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MUNDO

El nuevo inquilino de la Casa Blanca: La epidemia de COVID, el primer gran reto

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Economía Global, por Alberto Gómez R. //

Joseph Robinette Biden Jr., mejor conocido como Joe Biden, juramentó el 20 de enero como el 46º presidente de los Estados Unidos. Fue senador por el estado de Delaware –su estado natal- de 1973 al 2009, cuando renunció a su cargo para convertirse en vicepresidente con Barack Obama; ocupó la vicepresidencia del 2009 al 2017.

Estuvo al frente de importantes comités en el senado, como el de Relaciones Exteriores, y el de Asuntos Judiciales en el que tuvo un papel principal en la promulgación de la Violent Crime Control and Law Enforcement Act, también conocida como Biden Crime Law (Ley Biden contra el Crimen), aprobada en 1994, mediante la cual se añadieron 60 nuevos crímenes que podrían ser castigados con la pena de muerte, entre ellos el tráfico de drogas, el terrorismo y el uso de armas de destrucción masiva.

Biden fue muy activo en política exterior y tuvo gran peso para decisiones que cambiaron el rumbo de la historia: la guerra de los Balcanes; su apoyo a la guerra de las islas Malvinas (Falkland Island); las intervenciones armadas a países de Oriente Medio como Afganistán e Irak luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001; la invasión a Libia encabezada por Francia en 2011 que derrocó al auténtico líder de esa nación, Muamar el Gadafi, tachado de terrorista –por no someterse a los designios de Washington-.

Al asumir la vicepresidencia con Obama en 2009, estuvo encargado de implementar las medidas necesarias para disminuir los efectos de la severa crisis económico-financiera de las hipotecas subprime, iniciada a finales del 2008.

El ahora presidente Biden –con 78 años, el de más avanzada edad al asumir la presidencia del país-, enfrentará por segunda ocasión una situación económica crítica, para lo cual ha establecido un plan financiero a fin de combatir la pandemia del coronavirus y la crisis económica resultante. «No hay tiempo que perder», dijo Biden cuando anunció su plan, la pasada semana, y agregó: «Tenemos que actuar y tenemos que hacerlo ahora». Con los demócratas controlando la Casa Blanca, y ambas cámaras (senadores y representantes), su plan consta de lo siguiente: combatir la pandemia, destinando unos 20 mil millones de dólares a un programa de distribución de la vacuna nacional, y financiar con hasta 50 mil millones de dólares para hacer test de coronavirus; estimular el consumo, a través de cheques de hasta 2 mil dólares para algunas personas; ayuda para vivienda y cupones de comida, extendiendo la moratoria sobre desahucios y ejecuciones de hipotecas, así como ampliar el incremento en cupones de comida; ampliar y mejorar los beneficios por desempleo por la pandemia, y extenderlos hasta finales de septiembre, además de la intención de aumentar el salario mínimo hasta 15 dólares por hora; ampliación de las ayudas y la eliminación de requisitos para obtener bajas laborales remuneradas más extensas durante la pandemia, lo que extendería la actual ayuda hasta a 106 millones de empleados; elevar en 35 mil millones de dólares la partida destinada a préstamos con intereses bajos para financiar los negocios pequeños; el programa también prevé 170 mil millones de dólares para ayudar a la reapertura de escuelas.

La crisis financiera estadounidense del 2008 fue ocasionada por la interacción de seis factores básicos: bajas tasas de interés, laxitud de criterios en materia crediticia, excesivo riesgo moral, marcadas asimetrías de información, inadecuada regulación y supervisión financiera, y falta de disciplina de mercado. Por otra parte, los principales detonadores de la crisis fueron: el repunte de las tasas de interés en EE.UU., los incumplimientos masivos de pago por parte de los deudores hipotecarios, la abrupta caída en el precio de los activos reales y financieros, la crisis de liquidez en el mercado interbancario, la contracción del crédito a las familias y a las empresas, y la pérdida de confianza de consumidores y productores. Esta combinación de eventos provocó a su vez la caída del consumo, la inversión y el crecimiento económico en la Unión Americana.

Con la indiscriminada emisión desde el Banco Central (Fed) de más de 9 billones de dólares en un año, será sumamente complicado contener la inflación y el repunte de las tasas de interés una vez que se amaine la tormenta político-social que ahora se vive, sobre todo si se siguen imprimiendo billones de dólares para sustentar el plan de Biden y tratar de enderezar el rumbo de su barco económico en hundimiento, además de seguir apuntalando los mercados de Wall Street con dinero sin valor, lo que se manifestó en las acciones estadounidenses que alcanzaron máximos históricos el miércoles 20 de enero, cuando el ahora presidente juró su cargo en la escalinata del Capitolio de los Estados Unidos.

