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OPINIÓN

El sentido común «alternativo»

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Educación, por Isabel Venegas //

“Ciencia es una vacuna contra los charlatanes del mundo que explotarían tu ignorancia”, Neil De Grasse Tyson.

Desde siempre hemos acordado como especie, que lo que nos distingue de las demás familias de animales es la razón. Se entiende desde un modo ontológico la importancia de proteger esa característica y transmitir a las siguientes generaciones lo que vamos estructurando; la razón sería la herramienta que nos debería guiar en un proceso de evolución infinito, con la creencia de que su construcción lógica nos podría acercar cada vez más a la verdad de las cosas.

En realidad, esto no fue así desde el principio, más bien habría sido parte de un proceso para llegar a tener una visión de universalidad, de hecho, grandes filósofos se han encontrado en ciertos momentos de la historia con pensamientos opuestos, que han derivado en revoluciones científicas altamente transformadoras.

Por ejemplo, el positivismo defendía la idea de que el “método” era el camino seguro para que los descubrimientos que se hicieran en cualquiera de las áreas de estudio tuvieran el sustento y la validez universal.  Pensadores como August Comte, coincidían con que más allá de estudiar reacciones químicas o el comportamiento humano, se debería aplicar la consecución de pasos para poder aceptar la tesis; pero la propuesta se encontraba a la vez, opuesta en cierto sentido a lo que Francis Bacon había establecido (unos trescientos años antes) cuya base también era la de la metodología de la experimentación, lo que en su momento lo habría colocado como uno de los pioneros del pensamiento científico moderno, pero lo distanciaba de Comte quien defendía la apreciación de los sentidos y la experiencia en la concepción del conocimiento.

Sin seguir ahondando en la filosofía, consideremos la valoración que hoy se hace de la ciencia y la razón; por un lado, la vida pragmática, inmediatista y de alto consumo nos ha empujado a reducir el nivel de reflexión a los momentos y circunstancias que vamos viviendo.  

La caricatura se ha vuelto uno de los medios de análisis actual, y la presencia de los memes en redes sociales facilita la difusión de ideas cortas, pero no generan la posibilidad del debate real.

Una de las grandes virtudes de los canales de comunicación actuales ha sido la democratización de las ideas, pero al hacer falta el análisis serio de las cosas, pareciera que nos quedamos nada más con las propuestas.

Últimamente he estado atenta a debates que se dan en espacios abiertos, donde la reacción de la mayoría de las personas los lleva a concebirlo como “pleito”; aunque en muchos de los casos, la argumentación es tan pobre, o no se hace con orden y madurez, de modo que el discurso efectivamente se coloca en el nivel del conflicto, ese que no propicia ningún crecimiento intelectual.

En la apreciación a la libertad de elección, también se tiene el debate sobre controlar los medios que difunden contenido que pudiera llegar a ser nocivo para la formación de los ciudadanos, y mientras ese análisis sigue dando el gane a quienes defienden el derecho a decidir sobre su propio consumo, nos encontramos con que la televisión abierta tiene, por ejemplo, cada vez más canales de programación esotérica, cuya definición la coloca como algo contrario a la demostración científica, y alejada  del terreno propiamente espiritual; y es que en la era de la post-verdad parece que todo cabe, todo se justifica y con un poco de “bondad”, la contrariedad se anula.

La post-verdad se refiere a que los hechos objetivos y reales, tienen menos credibilidad o influencia que los sentimientos y creencias de los individuos al momento de formular una opinión pública o determinar una postura social.

La falta de fe al poder que tiene la razón nos hace pensar en un malentendido sentido de aceptación al otro, es decir, que para no pelear se debe consentir lo que se dice sin más discusión, o por el contrario si alguien ofrece razones para defender sus posicionamientos, los disidentes podrán pensar que era de esperar que se fuera a decir eso, lo que permite ignorarlo de facto.

