NACIONALES
¿Estado fallido?

Opinión, por Gerardo Rico //
Al inicio de la semana que acaba de pasar, llamó la atención una contundente declaración del Cardenal Francisco Robles Ortega: “El jefe de la plaza es el que le dice al párroco: ‘Señor cura, ¿a qué hora quiere que quememos la pólvora, el castillo, el día de la fiesta? ¿A qué hora quiere que toque la banda musical? “Ellos controlan, incluso, la colocación de puestos de bebidas alcohólicas y música estridente frente al atrio de la iglesia. Lo manejan como un negocio y nadie se puede oponer sin exponerse”
Todo lo anterior lo señaló en la rueda de prensa que regularmente ofrece a medios locales de comunicación los domingos. “La situación, aseguró el Cardenal, se repite en múltiples localidades de la entidad, donde los párrocos perciben que ya no es el presidente municipal quien gobierna, sino los líderes de los grupos criminales.
Enseguida vino la respuesta del gobernador Pablo Lemus Navarro: «Le pedimos a cualquier persona que utilicen la denuncia anónima. Sabemos que hay muchas personas que tienen miedo a denunciar formalmente, pero para ello, ponemos a disposición de clérigos, señores curas, de quien sea, la denuncia anónima para que nos puedan decir quién los ha extorsionado, quién les está pidiendo algún derecho de piso para poderlo solucionar».
Hay que descatacar el cambio de actitud mostrado por el actual mandatario jalisciense hacia estos temas. Primero por la apertura para reunirse con familiares de desaparecidos y la creación de instancias gubernamentales para atender este desafortunado fenómeno social de manera directa. Segundo la disposición mostrada para colaborar con diferentes áreas de seguridad del gobierno federal, sobre todo después del descubrimiento del rancho Izaguirre de Teuchitlán.
Investigadores de la Universidad de Guadalajara (UdeG) como el maestro Marco Antonio Cortés Guardado han escrito sobre el estado de derecho fallido en México, en un artículo titulado “Moral judicativa, cultura de la legalidad y estado de derecho fallido en México”.
También el doctor Rubén Ortega Montes, catedrático e investigador del Observatorio de Seguridad y Justicia de la UdeG, en entrevista exclusiva con un diario local, indicó que México, y Jalisco concretamente, han llegado ya a una escalada de violencia abrumadora, a un estado fallido que se debe principalmente al terror que siembra el narcotráfico que ha superado a las instituciones de gobierno.
“Un Estado fallido es un Estado que ha perdido su capacidad para cumplir funciones fundamentales de seguridad y desarrollo, careciendo de un control efectivo sobre su territorio y fronteras. Entre las características comunes de un Estado fallido se incluyen un gobierno incapaz de recaudar impuestos, hacer cumplir la ley, garantizar la seguridad, controlar el territorio, dotar de personal a los cargos políticos o civiles y mantener la infraestructura.
Cuando leí esta definición vinó a mi memoria las noticias originadas en el municipio de Teocaltiche, donde miembros del crimen organizado tenían una red de monitoreo similar al C-5 y por ende mantenían el control en este municipio colindante entre Jalisco y Aguascalientes. En un enfrentamiento entre cárteles.
También el municipio de Jilotlán de los Dolores: Cinco de las 15 casillas electorales que debían instalarse el domingo próximo en el municipio de Jilotlán de los Dolores, en los límites de Jalisco con Michoacán, no podrán abrir a la ciudadanía luego que grupos delincuenciales impidieron el paso del material electoral hacia las poblaciones de Rancho Nuevo, Tazumbos y La Loma.
Jilotlán, en 2021, no pudo realizar su elección debido a que las amenazas del crimen organizado hicieron que los candidatos renunciaran a su participación. Por esa causa, gobierna desde entonces un concejo municipal integrado por 11 ciudadanos, luego que se llamó a elecciones extraordinarias en 2022 y tampoco se realizaron por la misma razón, consignó el corresponsal de la Jornada en nuestro Estado, Juan Carlos García Partida en una nota informativa fechada el 31 de mayo del 2024.
