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OPINIÓN

La «cultura de paz» en las escuelas, dr. Víctor Ponce Grimas, DEP

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Educación, por Isabel Venegas //

Cuánto duele despedirse de alguien que ha marcado nuestras vidas con gestos generosos, con ternura y nobleza, pero se vuelve más difícil cuando ese adiós implica también una pérdida de conocimiento, un proyecto que representaba la esperanza de transformar verdaderamente las instituciones educativas de nuestras localidades.

El Dr. Víctor Manuel Ponce Grima era un referente para muchísimos pedagogos del estado, un investigador con una alta sensibilidad para cuestionar los problemas a los que se enfrenta la comunidad educativa en contextos complejos como la secundaria, particularmente en ciertas zonas de la ciudad.

Muchos trabajos desarrolló al respecto contando con una gran cantidad de colaboradores, él se encargó de coordinar esfuerzos, principalmente desde la metodología de la investigación-acción, es decir, desde una revisión profunda y dinámica de la realidad, desde el análisis del contexto, la reflexión respecto de las formas de pensar que tienen los miembros de la comunidad en función de los cambios que demandan las reformas (por ejemplo), y la transformación que tiene la comunidad al momento de irse cuestionando a sí misma.

Y es que, desde la mirada de las políticas públicas, el ambiente educativo suele tener discusiones estériles e impostadas por la obligatoriedad de lo “políticamente correcto”, sin embargo, para el doctor Víctor, el reto era hablar con honestidad y poner sobre la mesa la necesidad de atender a los más jóvenes, a los más indefensos

En uno de sus discursos él decía algo así:

Mucha gente piensa que la educación se da desde la casa, que los padres de familia se tienen que encargar de los valores y de la parte afectiva, para que en la escuela se atienda lo académico, pero en realidad señores, reconozcamos que la mayoría de los papás y las mamás no se encuentran en casa, están absortos en uno o dos trabajos y no pueden ni siquiera coincidir en el tiempo y espacio con sus hijos. A nosotros, los educadores, nos toca la tarea de tocar esos corazones, de no dejar más solos a esos chicos que necesitan de la palabra cálida, de la escucha”.

Una mirada profunda a nuestras escuelas secundarias deja ver a una gran cantidad de chicos sufriendo violencia de muchos tipos: explícita, física, silenciosa, a manos de sus familiares o de sus compañeros. Algunos chicos no saben identificar cuáles serían los patrones sanos de relación y se exponen a manipulaciones en el ámbito real o en lo virtual, que a final de cuentas son igual de peligrosos y/o dolorosos.

Acompañar a nuestros jóvenes, significa reflexionar sobre los vínculos con los que conectaron en la primera infancia, de sus afirmaciones positivas y de las conexiones que están haciendo actualmente; pensar en ello requiere de sensibilidad y cariño hacia una generación que se puede perder si no encuentra una guía que entienda y asuma ese desafío; los niños, las niñas y los adolescentes de nuestras escuelas de educación básica, necesitan urgentemente, un referente de conexión positiva y formativa que ayude a que en un futuro esas comunidades de vida que el Dr. Víctor Ponce sean la base de sociedades más armónicas y menos agresivas.

Mucho seguimos aprendiendo de él, de quien entregó su vida a esta tarea que es tan apasionante como demandante: construir verdaderas comunidades de vida, pensar en la cultura de paz, buscar entornos de sana convivencia y ver crecer a nuestros chicos gozando de aprender, expandiendo su mundo a la creatividad. ¡Hasta siempre querido amigo!

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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NACIONALES

¿La seguridad y la libertad van de la mano?

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Opinión, por Claudia Salas //

¿Estás dispuesto a renunciar a tu libertad a cambio de una promesa de seguridad? Esa es la pregunta que deberíamos hacernos después de lo que se aprobó en la Cámara de Diputados.

En nombre de la seguridad, el oficialismo ha cruzado una línea muy peligrosa. La pasada semana en la Cámara de Diputados se aprobó una reforma que otorga a la Guardia Nacional facultades excepcionales para realizar operaciones encubiertas, intervenir comunicaciones privadas y solicitar información a empresas de tecnología, todo sin necesidad de una orden judicial.

