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OPINIÓN

Santo que no es visto: Obama pierde contrato multimillonario con Spotify

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

En una semana en la que los gigantes de las plataformas digitales del entretenimiento perdieron significativamente su valor accionario la pareja Obama anunció que no se renovará su contrato con la poderosa empresa Spotify. ¿La razón?

Higher Ground, la empresa de producciones propiedad del ex presidente Barack y de su esposa Michael no recibió oferta para la renovación de su contrato a pesar de que el actual contrato expira en un par de meses según lo reportó Bloomberg New “…la gigante sueca del entretenimiento declinó hacer una oferta de ampliación, lo anterior de acuerdo con tres fuentes internas que conocieron el tema… ” Concluyó la nota. 

Los números no mienten y la misma empresa que paga $200 millones de dólares al año por el Podcast del que era un desconocido llamado Joe Rogan que en su programa habla de todo como en su tiempo lo hizo Howard Stern.  También pagan $30 millones de dólares por el Podcast de Meghan Merkle y de su marido el Príncipe Harry, pero parece que la empresa de comunicaciones no ha pensado que la inversión en los Obama siga siendo rentable si se pierde la exclusiva y no se aumentan los episodios. 

La verdad es que los Obama han sido exitosos en dicha plataforma pero el contenido de su Podcast era exclusivo y ellos quieren que esté en otras plataformas. 

Por su lado, ejecutivos de Spotify parecen insinuar que los Obama solo quieren hacer ocho episodios al año y eso resulta muy poco contenido por el dinero que reciben. 

Los Obama entraron a Spotify en el 2019 y en el 2020, el episodio en el que Barack aparece en plática con Bruce Springsteen fue el más visto de toda la plataforma. Pero ahora parece que la empresa Spotify no ve forma de mantener la exclusividad que busca y que los Obama no quieren dar más episodios de los 8 que Barack hizo y los 10 que hizo Michel su esposa. 

Por su parte Amazon del multimillonario Jeff Bezos está en pláticas con la afamada pareja con la que además comparte ideología ya que el también dueño de iHeart Radio ha sido uno de los patrocinadores más importantes del Partido Demócrata en EUA.  Se dice que esa es la plataforma que podría tener el programa de radio de los Obama. 

MEDIO BILLÓN DE DÓLARES NO VALEN LA PENA 

Para los Obama no es ya un tema de dinero ¿o sí?, Spotify les pagó por sus pininos en la industria del entretenimiento $500 millones de dólares, pero les pidió exclusiva del Podcast, misma que mantuvieron del 2019 al 2022. Ahora los Obama buscarán llegar a mayores audiencias, veremos si lo logran porque ellos ya son famosos y uno pensaría que si la gente desea ver su Podcast pues simplemente entran a Spotify y ya.  

Pero si los Obama buscan más audiencia ¿por qué están en canales de paga? ¿No sería más fácil sólo ir a una televisora como CNN o MSNBC, CBS o cualquiera y pedir un programa semanal? Pues parece que el compromiso semanal es difícil y el riesgo de trabajar por unos cuantos dólares no es lo que buscan. 

Obama sigue siendo guste o no, el político más popular en el mundo pero parece que algo no cuadra o ¿será que ya está pasando de moda con la nueva generación Z? 

Por lo pronto Amazon y otros seguramente se pelearán por tener a la Pareja Obama en sus plataformas y pagarán bien por el lujo y para los Obama el dinero iría acompañado de una nueva estrategia de publicidad que es muy necesaria en este año electoral en el que el presidente de EUA está tan mal evaluado. Recordemos que Joe Biden fue el vicepresidente de Barack pero hoy es tal vez el presidente con menor confianza de los últimos años y eso es difícil de lograr ya que hace menos de 24 meses ganó la elección con un monto de votos que ni Obama los tuvo. 

LOS POLÍTICOS MEJOR PAGADOS QUE LOS ARTISTAS 

Como lo decíamos los Obama recibieron de Spotify por su Podcast $500 millones de dólares. El Príncipe y su esposa Meghan $30 millones por un Podcast que tardó un año en generar su primer programa. En comparación Justin Bieber recibe entre $60 y $80 millones de dólares anuales por 79 millones de personas que escuchan sus canciones mensualmente, de hecho la suma de los 10 cantantes o artistas más famosos y demandados en dicha plataforma ganan en conjunto poco más de $300 millones de dólares anuales. 

