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MUNDO

Las ventajas de China en la guerra comercial con EEUU: Estadounidenses carecen de una estrategia a largo plazo

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Por Raúl Cantú //

China tiene varias ventajas en la guerra comercial que le declaró el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump y que podría marcar la diferencia entre ganar y perder.

Los chinos se están preparando para asumir el liderazgo mundial de la economía y tiene cerca de cuatro décadas de transitar del sistema de planificación estatista a la economía de mercado y ha mantenido la planificación a largo plazo, principalmente en los campos de la educación, la ciencia y el desarrollo tecnológico, al igual que en el sistema bancario que lo consideran como estratégico para poder financiar los planes a largo plazo, como lo observa el analista de El País Digital, José Carlos Díez.

En 1980, cuando China inició su proceso de transformación de su economía, Estados Unidos, se significaba por ser la primera potencia económica con más del 20% del PIB mundial, diez veces el tamaño de la economía de China y una renta por habitante cuarenta veces superior a la del dragón asiático.

Sin embargo, entre 1980 y 2019 el mundo cambió. China se convirtió en la fábrica del mundo aprovechando sus salarios bajos y hoy este país cuenta con el mayor PIB mundial y exporta tecnología como lo apunta el analista de El País Digital de referencia.

Trump inició la guerra comercial al establecer aranceles al acero para proteger a sus votantes de Michigan y acaba de aprobar una ley de emergencia nacional para prohibir contratar con Huawei -empresa china- que es el líder mundial en tecnología 5G y vende móviles con más tecnología Apple con un 30% más barato.

Henry Kissinger, tenía muy clara la filosofía y forma ser de los chinos. Decía que estos asiáticos son muy hábiles en la diplomacia y no tienen prisa. En cambio Donald Trump es de impulsos, muy hiperactivo y ha tenido tres años muy agitados. La pasada semana Trump intentó llegar a un acuerdo, pero China se negó. EEUU exigía condiciones que suponían un cambio de modelo de capitalismo de Estado y los chinos no están dispuestos a acceder al cambio.

El presidente chino Xi Jinping no tiene prisa y sabe que el magnate norteamericano se juega su reelección dentro de un año. Sabe que la recesión en EEUU está próxima y la sociedad norteamericana no la espera. Sabe que si la Reserva Federal baja tasas de interés, Trump tendrá serios problemas para financiar su elevada deuda pública y China es el principal tenedor de bonos americanos de la FED”, hace notar el analista de El País.

Sabe que hay una burbuja brutal en las Bolsas de EE UU y que el pinchazo amplificará los efectos de la recesión sobre la tasa de paro. Sabe que la burbuja se concentra en empresas tecnológicas y afectará significativamente al capital riesgo, frenando en seco la innovación en el próximo lustro”.

Sabe que, para ser presidente, Trump partió en dos a la sociedad americana y cuestionó la democracia liberal. Si llega la recesión es probable que Trump no sea reelegido. Y, si lo es, será víctima de su suicida estrategia. Y sabe que Europa tiene un problema de identidad y de liderazgo y ni está ni se la espera”.

China sigue teniendo cientos de millones de pobres, graves problemas de desigualdad y el sistema bancario vulnerable. Pero seguirá invirtiendo en capital humano, en tecnología y en defensa y preparándose para el liderazgo mundial, sin prisa pero sin pausa”, puntualiza el analista de El País. 

WASHINGTON SIN ESTRATEGIA

¿Y cuál es la estrategia del gobierno de Estados Unidos para ganar esta guerra comercial?

La respuesta la dio la pasada semana el ex secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates y lo que dijo no sorprende, tratándose de quien hizo la declaración de guerra como es el Presidente de Donald Trump que se ha mostrado como un gobernante de arrebatos.

Robert Gates dijo que China dispone de una ventaja en el actual impase comercial con EEUU ya que realmente Washington carece de una estrategia a largo plazo con respecto a Pekín.

Se han fijado metas (los chinos). Tienen una estrategia para alcanzar estas metas”, declaró Gates en el programa ‘Face The Nation’ transmitido por el canal norteamericano CBS al referirse el ex secretario de Defensa de EEUU a las iniciativas realizadas por China en distintos ámbitos.

Robert Gates recordó que una de estas iniciativas es el programa Made in China 2025 que considera el otorgamiento de subsidios a las empresas chinas para ganar dominio en 10 campos de altas tecnologías, incluida la robótica y la inteligencia artificial.

Nosotros no tenemos una estrategia”, precisó Gates en alusión a Estados Unidos, quien aclaró que este no ha sido un problema propio de la administración Trump. “Los presidentes recientes han luchado para contrarrestar el auge de China en la arena global”.

Yo no creo que las administraciones recientes tengan una estrategia para enfrentarse a China a largo plazo”, precisó.

Gates indicó que Washington siempre está absorbido por los asuntos de actualidad que es muy difícil que los altos funcionarios estadounidenses encuentren el tiempo para pensar acerca de “donde quieren estar con uno u otro país en cinco años”.

VAMOS A LUCHAR HASTA EL FINAL»: CHINA

El mensaje fue lanzado al aire por Televisión Central de China (CCTV) mediante un editorial titulado: «China ha hecho la preparación integral». En él se anuncia la posición de Pekín en la guerra comercial lanzada por EEUU, durante la emisión del programa diario de noticias.

El medio oficialista asegura que «no queremos esta lucha, pero no tenemos miedo y vamos a luchar si es necesario».

Para la inmensa mayoría de la población china, la guerra comercial no es una cuestión económica sino de dignidad nacional. El editorial anónimo lo explica con una metáfora histórica: «Para la nación china que ha experimentado varias tormentas en los últimos 5 mil años, ¿hay alguna situación que no hemos visto antes? En el proceso de la gran revitalización de la nación, tiene que haber dificultades e incluso olas terribles. La guerra comercial provocada por Estados Unidos es sólo una barrera en el camino de desarrollo de China, y no es un gran problema en absoluto».