«Este presidente tendrá que guiar a la población estadounidense y la economía de Estados Unidos para que recuperen la salud antes de que puedan considerar cambios estructurales en la política», dijo Beth Ann Bovino, economista jefe para Estados Unidos de S&P Global Ratings. (Reuters.com)

Frenar el aumento de los casos de coronavirus, y restaurar la confianza del consumidor, son tareas que podrían tardar más de un año en completarse, y hasta entonces, Biden tendrá los “puntos políticos” que necesita para aplicar políticas internas y externas de mayor alcance, pero muy probablemente el tiempo no le dé para evitar problemas en gestación aún mayores, como la ineludible caída al abismo de la agónica moneda de reserva reinante durante más de medio siglo: el dólar estadunidense.

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Medio Oriente es un polvorín: Se agrava la tensión Israel-Irán

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Actualidad, por Por Alberto Gómez R. //

Los precios internacionales de los commodities se han disparado en las últimas semanas, especialmente del sector energético y los metales preciosos, como reacción al incremento de las tensiones geopolíticas en Oriente Medio, que probablemente lleve el precio del barril de petróleo a los 100 dólares o más ante el incremento de ataques entre Israel e Irán.

La madrugada del sábado 13 de abril, Irán lanzó una ofensiva sin precedentes con aviones no tripulados y misiles contra Israel, un ataque de represalia ampliamente anticipado como respuesta a los ataques israelíes contra objetivos iraníes, como el bombardeo a la embajada de Irán en Damasco, Siria, una doble violación al derecho internacional y a la soberanía de ambas naciones.

El papa Francisco lanzó el domingo (14 abril) un «llamado urgente» contra «una espiral de violencia» susceptible de «arrastrar a Medio Oriente a un conflicto aún mayor», tras el ataque de Irán contra Israel. «Lanzo un llamado urgente para que cese cualquier acción que pueda alimentar una espiral de violencia que podría arrastrar a Medio Oriente a un conflicto aún mayor», declaró el líder religioso después de su tradicional oración dominical en público, en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Una escalada bélica en Medio Oriente tendría repercusiones significativas en la economía mundial debido a la importancia estratégica de la región en la producción y el suministro de energía, así como a su impacto en los mercados financieros globales y el comercio internacional, trayendo consecuencias como:

  • Aumento de los precios del petróleo: El Medio Oriente es una importante región productora de petróleo, y cualquier conflicto en la región podría interrumpir la producción y el transporte de petróleo, lo que podría llevar a un aumento de los precios del petróleo a nivel mundial. Esto afectaría a la economía global, aumentando los costos de energía para empresas y consumidores, y podría desencadenar una desaceleración económica.
  • Volatilidad en los mercados financieros: Las tensiones geopolíticas en el Medio Oriente pueden generar volatilidad en los mercados financieros globales. Los inversores tienden a volverse más cautelosos en tiempos de incertidumbre geopolítica, lo que puede llevar a una venta masiva de acciones y otros activos financieros considerados riesgosos. Esto podría afectar negativamente a los mercados de valores y de bonos en todo el mundo.
  • Impacto en el comercio internacional: El Medio Oriente es un importante centro de comercio internacional, y cualquier conflicto en la región podría interrumpir las rutas comerciales y el transporte marítimo. Esto afectaría el comercio internacional, causando retrasos en la entrega de bienes y aumentando los costos de envío. Además, la incertidumbre resultante podría llevar a una disminución en la inversión y el comercio global.
  • Aumento de la inestabilidad regional: Una escalada bélica en el Medio Oriente podría conducir a una mayor inestabilidad en la región, lo que podría tener repercusiones humanitarias y económicas a largo plazo. La inestabilidad política y social podría desencadenar flujos de refugiados, aumentar las tensiones étnicas y religiosas, y socavar la estabilidad de los países vecinos, lo que a su vez podría tener impactos económicos negativos en la región y más allá.

Adicional a lo anterior, el riesgo velado de una conflagración a gran escala -incluso nuclear-se acerca rápidamente a materializarse, ya que la injerencia de los países occidentales liderados por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN sólo complican el escenario.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán ha convocado a los embajadores de Reino Unido, Alemania y Francia para protestar por su “postura irresponsable” al declarar su apoyo incondicional a Israel frente al ataque sin precedentes con cientos de drones y misiles balísticos encabezado por Teherán.

En un comunicado, el Gobierno iraní ha declarado a los tres embajadores que lo ocurrido esta pasada noche es una represalia al ataque contra el Consulado de Siria en Damasco, que Teherán atribuye a Israel.

Estados Unidos y la OTAN siguen abriendo nuevos frentes bélicos en una escalada de tensiones geopolíticas sin precedentes, que impactan no sólo en el ámbito político internacional sino en la economía global, apenas en recuperación luego de la pandemia del coronavirus.

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Crisis diplomática, ¿provocada por quién?

