MUNDO
Los países que más contaminan el mundo: China diplomáticamente desaira cumbre climática en Escocia
Por Jorge López Portillo Basave //
Los efectos de las actividades humanas en la salud del planeta son evidentes e innegables, desde la contaminación de ríos, lagunas y océanos, hasta la contaminación del aire y la caza excesiva que ha llevado a la extinción de especies.
Pero no solo nosotros causamos daño o cambios. El planeta está en constante cambio y evolución desde su creación. No seamos soberbios ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Los particulares y los gobiernos debemos encontrar medios de subsistencia y desarrollo cada vez menos dañinos, sin olvidar que todo tiene un efecto, no existe eso de “cero emisiones”.
De cualquier forma, el esfuerzo mundial por frenar lo que se llama el “cambio climático” se concentra en dos escenarios. El privado encabezado por el Foro Económico Mundial (WEF) y el público encabezado por la ONU en lo que se conoce como la COP y que este fin de semana sostiene su 26ª edición.
La llamada COP-26 organizada por la ONU se está efectuando en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 12 de noviembre. La cumbre se pospuso en el 2020 por la pandemia. Desde hace 5 años en la COP21 (el famoso acuerdo de París), se dijo que cada 5 años, además de evaluar el avance alcanzado, se propondrán nuevos acuerdos y metas para continuar presionando a los países en la cruzada por reducir los llamados gases de efecto invernadero que en exceso como todo, dañan el delicado equilibro de la biósfera terrestre.
Es un gran foro no solo para que los políticos hagan lo que siempre (sea lo que sea), sino para conocer avances y tendencias tecnológicas, estadísticas de asuntos ambientales y otros temas relacionados de mucho interés. Recuerdo con gusto la oportunidad y distinción que tuve al ser electo Vicepresidente fundador del Capítulo México del “Foro mundial de legisladores contra el cambio climático”, espacio en el que con legisladores de todos los partidos mexicanos y de los 20 países más desarrollados del mundo, se discuten proyectos legislativos para trabajar a favor del medio ambiente.
QUE SE AMARREN EL CINTURÓN
Como era de esperarse la nueva súper potencia China simula su apoyo y acepta trabajar en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, en especial por el uso de carbón pero “despacito”, mientras tanto los demás deben acelerar y mostrar su compromiso. Lo mismo hace Rusia al desdeñar sin acudir a Reino Unido, ambos mandatarios informaron que no asistirán a dicha reunión a la que acuden todos los demás líderes de las demás naciones desarrolladas y de otros países que necesitan la “palomita” de la comunidad internacional.
China es responsable del 30% de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera día a día por lo que un acuerdo en el que China aporta una miseria en reducciones es un acuerdo casi inútil, pero la comunidad internacional no está dispuesta y ya casi no está ni en posibilidad de exigir nada a China, por eso poco le importa ir a fingir que harán algo, Xi Jinping prefiere esperar a que todos los demás enseñen sus cartas y el sumarse ya que sea política y financieramente conveniente.
Por su lado Vladimir Putin se suma, pero no a Occidente sino a China con quien ahora comparte mucho más que rivales en común.
QUIÉN ES QUIÉN
Como lo hemos indicado, China aporta una parte muy importante de los gases de efecto invernadero emitidos diariamente que son generados por conductas humanas. Más aún, China emite tantos gases como la suma de los cuatro países que le siguen en la lista de más contaminantes que son EUA, India, Rusia y Japón. Esos son los súper emisores de CO2.
En conjunto este grupo de países generan el 60% de los contaminantes atmosféricos. EUA genera el 14%, India el 7%, Rusia 5%, Japón el 4% y el país de la Gran Muralla el 30%.
Recuerdo que algunos días en Beijing o en Seúl el aire es tan denso que parece que hay neblina tibia. En el caso de la capital de China la razón es obvia y auto infringida pero en el caso de Corea del Sur son víctimas del smog que les envía su vecino Corea del Norte, algo así como humo de segunda mano.
Pero Rusia y China no están dispuestos a sacrificar sus economías para limpiar el aire de todos. ¿Estaremos los ciudadanos del planeta dispuestos a dejar de comprar cosas hechas en China para presionar? Obvio no, porque la mayoría de las empresas globales tienen fábricas en China y desde ahí le exportan al mundo productos muy baratos con una inmensa huella de carbono directa e indirecta.
Rusia y China usarán todo el carbón que puedan porque lo tienen y como los economistas dicen, no hay bien más caro que el que no se tiene. En el caso de Rusia para ellos es mejor vender el gas y el petróleo mientras que usan el carbón, en el caso de China usan el carbón que tienen en abundancia para tratar de importar menos petróleo y gas natural.
Como vemos es un asunto económico, por eso los comunistas y totalitarios lo entienden muy bien pero los capitalistas y democráticos de occidente no. ¿Cómo? Así es, China que es comunista y Rusia que es autoritaria saben después de muchos golpes que la fibra más sensible es la que va de la cabeza al bolsillo y por ello no sacrificarán sus economías por el bien de la gente ni mucho menos por los bien de otros países. Ellos se irán sumando cuando sea realmente necesario y haya costos económicos que pagar.
Para darnos una idea de lo que contamina China, su empresa siderúrgica de aluminio nacional, emite anualmente 30% más CO2 que todos los camiones de pasajeros y de autotransporte de la república mexicana, la empresa nacional de materiales de construcción emite más contaminantes que todo Francia.
