

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MUNDO

TMEC enfrenta nubarrones económicos: riesgo de estanflación en la región

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– Por Redacción Conciencia Pública

La economía de los países del TMEC —Estados Unidos, México y Canadá— atraviesa un escenario de creciente incertidumbre marcado por la desaceleración del crecimiento y las presiones inflacionarias.

Aunque ninguno de los tres socios comerciales ha entrado oficialmente en un proceso de estanflación, los riesgos de caer en este fenómeno se han intensificado en los últimos meses debido a las tensiones comerciales, las tarifas arancelarias y el enfriamiento de la actividad productiva.

En el caso de Estados Unidos, analistas y organismos internacionales han señalado la presencia de un entorno conocido como “stagflation-lite”: una versión leve de estanflación caracterizada por inflación persistente y crecimiento económico débil.

Las tarifas impuestas a México, Canadá y otros socios han encarecido bienes y servicios, lo que eleva los precios al tiempo que limita la competitividad. La Reserva Federal ha reconocido la complejidad del momento, pero evita hablar de una estanflación plena como la de los años setenta.

Canadá enfrenta también un panorama complicado. Su crecimiento económico se ha frenado y diversos sectores productivos anticipan pérdidas importantes debido a los aranceles de Washington. Medidas de emergencia como el programa “Buy Canada” buscan proteger empleos y mitigar el impacto en la industria automotriz y energética, aunque las proyecciones apuntan a la posible pérdida de decenas de miles de empleos si las tensiones comerciales se prolongan. La inflación no ha escalado con la misma fuerza que en Estados Unidos, pero el riesgo de estanflación no se descarta.

México, por su parte, lidia con un crecimiento prácticamente nulo, con estimaciones de apenas 0.4 % del PIB en 2025, lo que coloca al país al borde de la recesión. A diferencia de sus socios, la inflación mexicana se ha mantenido moderada, en torno al 3.5 % anual, dentro del rango objetivo del Banco de México.

No obstante, la combinación de bajo dinamismo económico y presiones externas genera preocupación. El banco central ha optado por recortar tasas de interés en un intento de estimular la economía sin perder el control inflacionario.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y otros organismos han advertido que la política de tarifas en Estados Unidos está generando un “shock de oferta” que afecta no solo al propio mercado estadounidense, sino también a Canadá y México.

El encarecimiento de insumos y bienes intermedios repercute en las cadenas de suministro de la región, golpeando la inversión y elevando los costos para las empresas y consumidores.

En conjunto, el TMEC enfrenta un escenario de alto riesgo: crecimiento bajo, tensiones comerciales y presiones inflacionarias que ponen en entredicho la estabilidad económica regional.

Aunque la estanflación no se ha instalado de manera formal, la combinación de factores actuales mantiene a los tres países al filo de este fenómeno, lo que obliga a sus gobiernos y bancos centrales a buscar estrategias coordinadas que eviten repetir una crisis como la de los años setenta.

👉 Este cuadro ayuda a visualizar rápido que ninguno de los tres socios está formalmente en estanflación, pero todos enfrentan presiones distintas: EE. UU. por inflación, México por bajo crecimiento y Canadá por el impacto de las tarifas arancelarias impuestas por Donald Trump:

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