El domingo 26 de junio del 2022, el propio Cardenal Robles Ortega denunció que durante una visita al norte de Jalisco, en los límites con Zacatecas, fue interceptado por un retén del crimen organizado: «Fui esta semana pasada, fui allá al norte del estado, precisamente y también fui detenido por dos retenes», declaró el cardenal de Guadalajara, de acuerdo el semanario El Occidental.
Hasta la saciedad, la administración estatal encabezada por el ex mandatario Enrique Alfaro Ramírez, se cansó de negar esta situación en nuestro Estado y se iba directo contra cualquier comunicador que le preguntara sobre estos temas. Lo cierto es que en Jalisco hay bastantes regiones donde mandan los grupos de la delincuencia organizada, incluidos municipios y colonias de la zona metropolitana de Guadalajara.
Un reto muy difícil para las autoridades actuales, con el chiquero que les heredaron.
NACIONALES
El fuero que forja: La resiliencia juvenil en el escenario político

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, y los tiempos fáciles crean hombres débiles”, reza una frase atribuida a diversas culturas, pero que resuena con particular fuerza en el México de hoy. En el torbellino de un cambio generacional que sacude la vida política del país, los jóvenes emergen como protagonistas de una transformación que no solo redefine el poder, sino también la forma en que se ejerce.
La historia de México está marcada por momentos de ruptura y renacimiento: desde la Independencia hasta la Revolución, cada generación ha enfrentado el desafío de construir sobre las cenizas del pasado. Hoy, en un contexto de polarización, incertidumbre económica y demandas sociales crecientes, la resiliencia de los jóvenes se convierte en el cimiento de un futuro político más inclusivo y dinámico.
En una primera instancia, entendamos por juventud a los mexicanos de entre 18 y 35 años, un grupo demográfico que representa aproximadamente el 30% de la población, según el INEGI (2020) y que abarca desde estudiantes hasta profesionales emergentes, muchos de los cuales enfrentan precariedad laboral, acceso limitado a la educación superior y un sistema político que perciben como distante. Resiliencia, en este contexto, no es un heroísmo romántico, sino la capacidad pragmática de adaptarse a un entorno hostil, encontrar caminos alternativos y persistir pese a los fracasos.
En ese tenor, lejos de idealizarlos, los jóvenes no son un bloque monolítico ni inherentemente virtuoso. Su resiliencia es una respuesta práctica a un México donde la economía crece lentamente, el desempleo juvenil ronda el 8% (INEGI, 2024) y la violencia limita su movilidad. Como un volcán, su energía se acumula en la frustración diaria, pero su erupción —en forma de activismo o participación política— no siempre es coordinada ni efectiva. Movimientos como #YoSoy132 en 2012 o las recientes protestas por la defensa de instituciones muestran potencial, pero también desorganización y falta de continuidad.
El cambio generacional en la política mexicana es un proceso accidentado. Los jóvenes heredan un sistema democratizado desde 2000, pero lastrado por corrupción y clientelismo. Su entrada al escenario político —a través de candidaturas independientes, activismo digital o nuevas organizaciones— choca con barreras estructurales: el 70% de los cargos legislativos en 2021 seguía ocupado por políticos mayores de 40 años (Cámara de Diputados). La resiliencia juvenil se pone a prueba no solo frente a estas barreras, sino también ante sus propias limitaciones, como la falta de experiencia o la dependencia de narrativas polarizantes en redes sociales.
De esta manera, pensemos en la resiliencia como un río que atraviesa un cañón: encuentra caminos a través de las rocas, pero a veces se desvía o pierde fuerza. Las elecciones de 2021 y 2024 vieron un aumento de candidatos jóvenes, algunos exitosos en gobiernos locales, pero muchos no lograron traducir su entusiasmo en resultados por falta de recursos o estrategias claras. Como dijo Octavio Paz en *El laberinto de la soledad*, “el hombre no es solamente fruto de la historia… el hombre es historia”. Los jóvenes están escribiendo esa historia, pero con tropiezos y contradicciones.
La resiliencia juvenil no debe confundirse con idealismo ciego. Los jóvenes han diversificado su participación política, desde plataformas digitales hasta cooperativas comunitarias, pero sus logros son limitados. Por ejemplo, mientras el activismo en redes amplifica sus voces, solo el 18% de los jóvenes mexicanos participa activamente en organizaciones políticas o sociales (ENJUVE, 2023). Su maguey —esa planta resiliente que sobrevive en suelos áridos— produce un “aguamiel” valioso en iniciativas como colectivos de género o proyectos de sostenibilidad, pero sus espinas también representan divisiones internas y una tendencia a priorizar lo inmediato sobre lo estratégico.
