OPINIÓN
Las alianzas que funcionan

Educación, por Isabel Venegas //
La semana pasada proponía abordar el análisis de nuestra propia concepción como seres humanos, revisar desde dónde nos concebimos a nosotros mismos para que a partir de ahí podamos actuar en consecuencia de una madurez que asume los costos de cada toma de decisión u omisión. La incongruencia o ambivalencia de cada postura implica que las políticas que le exigimos a la autoridad sean a veces, del mismo nivel de absurdo.
En el terreno individual, cuando una persona se asume como un ser puro, de luz, inmaculado, cuya interacción con los demás o con el entorno es la que lo corrompe, necesita atender a esos factores externos para preservar la bondad. En ese sentido puede ser el pecado de los ancestros, la corrupción de los contemporáneos o las implicaciones de fenómenos que no está en sus manos controlar pero le afectan, le duelen y le transforman.
Por otro lado, concebir al ser humano con una tendencia negativa, significa asumirle como un ser al que hay qué “educar” para que “reflexione” y entienda lo que implica vivir en comunidad, lo que sus acciones (con inclinaciones de carne) le pueden representar a los demás y las consecuencias en un grupo social que convive por la necesidad de ayudarse, soportando del otro cada uno de los fallos que puede entender desde su lugar en ese espacio.
Claro está que en el terreno social la cosa no es determinante, ni absoluta. No somos enteramente blancos o negros, buenos o malos, y solemos viajar entre una postura y otra, cambiando a voluntad dependiendo de lo que se quiere justificar. Si alguien no puede dejar de tomar alcohol, suele pensar que es porque un trauma del pasado lo marcó y por el hecho ajeno a él, se ve imposibilitado para poner un alto a algo de lo que es plenamente consciente y que observa cuánto daño le provoca; si esa misma persona asiste a una terapia de hipnosis en la que “le curan” esa falla en su sistema de toma de decisiones, estará confirmando que a través de entes ajenos es que puede salir adelante. Seguramente una mañana querrá decir: ¡Qué libre soy para hacer con mi vida lo que quiero! ¡Porque soy absoluto dueño de mis acciones y decisiones! El empoderamiento de sí mismo que no termina por definir. Así viajamos en el juicio y la disculpa a nosotros mismos.
La pregunta entonces ya no en lo macro, ni en lo micro, sino en lo meso, en el nivel intermedio que se sitúa a nuestro lado, en la medianía de la cotidianidad ¿Cómo atendemos a los que están en circunstancias adversas? Por ejemplo, una situación que se ha visto agravada en los últimos años es el incremento en el consumo de drogas por las mujeres en situación de crisis, y se complica porque de ella se desprenden otros factores igualmente delicados, como la cantidad de embarazos adolescentes cuyos bebés son niños que nacerán con el consumo prematuro de las drogas, causando el síndrome de abstinencia desde sus primeros días de vida.
Creo que es una de las injusticias más grandes que puede haber dentro de una cadena a la que tal vez no podríamos encontrar la punta: ¿fue una adolescente que vivió dentro de un ambiente de violencia? ¿Su embarazo fue producto de una violación? ¿Simplemente quiso probar y de pronto se encontró ante la adicción? Y es que es muy fácil juzgar pensando en que pudiera resultar fácil para ella tomar la decisión y el control de su vida teniendo el mínimo deseo de estar bien con sus hijos, su entorno y consigo mismas.
El pasado jueves asistí como parte del Colectivo 50 + 1, a la firma de la alianza entre Gobierno y sociedad civil, para luchar en contra de la violencia y las adicciones, considerando un apoyo particular a la mujer, cuya desprotección la pone en un piso desigual provocando una vulneración a su persona con un riesgo particular a su capacidad de estabilidad cuando una circunstancia especial la hace quedar más frágil ante la propensión al uso de las drogas.
Según las cifras registradas por los propios centros de rehabilitación en Jalisco, el consumo de la marihuana ha tenido un incremento por encima de los 12 puntos porcentuales, registrados entre el 2004 a la fecha, con lo cual, se acerca a los niveles que maneja el alcohol y el tabaco, mientras que drogas como el crack y la cocaína registraron una baja durante el mismo periodo, sin embargo, esas cifras habrá que colocarlas en contraste con el resto del país, situándonos muy por encima del resto de los estados en cuanto a metanfetaminas se refiere, y poniendo esas cifras en perspectiva de género, es el 6.4% el aumento de acuerdo a la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat).
