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MUNDO

La economía del mañana: La Cuarta Revolución Industrial

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Economía Global, por Alberto Gómez-R. //

La Economía del Mañana se verá profundamente influenciada por lo que se conoce como la Cuarta Revolución Industrial. Este término se refiere a la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas que están transformando rápidamente los sectores económicos y cambiando la forma en la que se vive y trabaja.

En la actualidad, la inteligencia artificial (IA) y las Nuevas Tecnologías están transformando las estructuras de la economía global. Estas tendencias están respaldadas por una serie de estudios y artículos que exploran los impactos de la IA y la automatización en la economía y la sociedad.

En esta nueva era, la tecnología jugará un papel central en todos los aspectos de la economía. La inteligencia artificial, el aprendizaje automático, el internet de las cosas (IoT), la computación en la nube y otras tecnologías disruptivas se combinarán para crear sistemas más inteligentes, conectados y eficientes.

La inteligencia artificial (IA) será uno de los pilares clave de la Cuarta Revolución Industrial. Los avances en IA permitirán la automatización y optimización de una amplia gama de tareas y procesos, desde la producción y logística hasta el análisis de datos y la toma de decisiones. La IA también se utilizará para mejorar la personalización de productos y servicios, brindando experiencias más adaptadas a las necesidades individuales de los consumidores.

Otra tecnología importante en esta revolución es el blockchain, una tecnología de registro distribuido que permite la creación de redes descentralizadas y seguras. El blockchain tiene el potencial de transformar la forma en que se realizan las transacciones y se gestionan los contratos. Al eliminar intermediarios y mejorar la confianza y la transparencia, el blockchain puede reducir costos y aumentar la eficiencia en diversos sectores, como las finanzas, la cadena de suministro y la propiedad intelectual.

Además, la Cuarta Revolución Industrial se caracteriza por la enorme cantidad de datos generados y la capacidad de análisis que se ha desarrollado. El análisis de datos (Data Analysis) se ha convertido en un recurso estratégico fundamental para las organizaciones, ya que proporciona información valiosa para la toma de decisiones basadas en evidencias. Mediante el uso de técnicas avanzadas de análisis de datos, como el aprendizaje automático y la minería de datos, las empresas pueden obtener conocimientos profundos sobre los patrones de comportamiento de los clientes, las tendencias del mercado y las operaciones internas.

La Cuarta Revolución Industrial también está impulsando la colaboración entre diferentes industrias y sectores. La interconexión de sistemas y la integración de tecnologías permiten la creación de ecosistemas empresariales más amplios y conectados. Las empresas se están asociando con startups (emprendimientos), instituciones académicas y organismos gubernamentales para impulsar la innovación y desarrollar soluciones conjuntas para los desafíos económicos y sociales.

Según un informe publicado por McKinsey Global Institute en 2017 titulado «A Future that Works: Automation, Employment, and Productivity» (Un futuro que funciona: automatización, empleo y productividad), se estima que entre el 30% y el 40% de las actividades laborales en los Estados Unidos podrían automatizarse para 2030. Este informe sugiere que, si bien la automatización puede conducir a la pérdida de ciertos empleos, también tiene el potencial de generar nuevas oportunidades y mejorar la productividad.

Otro artículo importante es «The Future of Employment: How Susceptible Are Jobs to Computerization?» (El futuro del empleo: ¿cuán susceptibles son los trabajos a la informatización?) de Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, publicado en 2013 en la revista Technological Forecasting and Social Change. Este estudio examinó la probabilidad de que diferentes ocupaciones fueran automatizadas en el futuro y encontró que hasta el 47% de los empleos en los Estados Unidos podrían estar en riesgo. El artículo destaca la importancia de adaptarse y desarrollar nuevas habilidades en un entorno laboral en evolución. Esto, escrito antes de la revolución que ahora se vive de las Nuevas Tecnologías, como la Inteligencia Artificial (IA).

La IA ha revolucionado numerosos campos en los últimos años, y el ámbito de la salud no ha sido la excepción. Mediante el uso de algoritmos avanzados y sistemas de aprendizaje automático, la IA ha demostrado ser una herramienta invaluable para la detección temprana y precisa de problemas de salud en los individuos. A través de su capacidad para procesar grandes cantidades de datos y reconocer patrones sutiles, la IA ha brindado una nueva perspectiva en el diagnóstico y tratamiento médico.

En primer lugar, la IA se ha utilizado exitosamente en la detección de enfermedades graves como el cáncer. Los algoritmos de IA pueden analizar imágenes médicas, como radiografías y resonancias magnéticas, y detectar características específicas que podrían indicar la presencia de tumores o anomalías que pueden indicar la presencia de enfermedades.

Estos sistemas pueden identificar patrones irregulares con una precisión sorprendente, ayudando a los médicos a tomar decisiones más informadas sobre los tratamientos y mejorando la tasa de detección temprana.