Así, bajo el pretexto de protegernos, abren la puerta a la vigilancia masiva, sin controles ni contrapesos. No estamos hablando de un episodio aislado, sino de un paso más hacia la normalización de un Estado que espía, que vigila y que concentra el poder en manos de una estructura militar sin transparencia.

Lo que está en juego no es menor, nuestra privacidad, la libertad de expresión, el derecho a disentir y a vivir sin miedo. Porque cuando las instituciones armadas son utilizadas para fines políticos o electorales, lo que se erosiona es la democracia misma.

Uno de los puntos más alarmantes, es que esta reforma permite que elementos activos de la Guardia Nacional puedan participar como candidatos en elecciones populares. ¿Qué mensaje manda eso? Que los militares podrán ser jueces y parte en los procesos democráticos, que en las boletas electorales se podrán incluir candidatos con formación castrense, en un país que optó hace décadas por un mando civil precisamente para evitar los abusos del poder armado.

No olvidemos que las Fuerzas Armadas fueron creadas para defender la soberanía, no para vigilar a la población. Confundir esa misión es gravísimo y pone en riesgo el equilibrio institucional.

Esta misma semana se aprobó la reforma al Sistema Nacional de Seguridad Pública con la que se fortalecerá la coordinación entre los tres órdenes de gobierno en materia de seguridad pública y se reconfigurará el papel de las instituciones policiales.

Esta reforma tiene algunos aspectos positivos, sin duda uno de los más importantes es en el que se reconoce la urgencia de abordar la violencia de género dentro de las corporaciones, estableciendo de manera clara que toda conducta vinculada a violencia de género, acoso y hostigamiento sexual se investigue y se sancione con perspectiva de género, colocando los derechos de las mujeres al centro de la transformación institucional.

Mientras la reforma se discutía en el pleno, vivimos otro episodio que muestra que la cultura machista aún impera en el Congreso, vimos como el diputado Reginaldo Sandoval se refirió a la diputada Margarita Zavala únicamente como “la esposa de Calderón” despersonalizando su trayectoria como legisladora y atentando contra su legitimidad, esto nos recuerda que tenemos mucho por trabajar para que las mujeres podamos vivir una vida libre de violencias.

No se puede construir paz sin derechos humanos, ni confianza sin justicia. México no necesita un Estado que nos vigile, necesita un Estado que nos cuide.

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NACIONALES

Consejos para la jubilación: Desconocimiento e injusticias

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Opinión, por Arturo Pérez Díaz //

¿Trabajaste toda tu vida y te espera una pensión de miseria?

Aún puedes evitar la pobreza en tu vejez con la Modalidad 40 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), siguiendo una serie de consejos podrás disponer de los beneficios de la Ley del Seguro Social.

En México, miles de trabajadores que dedicaron décadas enteras a contribuir con su esfuerzo al desarrollo del país se enfrentan, al llegar a la vejez, con una realidad amarga: pensiones que apenas alcanzan para sobrevivir.

Una persona que aspira a jubilarse a los 65 años de edad, que empezó a trabajar desde los 18 años, acumula 47 años de cotización ante el IMSS, en lenguaje del Seguro Social tiene 2444 semanas cotizadas. Con estas dos variables justifica una cuantía del 100% del salario base de cotización como jubilación. El problema es que muchos han cotizado en promedio dos salarios mínimos durante toda su vida y esa será su jubilación.

Después de 30 o 40 años de trabajo formal, muchos reciben apenas unos cuantos miles de pesos mensuales. Esta situación es injusta, pero evitable. Lo más preocupante es que muchas personas desconocen que tienen una alternativa legal, efectiva y al alcance: la Modalidad 40 del IMSS.

En este artículo te explico la Modalidad 40, cómo puede ayudarte a alcanzar una pensión de hasta 80 mil pesos mensuales, y por qué es urgente que tomes decisiones informadas entre los 55 y los 60 años. Dejarlo “para después” es el error que cometen muchos, y lo pagan caro cuando el tiempo ya no alcanza a reparar trámites burocráticos.

Actualmente las pensiones son una trampa silenciosa, imagina trabajar desde los 18 o 20 años hasta los 60 o 65. Has cotizado durante más de 35 años en el Seguro Social, contribuyendo cada quincena con tu esfuerzo y tus aportaciones. Cuando llega el momento de retirarte, esperas recibir un ingreso digno y esto no sucede, te preguntas; ¿Qué pasó?