Hace muchos años, las investigaciones apuntaban a que la adicción era preponderantemente fisiológica. Que si tú probabas la droga probablemente quedaras anclada a ella más allá de quererlo o no, era tu cuerpo el que generaba una reacción química que era casi imposible de poder controlar; sin embargo había un cabo suelto ¿Cómo es que había quiénes probaban la cocaína, por ejemplo, y lograban no engancharse a ella? ¿Eran personas cuya constitución biológica resultaba diferente? No, no era razón suficiente a pesar de las individualidades.
Los recientes trabajos encontraron un fallo en los planteamientos. En las primeras investigaciones basaban los experimentos en pruebas que mantenían a una rata a la que sometían a la posibilidad de elegir entre un bebedero con agua natural y otro con droga. En las primeras pruebas las ratas descubrían un sabor diferente al del estupefaciente y quedaban ahí, día tras día, dejaban de comer y tarde o temprano, terminaban por morir. Era contundente y aterrador, no había otra salida; pero olvidaban un factor: la variable de elección, así que los investigadores colocaron un centro de diversiones y diseñaron un ambiente “familiar” en el que la convivencia era armónica. Al instalar los dos bebederos con droga, las ratas del condominio de la felicidad, igual probaron de las posibilidades pero ninguna se enganchó. Era la tristeza, el abandono o la soledad la que apunta a que la adicción se vuelva casi obligada, sin la capacidad de evaluar la posibilidad de salir adelante ante circunstancias propias de la vida, cuando asumimos que la tristeza, el abandono, el dolor y la soledad, son parte de la propia alegría de vivir.
Es por eso por lo que me fascina la ciencia en todas sus ramas, no deja de tener sorpresas, no terminamos por encontrar apuntes, orientaciones, en la medida en la que se hacen preguntas siguen apareciendo más respuestas, pero también me encanta la solidaridad, la acción de mujeres en favor de otras que por su condición, por su historia y por sus recursos no han tenido un momento para reflexionar sobre otras formas de vida, otros enfoques y la conciencia de sí mismas.
Las políticas de gobierno funcionan, en la medida en la que la sociedad fortalece sus diálogos, reflexiona sus alcances y posibilidades, pero además asume sus propios retos, dentro de un proceso de empoderamiento real, es decir, asumir cada quien el control de sí mismo, buscando cada día ser mejor y más feliz, al tiempo en que entrelaza ayudas, alianzas, se abraza, se fortalece y multiplica su fuerza. Vamos por una semana en la que cada acción nos acerque a apropiarnos verdaderamente de lo que somos y lo que hacemos, por nosotros y los que nos rodean.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com
JALISCO
Alfaro y la negación de la crisis de desaparecidos

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
¿Cómo entender la desaparición de cerca de 10 mil personas en un sexenio y de estos un buen número son jóvenes?
Por qué el gobernador Enrique Alfaro siempre negó la crisis de desaparecidos y en forma machacona repetía una y otra vez que no eran desaparecidos, que se iban de sus casas por propia voluntad y en su último informe sostuvo su discurso de seis que durante su administración fueron localizadas 17 mil 405 personas (con vida): 5 mil 595 mujeres y 11 mil 810 hombres (…) No hay crisis de desaparecidos, muchos se van por voluntad propia”.
¿Y cuántos no regresaron? Eso no respondió porque eso no le importó nunca. Un personaje sin un ápice de empatía con las víctimas y con sus familiares.
¿Pero cómo tapar o esconder tanto desaparecido? ¿En qué cabeza cabe que tarde o temprano el problema iba a explotar y que su sucesor no lo taparía?
Y pensar que hubo medios de comunicación que completita le compraban esa narrativa, desde la oficina de Comunicación del Gobierno del Estado hasta les dictaban las cabezas, sin siquiera tener el pudor de cambiar la redacción a ese boletín.
El operador de esa desinformación fue Ricardo Sánchez Berumen, coordinador del gabinete de seguridad, le preparaba los datos a Alfaro, quien quería convencer que “los periodistas enemigos de Jalisco inventábamos estos datos de los miles de desaparecidos”.
Alfaro vivió gran parte de su gobierno protegido por cientos de guaruras, con carros blindados, con una Casa Jalisco y un Palacio de Gobierno rodeado de bayas. Los liderazgos de los colectivos de buscadores de desaparecidos le echaban en cara al entonces gobernador: “ustedes tienen a sus familias bien aseguradas, con carros blindados, escoltas y los ciudadanos estamos en el desamparo”
La seguridad se convirtió en una crisis por un desgobierno que no tuvo ni quiso tener contacto con los familiares de las víctimas. Simplemente hay que echarle una mirada al Semefo para ver que hay más de 5 mil cuerpos sin identificar. La bronca se la hereda Alfaro a Pablo Lemus.