La referencia no es un dato menor para una nación que fue ultrajada varias veces en conflictos recientes en los siglos XIX y XX. Quizá por esa razón, en pocas horas la página del programa oficial recibió más de tres millones de visitas en twitter y dos millones de «likes».

Varios observadores destacaron que semejantes comentarios son «muy inusuales», por la severidad del tono, en los medios chinos. Algo así no se produjo siquiera después del ataque aéreo de la OTAN en 1999 a la embajada china en Belgrado y cuando la colisión de aeronaves Mar Meridional de China en 2001.

El sentido común de los chinos, tanto de la sociedad como del gobierno, indica que deben seguir su camino sin importar lo que hagan los demás. En el mismo sentido, un medio generalmente crítico de Hong Kong, el South China Morning Post, destaca que en las negociaciones con EEUU, «Pekín no podía ceder a las demandas de Washington por la dignidad nacional y cuestiones de principio».

EL PRONUNCIAMIENTO DE TRUMP

Trump decidió elevar los aranceles a una parte considerable de las importaciones desde China, medida que fue retrucada por Pekín en lo que se considera un «ojo por ojo» que no tendría fácil solución.

El presidente de EEUU cuenta con alguna ventajas, gracias al bajo desempleo, el crecimiento de más del 3% en el primer trimestre, la baja inflación y la subida de los salarios.

Que lo anterior lo consiga a costa de un creciente endeudamiento público y un alto déficit presupuestario, no parece importarle a quien comparecerá en las urnas en poco más de un año.

El columnista de Asia Times, David P. Goldman, ensaya una mirada estratégica que implica mirar mucho más lejos: «Trump quiere restaurar un pasado en el que América dominó la producción, y su estrategia de negociación recuerda el juego de Monopoly, en el que los jugadores intentan extraer rentas. China está jugando el juego de estrategia antigua de Go, con el objetivo de supremacía tecnológica».

A mi modo ver, este es el punto central. China no pierde el rumbo y tiene mucho margen para negociar, por varias razones.

La primera es que no debe someter a su dirección política al escrutinio de las urnas, por lo que no necesita hacer nada destinado a conformar a la opinión pública que siempre es volátil y depende de los avatares de la economía, en particular en Occidente.

La segunda ventaja es la ya mencionada historia de derrotas y humillaciones, que lleva a Pekín a poner en primer lugar la soberanía de la nación, la dignidad del país y de sus habitantes, que se muestran afines al llamado nacionalista. Se trata de una actitud defensiva, mientras la de Washington es a todas luces ofensiva y guerrerista en pugna por la supremacía global.

La tercera es que China no pierde el rumbo, sabe que la guerra comercial no es tal sino una guerra por la supremacía tecnológica, como se desprende de la ofensiva contra Huawei desatada desde 2018.

Para EEUU es difícil de aceptar que la multinacional china lleve ventaja en las telecomunicaciones y sea la punta de lanza de la Ruta de Seda. Goldman nos recuerda que Huawei superó a Apple en la venta de teléfonos en el primer trimestre de 2019 pese a que no puede vender en EEUU. Por el contrario, las empresas de alta tecnología de EEUU dependen de sus ventas a China.

El núcleo de la guerra tecnológica son los semiconductores, rama en la que los chinos no son inferiores a Apple. Goldman concluye: «China espera salir de la guerra comercial con una ventaja indiscutible en la fabricación y diseño de semiconductores. Si tiene éxito, se convertirá no sólo en el poder económico dominante, sino en la potencia militar dominante».

(Con información de Sputnik, agencia de noticias).

RESTRICCIONES A HUAWEI AFECTAN A NORTEAMERICANOS

El Departamento de Comercio de EEUU comunicó que podría aplazar la entrada en vigor de las restricciones impuestas al uso de productos de Huawei Technologies. ¿Qué significa esto?

Según la cadena CNBC, la inclusión de la empresa china en una lista negra ha hecho casi imposible para Huawei proveer los servicios a sus clientes estadounidenses. Esta es la razón por la que el Departamento de Comercio considera la posibilidad de emitir licencias temporales generales para «evitar la interrupción del funcionamiento de las redes y equipamientos existentes», comunicó un portavoz, citado por el medio.

Los beneficiarios de estas licencias serán los proveedores de acceso a internet y de servicios de comunicación móvil –procedentes de áreas escasamente pobladas como Wyoming y el este de Oregon–que han comprado equipos a Huawei en los últimos años.

Efectivamente el Departamento de Comercio permitirá a Huawei comprar productos estadounidenses para poder ayudar a los consumidores existentes a mantener la seguridad de sus redes y equipamiento, pero la empresa china no contará con la autorización para comparar partes y componentes estadounidenses para producir los nuevos productos.

La decisión de las autoridades estadounidenses de realizar este retroceso señala a que su decisión respecto a Huawei fue poco deliberada y que la inclusión de la empresa china en una lista negra podría asestar un duro golpe a los intereses de los mismos ciudadanos estadounidenses», recalca el periodista Vladímir Mironenko en su artículo para el portal ruso 3D news.

La inclusión de Huawei en una lista negra es uno de los dos pasos que fueron emprendidos por la Administración Trump esta semana para contrarrestar supuestamente los riesgos de seguridad nacional. En una orden ejecutiva el presidente Donald Trump también prohibió el uso de los equipamientos de Huawei en las redes de telecomunicaciones de EEUU.

En Washington consideran que China podría utilizar los productos de Huawei para espiar a los estadounidenses. La empresa ha refutado estas acusaciones en repetidas ocasiones.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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