El problema estuvo en dos factores clave:

1.- El salario base de cotización con el que cerraste tus últimos cinco años de trabajo era muy bajo

2.- faltó una estrategia para mejorar tu pensión a tiempo.

Debes saber que la pensión no se calcula únicamente por el número de años trabajados, sino también por el promedio del salario base de cotización de los últimos cinco años, además del total de semanas cotizadas y la edad al momento del retiro.

La buena noticia es que existe una solución legal y efectiva: la continuación voluntaria en el régimen obligatorio, mejor conocida como Modalidad 40.

¿Qué es la Modalidad 40 del IMSS?

Es un esquema previsto en la Ley del Seguro Social (LSS) que permite a los trabajadores seguir cotizando de manera voluntaria al IMSS, aunque ya no estén trabajando en una empresa formal y no cuenten con un patrón.

Está dirigida a quienes cotizaron en su vida laboral hasta antes del 1 de julio de 1997, bajo la Ley del Seguro Social de 1973, y consiste en que tú mismo realizas tus aportaciones como si fueras tu propio patrón, con la gran ventaja de que puedes incrementar el salario base de cotización hasta 25 veces el valor de la UMA (Unidad de Medida y Actualización), esto equivale a que si cotizabas dos salarios mínimos, te puede elevar el sueldo hasta dos mil 835 pesos diarios, elevado al mes suman 85 mil pesos.

La Ley del Seguro Social, en su Artículo 218, establece que los asegurados que se hayan dado de baja del régimen obligatorio pueden continuar voluntariamente en el mismo, cubriendo exclusivamente las ramas de cesantía en edad avanzada y vejez: “Los asegurados que se hayan dado de baja del régimen obligatorio podrán continuar voluntariamente en el mismo, cubriendo las cuotas correspondientes a las ramas del seguro de retiro, cesantía en edad avanzada y vejez, con base en el salario con el que cotizaban en el momento de la baja o en uno superior, sin que exceda el límite superior establecido.”

Esto permite al trabajador “reconstruir” su salario base de cotización en los últimos cinco años antes de la jubilación, lo cual es clave para aumentar considerablemente el monto de la pensión.

Debes tener en cuenta que el monto de la pensión se determina con base en tres elementos: 1.- semanas cotizadas. Mientras más semanas tengas, mayor será el porcentaje de pensión; 2.- el salario promedio de los últimos 5 años cotizados y 3.- edad al momento de pensionarte. Acorde a la ley del Seguro Social, si te jubilas a los 60 años, obtendrás una jubilación por el equivalente al 75% de tu salario cotizado; a los 61 años, 80%; a los 62 años, el 85%; 63 años, 90%; 64 años el 95% y a los 65 años el 100%.

Por lo tanto, esperar a los 65 años para jubilarte te permite obtener el 100% del monto calculado. Retirarte antes reduce la pensión proporcionalmente, pero dependiendo de un análisis estratégico, muchas veces te puede convenir mejor jubilarte desde los 60 años sin esperar cinco años más.

Por ejemplo, si tienes 55 años y mil semanas cotizadas, son suficientes para empezar a trabajar una estrategia de jubilación que te permita jubilarte a los 60 años con un monto cercano a los 32 mil pesos mensuales, realizando una inversión durante los próximos cinco años. Para que te des una idea, comprar actualmente un auto a crédito conlleva plazos de hasta seis años, pagando mensualidades de 10 mil pesos, esa misma inversión la puedes dedicar a construir tu jubilación.

¿Quiénes pueden acceder a la Modalidad 40?

Extrabajadores que cotizaron al IMSS bajo la Ley 73 (antes de 1997), personas que hayan causado baja recientemente (no más de 5 años sin cotizar); quienes deseen mejorar su pensión y tengan recursos para pagar las cuotas mensuales por su cuenta.

El costo de cotizar en Modalidad 40 depende del salario que elijas. Mientras más alto sea tu salario base de cotización, más alta será tu pensión, pero también más cara será tu cuota mensual. Esto representa una inversión estratégica. Durante cinco años, harás un esfuerzo económico, pero garantizas una pensión vitalicia alta, protegida contra la inflación y con seguro médico del IMSS incluido para ti y tus dependientes económicos.

