MUNDO
El caos en Latinoamérica: Agonía del neoliberalismo con auge de la remilitarización

Por Alfredo Jalife-Rahme (Sputnik Mundo) //
|
Solía proferir Confucio, el inconmensurable sabio chino del Siglo V, antes de Cristo, que el inicio del caos se gestaba con la confusión lingüística.
En el nuevo (des) orden global en curso, han sido hechas añicos las viejas categorías de izquierda y derecha cuando hoy el mundo se encuentra fracturado por la dicotomía del nacionalismo contra el globalismo -antes de la próxima taxonomía de la inteligencia artificial donde prevalecerán EEUU, China y Rusia-.
La epidemia de revueltas en Latinoamérica, sin contar El Caribe, que padece las propias, se han agudizado debido a su dinámica demografía donde resaltan los millennials desde Ecuador pasando por Chile hasta Bolivia y quienes se movilizan con mayor vehemencia y celeridad gracias a las redes cibernéticas.
Bajo el prisma del hemisferio ‘americano’, resalta la lucha por el poder en EEUU entre dos grupos antagónicos —el de George Soros y el del presidente Trump— quienes hoy luchan en una guerra sin cuartel con sus respectivos tentáculos y epígonos.
En la fase de Trump, asistimos a un neomonroísmo que resucita la doctrina Monroe de 1823 y que busca destruir lo que queda del alicaído bloque ALBA.
La feroz lucha fratricida en EEUU, de cara a las elecciones de noviembre de 2020, afecta e infecta la dimensión latinoamericana debido a la presencia del 18% de latinos en su seno —55 millones, en una población de 329 millones—, muchos de ellos de doble nacionalidad, así como a la política propia del trumpismo, nada disímbola de Hillary Clinton/Obama respecto a Latinoamérica que sufre en varios puntos desestabilizaciones mediante golpes de Estado inducidos y apoyos tangibles para sus diversas remilitarizaciones.
A mi juicio, el inicio de las audiencias públicas para defenestrar a Trump y/o la búsqueda de su reelección tienen ya repercusiones enormes desde el norte de México -la carnicería de la familia de mormones LeBaron en la Sierra de Sonora, frontera con Arizona: notorio estado volátil (swing state) del colegio electoral estadounidense- hasta Bolivia, donde fueron capturadas las llamadas telefónicas a la Embajada de EEUU en La Paz de parte de dos senadores republicanos que promovieron el golpe de Estado: Marco Rubio de Florida (con 29 votos electorales) y Ted Cruz de Texas (con 38 votos electorales).
De aquí a noviembre del 2020, tanto para impedir su impeachment (defenestración) como para ser reelegido, Trump deberá contar con el apoyo de los dos senadores de origen cubano Marco Rubio y Ted Cruz, quienes han apretado las tuercas para propiciar cambios de régimen en países que consideran comunistas/socialistas en Latinoamérica.
A raíz de la carnicería de la familia de mormones binacionales LeBaron en el norte de México, no solamente el presidente Trump conminó a su homólogo mexicano a recibir ayuda militar para combatir a los ‘monstruos’ del narcotráfico, sino que también el muy influyente senador republicano Lindsey Graham llegó a calificar a México de encontrarse en una situación peor a la de Siria.
Las convulsiones en Latinoamérica y sus resultados tendrán enorme impacto en las elecciones de EEUU en noviembre del 2020.
Hoy Latinoamérica vive una imponente remilitarización: desde la llegada al poder en Brasil con el excapitán evangelista Jair Bolsonaro hasta el reciente golpe policiaco-militar-mediático-bíblico en Bolivia.
En Brasil, la máxima potencia geoeconómica-territorialpoblacional-militar de Latinoamérica, 22 miembros del gabinete de Bolsonaro son militares, donde destaca su vicepresidente y general retirado Hamilton Mourao.
La remilitarización brasileña es sui generis con máscara ‘democrática’, mezclado al pinochetismo neoliberal de su ministro de economía Paolo Guedes: un Chicago boy adoctrinado en Chile.
