MUNDO
Política Global: ¿Se convierte la sociedad de servicios en una sociedad de sirvientes?

Con información de Agencia de Noticias Sputnik //
La humanidad está regresando a la esclavitud, un brillante ejemplo de esto es el surgimiento de la economía de plataformas, afirma el escritor socialista ruso, historiador y uno de los fundadores del Frente de Izquierda de Rusia, Alexéi Sajnin.
La economía de plataformas está representada por servicios como Airbnb, Amazon, Alibaba, Uber, que permiten a los usuarios solicitar servicios básicos sin o con el menor número de intermediarios. Esta nueva economía crea empleos que requieren baja cualificación, ofrecen un salario mínimo y garantías sociales. Reúne a mensajeros, limpiadores, repartidores, asistentes, etc.
Y esta es una tendencia mundial. Por ejemplo, la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU informa que 7 de las 10 ocupaciones de más rápido crecimiento en Estados Unidos pertenecen a la mano de obra mal pagada en el sector de servicios: empleados de enfermería, camareros, cocineros, vendedores, mensajeros. El Parlamento de Suecia recientemente permitió la creación de todo un grupo de «trabajos sencillos» («enkla jobb» en sueco): ascensorista, zapateros, porteros, etc.
Según un estudio realizado por expertos de la OCDE, en los últimos años, casi todo el crecimiento del PIB en los países desarrollados se debió al crecimiento del empleo en los trabajos de baja productividad y mal pagados en el sector de servicios.
Sin embargo, como explica el escritor ruso, este no fue siempre el caso. Después de la Segunda Guerra Mundial, los comunistas en el campo socialista y los socialdemócratas en los países desarrollados de Occidente siguieron una política para adelantar el desarrollo del capital humano. Invirtieron en educación, en programas de capacitación avanzada, proporcionaron garantías sociales y, en general, redistribuyeron el ingreso nacional a favor de la clase trabajadora. Esto llevó al hecho de que la fuerza laboral gradualmente se fue volviendo más cara, pero más y más cualificada.
Como resultado, la productividad laboral mundial creció rápidamente. Por ejemplo, en la década de 1960 y principios de 1970, según las estadísticas de la OCDE, en 37 de las economías capitalistas más grandes, creció un 3,3 % anual. Después de la liberalización de la economía en los años 1980-1990, estas tasas comenzaron a disminuir rápidamente. En 1995-2007, la tasa de crecimiento anual promedio de la productividad laboral cayó a 2,6%. En 2011-2015, esta cifra ya era del 1,7%, y en los últimos 5 años del 0,9%.
«Pero, ¿por qué el progreso técnico en lugar de un trabajo desafiante, interesante, creativo, bien pagado y de alto rendimiento crea este tipo de trabajos basura como mensajeros y repartidores? Es muy sencillo. Tal es la lógica del capital», responde Sajnin a su pregunta.
El rápido crecimiento de la productividad laboral hace que el mercado se sature. Las necesidades básicas de las personas están más o menos satisfechas. Todos están alimentados, vestidos, provistos de vivienda, educación y transporte. La gente se relaja, pero el crecimiento económico comienza a disminuir.
El capitalismo keynesiano, que dominó el mundo hasta los años 1970, buscaba una salida a esta crisis en la creación de nuevas necesidades, lo que resultó en la aparición de la sociedad de consumo.
«Sus mecanismos aún funcionan, pero son cada vez menos eficaces», afirma el experto ruso.
Recuerda que en los últimos 40 años los ingresos y la riqueza se han concentrado en manos de una pequeña minoría. Esto es el fruto de las reformas neoliberales que destruyeron el volante del capitalismo de consumo, empobreciendo a la mitad de la población y convirtiendo a la segunda mitad en esclavos de sus créditos.
«Hoy en día, la mayoría de nosotros simplemente no tenemos dinero para comprar todos los dispositivos nuevos», comenta el socialista ruso.
La otra salida no es perseguir el crecimiento de la producción, sino reducir gradualmente el tiempo de trabajo, invertirlo en algo digno de una persona: educación, participación en la gestión de la sociedad, creación de nuevos estilos de vida, ciencia, arte, creatividad, nutrir nuevas generaciones, es decir, reducir la proporción de trabajo rutinario en la vida, propone Sajnin.