Y Jalisco así se convirtió en el estado líder en desaparecidos.
Desde el 2022 el gobierno de Jalisco dejó de subir información al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas (RNDDNO).
Quienes confrontábamos la información de desaparecidos con los datos de Alfaro fuimos satanizados por el propio gobernador desde la muralla de Casa Jalisco.
SE ABRE LA CAJA DE PANDORA
El campo de entrenamiento y exterminio de Teuchitlán, abre la caja de pandora de un gobierno que en lugar de cumplir con su compromiso de poner orden, dejó crecer a la criminalidad. Sin embargo, todo gobierno tiene fecha de caducidad y ahora Alfaro sin la protección de ser la cabeza del Poder Ejecutivo de Jalisco que le permitió asumir una arrogancia, sintiéndose dueño de la verdad absoluta, podría enfrentar lo que su irresponsabilidad generó que el Estado sea un desastre en inseguridad y violencia, como lo muestran las imágenes en el Izaguirre Ranch, los 200 pares de calzado y las prendas de vestir e hombres y mujeres muestran el tamaño de la tragedia con los delitos de lesa humanidad allí cometidos.
Gente cercana a Alfaro comentan que éste estaba harto de los problemas de Jalisco que no pudo o no quiso resolver, de allí que se inventaba viajes a Europa o fuera de México.
Por eso el último día de su gobierno huyó de Jalisco y se fue a vivir a España.
Dice que se prepara en Europa para convertirse en director técnico de Chivas de Guadalajara. Imaginemos a Alfaro de director técnico del equipo más popular de México, del hombre que dejó esa larga estela de sangre y cadáveres, por no haber asumido su responsabilidad y aplicar la ley.
¿LO CITARÁ LA FISCALÍA?
No se qué ideas pasen por la cabeza de Alfaro allá en España, donde seguramente disfruta de una tranquilidad que en Jalisco no es posible. ¿Cómo tomará la información de estos centros de exterminio en Teuchitlan? ¿Cuándo va a subir sus clásicos vídeos para desmentir “las falsedades de las Fiscalías y de los Guerreros Buscadores de Jalisco”?
¿Qué le responde al fiscal general de la República, Alejandro Hertz Manero a esos graves señalamientos que hizo la pasada al calificar de «muy crítico y muy grave» el hallazgo del crematorio clandestino”?
El Fiscal General cuestionó la falta de conocimiento y acción por parte de las autoridades locales y estatales respecto a la existencia de este centro de exterminio. Hertz Manero expresó:»no es creíble» que las autoridades municipales y estatales no estuvieran al tanto de las actividades ilícitas que se llevaban a cabo en el rancho Izaguirre por lo que anunció que la Fiscalía General de la República (FGR) iniciará una investigación exhaustiva para esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades correspondientes. La investigación se centrará en identificar posibles omisiones o complicidades de las autoridades locales y estatales en relación con el funcionamiento de este centro de exterminio.
El Fiscal General también enfatizó la importancia de coordinar esfuerzos entre las distintas instancias de gobierno para combatir eficazmente al crimen organizado y evitar que situaciones como esta se repitan en el futuro y subrayó la necesidad de fortalecer las instituciones de seguridad y justicia para garantizar la protección de los ciudadanos y el respeto a los derechos humanos.
¿Qué responsabilidad tuvo Alfaro en minimizar el suceso de Izaguirre Ranch y dejarlo en que se trataba de un campo de entrenamiento de un grupo criminal? ¿Alfaro desconoció que se trataba de un centro de exterminio de jóvenes?
Habrá que ver hasta dónde se quiere llegar en esta terrible tragedia y si el brazo de la justicia no sólo queda en un agente del ministerio público, agentes de investigación y algunos funcionarios menores de la Fiscalía.
JALISCO
El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.
En esa ocasión afirmé:
“Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.
“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.
“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.
“El control férreo fue su sello particular.
“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.
“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.
“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.
No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.
Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.
Las consecuencias serán muchas.
Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.
Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.
Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.
Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.
El fuero es un tema que ya está en revisión.
Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.
Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.
Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista
político.
JALISCO
La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.
Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.
Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.
«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».
Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.
La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.
La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».
Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.
La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.
Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».
La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.
Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.
Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.
Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.
Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.
En X @DEPACHECOS
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