Además, los jóvenes enfrentan un dilema: su rechazo a los partidos tradicionales los empuja hacia candidaturas independientes o movimientos autónomos, pero estos a menudo carecen de la estructura para competir con las maquinarias políticas establecidas. La resiliencia, entonces, implica un pragmatismo forzado: aprender a negociar, construir alianzas y aceptar que el cambio es gradual. Iniciativas como las redes de transparencia o el activismo climático muestran avances, pero su impacto sigue siendo local y fragmentado.
La resiliencia juvenil no garantiza un México mejor, pero es una herramienta para navegar un sistema imperfecto. Los jóvenes están redefiniendo el liderazgo hacia modelos más colaborativos, pero deben superar su propia fragmentación y la tentación de caer en el populismo o la apatía.
Como señala Octavio Paz, “la libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí, no”. Los jóvenes deben decir “sí” a la organización estratégica y “no” a la improvisación si quieren influir en la política nacional. Su desafío es convertir la energía del volcán, la constancia del río y la resistencia del maguey en un proyecto político coherente y sostenible.
La resiliencia de los jóvenes mexicanos es un fuego que puede forjar un nuevo paisaje político, pero no es una panacea. Como las generaciones de la Independencia o la Revolución, enfrentan un momento decisivo, no como héroes, sino como actores pragmáticos en un sistema lleno de contradicciones. Su capacidad para adaptarse y persistir será clave, pero solo si superan sus divisiones y limitaciones.
En palabras de Paz, “la memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda. La memoria es un presente que nunca acaba de pasar”. Los jóvenes son esa memoria viva, un presente que construye el futuro con cada esfuerzo, cada error, cada paso adelante. Que sigan siendo como el río que erosiona, el maguey que resiste, el volcán que transforma, no por idealismo, sino por la necesidad urgente de un México más justo…
NACIONALES
Se nos desgarró la esperanza

Desde los Campos del Poder, por Benjamín Mora Gómez //
En México, se nos desgarró la esperanza de tantos engaños, mentiras y traiciones de nuestros gobernantes. Hoy, México demanda y necesita respuestas profundas de cambio. La respuesta NO estará en los partidos políticos de dónde salieron aquellos gobernantes.
Mahatma Gandhi decía que era preferible ser vencido por decir la verdad, a triunfar desde la mentira. Es hora de que fundamentemos nuestras vidas desde la verdad y no toleremos nunca más, de nuestros gobernantes, engaños, mentiras y traiciones.
Teuchitlán es ejemplo de lo que sucede en todo México. La verdad nacional está enterrada y sigue prohibido levantar la tierra que cubre las vergüenzas de sus gobernantes. Por dar un ejemplo, las vergüenzas de lesa humanidad de Enrique Alfaro, exgobernador, están enterradas en Teuchitlán y en más lugares de Jalisco.
Tuve como maestro, en la prepa, al doctor Mariano Azuela, años después presidente magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Él nos dijo que el Derecho mexicano era de los mejores del mundo, pero que no se cumplía; entonces diferí de tal perfección, pues, según lo dicho por el propio Mariano Azuela, estaba construido con más burbujas que un queso gruyere, que lo hacían ineficiente, tolerante y permisivo, no por descuido y sí con el propósito de abusar desde el poder.
Nuestros presidentes y gobernadores han soñado con perpetuarse en el poder; incluso han sondeado la posibilidad de dar un golpe de Estado. Claudia Sheinbaum ya lo logró cuando aún no empezaba; nos dio el más cruel golpe de Estado.
Sheinbaum ganó la Presidencia de la República con triquiñuelas morenistas, compra de votos, ayudas del crimen organizado y posibles barcos con huachicol; su triunfo garantizó protección a Andrés Manuel López Obrador.
Xóchitl Gálvez, de antemano, estuvo derrotada ante delincuentes y fraudes fiscales. Ahora, AMLO sueña con volver a la presidencia en la persona de su hijo Andy y regresar por lo que no se llevó. Sheinbaum prepara el camino. Lo cuida y obedece. Es fiel al mal.