Pero aquí surge un problema: la extracción de ganancias comerciales es posible solo a través de la apropiación por parte del capitalista, el empleador, de una parte del tiempo de trabajo de sus empleados.
Si el tiempo de trabajo se reduce constantemente, también se funde la base misma de las relaciones capitalistas y la producción de mercancías. Incluso Karl Marx explicaba que si la producción se automatizada totalmente y los trabajadores eran reemplazados por máquinas, entonces el capitalismo, como formación social, se vuelve imposible, ya que la fuente de extracción de plusvalía desaparece.
Por lo tanto, la cuestión del tiempo de trabajo es de crucial importancia para el capitalismo.
«Y aquí hay una contradicción sin solución: el crecimiento de la productividad laboral lleva a una reducción en el tiempo de trabajo socialmente necesario, lo que significa que socava la base misma del capitalismo como modo de producción. Por lo tanto, el capital se opone a este crecimiento por todos los medios, transfiriendo una parte creciente de la economía al área del trabajo manual improductivo, en la esfera de la «economía de sirvientes». Incluso las altas tecnologías en el marco del sistema capitalista están empezando a funcionar no para hacer nuestra vida más interesante, cómoda y creativa, sino para reducirla a trabajos basura aburridos y rutinarios», escribe Sajnin.
Según su punto de vista, el capitalismo moderno ha agotado su potencial de desarrollo.
Los analistas de la OCDE también llegan a la conclusión de que los empleadores de los países desarrollados se benefician más de la contratación de empleados baratos que de la inversión en nuevas tecnologías. Pero incluso donde aparecen estas tecnologías, conducen a un deterioro en la situación económica de la gente común, que cada vez más recurre al mercado laboral basura.
«Hace mucho tiempo el capitalismo, con su productividad generalizada, convirtió la esclavitud y la servidumbre en no rentables, liberando a cientos de millones de personas para participar en la explotación capitalista eficaz. Pero hoy en día, los intereses del capital hacen necesario bombear millones de vidas a las industrias de servicios personales más estúpidas, improductivas y sin sentido, que son cada vez menos diferentes en su funcionalidad de la esclavitud», concluye el escritor ruso.
JALISCO
Andrés Manuel López Beltrán: No quiere que lo llamen ‘Andy’
CIERTO O FALSO
“No salgo a medios y no respondo porque creo que los medios están muy quemados (…) Yo me llamo Andrés Manuel López Beltrán y mi mayor orgullo es llamarme como el mejor presidente que ha tenido este país (…) El llamarme ‘Andy’ es demeritar eso, quitarme ese legado, quitarme ese nombre”.
ANDRÉS MANUEL LÓPEZ BELTRÁN / SECRETARIO DE ORGANIZACIÓN DE MORENA
“Andy, Andy, Andy. No te creas importante. Eres un junior sin calle, sin historia, sin respeto. Nadie te sigue por lo que eres, solo por el apellido que usas como escudo y herencia”
ALEJANDRO “ALITO” MORENO / PRESIDENTE NACIONAL DEL PRI
FUEGO CRUZADO
“Estoy muy decepcionado con Elon. Lo he ayudado mucho. Conocía los entresijos del proyecto de ley mejor que nadie. No le importó. De repente, se encontró con un problema, y solo lo agravó cuando se enteró de que íbamos a recortar el mandato de vehículos eléctricos”.
DONALD TRUMP / PRESIDENTE DE EEUU
“¡Falso! Este proyecto de ley nunca me fue mostrado ni una sola vez y fue aprobado en plena noche tan rápido que casi nadie en el Congreso pudo siquiera leerlo”.