Las plataformas de entretenimiento son un vehículo idóneo para la propaganda política y quién mejor que Obama para explotar ese mercado. Para Spotify el objetivo es hacer dinero pero el pago por Obama sin exclusividad no es negocio. Para Obama el objetivo es ganar-ganar, recibir millones pero al mismo tiempo no perder su marca de publicidad por lo que el migrar es lo más natural. 

Para aterrizar esto en nuestro país, qué político exitoso no ha utilizado las redes sociales y los programas de TV o radio para hacerse llegar de manera casual a los electores. Los llamados “influencers” son en realidad publirrelacionistas de la era digital que nos venden productos o ideas que en la mayoría de las ocasiones están patrocinadas por empresas o personas que no conocemos y que no se indican en los “infomerciales” de la era cibernética. 

MALA SEMANA 

Así las cosas los dueños de Spotify han decidido no meterle más lana a los Obama en especial en una semana en la que Netflix cayó un 36% con respecto al 2021, Disney bajó 9.3%, Amazon bajó 4.8%, Apple TV bajó un 2.1% y Roku perdió un 12.8%.

Es decir que la gente está empezando a buscar lugares en los que su entretenimiento sea más amplio, con mayor contenido y no tan caro, es por eso que todas esas plataformas de paga han visto una disminución en sus afiliados y en sus ganancias. Los consumidores queremos variedad y no una misma canción, queremos contenido original pero también queremos que se respete nuestro intelecto y finalmente, tenemos menos dinero para pagar los mismos bienes o más bienes incluso ya que ahora nos dicen que debemos de cambiar nuestra forma de vida para poder cumplir con la agenda global, lo que nos deja menos dinero para pagar por estas plataformas de entretenimiento.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 804: Lo piden los expertos: Una nueva Corte de Justicia sin extremos ideológicos

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JALISCO

La transparencia del fiscalizador

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– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac

En Jalisco, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios innegociables. Sin embargo, la resistencia del auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, a ser auditado por la Unidad de Vigilancia del Congreso revela una paradoja alarmante: el encargado de fiscalizar el gasto público evade la supervisión.

Esta actitud, denunciada por David Rubén Ocampo Uribe, titular de la Unidad, y el diputado Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, no solo cuestiona la integridad de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ), sino que amenaza la confianza en el sistema democrático.

Desde el 10 de julio de 2025, cuando Ocampo asumió su cargo, Ortiz Ramírez ha bloqueado cualquier intento de revisión. Solicitudes de expedientes laborales, nóminas y contratos han sido ignoradas, y un encuentro institucional propuesto para el 19 de agosto quedó en el vacío. “Quería saber si todo está en regla. La respuesta fue negativa. Pedí una reunión pública con agenda común, y tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo a Conciencia Pública.

Incluso se le prohibió a personal de la ASEJ pasarle llamadas, limitando el diálogo al secretario técnico, un subordinado que no puede sustituir al titular.

El diputado Alfaro, de Morena, califica esta resistencia como un desafío al Congreso y a la sociedad. “El auditor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante ocho años operó sin contralor, pero ahora que lo hay, se niega a colaborar”, afirmó.

Con el respaldo de 29 de 32 deputados al nombramiento de Ocampo, su legitimidad es incuestionable. “Sabe que abriremos la Caja de Pandora”, añadió, sugiriendo que Ortiz Ramírez teme revelar irregularidades.

La Constitución de Jalisco y la Ley de Rendición de Cuentas otorgan a la Unidad de Vigilancia facultades plenas para revisar la ASEJ sin necesidad de acuerdos previos de la Comisión de Vigilancia, como argumenta Ortiz Ramírez.

Esta interpretación “tecnicista” es, para Ocampo, un escudo para evadir la fiscalización. La pregunta es inevitable: ¿qué oculta el auditor? Denuncias internas apuntan a aviadores, nóminas infladas, “moches” por laudos laborales y tolerancia a incapacidades falsas avaladas por el IMSS.

Una figura clave en estas acusaciones es Sandra Verónica Márquez González, de la Dirección Jurídica, señalada por mantener personal inexistente en nómina y exigir pagos ilegales, prácticas que arrastra desde su paso por el Tribunal de Arbitraje y la Fiscalía, donde se le vinculó al “Clan Trevi” por cobros indebidos.

La ASEJ es un pilar estratégico del gobierno de Jalisco, con autonomía técnica y de gestión para garantizar imparcialidad en la fiscalización de un presupuesto cercano a los 200 mil millones de pesos. Su rol como contrapeso es crucial para generar confianza ciudadana.

