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MUNDO

Se recrudece enfrentamiento Occidente-Medio Oriente: Israel-Palestina, ¿otro 11 de septiembre?

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Actualidad, por Alberto Gómez Ramírez //

Una nueva etapa del conflicto entre palestinos e israelíes ha iniciado, recrudeciendo el enfrentamiento de Occidente contra Medio Oriente.

Con el uso de misiles y armamento de gran calado por los israelíes, la confrontación está a punto de escalar a otra dimensión si finalmente Estados Unidos decide intervenir militarmente contra el indefenso pueblo palestino con el pretexto de perseguir a los musulmanes radicales de Hamás, utilizando la misma estrategia de persecución contra “terroristas” utilizado decenas de veces alrededor del mundo.

El origen de la ocupación israelí en Palestina es un tema histórico y políticamente complejo que ha sido objeto de debate durante décadas. Para comprenderlo, es necesario remontarse al período posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando el Imperio Otomano colapsó y las potencias coloniales europeas tomaron un papel importante en la región de Oriente Medio.

A principios del siglo XX se produjo una ola migratoria de judíos hacia Palestina. El principal contingente de esta eran judíos socialistas que huían de Europa del este. Estos pioneros iniciaron el movimiento de los kibutz, que terminó siendo fundamental en la creación del Estado de Israel y su movimiento obrero.

En 1897 tuvo lugar en Basilea el Primer Congreso Sionista, donde se fundó el Fondo Nacional Judío —Keren Kayemeth LeIsrael en hebreo— un instrumento del movimiento sionista para establecer un estado judío en Palestina. El Fondo Nacional Judío, junto con particulares adinerados como la familia Rothschild y otras organizaciones judías, iniciaron la compra de tierras a latifundistas locales de la zona comprendida entre la actual Tel Aviv y Jerusalén, entregando algunos lotes a otras organizaciones sionistas como los kibutz.

Los kibutz son granjas colectivas de orientación marxista, que forman parte de un movimiento más amplio nacido a principios del siglo XX, el cual pretendía establecerse en territorio palestino y combinar sionismo y socialismo.

Entre 1904 y 1914 se produjo la segunda gran ola migratoria de judíos —unos 40.000— hacia territorio palestino. A esta se la conoce como segunda aliyá. Principalmente provenían de Europa del este, aunque también de otros territorios como Yemen. A diferencia de la primera aliyá, donde el principal contingente eran judíos ortodoxos, la segunda destacó por estar formada principalmente por judíos socialistas.

Después de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres de 1920 y el posterior Tratado de Lausana de 1923 llevaron al colapso del Imperio Otomano y al nacimiento de varios Estados en la región. Palestina fue uno de los territorios afectados, y bajo el mandato de la Liga de Naciones, se estableció un mandato británico en 1920. Durante este período, la inmigración judía a Palestina se incrementó, en parte debido al movimiento sionista, que buscaba establecer un Estado judío en la tierra histórica de Israel.

La creciente presencia judía en Palestina llevó a tensiones con la población árabe palestina, que se oponía a la creación de un Estado judío en la región. Estas tensiones se intensificaron en las décadas siguientes y culminaron en disturbios y conflictos intercomunales en la década de 1930.

Después de la Segunda Guerra Mundial y el llamado “Holocausto”, el apoyo de algunas naciones a la creación de un Estado judío en Palestina aumentó, y la ONU aprobó el Plan de Partición de Palestina en 1947 por presiones de los Estados Unidos y del Reino Unido. Este plan dividía Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe, con Jerusalén bajo administración internacional. Israel declaró su independencia en 1948, lo que llevó al estallido de la Primera Guerra Árabe-Israelí.

La guerra de 1948 culminó en la creación del Estado de Israel y la ocupación de territorios más allá de las fronteras del plan de partición, lo que llevó a la ocupación de Cisjordania por Jordania y la Franja de Gaza por Egipto. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel ocupó Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Oriental y los Altos del Golán. Esta ocupación ha continuado en Cisjordania y la Franja de Gaza desde entonces, lo que ha generado el conflicto en curso con los palestinos.

El origen de la ocupación israelí en Palestina es un asunto sumamente disputado y sensible, con argumentos y narrativas divergentes de ambas partes. Para algunos, es un acto de legítima autodefensa y la realización de un sueño sionista de un Estado judío. Para otros, es una ocupación ilegal y una violación de los derechos de los palestinos. El conflicto sigue siendo un problema internacional sin resolver, con importantes implicaciones políticas, económicas y humanitarias en la región.