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

México y Ecuador son dos países que comparten muchas cosas; el idioma y la herencia mestiza son algunos de los componentes de la relación entre ambos países. El vínculo de estos estados comenzó desde 1830, luego de que se dividió la Gran Colombia que incluía las naciones de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.

Después de aquella ruptura, México reconoció y estableció relaciones diplomáticas con Ecuador en junio de 1830 y en 1837, abrió un consulado en Guayaquil, que posteriormente se convirtió en su primera misión diplomática en América del Sur. Así la importancia histórica de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

El vínculo entre las dos naciones se ha tensado durante los últimos años. En 2021 en la república ecuatoriana fue electo un gobierno de derecha, desde el inicio del mandato las diferencias con el gobierno mexicano (que dice ser de izquierda) han sido evidentes. Ecuador ha emprendido una cruzada contra la corrupción de gobiernos anteriores y estos, han acusado que son víctimas de una persecución política.

La noche del viernes 5 de abril, la policía ecuatoriana ingresó a la Embajada de México en Quito para detener al exvicepresidente Jorge Glas, acusado de corrupción y a quien el gobierno mexicano le concedió asilo político luego de que Glas ingresara a la embajada desde diciembre pasado. Esta acción provocó una grave crisis diplomática entre ambos países.

¿De qué tamaño es este acto? ¿realmente es tan grave? ¿es correcto que el gobierno ecuatoriano haya allanado la embajada mexicana en Quito? ¿qué repercusiones tendrá?

Bueno, vayamos por partes. El convenio de Viena, firmado por varios países entre ellos México y Ecuador, en su artículo 22 sobre relaciones diplomáticas dice:

Los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión.” Por otro lado, señala: “Los locales de la misión, su mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los medios de transporte de la misión, no podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución.” Evidentemente, hay una violación flagrante del estado ecuatoriano a dicho convenio.

¿Qué llevó a tomar esta medida al gobierno de Ecuador? Primero habría que recordar quien es Jorge Glas, ex vicepresidente del gobierno de Rafael Correa de 2013 a 2017. En diciembre de 2017, Glas fue condenado a seis años de cárcel por la trama de corrupción con la firma petrolera brasileña Odebrecht. ¿Le suena el nombre? En 2022 obtuvo su libertad condicional.

En 2023 Glas fue acusado nuevamente, esta vez por el delito de peculado, derivado de esto, el exvicepresidente solicitó asilo político a México y mientras esto sucedía se refugió en la embajada mexicana, mientras tanto Ecuador anunció que le negaría salir del país por la obvia posibilidad de fuga. Glas y Correa dicen ser víctimas de persecución política de los conservadores de aquel país.

Así que el caso es complejo, tenemos a un exvicepresidente sentenciado por el caso de corrupción con la firma petrolera que también tuvo sus “queberes” en México, tenemos a una embajada que recibió al imputado para protegerlo de lo que han llamado “persecución política de la derecha”, tenemos a un gobierno mexicano que decidió defender al acusado pues sostiene que los políticos de derecha hacen guerra sucia contra los de la izquierda, y, finalmente, tenemos a un gobierno ecuatoriano que se pasó por donde quiso el tratado internacional. Escenario complejísimo.

El presidente López Obrador se encuentra ante un panorama difícil de resolver, pues a solo semanas de la elección presidencial, abre un frente internacional derivado de proteger a un exfuncionario ecuatoriano acusado de los mismos delitos y con las mismas empresas, por los que el gobierno de México tiene imputados a exfuncionarios locales, ¿contradictorio? sí.

Por otro lado, la irrupción en la embajada de México es inadmisible, es un acto que no se puede dejar pasar pues es una transgresión del territorio nacional, viola tratados internacionales, debilita la imagen del Estado mexicano y pone en duda que el gobierno federal pueda defender lo que le corresponde. Así las cosas. Esperemos más reacciones locales e internacionales, esta historia está lejos de acabar.

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Un mundo en balance: La responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En un mundo cada vez más interconectado y consciente de los desafíos ambientales que enfrentamos, la reflexión sobre nuestra relación con el medio ambiente se vuelve cada vez más apremiante.

El cambio climático, en particular, se ha convertido en una de las mayores amenazas para la estabilidad y la prosperidad futura de nuestro planeta. Como señaló Bill Gates en su libro «Cómo evitar un desastre climático», estamos en un momento crítico en el que nuestras acciones individuales y colectivas pueden marcar la diferencia entre un futuro sostenible y uno marcado por la devastación ambiental.

La analogía del libro de Gates nos recuerda que, al igual que en la vida, enfrentamos decisiones cruciales que determinarán el curso de nuestro futuro. Así como una decisión mal informada o negligente puede llevarnos al desastre en el ámbito personal, nuestras acciones, o la falta de ellas, pueden tener consecuencias catastróficas en el medio ambiente. Por eso imperativo reconocer el poder que tenemos como individuos para influir en el destino de nuestro planeta y asumir la responsabilidad que conlleva.