Sin embargo, la resistencia de Ortiz Ramírez recuerda épocas oscuras de la Contaduría Mayor de Hacienda, antecesora de la ASEJ, donde se rumoraba que las cuentas públicas se “lavaban” mediante acuerdos entre bancadas legislativas. Funcionarios corruptos encontraban en estos arreglos una vía para encubrir irregularidades, otorgando un poder desmedido al titular del organismo.

Hoy, la ASEJ debería ser un modelo de integridad. El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030, liderado por Cynthia Cantero Pacheco, establece la transparencia y la participación ciudadana como ejes rectores de la gestión pública. Este plan, construido con la voz de más de 675,000 jaliscienses, vincula el presupuesto a resultados medibles, exigiendo apertura y rendición de cuentas.

La opacidad de Ortiz Ramírez contradice este espíritu, debilitando la credibilidad de una institución que debería ser ejemplo.

La pasividad de otros actores institucionales agrava el problema. El silencio del Congreso en pleno y la inacción de la Fiscalía Anticorrupción alimentan percepciones de complicidad o indiferencia. Mientras, rumores de una posible reelección de Ortiz Ramírez, tras ocho años en el cargo, generan rechazo. “Un gobernador dura seis años y se va. Este señor pretende quedarse otros ocho. Es inadmisible”, sentenció Alfaro.

¿Cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el fiscalizador se coloca por encima de la ley? La resistencia de Ortiz Ramírez no es un simple desencuentro burocrático; es una afrenta al sistema de pesos y contrapesos.

“La opacidad reina en la Auditoría. Si el auditor desconoce la ley, ¿cómo fiscaliza al estado?”, cuestiona Ocampo. La sociedad, cada vez más vigilante, exige respuestas. Ortiz Ramírez tiene una oportunidad: abrir las puertas de la ASEJ, entregar la información solicitada y demostrar que no hay nada que ocultar. De lo contrario, su silencio seguirá alimentando sospechas de irregularidades.

La transparencia no es negociable, y Jalisco merece una Auditoría Superior que predique con el ejemplo. Es hora de que el fiscalizador rinda cuentas.

 

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JALISCO

MC: espejismos de unidad y fractura a la vista

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

Movimiento Ciudadano en Jalisco ya abrió el telón de su renovación interna con la elección de 64 nuevos coordinadores municipales en la vieja casona de Av. La Paz. En apariencia, un ejercicio de normalidad partidista: discursos de unidad, promesas de cercanía con la gente, rostros nuevos para el escaparate y la certeza de que el partido naranja seguirá marcando la pauta en la política local.

Una postal impecable para las páginas de los diarios amigos… pero un espejismo apenas capaz de ocultar las fracturas internas que corroen al partido naranja. Pues, bajo el barniz del entusiasmo, se esconde un mapa con claroscuros que la dirigencia difícilmente podrá negar.

Los números de la elección de 2024 fueron generosos en sus bastiones metropolitanos: Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco volvieron a confirmar la hegemonía emecista. En la capital, 308 mil votos aseguraron la continuidad; Zapopan, con 323 mil sufragios, consolidó la plaza más codiciada del estado; y Tlajomulco refrendó, una vez más, su condición de vivero político del grupo alfarista con 94 mil papeletas a su favor. Una trinidad metropolitana que otorga poder y recursos, pero que no resuelve la fragilidad en el resto del estado.

Porque más allá del brillo urbano, MC perdió terreno en Puerto Vallarta —joya turística entregada al PVEM en sociedad con Morena—, cedió Ciudad Guzmán, enclave agroindustrial del sur, y vio escaparse Tepatitlán, bastión alteño que durante años se pensó inmune a los embates opositores. En Tlaquepaque y Tonalá, el retroceso fue aún más doloroso: en el primero, los 109 mil votos no alcanzaron para retener la presidencia municipal; en el segundo, apenas 47 mil sufragios lo relegaron a un segundo lugar incómodo detrás de Morena. Un tropiezo estratégico en el oriente metropolitano que desnuda la vulnerabilidad del proyecto.

Mirza Flores, encargada de administrar esta renovación interna, habla de “liderazgos de territorio, cercanos a la gente”. El discurso suena bien, pero la tarea es monumental: reconstruir la cohesión de un partido que, en su expansión, ha multiplicado corrientes, intereses y pleitos internos. Porque el problema no es solo perder municipios: es perderlos mientras el partido se enreda en disputas de candidaturas, pugnas entre cuadros y una dirigencia que debe demostrar que puede arbitrar sin fracturar.