ELON MUSK / EX JEFE DEL DEPARTAMENTO DE EFICIENCIA GUBERNAMENTAL DE EEUU
VOZ ALTA
Le tienen envida
Salvador Caro Cabrera destaca como un excepcional operador político, guiando con éxito a numerosos candidatos—jueces y magistrados—hacia el Poder Judicial Federal, logrando resultados altamente favorables. A través de estrategias bien elaboradas, promovió estos perfiles entre grupos, organizaciones y diversas regiones, enfrentando críticas pero demostrando su eficacia, como quedó claro en los Distritos 9 y 11 donde la participación llegó a más del 9%. Su actuación, respaldada plenamente por la ley sin impedimento alguno, ha generado envidia, reflejando su habilidad y legitimidad en el proceso.
SALVADOR CARO CABRERA. Demostró su eficacia como operador político.
HUELLA HISTÓRICA
¿Raúl Padilla o Enrique Alfaro dejarán mayor huella histórica? Tras su fallecimiento, el líder moral de los Leones Negros, Padilla, sigue cosechando victorias póstumas, con su legado trascendiendo en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que celebró su edición 40 con una gala en el Auditorio Telmex. Homenajes al cine mexicano destacaron, con Karla Planter, rectora de la UdeG, en rol protagónico, y Portugal como invitado. Mientras el impacto de Padilla perdura, el de Alfaro aún se desarrolla, planteando un contraste entre legado consolidado y potencial emergente.
RAÚL PADILLA LÓPEZ. Su figura trasciende su tiempo.
DIÁLOGOS ABIERTOS
Verónica Delgadillo, alcaldesa de Guadalajara, aborda con crudeza y sinceridad los retos de la ciudad en diálogos con líderes de opinión. “No hay varita mágica, el presupuesto es limitado y las demandas son enormes”, confesó, comparando su lucha con la metáfora de la Bartola de Chava Flores. Con franqueza, promete un gobierno cercano: “Guadalajara te cuidará, pero todos debemos jalar parejo”. Su enfoque en seguridad, basura y servicios públicos refleja compromiso, enfrentando presiones con transparencia y apelando a la corresponsabilidad ciudadana.
VERÓNICA DELGADILLO. Diálogos abiertos con líderes de opinión pública.
MUNDO
Discurso de individualismo extremo: La derecha que no salva, un riesgo disfrazado de esperanza

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
A la derecha le gusta imaginarse como el lugar del orden, de la razón y del mérito. Su narrativa gira en torno a ideas como “eficiencia”, “disciplina”, “libertad individual” y “trabajo duro”. Durante décadas, fue una forma efectiva de contrastarse con los excesos o fracasos de ciertas izquierdas: burocracias gigantes, discursos revanchistas, populismos disfuncionales.
Pero esa imagen está dejando de sostenerse. La nueva derecha —la que hoy marca tendencia en redes, encabeza algunos gobiernos y monopoliza micrófonos— ya no representa ninguna de esas virtudes. Lo que ofrece no es ni orden ni racionalidad: es puro espectáculo.
Ahí están Donald Trump, Javier Milei y Santiago Abascal como muestra. Tres líderes que han hecho del grito una política, del insulto un argumento y del caos una bandera. Ninguno de ellos ha demostrado ser particularmente eficiente, pero todos han sabido capitalizar una narrativa emocional basada en el resentimiento. Dicen luchar contra “el sistema”, pero lo hacen desde la cima.
Se presentan como outsiders, aunque lleven años en la política. Proclaman amor por el mercado, pero están más cómodos en la cultura del meme que en los fríos informes financieros.
Ya no les interesa defender un modelo económico coherente, ni sostener el legado intelectual de la derecha liberal o conservadora clásica. Su apuesta es otra: dominar el flujo de la conversación pública. Ser tendencia. Explotar la ansiedad de las masas que se sienten traicionadas por las élites ilustradas, por los expertos, por las instituciones. No importa si lo que dicen es contradictorio, vacío o incendiario: lo importante es provocar, atraer, dividir.
Este fenómeno tiene su correlato empresarial. En América Latina, por ejemplo, el caso de Ricardo Salinas Pliego es ilustrativo. El magnate no solo es dueño de empresas y medios: se ha posicionado como una figura política, aunque sin partido ni candidatura. Lo hace desde sus redes sociales, donde predica una mezcla de darwinismo social, desdén por los pobres, burla al Estado y culto a su propio éxito. Su mensaje no es técnico ni ideológico: es emocional. Una especie de “si yo pude, tú también, y si no puedes, es tu culpa”.
