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JALISCO

El Gobierno de Jalisco obligado a la transparencia

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Mujeres y Hombres del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

Hay un fuerte debate sobre si se debe o no regresar a clases. Y en Jalisco el tema ya sacó chispas. Tanto el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como el Gobernador de Jalisco, son firmes promotores de que así sea, “llueve, truene o relampaguee”, así lo subrayó el político tabasqueño.

En el caso de Jalisco, el Gobernador chocó con los Leones Negros, por criterios encontrados para enfrentar la pandemia de Covid-19. Todo parece indicar que el Gobernador Enrique Alfaro se alineó a la política del Presidente López Obrador y pareciera que algo se acordó en la visita que éste realizó el lunes pasado a Puerto Vallarta.

¿Viene al embestida de la 4T contra la Universidad de Guadalajara y su líder máximo Raúl Padilla?

¿Qué papel va a jugar Alfaro en caso de que así se diera? ¿Romperá su alianza con los Leones Negros?

Pues de entrada, parece que el líder de Movimiento Naranja, replantea sus alianzas y ahora podría estarle marcando distancia al Grupo Universidad, que lo apuntaló durante la crisis de la pandemia y sin el apoyo del grupo de científicos el panorama de Jalisco hubiera sido distinto.

Pero el utilitarismo es muy clásico de los políticos de todos los tiempos, refundadores y no refundadores.

EL RECORTE DE 140 MILLONES

Durante la semana se dio a conocer que el gobierno estatal pretende quitarle a la Universidad de Guadalajara 140 millones de pesos, recursos ya asignados a atender la pandemia, cuando no ha explicado las irregularidades del ejercicio del Fondo Covid, ya que ha sido manejado con completa discrecionalidad, con un Poder Legislativo sumiso y con entrega total.

Precisamente en las ruedas de prensa semanales, llamadas “Las regañaderas” por los reporteros, las preguntas incómodas que ha sacado de quicio al Gobernador Alfaro han sido las del reportero Lauro Rodríguez de Diario NTR, cuando se le pide su opinión de cómo ese fondo ha sido manejado, con compras a sobreprecio y una serie de irregularidades, que el propio titular del Ejecutivo ha señalado que no va a responder a mentiras y si es así, pues tienen una falsedad de origen desde quienes suben la información al micrositio del Gobierno de Jalisco.

La pasada semana no hubo “La regañadera”, se dijo que se suspendió porque el Gobernador Alfaro tuvo que acompañar al Presidente López Obrador a Puerto Vallarta, pero si no se pudo hacerla el lunes, la pudieron haber cambiado para el martes o el miércoles.

Habrá que ver si esta semana las reanudan, si el Gobernador Alfaro tiene la actitud de aceptar que le formulen las preguntas con plena libertad. El papel de la prensa no es servir de cortesanos, su tarea es ser críticos. Por supuesto que hay una prensa cortesana que se pliega a los designios del poder.

Hay quienes piensan que “Las regañaderas” están condenadas a desaparecer, ya que el temperamento del Gobernador no resiste preguntas incómodas, críticas, que señalen contradicciones, irregularidades, porque simplemente la autocrítica no forma parte de esa visión autoritaria del poder.

La prensa crítica es el contrapeso de esa tendencia autoritaria, toda vez que las organizaciones empresariales están al servicio del poder, se convierten en sus legitimadores, como lo hemos visto y como pago los integran al gobierno a los dirigentes de organizaciones cúpulas.

EL MENSAJE DEL RECTOR

Llama la atención el mensaje que el Rector General de la Universidad de Guadalajara, Ricardo Villanueva, publicó en su cuenta de la red del pajarito: “Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”: Joaquín Sabina.

«Lamento profundamente que en estos momentos donde más se necesita la voz de la ciencia se le quiera quitar recursos a la universidad. Más allá del dinero, qué preocupante señal, pero que no quepa duda: seguiremos actuando, opinando y decidiendo conforme a la evidencia científica de nuestros expertos».

LA EXIGENCIA DE TRANSPARENCIA

El Poder Legislativo le aprobó al Gobierno de Jalisco el pasado año un crédito de 6,200 millones de pesos que se argumentó, su destino sería para atender el daño del Covid-19, sin embargo, ya pasó más de un año de que se aprobó ese crédito y la pregunta es: ¿Cómo se manejaron esos 6,200 millones de pesos?

La rendición de cuentas es una obligación del Gobierno de Jalisco. No es una decisión discrecional. Las autoridades son administradoras de los recursos del pueblo, no son los dueños, pero son manejado como si fueran de ellos. En este sexenio en Jalisco a Alfaro le tocará manejar más de 700 mil millones de pesos y su obligación es transparentar el gasto, le guste o no le guste. Y esa seguramente será la constante de las confrontaciones que tendrá una vez más con la prensa crítica.

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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