Los números distritales tampoco ayudan: de 20 distritos locales, MC apenas ganó 6; de los federales, ninguno y los plurinominales fueron para los exfuncionarios que necesitaban fuero y los “liderazgos” escogidos. Esto significa que, aunque controla alcaldías claves, su voz legislativa es reducida y carece de peso real en el Congreso federal.

Un contraste brutal: músculo en los municipios, anemia en las cámaras. Y esa asimetría no se corrige con discursos ni asambleas, sino con operación política en campo, con la capacidad de seducir al votante rural, al comerciante alteño, al campesino del sur que aún ve en el naranja una marca citadina, aburguesada y distante.

Pero lo verdaderamente corrosivo no está en las urnas, sino en los pasillos. La disputa Alfaro–Lemus ha dejado de ser un rumor y se ha convertido en un hecho palpable. Enrique Alfaro se resiste a entregar el control de candidaturas y cuadros, mientras Pablo Lemus mueve sus piezas con paciencia quirúrgica, tejiendo su propia red de operadores que responden solo a él. Entre ambos, Mirza Flores aparece como árbitro incómodo, obligada a conciliar lo irreconciliable: mantener la disciplina de un ejército que ya no reconoce un solo general.

El grupo Alfaro–Lemus sabe que esta es su última gran prueba antes de 2027. Si logran ordenar candidaturas y mantener la paz interna, MC llegará con posibilidades de sostener el gobierno estatal. Pero si insisten en los métodos de imposición y en los arreglos de cúpula, el costo será alto: perderán distritos clave, y con ellos, la capacidad de negociar en el Congreso y de sostener el control territorial.

Los cuadros históricos, los que alguna vez creyeron en la “ola naranja” como una alternativa fresca, se encuentran marginados o desplazados por nuevas caras que responden a intereses de grupo. La operación interna dejó cicatrices: candidaturas impuestas, militantes que sienten haber sido utilizados y un éxodo silencioso hacia Morena y el PVEM que ya se empieza a notar en las regiones.

En política, decía siempre la vieja guardia, no basta con administrar victorias: hay que blindarlas. Movimiento Ciudadano gobierna hoy con holgura en las ciudades, pero su debilidad en la periferia y en el interior del estado es evidente. Las plazas que perdió en 2024 son recordatorio de que el poder es un animal volátil: se escurre por las rendijas más pequeñas y muerde cuando menos se le espera.

La renovación municipal, que en el discurso se vende como ejercicio democrático, en los hechos es un intento de tapar grietas con retórica. En lugar de cohesión, lo que se advierte es una carrera por controlar posiciones rumbo al 2027. Cada comité local es, en realidad, una ficha en el tablero de negociación entre Alfaro y Lemus.

La batalla del 2027 no se jugará únicamente en los edificios de avenida Hidalgo o en los mítines de funcionarios públicos en la Casa Ciudadana. Se librará en los tianguis de Tonalá -donde el Ayuntamiento ha prendido focos rojos-, en los talleres de Arandas -Cuando se habla de la inseguridad que hay en las carreteras de la zona-, en los mercados de Lagos de Moreno -Al momento de hablar de un nuevo ejecutado o desaparecido- y en las colonias populares de Tlaquepaque -Explicando por qué el SIAPA no otorga el servicio que cobra: agua-. Ahí, donde los discursos sobran y lo que cuenta son los servicios públicos, la seguridad y la cercanía real de quienes gobiernan.

La verdadera batalla de 2027 no será contra Morena ni contra el PVEM. Será contra sí mismo. Porque, como tantas veces en la historia política de este país, los partidos no caen por la fuerza del adversario, sino por la podredumbre que incuban dentro.

Hoy MC es un cascarón brillante en la superficie, pero carcomido por dentro. Se vende como movimiento fresco, pero huele ya a partido viejo: facciones enfrentadas, candidaturas negociadas en lo oscurito y un liderazgo que se desgasta en administrar pleitos en lugar de ganar territorios.

Si no corrigen el rumbo, el espejismo de unidad que hoy pregonan se desmoronará al primer soplo de la contienda. Y entonces, la historia no hablará de una derrota electoral, sino de un suicidio político en cámara lenta. Una crónica que, como tantas en la política mexicana, no se escribirá con tinta… sino con epitafios.

En X: @DEPACHECOS

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