En Chile, el colapso del modelo neoliberal ha llevado a una revuelta de los millennials que no amaina, por lo que su presidente Sebastián Piñera, un multimillonario que hizo su fortuna bajo el pinochetismo, decretó el estado de emergencia operado por la casta militar.
La dimisión del gabinete de Piñera y las promesas de un nuevo pacto social y una nueva Constitución no satisfacen a los millennials, sin horizonte palpable de vida, quienes exigen su renuncia, lo cual presagia la ingobernabilidad y un inminente golpe de Estado rectificativo.
En Perú, frontera norte de Chile, el presidente Martin Vizcarra disolvió el Congreso y gobierna con un amplio respaldo de su Ejército.
En Ecuador, frontera norte de Perú, las volcánicas protestas juveniles obligaron a un toque de queda operado por el Ejército en la capital Quito para sostener a su repudiado presidente Lenin Moreno que tuvo que huir a Guayaquil.
Hasta aquí cabe un axioma estrujante: los Gobiernos de Latinoamérica, sean de izquierda o de derecha en la anacrónica taxonomía, perviven si gozan del apoyo del Ejército —como son los casos de Nicaragua y Venezuela— o son derrocados, como es el caso de Bolivia donde el Ejército y la Policía obligaron a la renuncia del presidente Evo Morales.
El caso de Venezuela es singular: pese al boicot y las sanciones de EEUU —que busca apoderarse de su petróleo, oro y torio—, el presidente Maduro, sucesor de Hugo Chávez (teniente coronel de carrera), ha podido sortear las sublevaciones y la autoproclamación como ‘presidente’ de Juan Guaidó, gracias al apoyo del Ejército que ha mantenido su cohesión contra vientos y mareas.
Debido al golpe de Estado, Bolivia marca el paroxismo de la remilitarización en Latinoamérica y parece repetir el menú neomonroísta de EEUU cuando Hillary Clinton propició el golpe de Estado militar contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras en 2009 para luego redireccionar su ‘democracia’ militarizada con un candidato conveniente.
¿Podrá el Ejercito de Bolivia repetir hoy con Trump la fórmula hondureña de ayer con Hillary Clinton?
En Bolivia, llamó la atención que la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez —por cierto, tía de Carlos Andrés Áñez Dorado, un narcotraficante encarcelado en Brasil hace dos años —haya sido elegida sin quórum y entronizada por los militares en forma flagrante.
La autoproclamada presidenta se hizo notar más, amén de su racismo medieval contra los indígenas (mayoría de la población), por ostentar una Biblia evangelista como su estandarte, en imitación al ‘evangelismo sionista’ del excapitán Bolsonaro en Brasil.
Entre los varios factores en juego en Bolivia, cabe destacar uno de mayor trascendencia geopolítica: su posesión de gas nacionalizado y la mayor reserva de litio en el planeta que sirve para los smartphone y los carros eléctricos.
Justamente antes del golpe, el Gobierno de Evo Morales había anunciado sus planes para nacionalizar la industria del litio. Cabe destacar que días antes, el depuesto Evo Morales había asistido al lanzamiento del carro eléctrico Quantum, de fabricación boliviana al 100%.
Hace dos meses, Ivanka, hija y ‘asesora’ de Trump, había visitado la provincia de Jujuy (Argentina), frontera con Bolivia, para apoyar la ‘ruta del litio’ mediante una inversión de 400 millones de dólares.
El ‘triángulo del litio’ de Bolivia/Argentina/Chile concentra el 75% del planeta y es objeto de la codicia de las mineras anglosajonas de EEUU y Canadá que desde la OEA —con sede en Washington y cuyo presupuesto depende del 60% de EEUU— había catalizado el golpe de Estado en Bolivia.
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
Si prefiere descargar el PDF en lugar de leer online: CLICK AQUÍ
Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura online, girar a la posición horizontal.
LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…