Vivimos en la época en la que importa más la emoción, un posicionamiento tal vez noble pero peligroso porque nos estamos acostumbrando a polarizar los temas sin una reflexión crítica.  La pasión por defender al medio ambiente, las posturas provida o proaborto, las del consumo de transgénicos en animales y humanos, o de las drogas, son ejemplos de temas que cuando se les encuentra en la palestra de discusión, se vuelven con frecuencia un griterío que carece de argumentos y de elementos sólidos para seguir reflexionando.

Encontramos con frecuencia artículos publicados en las redes con títulos como “La gente impuntual es más exitosa y creativa”; la mayoría de los textos como este, no muestran de un estudio sólido que los avale, o bien la parcialidad de la publicación no nos deja ver la dimensión del análisis, en este ejemplo en particular, su metodología fue criticada por la validez del constructo, y lo que en realidad pretendía analizar, era la capacidad que hemos ido desarrollando para hacer muchas cosas al mismo tiempo, lo que acuña el término de “policronidad” (multi-tareas).

Quienes defienden el acceso universal a la educación, lo hacen con la convicción de que es la herramienta por excelencia que permite habilitar al hombre de posibilidades infinitas, en total oposición a un pensamiento utilitario o meritocrático de la educación. Consideremos dos componentes clave: la razón y la comunicación.  Ambos son elementos que el ser humano debe cultivar en aras de crecer a toda su capacidad. Si revisamos cualquiera de las modalidades del sistema educativo, veremos que el español y las matemáticas están presentes en todos los programas escolares para los alumnos desde el preescolar. 

Incentivar el componente de la comunicación debe implicar ir más allá de enseñar la gramática y la estructura del idioma; debe llevarnos al ejercicio del diálogo abierto, reflexionado y argumentado.  Es precisamente por eso, por lo que resulta preocupante para los gobiernos locales e instituciones internacionales, que la mayoría de los estudiantes carezcan de comprensión lectora y habilidades discursivas. Hay grupos y asociaciones que trabajan con mucho empeño porque los jóvenes desarrollen estrategias de argumentación para llevar a cabo debates que se nutren en la medida de la escucha.  Te recomiendo que sigas a los grupos como “Mar Adentro, A. C” quienes tienen una vida muy activa y productiva en el estado.

Por otro lado, trabajar en función de la razón, es llevar el pensamiento matemático a esa base lógica que da sentido a la idea de colectividad, a la vez que propicia la evolución de cada individuo.  Razonar sobre las propiedades del triángulo, la dimensión de la esfera o el límite de una función, son parte del entrenamiento propicio para demostrar la capacidad que todos tenemos de desarrollar el pensamiento abstracto, pensamiento que detona la creatividad e inteligencia intuitiva, con lo que a partir de eso, podemos tener un piso común de diálogo evitando las teorías conspiratorias, esas que asumen que toda la información con la que se cuenta proviene de fuentes manipuladoras, con intereses mercantilistas, es exagerada o simplemente inútil.

Cuando nos ponemos en actitud de escucha (y no simplemente de tolerancia), ante posturas que pueden ser opuestas a las de cada uno, tenemos la posibilidad de generar un rompimiento de estructuras tal vez bien afianzadas, lo cual muy probablemente implique sufrimiento, el dolor del crecimiento.  Supongo que se asemeja a cuando a los adolescentes les da mucho sueño y les duele el cuerpo porque su estructura ósea está creciendo, ese cambio provoca un desgaste descomunal, pero siguiendo con la analogía, la metamorfosis intelectual debería ser la constante de nuestra era; rescatar la razón implica un esfuerzo y un desgaste, mismo que a la postre traerá como consecuencia el crecimiento real e integral, de manera colectiva, como individual.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa_venegas@hotmail.com

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JALISCO

Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.

La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.

Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.

La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.

Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.

¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.

Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.

Recursos, pero con condiciones

Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.

Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.

Un plan sin excusas

Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.

Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.

Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.

Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.

El papel de la sociedad

La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.

Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.

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JALISCO

Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.

Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.

La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!

¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.

Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?

¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.

Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?

Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.

Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.

El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.

Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.

Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.

Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.

Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.

La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.

Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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