Se presenta como víctima del gobierno, del sistema judicial, del fisco, de la prensa. Lo paradójico es que lo hace desde una posición de privilegio absoluto. Pero funciona. Porque hoy ser rico no te quita autoridad moral: te la da.
Lo que representa Salinas Pliego es la figura del empresario redentor. Ya no se trata sólo de emprender o generar empleos. Se trata de suplantar al político. De sugerir, directa o indirectamente, que sólo quienes han tenido éxito en los negocios deberían tener poder de decisión. Como si administrar una cadena de tiendas fuera lo mismo que diseñar políticas públicas complejas, garantizar derechos o defender libertades.
La nueva derecha abraza con entusiasmo esta figura. En lugar de cuadros técnicos, promueve personajes estridentes. En lugar de programas serios, vende frases virales. En lugar de instituciones sólidas, propone personalismos autoritarios. El resultado es un nuevo tipo de populismo: no uno basado en el pueblo contra las élites, sino en el individuo omnipotente contra todo lo que le incomoda: el Estado, los impuestos, los medios, la ciencia, el disenso.
Esto es peligroso por muchas razones. Primero, porque convierte la política en un campo de guerra cultural permanente, donde todo se juega en el terreno de la identidad y el agravio, no de las soluciones. Segundo, porque desmantela los equilibrios democráticos bajo la excusa de “quitar trabas” al genio del líder. Y tercero, porque socava la idea misma de lo público: el Estado ya no es visto como una herramienta de justicia o bienestar, sino como un obstáculo para los exitosos.
La derecha que alguna vez promovió instituciones, reglas, competencia ordenada y responsabilidad fiscal, ha cedido el paso a una versión desfigurada de sí misma: histriónica, rabiosa, individualista hasta el delirio. Y con ello ha perdido una oportunidad valiosa de ofrecer respuestas a las crisis reales del presente: desigualdad, cambio climático, desinformación, polarización social.
Lo más inquietante es que esa derecha ni siquiera cree en la derecha. No cree en la tradición, ni en los contrapesos, ni en la democracia representativa. No cree en el pensamiento liberal clásico ni en los valores conservadores. Lo que quiere es mandar, imponer, sobresalir. Su único principio es el triunfo inmediato. Su única ideología es el narcisismo.
No se trata de negar que muchas izquierdas también han fallado, ni de defender modelos ineficientes o autoritarios. Reconocer esos errores es fundamental para avanzar y evitar repetirlos. Sin embargo, es necesario advertir que esta derecha contemporánea no es en absoluto el remedio frente a esos fallos.
Más bien, puede ser vista como una versión invertida, que comparte con ellos la misma concentración de poder en figuras carismáticas, la misma tendencia a polarizar y simplificar debates complejos, y la misma dificultad para aceptar matices o posiciones críticas.
La derecha actual, con su discurso enfocado en el individualismo extremo, el rechazo a la diversidad de ideas y la tendencia a imponer su visión como la única válida, representa un riesgo igual de serio para la democracia y la convivencia social. Así, lejos de ser una alternativa equilibrada o una corrección necesaria, esta derecha puede resultar igual de problemática y dañina en el largo plazo.
Lo sensato —y quizás lo verdaderamente subversivo hoy— es pedir madurez política. Pedir ideas complejas. Pedir responsabilidad institucional. Pedir liderazgos que no se alimenten del conflicto constante. En tiempos de histeria, el pensamiento es revolucionario.
MUNDO
El dominio del dólar

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Gracias a Donald Trump y su política económica, la incertidumbre permea en las economías occidentales y genera desconfianza en la potencia de la economía estadounidense para hacer que el dólar siga siendo la moneda internacional de referencia. La inquietud existe, es real, principalmente por la fragilidad actual de las finanzas estadounidenses.