Así las cosas, en discurso el Presidente Xi prometió que para el 2060 cambiará de fuente de energético pasando a ser un generador neutral de CO2, dejando el carbón o compensando su contaminación, pero emisión neutra no significa cero, significa que no aumenta, pero habría que ver si es neutra con niveles del 2020 o del 2060. Por lo pronto de aquí al 2030 China planea incrementar su consumo a 100 millones de toneladas anuales de carbón lo que no parece ser muy verde. Pero eso no importa porque nosotros estamos muy ocupados comprando todo lo que se produce allá. De hecho, China incrementó sus emisiones de carbón del 2019 al 2020 en un 2% lo que equivale a incrementar el 50% de todo el CO2 que emite nuestro país en un año. ¡Sí! En 12 meses ese país, cuya economía es envidia de todo el mundo, aumentó sus emisiones a pesar de que 12 meses antes se había comprometido a bajarlas, pero como he dicho, ¿quién le va a reclamar o a ponerle freno? ¡Nadie!
Si medimos la emisión de CO2 per cápita las cosas cambian, ahí China baja al lugar 7º; el ranking sería Qatar, Kuwait, Arabia Saudita, Canadá, así es, la hermosa y muy limpia región del norte de nuestro continente, seguida por EUA, Alemania y China. Es decir que esos países tienen altos niveles de contaminantes en proporción a la población.
Hay otras medidas que buscan ayudarnos en la medición de los contaminantes y la capacidad del planeta para regenerarse o recuperar lo que consumimos como agua, oxígeno y otros básicos anuales, a esa medición se le llama huella ecológica. Así las cosas, durante el 2021 el día que los humanos habíamos consumido todos los recursos que el planeta puede regenerar en un año fue el 29 de julio, esto representa un retroceso con respecto al año anterior y casi dos meses con respecto a 1996 en el que el día fue el 20 de septiembre. El principal problema del 2020-2021 fue el Covid19 que nos ha llevado a consumir cantidades enormes de plásticos, papel, cartón, agua, cloro, alcohol, etc. Pero como todos sabemos y aquí lo anunciamos, la pandemia justificó de todo, desde las crisis económicas hasta las ambientales que no se han reconocido pero que tendrán sus efectos aunque nos neguemos a verlos.
LOS MÁS SOFISTICADOS
En efecto las estufas de leña contaminan mucho, pero también nuestras suburban V8 y nuestros viajes semanales a la playa, incluso esos que hacemos en los minicooper, ni qué decir los que hacemos en avión.
Qué decir de los artículos que compramos por toneladas y que son importados desde otros países o continentes, el transporte marítimo y terrestre contribuye con el 30% de los contaminantes y otro 25% las actividades industriales por lo que si uno adquiere artículos fabricados debe uno admitir que esos productos producen cuando menos un 30% más que los mismos producidos en nuestro país. Si queremos bajar las emisiones debemos usar productos locales, eso incluye los combustibles pero también los artículos cotidianos y ahí es donde las grandes empresas no estarán de acuerdo.
LA MODA ELÉCTRICA, OTRO CONTAMINANTE
Naturalmente todos queremos dejar de usar motores contaminantes entendiendo esa contaminación como la emisión de CO2, pero los motores eléctricos también contaminan, en especial las baterías de litio altamente tóxicas.
Esperemos que pronto se produzcan las baterías de Magnesio o de Sodio que contaminan menos que las de Litio, pero que tampoco son cero emisiones ya que todos estos minerales deben ser extraídos y eso implica un proceso industrial con gran consumo de agua y transporte de mercancías de un lado al otro del planeta hasta dos vueltas desde su extracción, proceso, fabricado y ensamblado en plantas automotrices.
Como ejemplo, para extraer cada kilo de litio se requieren más de 2 mil litros de agua. Una batería de Tesla pesa algo así como 540 kilos, solo para existir se utilizan más de 1 millón de litros de agua, algo así como la cantidad de agua que un mexicano promedio consumiría en más de 7.5 años. Eso sin contar el consumo de agua para construir y mantener las redes eléctricas que llevarán la energía a las casas.
Como ve no todo es verde en las energías verdes. Mi opinión es que todos los modelos de energía deben ir mejorándose y usar los que sean más accesibles en la región con lo que no se depreda y gasta en la transportación de energéticos de un lado a otro. Ese error se cometió con el petróleo y ahora se puede cometer con las energías verdes.
Lamentablemente la mayoría de las iniciativas son propuestas para quedar bien aunque no sean de fondo viables para todos en todo el mundo. Pero eso sí, si no las adoptamos no estaremos en el club de los “responsables”. Mejor vernos bien aunque nos cargue la fregada en la economía social, que ir en contra de las tendencias industriales del mundo.
Estoy seguro de que los motores eléctricos irán mejorando como sucedió con los de combustión interna y poco a poco generaremos electricidad con equipos más eficientes, pero no todo será miel sobre hojuelas. Por eso es que China que es el gran proveedor del mundo, no se deja atar y seguirá usando carbón hasta que se le dé la gana.
El tiempo se acaba, aprenda mandarín o de menos incúlquelo a sus hijos. En poco tiempo será como el inglés. Por lo pronto yo me estoy preparando para hacer algunos buenos tratos comerciales con el nuevo Goliat ya luego le platico de qué se trata.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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