Claudia Sheinbaum hoy va más allá de todo atrevimiento pasado de abuso dictatorial y tiránico. A la presidente no le basta con el golpe de Estado que ha preparado en contra del Poder Judicial desde una elección más que amañada; ahora quiere censurar nuestra libertad de pensamiento, palabra, información, conocimiento y acción.
Pronto, vivir en México será tanto o más limitante que estar en prisión. La nueva Ley de Telecomunicaciones de Sheinbaum es lo más peligroso que a nadie antes se le ocurrió. ¡Cuidado! Quien vote a su favor te estará traicionando. Estaremos peor que en Corea del Norte, Cuba, Nicaragua o Venezuela. Nunca más seremos libres. Se aprobará sin análisis ni debate.
Aquí he dicho que la presidenta Sheinbaum SÍ actúa en contra de algunos de los malandros del fentanilo; pero aclaro, lo hace por complacer al presidente Trump. Me detengo para reflexionar sobre por qué Sheinbaum persigue y detiene a los malandros que le ordena Trump y deja libres a quienes dominan vastos territorios en México desde sus gobiernos estatales y municipales.
A lo largo de mis casi 72 años de vida, tres han sido mis días más profundamente tristes. El más doloroso fue, sin duda, cuando mi hija se nos moría a mi esposa y a mí, siendo una bebé. Laura Farballa, escritora mexicana, dice: “El dolor más grande no es el que grita, es el que se lamenta en silencio; no es el que llora, es el que inunda de sufrimiento; las peores heridas no son las que sangran sino las que desgarran por dentro”.
Miles de madres y padres, en México, han dejado de contar sus días de vida, pues han muerto con las ausencias de sus hijos e hijas desaparecidos, que quizá yacen en alguna de las miles de fosas clandestinas en todo México. En Jalisco, este mal es el mayor de todo México.
El crujir de las almas de esas madres y padres se alza cuando las voces de sus hijos e hijas claman por justicia ante quienes en el mal encuentran sus complacencias y frente a gobernantes permisivos, indolentes e inhumanos, cómplices del mal.
Recién, ante el Congreso del estado, Omar García Harfuch nos hizo saber que Enrique Alfaro, exgobernador, por tres años se opuso a brindar toda autorización para excavar en nuestro territorio en búsqueda de desaparecidos en Colima. Me pregunto por sus motivos y solo encuentro una respuesta: Alfaro estaba comprometido con los delincuentes. México no puede más seguir con tanta maldad desde los escritorios de sus gobernantes.
García Harfuch, ante legisladores locales y padres de desaparecidos, dijo: “No se puede hablar de justicia si impides que una madre busque a su hijo; no se puede hablar de seguridad si escondes fosas en tu territorio”, y yo agregaría “no se puede indagar crímenes en donde el propio gobierno ha alterado el lugar”, como sucedió en Teuchitlán.
Enrique Alfaro supo que Jalisco apestaba a crímenes de lesa humanidad por la desaparición de hijas e hijos de miles de madres y padres ignorados por él y su gobierno. Su firma la escribía con tinta sangre en sus negativas de la búsqueda de la verdad en Jalisco.
Hay suficientes pruebas para traer, detener y enjuiciar a Enrique Alfaro. Según Omar García Harfuch, entre 2020 y 2022, desde el gobierno de Colima, se presentaron más de 220 solicitudes de búsqueda coordinada en los municipios de Tamazula, Teocalitlán, Tonila, Tuxpan y Zapotlán. Alfaro siempre se negó; por ello es cómplice.
Enrique Alfaro no cumplió y debe regresar de España a explicar y, en su caso, pagar judicialmente. Pregunto: ¿Quién llamará a cuentas a Enrique Alfaro? ¿Quién lo acusará desde el gobierno federal, acaso Omar García, o estatal de Pablo Lemus? ¿Quién borrará sus sueños de entrenador de futbol? ¿Qué hace Pablo Lemus para escribir otra historia para Jalisco en seguridad?
Un buen gobernante no se satisface con hacer obras de buena utilidad comunitaria; ante todo, gobierna con dignidad, verdad y justicia social. La cercanía con el pueblo no se cumple por estrechar sus manos, sino por entender sus dolores y estrechar sus almas.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
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