JALISCO
La salud mental en la política de Jalisco

Bioética, por Omar Becerra Partida //
Como sabemos la política en el estado está llena de personajes y personalidades, muchos de ellos carecen de una salud física y más de salud mental.
En otros países de primer mundo para contender a un puesto publico se necesitan una serie de requisitos como académicos, legales, de temporalidad, de conocimientos etc., pero también de salud mental reconocido bajo instituciones oficiales.
La salud mental en su definición nos dice que es el estado de equilibrio de una persona entre sus emociones y su entorno social que garantiza su calidad de vida tanto personal como profesional.
Sabemos de la existencia de los trastornos afectivos, que pueden ser una depresión o trastornos de ansiedad y enfermedades mentales, como lo pueden ser una bipolaridad o una esquizofrenia.
¿Pero qué pasaría si nos gobernara una persona con algún trastorno de la personalidad como la psicopatía?
Como sabemos dentro de la psicopatía encontramos seres que su función neuronal es distinta a los individuos normales.
Seres que no concuerdan con la empatía de los demás y mucho menos saben lo que es la misericordia por otro ser humano, carentes de neuronas espejo.
Existen grados de psicopatía, pero en nuestro país y en nuestro estado a lo largo de la historia han surgido este tipo de gobernantes y por ende hemos sufrido de ese tipo de políticos.
Políticos psicópatas, que han hecho del estado un botín sin fondo, que han afectado desde un sistema educativo hasta un sistema de salud.
Muchos de ellos se concentran en nichos de poder, puede ser un sindicato, un colegio como asociación civil, o incluso dentro de alguna institución académica.
La salud mental en nuestro estado es un lujo, la mayoría de la población no puede acceder a ella, por cuestiones económicas o simplemente porque en las instituciones de salud pública no son las condiciones apropiadas.
Tenemos políticos en Jalisco, con personalidades narcisistas, histriónicas y poco empáticas esto trae consigo los reflectores en los medios, lo vemos en varios ayuntamientos del estado que buscan la mediates en dichos medios, en algún acto público.
El siguiente año como sabemos serán elecciones y se van a dar con todo.
Nos van a llenar de publicidad y propuestas que en su mayoría nunca cumplen.
Pero aquí la pregunta: ¿Qué nos falta como pueblo para tener políticos congruentes, preparados y sobre todo sanos en su calidad y salud mental?
Los especialistas lo manejarían desde el punto de vista del libro de diagnóstico psiquiátrico el DSMV, para poder dar un norte en este sentido.
Creemos que tendríamos que hacer un análisis muy significativo de que políticos llegan al poder.
También hacer reformas en leyes electorales, pero sobre todo tomar conciencia de que ya este camino del estado no puede seguir así.
En una confrontación permanente entre el pueblo y el gobierno, claro ejemplo está en las manifestaciones que tenemos en las calles por el índice de personas desaparecidas, los problemas de instituciones de educación públicas con el gobierno del estado por nombrar algunas.
Una propuesta para le mejora de los políticos que tenemos, es que por lo menos tuvieran un grado académico alto como por ejemplo algún posgrado, para poder contender a puestos públicos, porque en la mayoría de los ayuntamientos del estado tenemos burócratas con un bajo perfil académico con puestos de interés social muy grande y que la falta de educación trae consigo consecuencias graves, por su ineptitud.
También sería interesante que se hicieran exámenes físicos y psiquiátricos a los aspirantes a políticos, para poder ir desechando a este tipo de personalidades psicopáticas que causan gran daño al estado y al país.
Exámenes por peritos externos en salud mental y aprobados por un órgano ajeno al gobierno del estado, para dar mayor eficacia a su pronunciamiento.
Sabemos que hoy en día la gran mayoría de los partidos políticos carecen de identidad social e ideológica, hacen sus alianzas para llegar al poder y así poder tener el control.
Sería interesante hacer una reforma como lo hemos planteado en párrafos anteriores en distintas leyes para que se tuvieran políticos adecuados y congruentes a lo que estamos viviendo hoy en día como sociedad.
Pero una reforma profunda y que se cambie con cada cambio de partido en el poder.
La eficacia de los políticos actuales y líderes está en duda, la falta de una calidad ética y moral lo vemos en cada momento, cuando usted o yo vamos hacer algún trámite en cualquier dependencia gubernamental nos topamos con las famosas trabas que son muy comunes y que hemos permitido como pueblo.
La constitución política lo dice el poder dimana del pueblo. Mucho tiempo nos peleábamos con la idea de que el pueblo tiene el gobierno que se merece, pero a como están pasando las cosas esa frase tunde más en mi psique. Políticos que hacen del puesto público un escaparate para su beneficio personal, que se sienten intocables y que han olvidado quien los puso en ese puesto.
Como sociedad no hemos crecido académicamente ni humanamente alrededor de estos 10 años, se nos olvidan las tragedias, se nos olvida que somos el otro.
Como profesor duranta 20 años en diversas instituciones públicas y privadas de grado superior notamos que la mayoría de mis alumnos tienen el ímpetu por salir adelante pero no tienen las bases emocionales ni académicas y tienen muchos tropiezos para poder realizar algo muy básico como una historia de vida en el papel.
Caemos en la duda, ¿si el ciudadano o ciudadana del futuro tiene un carácter evolutivo mucho mejor o solo estamos caminando hacia atrás?
Políticos van, políticos vienen en su mayoría me atrevo a decirlo con fin en común ellos mismos. No existe una trascendencia en los demás, no existen las obras para mejorar la situación del estado ante esta crisis humanitaria después de una pandemia.
La pandemia nos dejó al desnudo de como en realidad estamos como país y como estado. Por ello creemos en la reforma a las leyes para tener mejores políticas.
JALISCO
El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.
En esa ocasión afirmé:
“Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.
“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.
“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.
“El control férreo fue su sello particular.
“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.
“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.
“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.
No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.
Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.
Las consecuencias serán muchas.
Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.
Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.
Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.
Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.
El fuero es un tema que ya está en revisión.
Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.
Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.
Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista
político.
CARTÓN POLÍTICO
¿Dormirá tranquilo en Madrid?
JALISCO
La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.
Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.
Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.
«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».
Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.
La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.
La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».
Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.
La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.
Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».
La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.
Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.
Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.
Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.
Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.
En X @DEPACHECOS
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