NACIONALES
El centralismo se fortalece: Por un Estado razonablemente justo

Desde los Campos del Poder, por Benjamín Mora Gómez //
Voceros de la 4T, como Fernández Noroña, ante los crímenes de lesa humanidad en Teuchitlán, Jalisco, denigran a su causa y enfurecen a quienes se miran atrapados en medio de la indolencia presidencial, de hoy y ayer, y del gobierno pasado de Jalisco.
De tiempo atrás me pregunto sobre cuál sería el estado razonable de justicia al que podríamos aspirar como sociedad y nación, y aún busco la respuesta. No entiendo a Claudia Sheinbaum, que no mandó a callar a su testaferro Fernández Noroña por indolente y atrevidamente imbécil.
Cada día se ahonda más nuestra crisis de legalidad y legitimidad porque seguimos autoengañándonos sobre nuestra realidad y destino. Aprendí que solo se llega a una respuesta correcta cuando se ha planteado la pregunta con claridad, y se gobierna con sabiduría cuando hay voluntad, inteligencia, humildad y disposición.
Vivimos en medio de un caos político, pues desde la presidencia de la doctora Sheinbaum no hay una razón moral para obedecer y sujetarse a la ley ni hay el más mínimo sentido de humanidad; la expresión más grande de desacato a la ley, carente absoluto de bondad, lo tuvo Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República. Ambos, López y Sheinbaum se autoproclaman dueños de la verdad y paladines de nuestro destino… siempre incierto y a la deriva.
Día tras día, desde la presidencia y la mayoría en el Congreso, nuestras leyes pierden legitimidad por apostarle a un presidencialismo casi absolutista. La disputa entre uno y otro de los extremos sociales en México se origina, en infinidad de casos, desde sus ansias de poder y no desde la democracia, el bien común y la justicia social.
Cada día, nuestro Estado de Derecho es más y más defectuoso y groseramente injusto. Me pregunto si existe la obligación moral ciudadana de sujetarse a leyes aprobadas por un Congreso a modo, primero hacia AMLO y hoy hacia Sheinbaum, aunque aquellas leyes no velen por el bien ciudadano y de la nación. La pregunta es dilucidar sobre si esas nuevas leyes son necesariamente vinculantes para todos o si deberíamos ampararnos antes de que el Poder Judicial se postre ante la presidenta Sheinbaum.
Lo que advierto es que, como nunca jamás antes, tendremos a presidentes tan letales como la serpiente de Taipán, en Oceanía, cuyo veneno puede terminar con la vida de una persona en tan solo 45 minutos. ¿Estas nuevas leyes en cuánto tiempo acabarán con México como nación libre?
Quiero recordar al presidente James Monroe (1758 – 1831), cuando en diciembre de 1823, ante el Congreso de su país, afirmó que Estados Unidos no toleraría la intervención europea en el hemisferio occidental, dando lugar al llamado Destino Manifiesto y la política expansionista yanqui durante el Siglo XIX.
Sin embargo, para comprender mejor al presidente Monroe, hay que saber que se opuso tenazmente a la posible restauración absolutista de España sobre sus excolonias en América, incluido México, y que para lograrlo envió ministros plenipotenciarios a varios países, como México; también, debíamos estar enterados de que la frase “América para los americanos”, atribuida a Monroe, en realidad fue de su secretario de Estado, John Quincy Adams. Lo demás son interpretaciones del gentilicio “americanos”.
Frente al desbordamiento de soberbia de Donald Trump ante México y el mundo, hay quienes llaman a hacer un frente común al lado de la presidente Claudia Sheinbaum. Yo no creo en la obediencia absoluta ante una presidenta cuya legitimidad electoral se dio en circunstancias radicalmente cuestionadas por la intervención desmedida del presidente López Obrador y hoy, al parecer, por apoyos económicos vinculados al crimen organizado.
Quien pretende autoridad espera que sus mandatos sean obedecidos. Quien goza de autoridad legal se sujeta a la ley, pues jamás anda a las vivas. Me formé desde una visión revolucionaria de las instituciones. Mi abuela Rafaela me enseñó que no solo no estamos obligados a obedecer a un Estado injusto e ilegítimo, sino que debemos rebelarnos, oponernos y vencerlo.
Hoy tenemos a las leyes electorales y las elecciones periódicas para lograrlo legal y legítimamente. A partir de ya, tenemos cinco años para prepararnos y ganar ante el proyecto de AMLO y sus partidos satélites; y Sheinbaum tiene igual tiempo para ella cambiar y ser menos arrogante.
Tuve a Mariano Azuela como maestro en preparatoria. Don Mariano Azuela llegó a ser presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Aprendí que, en el Derecho, como teoría y práctica, se tiene el propósito fundamental el vincular al Ser con el Deber Ser… pero qué decir cuando el deber ser se satisface en obedecer y callar por sumisión. Joseph Raz en su “The morality of freedom” nos dice que “en ningún caso la obligación moral es tan extensa como la obligación jurídica”.
Hay un principio fundamental en Derecho al que todo servidor público debería sujetarse: “Únicamente puede hacer aquello que expresamente le faculta la ley”. Luis Donaldo Colosio agregaba que el servidor público no podría hacer más, pero tampoco menos, de lo que la ley le manda. Por desgracia, la realidad es muy distinta.
En días recientes, la Fiscalía General de la República (FGR) atrajo el caso del rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco; así, la FGR reconoce que ha sido y seguirá siendo de su responsabilidad el esclarecer los hechos, fincar responsabilidades, detener y llevar a juicio a los responsables; a futuro, el Estado mexicano está obligado a construir nuevas condiciones de gobernanza para que jamás esto se repita.
Los meses de inacción y silencio de parte de la FGR y de la Fiscalía de Jalisco implican culpas que deben castigarse; no narrativas absurdas para sentirse libres de culpas, como hace Alejandro Gertz Manero. A los colectivos de búsqueda de familiares desaparecidos se les debe reconocer como auxiliares de las autoridades, pues han demostrado mayores capacidades.
No se les puede seguir ignorando con la misma saña e indiferencia con que les trató López Obrador. Yo esperaría que Claudia Sheinbaum y Pablo Lemus se dieran una vuelta por Teuchitlán, con sus fiscales, para dar testimonio de sus voluntades en esclarecer los hechos y comprometerse, no solo con los padres de los desaparecidos, sino con todo México.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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