El principal consejo que te podemos ofrecer es: asesórate y actúa con información, no con esperanzas , el retiro no debe tomarte por sorpresa. Conocer las reglas, los derechos y las opciones legales te permite tomar decisiones inteligentes que marcarán el resto de tu vida. No se trata solo de cuánto trabajaste, sino de cómo planificaste el futuro.

Si tienes entre 55 y 60 años, este es el momento ideal para hacer un análisis financiero y decidir si puedes y debes entrar a la Modalidad 40. Cada mes que dejes pasar puede representar miles de pesos menos en tu pensión futura.

La jubilación digna no es un sueño imposible. Está al alcance de muchos trabajadores mexicanos. Pero requiere información, planeación y decisión.

La Modalidad 40 del IMSS, amparada por la Ley del Seguro Social, es una de las mejores herramientas para quienes cotizaron bajo la Ley 73. Permite obtener pensiones que realmente aseguren calidad de vida en la vejez, y evitar que después de toda una vida laboral, el retiro se convierta en una época de carencias y sufrimiento.

No esperes a que el tiempo te alcance. Infórmate, acércate al IMSS y toma el control de tu información, la Ley de Protección de Datos Personales te protege, puedes acceder a tu información y rectificarla cuando lo desees.

Te gustaría conocer una estimación de cuánto vas a ganar mensualmente con tu pensión con el salario actual, o si no estás inscrito al IMSS en este momento, te gustaría conocer las opciones de cómo reactivarte, entonces tu opción es la información.

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Arturo Pérez Díaz es periodista independiente, ha sido docente de Política, Opinión Pública y Mercadotecnia Política, así como asesor profesional de Comunicación Pública.

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JALISCO

Crisis de basura en Guadalajara: La ciudad de los desechos, entre la condena y la responsabilidad

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En 79 d.C., cuando el Vesubio enterró Pompeya bajo un manto de cenizas, las calles quedaron petrificadas en el tiempo con todo y sus basuras. Entre ánforas rotas y restos de comida, los arqueólogos encontraron no solo indicios de la vida doméstica, sino también pruebas de que la basura es un lenguaje silencioso que revela la dignidad –o la miseria– de una civilización. Una ciudad que no puede manejar sus residuos termina por convertirse en su propio monumento fúnebre.

Hoy, Guadalajara es testigo de una tragedia menos súbita, pero igualmente reveladora: una crisis de basura que no sólo huele, sino que exhibe las grietas de nuestra convivencia social y de nuestras instituciones.

Durante décadas, la recolección de residuos se delegó a un concesionario privado que prometía eficiencia, modernidad y cobertura total. Con el tiempo, esa promesa se volvió una caricatura: camiones descompuestos, rutas incompletas y montañas de bolsas negras creciendo en esquinas que se convirtieron en muladares improvisados. El colapso del vertedero de Matatlán fue apenas el aviso más evidente de un sistema que llevaba años desmoronándose. Y, sin embargo, la respuesta institucional tardó tanto que llegó un momento en que el problema dejó de ser una anécdota de servicios públicos y se transformó en un riesgo sanitario.

Es verdad que se está intentando recomponer el desastre. La creación del nuevo sistema municipal de recolección y la compra de camiones propios representan un paso importante hacia la autonomía operativa.

Pero la reconstrucción va mucho más allá de la maquinaria: implica restaurar la confianza de los ciudadanos en que pagar su predial, su impuesto de limpia y sus contribuciones significa algo más que financiar burocracias. Porque cuando la basura no se recoge con regularidad, no es raro que la gente la arroje donde puede: baldíos, camellones o cualquier esquina anónima.

La indignación moral que esto provoca es comprensible, pero a veces roza la hipocresía. Es sencillo señalar con el dedo al que, llevado por la desesperación o la precariedad, tira una bolsa en la vía pública. Es más difícil reconocer que un ciudadano que no encuentra un servicio confiable a menudo termina atrapado en un dilema miserable: acumular basura en su casa o dejarla donde estorba menos.

Hace unas semanas, en medio de este panorama, circuló un video donde la presidenta municipal aparecía exhibiendo a un pepenador que descargaba residuos en un terreno baldío. El tono era de denuncia y escarnio. La imagen se viralizó porque concentraba en unos segundos la narrativa más cómoda: la culpa es de los incivilizados, de los sucios, de los otros.

