NACIONALES
Languidece euforia de amor por la 4T: Desamores, infidelidades, rencores y engaños públicos, su causa

Campos de poder, por Benjamín Mora Gómez //
“¿Quién sabe si quizá todo el amor mio no fue más que un engaño de los sentidos, de la fantasía» (Fiedor Dostoievsky)
Aun lo recuerdo tal cual me lo dijo mi madre: “La mentira, el engaño, la infidelidad, las concupicencias, el robo, la apropiación, la expropiación, los crímenes de Estado, el ocultamiento y el egocentrismo se mezclan en la política; si has decidido entrar en ella, no te fies de nadie y espera lo peor de todos para que tú no caigas en sus redes por ingenuidad”.
Hoy, aquellos males: la mentira, el engaño, la infidelidad, las concupicencias, el robo, la apropiación, la expropiación, los crímenes de Estado, el ocultamiento y el egocentrismo se concentran en un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador y en una misma causa: la 4T.
Los amores que mueren es porque no tenían destino, solo deseos que, saciados, hartaron. Los deseos de poder del Andrés Manuel se cumplieron pero, en su caso, no se han saciado. Andrés Manuel no estaba en nuestro destino nacional; nos lo robamos y se lo entregamos.
John L. O’Sullivan, periodista norteamericano, escribió en 1845, en la revista Democratic Review de Nueva York: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.
Al año siguiente (1846), Estados Unidos invadía México, quedándose con la mitad de nuestro territorio. La voluntad de Dios, según el gobierno gringo, se cumplía. Para muchos, fue un robo; para ellos, una reivindicación.
William E. Weeks, historiador, también norteamericano, buscó sustentar el aquel destino manifiesto en tres ideas fundamentales: 1) La virtud de las instituciones y ciudadanos norteamericanos; 2) la misión de obsequiar el modelos de sus instituciones al mundo entero a fin de que éste se construyese a imagen y semejanza de EEUU, y 3) la decisión de Dios de tener a aquella nación para cumplir su propósito redentor.
En EEUU hay quien ha querido imponer sus interpretaciones expansionistas a las palabras de Abraham Lincoln cuando dijo que su América es “la última y gran esperanza sobre la faz de la tierra”. Pero pocos saben que Lincoln protestó ante los dirigentes del Congreso norteamericano por la invasión a México, así como la expansión y adhesión de los estados de California, Nuevo México, Arizona, Utah y Nevada, y partes de Kansas, Oklahoma, Texas, Wyoming y Colorado, poniendo en peligro su carrera política.
Lincoln acusó al presidente James Polk de invadir territorio mexicano sin mediar provocación ninguna e inducir al Congreso norteamericano, con engaños, a declarar la guerra, al mentir con que “sangre americana fue derramada en suelo americano”. Aun se cree en EEUU.
Hoy, en México, con iguales estratagemas de Polk, López Obrador se hace de más y más poder. Él – en su delirio de poder– encara el destino que el dedo de Dios escribió para México; las instituciones que él limpie y sus seguidores serán los herederos de México; su modelo de gobierno será para toda Latinoamérica y el cubano para México; la sangre y la pobreza de millones de mexicanos se deben a los gobiernos del pasado… nada más falso. AMLO no es presidente por destino divino ni menos por deseo guadalupano, sino por sus engaños en que millones de mexicanos creyeron y cayeron.
López Obrador ha resultado un extraordinario alumno del presidente norteamericano Polk. Lincoln fue acusado de ayudar y apoyar al enemigo por defender a México; López Obrador acusa de traidores de la patria a quienes no le apoyan en sus delirios autocráticos.
Desde el poder del SAT, López Obrador debilita a quienes se le oponen tal cual hizo Polk con Henry David Thoreau, apresado en Concord, Massachusetts, por negarse a pagar impuestos que, en su opinión, serían destinados a la guerra contra México. Thoreau escribió su gran ensayo «Sobre la Desobediencia Civil»; hoy surgen muchos libros que exhiben a López Obrador con todas sus pervesidades y manías como el “Rey del Cash” y el “Todo el poder al nuevo emperador de México”.
El general Ulysses S. Grant, capitán del ejército invasor a México, la llamó «la guerra más injusta jamás librada por una nación fuerte contra una débil»; se dice que llegó a pensar en renunciar a su encargo. Hoy, con López Obrador, muchos de su círculo más cercano le han renunciado por verle rasgos dictatoriales. Tatiana Clouthier es la más reciente; Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard esperan al momento más oportuno para romper con López Obrador… no dejan de ser mezquinos.
Hoy, la medalla Belisario Dominguez que otorga el Instituto Matías Romero en asuntos de diplomacia, ha perdido sentido. La SRE no es mas la primera línea de defensa de la soberanía e instrumento para promover los intereses nacionales. Marcelo Ebrard cumple órdenes de Amlo como el entregar la Guardia Nacional al servicio del gobierno norteamericano, para resguardar su frontera sur, y, de él nace sacarse selfies en actos como los funerales de la reina Isabel II de Inglaterra.
Pocos saben que Matías Romero fue embajador de México ante el gobierno de Abraham Lincoln, y que éste lo recibió en su casa de Springfield, Illinois, el 21 de enero de 1861, en dónde le entregó una nota que decía:“mis sinceros deseos por la felicidad, prosperidad y libertad de usted, su gobierno y su pueblo”. Hoy, Romero no aceptaría representar a un gobierno como el de López Obrador y Lincoln dudaría que sus buenos deseos pudieran cumplirse.
López Obrador se dice juarista. Mentira. Benito Juárez fue el fundador del Estado laico mexicano; Andrés Manuel usa la fe católica para dar sustento a su gobierno. Juárez buscó limitar los privilegios de las iglesias en México; López se sustenta en la fe católica. Es perverso.
Sabemos que el sol no despierta antes tan solo porque nosotros nos levantemos más temprano, y que las infidelidades rompen los vínculos humanos. Andrés Manuel adelanto su muerte y se dispuso heredar a Sheimbaun, Ebrard o el otro López su reino aun estado en vida. Ella se lo cree; los otros dos ya lo dudan. López Obrador es, sin duda, el mago de la política y como todo mago, sabe distraernos.
A unos aun los engaña, y otros, sabiendo que miente, no saben cómo explicar sus trucos. La 4T sabe que su tiempo se acabó y que su mesías se ha quedado sin recursos. Amlo reconoce, como Napoleón lo dijo, que las guerras se ganan con dinero, dinero y más dinero. Ya no lo tiene y el poder se le acaba. Ayudémolo en su retirada. Amlo acepta que hay guerras más baratas pero suelen perderse. Por ello, insiste en quitar dinero al INE y los partidos políticos. Ojalá lo entienda Alito y no le siga el juego a López Obrador en materia electoral.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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