MUNDO
La IA en la vida cotidiana, herramientas al compás de las necesidades humanas
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En el escritorio de la Dra. Elena Márquez las líneas rojas comenzaron a serpentear en la pantalla. «Mire aquí, doctora», susurraba el sistema mientras señalaba una sombra casi imperceptible en la resonancia magnética de Carlos, su paciente de 58 años.
Lo que tres especialistas humanos habían pasado por alto, esta inteligencia entrenada en millones de imágenes médicas lo detectó: un tumor temprano, tratable. «Hace cinco años me habrían tachado de loca por confiar en una máquina», confiesa Elena mientras aprieta el brazo de Carlos con una sonrisa aliviada. «Hoy sé que esta tecnología le ha regalado décadas de vida».
Así, sin estridencias, las redes neuronales artificiales (RNAs) se han colado en la vida cotidiana. Ya no son esos entes abstractos de laboratorio, sino herramientas que respiran al compás de necesidades humanas.
«El gran cambio en 2025 no es técnico, sino humano», reflexiona David Lemes, investigador de la Universidad de São Paulo. «Cuando visito hospitales y veo a médicos abrazando a pacientes salvados por diagnósticos de IA, o a agricultores que riegan sus campos con la precisión que les marca el teléfono… eso es la revolución real».
El dato lo confirma: 80% de los hospitales utiliza ya IA para mejorar la atención, según el informe Deloitte 2024.
EL LATIDO DE LAS NUEVAS REDES
Lo llaman el «efecto mariposa digital». En el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), un equipo liderado por la ingeniera Priya Vasudevan muestra cómo una nueva arquitectura de redes de espigas (SNNs) consume menos energía que una bombilla LED mientras analiza datos climáticos. «Son redes que ‘piensan’ como neuronas biológicas – con pulsos eléctricos breves», explica. «El año pasado redujimos el consumo energético un 70%. Imagínese: pronto podrán correr en su reloj inteligente».
Pero donde realmente se nota el cambio es en las cocinas de las casas. Marta, panadera en un pueblo de Toledo, abre su horno mostrando unas barras de pan perfectas. «La red neuronal ajusta temperatura y humedad según la harina que uso hoy», dice orgullosa. Su sistema, desarrollado por una startup local, aprende de cada horneada. «Al principio desconfiaba, pero ahora es como tener a mi abuela aconsejándome».
En los hospitales: El doctor Ignacio Ríos, en el Hospital La Paz de Madrid guarda una resonancia magnética en su computadora portátil: «Este niño tenía un tumor cerebral que ningún humano vio», señala. «La RNA no solo lo detectó, sino que simuló 120 opciones quirúrgicas en segundos. Operamos donde la máquina nos sugirió… y aquí está el niño, jugando al fútbol».
Según The Lancet, estos sistemas reducen errores diagnósticos hasta un 40% en oncología. Además, herramientas como AlphaFold -Premio Nobel de Química 2024- han descifrado 200 millones de estructuras proteínicas, acelerando el diseño de fármacos contra enfermedades incurables.
En las fábricas: En la planta de SEAT en Martorell (Cataluña, España), Ana Torres observa cómo los robots pintan carrocerías. «Antes repintábamos el 15% por defectos. Ahora las redes neuronales predicen fallos en la pintura antes de que ocurran», explica. Un informe de MIT Technology Review confirma: estas fábricas «que sienten» reducen desperdicios un 60% y mejoran la eficiencia operativa en 40% según Accenture.
En el campo: José Manuel, agricultor en Jaén (España), extiende sus manos hacia el olivar. «Esta temporada la IA me dijo: ‘Riega solo el jueves’. Los vecinos regaron tres veces… mi cosecha fue un 30% mayor con menos agua». Son redes que predicen microclimas analizando décadas de datos, como confirma un estudio en Nature Agrotech.
LAS SOMBRAS DEL PROGRESO
Pero no todo brilla. En Berlín, la abogada Sofia Müller comenta: «Ayer recurrimos una condena injusta: un algoritmo de riesgo penal etiquetó erróneamente a mi cliente». El problema, como explica Science en su último editorial, es la «caja negra»: 63% de los ciudadanos teme que la IA introduzca sesgos en decisiones médicas, mientras 42% de los médicos desconfía de su impacto en la relación humana.
«Cuando un sistema de crédito denegó mi hipoteca, pedí explicaciones», relata Marco, diseñador en Barcelona. «Me dijeron: ‘El algoritmo lo decidió’. Eso duele». La Unión Europea aprobó en 2024 leyes que exigen transparencia basadas en siete pilares éticos, desde supervisión humana hasta no discriminación. Pero como advierte la experta en ética digital Luisa Montenegro: «La regulación va tres pasos detrás de la tecnología».
EL ABRAZO HUMANO-MÁQUINA: EL MODELO CENTAURO
Lo fascinante surge cuando humanos y máquinas encuentran su equilibrio. En una escuela rural de Oaxaca, México, la profesora Laura enseña con su «aliada digital»: una RNA que adapta ejercicios según el ritmo de cada niño. «Pedro tenía problemas con las fracciones… la IA detectó que aprendía mejor con ejemplos musicales. Ahora explica ritmos como 3/4 usando sones tradicionales». David Game, de Elsevier, lo denomina «guía socrático digital»: sistemas que no dan respuestas, sino que estimulan el razonamiento, disponibles «día y noche» para estudiantes.
En los estudios Pixar de California, el animador Ricardo de la Cruz muestra su última creación: «Este personaje nació de mi sketch… pero la IA propuso 200 variaciones de movimiento en segundos. Elegí tres, las mezclé… y nació magia». Herramientas como estas están democratizando la creatividad, según la revista Wired, y ya 75% de las empresas líderes en salud experimentan con IA generativa para innovar.
LO QUE VIENE: ¿AMIGOS O AMOS?
Mientras el autor escribe este artículo, el asistente de RNA susurra: «Revisa esta frase: suena muy técnica». Esta dualidad define al año 2025: herramientas poderosas que exigen sabiduría humana. Los agentes autónomos como Gemini 2.0 de Google ya no solo recomiendan: compran boletos o gestionan agendas con preaprobación humana.
Y los modelos pequeños (SLMs) -que funcionan sin internet en móviles- llevarán diagnóstico a zonas rurales: 55% de los usuarios de IA médica tienen entre 18 y 24 años, pero solo 60% de mayores de 55 confía en ella.
«El desafío ya no es construir IAs más inteligentes», concluye el profesor Francisco Herrera Triguero de la Universidad de Granada, habiendo revisado el borrador de la normativa europea que entrará en vigor en 2026. «Es recordar qué nos hace humanos mientras bailamos con ellas. Porque ni los algoritmos más complejos entenderán el nudo en la garganta cuando abrazas a tu hijo».
Quizás ese sea el verdadero avance este año: dejar de verlas como máquinas para entenderlas como espejos. Espejos que, si miramos con cuidado, nos devuelven lo mejor – y lo más frágil – de nuestra humanidad.