Pero ese gesto –tan cuidadosamente grabado y difundido– omitía una verdad que no cabe en una grabación de treinta segundos: la basura no es responsabilidad exclusiva de quien la tira. También es responsabilidad de quien, desde el gobierno, ha permitido que la recolección colapse y que la infraestructura de disposición final sea insuficiente. Si hay pepenadores que arrojan bolsas en predios, es porque el sistema entero ha normalizado la improvisación.

El problema de fondo es más profundo que una anécdota mediática. La basura es un síntoma que exhibe la incapacidad de planear a largo plazo y de asumir colectivamente la idea de ciudad. En Guadalajara hemos sido expertos en aplazar soluciones, creyendo que la privatización absoluta resolvería lo que en realidad exigía vigilancia, inversión constante y corresponsabilidad social.

Con los tiraderos clandestinos creciendo como hongos después de la lluvia, con vertederos que llegan a su límite y con colonias enteras que pasaron semanas sin servicio, es inevitable preguntarse: ¿por qué permitimos que esto ocurriera? ¿Por qué la discusión pública se reduce a exhibir a los más vulnerables, en lugar de asumir la responsabilidad compartida que implica gobernar una metrópoli de millones de habitantes?

Desde luego que hay ciudadanos que actúan con irresponsabilidad. Nadie puede negar que arrojar basura a la calle es un acto que daña a todos. Pero también es cierto que hay contextos que fomentan la degradación. Un sistema de recolección estable y confiable disminuye la tentación de convertir cualquier esquina en basurero. Una política de educación ambiental consistente reduce la indiferencia. Un gobierno que no se desentiende de su obligación de supervisar concesionarios evita la acumulación crónica de residuos. Y una autoridad que entiende su papel institucional no necesita convertir a un pepenador en chivo expiatorio para distraer de su propia omisión.

La reconstrucción del servicio es una oportunidad para repensar la relación entre la ciudadanía y el municipio. No podemos aspirar a una ciudad limpia si seguimos esperando que sólo el otro se haga cargo: el vecino, el empleado de limpia, el reciclador informal. Tampoco podemos tolerar que los gobiernos utilicen la vergüenza pública como estrategia de legitimación. La dignidad de la ciudad se defiende con acciones, no con videos que criminalizan la pobreza.

Una ciudad se define tanto por su capacidad de producir como por su capacidad de recoger lo que ya no sirve. Si fallamos en lo segundo, todo nuestro discurso sobre modernidad, progreso y calidad de vida se queda en retórica hueca. La basura revela si somos capaces de cooperar o si preferimos vivir en compartimentos estancos, donde cada quien se lava las manos mientras la podredumbre crece en la banqueta.

Es tiempo de entender que la limpieza urbana no es solo un asunto estético. Tiene implicaciones sanitarias, ambientales y éticas. Cada bolsa de basura olvidada en la calle es un recordatorio de nuestra interdependencia. Nadie se salva de los insectos, los malos olores o la contaminación visual. Y nadie puede declararse inocente cuando la ciudad entera se convierte en un basurero al aire libre.

Por ello, sería importante que, en lugar de repetir la vieja estrategia de encontrar culpables individuales, podamos inaugurar una nueva etapa en la que se hable de corresponsabilidad. El Ayuntamiento tiene que garantizar un servicio de recolección eficaz, transparente y continuo. Pero también tiene que convocar a la ciudadanía a asumir su parte.

El reciclaje, la separación de residuos y el respeto a los horarios de recolección son hábitos que requieren voluntad política para ser promovidos. Y esa voluntad no se demuestra con desplantes mediáticos, sino con políticas públicas sostenidas.

La memoria de Pompeya nos recuerda que las ciudades pueden ser sepultadas por lo que no quieren ver: cenizas, escombros, desechos. Guadalajara aún está a tiempo de evitar que su basura se convierta en el testimonio arqueológico de su fracaso colectivo. Pero ese futuro dependerá de nuestra capacidad de dejar atrás la búsqueda de culpables fáciles y de asumir la responsabilidad común de mantener limpia no sólo la calle, sino también la conciencia cívica.

Al final del día, la basura que generamos es el espejo de lo que somos. Si no queremos contemplar un reflejo de desidia y cinismo, más nos vale empezar a recoger, cada quien, desde su trinchera, todo lo que durante años dejamos abandonado. Porque una ciudad limpia no es la que se barre todos los días: es la que no necesita ser barrida con excusas.

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