Las finanzas públicas de los Estados Unidos lucen mal, con un déficit de 7.26% en 2024 y una deuda pública de 34.5 billones de dólares, equivalente al 120.7% del PIB. Lo anterior y la falta de acciones fiscales que reduzcan el déficit han llevado a las calificadoras internacionales, Moodys la última, a rebajar la calificación de la deuda estadounidense que por primera vez cae de la calificación AAA y la mayoría la mantiene en ese nivel con perspectiva negativa, recomendando cautela.
No será la primera vez que los EUA caigan en situación económica comprometida, pero sí es la primera vez que el encargado de resolverlo no tiene las mejores calificaciones y sus políticas parecen tener las prioridades invertidas.
Algunos teóricos argumentan, con razón, que la estabilidad de una economía abierta depende de la existencia de una potencia capaz de garantizar mercados abiertos para el comercio, una economía sólida de respaldo para economías en crisis y una moneda estable, y esas condiciones parece estarlas perdiendo el país emisor del dólar. Por el momento no inspira confianza ni a sus aliados y su economía no es tan sólida.
Sin embargo, a pesar de esas condiciones adversas, no existe por el momento otra moneda capaz de sustituir al dólar como moneda de referencia. La fortaleza creciente de China no le da al Yuan esa posibilidad, porque en ese país sus mercados de capitales carecen de liquidez propia y el control estatal es rígido, sin que dejemos de notar el hecho de que en la competencia por mercados y en inversión ha incrementado su presencia en países emergentes, como duro rival comercial.
Por otra parte, el euro, producto del consenso de la Unión Europea, tampoco ofrece garantías sólidas como moneda de respaldo, pues el conjunto de Estados que conforman la Eurozona no siempre camina en la misma dirección.
Las alternativas no son atractivas por ahora y es mucho más aventurado pensar que las criptomonedas pudieran ser alternativa. Es un hecho que, en el momento, la debilidad del dólar ha propiciado que las operaciones financieras busquen monedas más fuertes como protección temporal en tanto cesa la incertidumbre arancelaria y se estabiliza el dólar. Pero esto es coyuntural en espera de mayor estabilidad de mercados.
Quedan tres años de zozobra e incertidumbre en los que la esperanza es que las fuerzas reales de la economía obliguen al impredecible presidente estadounidense a reconsiderar sus decisiones. La responsabilidad global que contrajo al liderar al país más poderoso del mundo lo deben obligar a considerar otras premisas, distintas a lo que parece ser su guía, que es su manual de negociación comercial.
Se advierte su preocupación por mejorar el ingreso y compensar el déficit, sin embargo, la política arancelaria que busca ser recaudatoria ha tenido graves efectos en la estabilidad de su moneda. La otra prioridad es el nivel de la deuda, y ese no podrá ser reducido sin afectar al gasto gubernamental. Adicionalmente, en ese contexto, surge la iniciativa de ley fiscal actualmente discutiéndose en el Congreso, la cual reduce el gasto social, pero también reduce impuestos, lo cual no suena muy congruente si lo que se busca es reducir el déficit. Sus efectos han sido ampliamente criticados por economistas de renombre.
No es halagüeño el panorama económico de los EUA y eso ha venido a sacudir la economía mundial, pero eso no será por el momento la causa de que el dólar deje de ser la moneda de referencia.
En México, algunos celebran que la paridad peso-dólar mejore, pero es un espejismo que no debiera engañarnos. El dólar está débil; no es que el peso esté fuerte y nuestro déficit, al igual que lo elevado de la deuda, tienen en riesgo la calificación crediticia del país.
Añadiendo la reforma judicial y la falta de normatividad para las nuevas instituciones que sustituirán a los desaparecidos reguladores, no hay buenas señales. Nuestra economía es un espejo de la estadounidense y dada la incertidumbre que nos acompañará en los próximos tres años, es más recomendable generar alternativas más potentes, realistas y creativas que el Plan México, que nos permitan no caer víctimas de la turbulencia vecina.
Por lo demás, el mundo seguirá negociando, teniendo, por ahora, al dólar como moneda de referencia, pues aun en la situación de vulnerabilidad de la economía estadounidense no hay moneda que lo remplace y la comunidad internacional puede, como lo ha hecho hasta hoy, navegar en la incertidumbre, pagando el costo con un magro crecimiento.
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