El cambio climático es un problema global que requiere soluciones a nivel individual, comunitario y gubernamental. Aunque las decisiones y políticas a nivel macro son fundamentales, no podemos subestimar el impacto de nuestras acciones cotidianas en el medio ambiente. Desde reducir nuestro consumo de energía hasta adoptar hábitos de consumo más sostenibles, cada elección que hacemos puede contribuir significativamente a la mitigación del cambio climático.

Una de las áreas donde los individuos pueden tener un impacto directo es en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto puede lograrse mediante la adopción de prácticas de transporte más sostenibles, como el uso del transporte público, la bicicleta o el compartir automóviles, así como la transición a fuentes de energía renovable en nuestros hogares y lugares de trabajo.

En el contexto de promover el uso de bicicletas como un medio de transporte sostenible, es esencial abordar la responsabilidad de las autoridades locales en la creación de infraestructuras adecuadas que faciliten su uso, especialmente durante condiciones climáticas adversas como las temporadas de lluvia.

Las autoridades locales desempeñan un papel crucial en la planificación urbana y el diseño de las calles y avenidas de una ciudad. En este sentido, es fundamental que consideren la integración de infraestructuras específicas para bicicletas en sus proyectos de desarrollo urbano.

De igual forma, nuestras decisiones de consumo también juegan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático. Al optar por productos y servicios que sean ambientalmente amigables y éticamente producidos, estamos enviando una señal clara a las empresas y la industria de que la sostenibilidad es una prioridad para nosotros como consumidores. Esta demanda puede incentivar a las empresas a adoptar prácticas más sostenibles en toda su cadena de suministro.

La reducción del desperdicio también es fundamental en la lucha contra el cambio climático. La producción de alimentos, por ejemplo, es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. En ese orden de ideas, debe de existir un compromiso estructurado para efecto de reducir el desperdicio de alimentos y optar por opciones más sostenibles, como alimentos orgánicos y de temporada, para así poder reducir nuestra huella de carbono y ayudar a mitigar el cambio climático.

Es importante destacar que la responsabilidad individual no se limita solo a las acciones relacionadas con el consumo y el estilo de vida. También incluye la participación en la defensa del medio ambiente y la presión sobre los líderes y las instituciones para que tomen medidas audaces y efectivas contra el cambio climático.

La participación en movimientos sociales, la firma de peticiones y la participación en eventos de concienciación son formas importantes en las que los individuos pueden contribuir a generar un cambio significativo.

Si bien la responsabilidad individual es importante, también es necesario que los gobiernos locales desempeñen un papel activo en la promoción de la conciencia ambiental y la implementación de políticas que fomenten la sostenibilidad. Los gobiernos locales son la primera línea de defensa contra los impactos del cambio climático, ya que están más cerca de las comunidades y tienen un conocimiento más profundo de sus necesidades y desafíos únicos.

La participación de los gobiernos locales es crucial por varias razones. En primer lugar, tienen la capacidad de implementar políticas y programas que pueden tener un impacto directo en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la promoción de prácticas sostenibles. Esto puede incluir la promoción de sistemas de transporte público eficientes y accesibles, la creación de infraestructuras verdes y la implementación de incentivos fiscales para empresas que adopten prácticas sostenibles.

Además, los gobiernos locales son responsables de la planificación urbana y el desarrollo, lo que les brinda la oportunidad de integrar consideraciones ambientales en todas las etapas del proceso. Esto puede incluir la protección de áreas verdes y espacios abiertos, la promoción de edificios sostenibles y la implementación de políticas de gestión de residuos.

Al trabajar en conjunto con los ciudadanos, las empresas y otras partes interesadas, los gobiernos locales pueden crear un entorno propicio para la acción climática y facilitar la transición hacia una economía más sostenible y resiliente al clima. Además, al liderar con el ejemplo, pueden inspirar a otras comunidades y regiones a seguir su ejemplo y adoptar medidas similares.

En última instancia, la lucha contra el cambio climático requiere un enfoque multifacético que involucre la acción individual, comunitaria y gubernamental. Si cada uno de nosotros asume la responsabilidad de nuestras acciones y aboga por un cambio positivo en nuestras comunidades y sociedades, podemos marcar la diferencia en la lucha contra el cambio climático.

Al mismo tiempo, es imperativo que los gobiernos locales desempeñen su papel en la promoción de la conciencia ambiental y la implementación de políticas que fomenten la sostenibilidad a nivel local. Solo a través de un esfuerzo conjunto y coordinado podemos enfrentar con éxito los desafíos del cambio climático y construir un futuro más sostenible para las generaciones venideras.

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