Además, la inteligencia artificial también se utiliza en el análisis de datos clínicos, como historias clínicas, resultados de pruebas de laboratorio y registros de pacientes. Al aplicar algoritmos de aprendizaje automático a estos datos, la inteligencia artificial puede identificar patrones y factores de riesgo que podrían pasar desapercibidos para los médicos.

La IA también ha encontrado aplicaciones en la detección de enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades renales, trastornos autoinmunes, o enfermedades cardíacas. Mediante el análisis de datos clínicos y biomarcadores, los sistemas de IA pueden evaluar el riesgo individual de desarrollar ciertas enfermedades y proporcionar recomendaciones personalizadas para la prevención. Estos sistemas son capaces de monitorear constantemente los datos de los pacientes, identificar patrones anormales y alertar a los profesionales de la salud cuando se requiere intervención.

La IA también ha demostrado su utilidad en el campo de la salud mental. Los sistemas de IA pueden analizar el lenguaje utilizado en los medios sociales y en las interacciones en línea para identificar signos de depresión, ansiedad u otros trastornos mentales. Esto puede permitir una intervención temprana y un seguimiento más cercano de las personas en riesgo, brindando apoyo y recursos adecuados.

En un artículo publicado en la revista Nature Medicine en 2019, titulado «Development and Validation of a Deep Learning Algorithm for Detection of Diabetic Retinopathy in Retinal Fundus Photographs» (Desarrollo y validación de un algoritmo de aprendizaje profundo para la detección de retinopatía diabética en fotografías del fondo de ojo), los investigadores utilizaron algoritmos de aprendizaje profundo para diagnosticar la retinopatía diabética con una precisión comparable a la de los oftalmólogos. Esto demuestra cómo la IA puede mejorar la eficiencia y la precisión en el campo de la salud.

Otro beneficio de la inteligencia artificial en la detección de enfermedades es su capacidad para analizar datos genéticos y moleculares. La inteligencia artificial puede identificar variantes genéticas asociadas con enfermedades hereditarias y predecir el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades. Esto permite la implementación de medidas preventivas y el desarrollo de tratamientos personalizados.

Sin embargo, es importante destacar que la IA no reemplaza la labor de los profesionales de la salud. En cambio, la IA actúa como una herramienta complementaria que ayuda a los médicos a tomar decisiones más precisas y eficientes. La experiencia y el juicio humano siguen siendo fundamentales en el proceso de diagnóstico y tratamiento, pero la IA proporciona información adicional y valiosa que puede mejorar los resultados médicos.

En resumen, la Inteligencia Artificial ha demostrado ser una aliada poderosa en la detección de problemas de salud en los seres humanos. Su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos y reconocer patrones ha mejorado la precisión y la eficiencia del diagnóstico médico. Desde la detección temprana del cáncer hasta el monitoreo de enfermedades crónicas, la IA ha demostrado su valía en el campo de la salud. A medida que la tecnología avance, es probable que la IA desempeñe un papel aún más significativo en la medicina, brindando beneficios cada vez mayores para la detección y el tratamiento de enfermedades.

En el sector financiero, la automatización y la IA también están desempeñando un papel importante. Un artículo reciente de The Economist, titulado «Rise of the Robots: A New Kind of ‘Hedge Fund’» (Auge de los robots: un nuevo tipo de ‘fondo de cobertura’), explora cómo los algoritmos de IA están siendo utilizados para tomar decisiones de inversión en fondos de cobertura. Estos algoritmos pueden analizar grandes cantidades de datos y detectar patrones, lo que les permite tomar decisiones de inversión de manera más rápida y precisa.

Además, la IA también está impulsando la innovación en la industria manufacturera. Un artículo de 2020 publicado en la revista Harvard Business Review, titulado «Artificial Intelligence Is the New Electricity» (La inteligencia artificial es la nueva electricidad), argumenta que la IA está transformando la forma en que se diseñan y fabrican los productos. Las empresas pueden utilizar la IA para optimizar la producción, realizar mantenimiento predictivo de las máquinas y personalizar los productos según las preferencias de los clientes.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías están moldeando la economía del mañana. Es importante tener en cuenta que la tecnología avanza rápidamente y que se están realizando nuevos descubrimientos e innovaciones constantemente.

En resumen, la economía del mañana será moldeada por la Cuarta Revolución Industrial, donde la inteligencia artificial, el blockchain, el análisis de datos y otras tecnologías disruptivas transformarán los sectores económicos y la forma en que interactuamos en el mundo empresarial. Será crucial para las organizaciones y los individuos adaptarse y aprovechar estas tecnologías para mantenerse competitivos y aprovechar al máximo las oportunidades emergentes.

 

 

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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