La política israelí de construir y expandir asentamientos ilegales en tierras palestinas ocupadas es una de las principales fuerzas impulsoras de las violaciones generalizadas de derechos humanos resultantes de la ocupación. A lo largo de los últimos 50 años, Israel ha demolido decenas de miles de propiedades palestinas y ha forzado el desplazamiento de grandes grupos de población para construir viviendas e infraestructuras destinadas al asentamiento ilegal de su propia población en los territorios ocupados. Además, ha desviado recursos naturales palestinos —como agua y tierras de cultivo— para uso de los asentamientos.

La existencia misma de los asentamientos en los Territorios Palestinos Ocupados viola el derecho internacional humanitario y constituye un crimen de guerra. A pesar de múltiples resoluciones de la ONU, Israel ha seguido apropiándose de tierras palestinas y apoyando al menos 600.000 colonos que viven en la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Oriental. (amnesty.org)

En los últimos meses, Israel ha acelerado la expansión de los asentamientos. El gobierno había anunciado planes para la construcción de miles de viviendas nuevas en asentamientos existentes, y también para la creación de dos nuevos asentamientos en la Cisjordania ocupada.

Además de construir ilegalmente viviendas e infraestructuras para asentamientos en tierras palestinas, las empresas israelíes e internacionales que operan en los asentamientos han creado una economía floreciente que sostiene su presencia y expansión. Esta “actividad empresarial de los asentamientos” depende de la apropiación ilegal de recursos palestinos, que incluyen agua, tierras y minerales, para producir bienes que se exportan y venden para beneficio privado. Cada año se exportan internacionalmente bienes producidos en los asentamientos por valor de cientos de millones de dólares.

La población de colonos israelíes en Cisjordania ha superado medio millón de personas, según dijo el jueves un grupo proasentamientos, lo que marcaba un gran hito. Líderes de asentamientos predijeron un crecimiento aún más rápido con el nuevo gobierno ultranacionalista israelí.

El reporte de WestBankJewishPopulationStats.com, basado en cifras oficiales, mostró que la población de asentamientos había crecido a 502.991 personas para el 1 de enero, un aumento de más del 2,5% en 12 meses y casi un 16% en los últimos cinco años.

“Hemos alcanzado un enorme hito”, dijo Baruch Gordon, director del grupo y residente del asentamiento de Beit El. “Estamos aquí para quedarnos”.

El nuevo gobierno israelí, formado por partidos ultranacionalistas que se oponen a la formación de un estado palestino, ha convertido la ampliación de asentamientos en su máxima prioridad. El gobierno ya ha prometido legalizar los puestos avanzados no autorizados, que contaban con apoyo del gobierno desde hacía tiempo, y acelerar la autorización y construcción de viviendas para colonos en Cisjordania.

“Creo que en los próximos años de este gobierno se construirá más que en los últimos 20 años de gobiernos”, dijo Gordon.

Los asentamientos han proliferado durante todos los gobiernos israelíes, incluso en el apogeo del proceso de paz en la década de 1990. Incluso el breve gobierno anterior, que incluía partidos a favor de un estado palestino y otros contrarios, siguió construyendo asentamientos. (apnews.com)

Con la elección de Benjamín Netanyahu como primer ministro en su segundo período –desde 2009 hasta la fecha- el conflicto con los palestinos se recrudeció, por su carácter ultraderechista y anti-árabe, endureciendo las sanciones y las condiciones con las que los palestinos viven día a día. Todo esto bajo el apoyo y cobijo económico del gobierno de los Estados Unidos, en una simbiosis de intereses que data desde hace décadas, y que en estos momentos es de vital importancia para ambas naciones, sobre todo ante la consolidación de un nuevo orden multipolar, con grandes y poderosos contrapesos como los son las naciones emergentes del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y sus nuevos miembros: Argentina, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán, y Emiratos Árabes Unidos.

…continuará…

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Bojayá y la esperanza de paz

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Opinión, por Miguel Anaya //

A finales de los años noventa y principios de los 2000, Colombia vivió una crisis de violencia que superaba a la que actualmente enfrenta México. Uno de los departamentos más afectados fue el de Chocó, donde operaban las FARC, grupos delictivos y autodefensas.

El 2 de mayo de 2002, la pequeña comunidad de Bojayá se convirtió en el escenario de una de las tragedias más devastadoras del conflicto armado. En medio de intensos enfrentamientos entre las FARC y grupos paramilitares, cientos de habitantes buscaron refugio en la iglesia del pueblo, confiando en que sus paredes consagradas los protegerían del horror que se vivía afuera.

Alrededor de las 3 de la tarde, un cilindro-bomba impactó directamente en el templo, causando la muerte instantánea de 79 personas, entre ellas 48 niños. Los cuerpos quedaron mutilados y las paredes de la iglesia manchadas de sangre. Días después, el número de víctimas fatales alcanzó las 119, ya que muchos no sobrevivieron a las heridas.

Este acto brutal puso de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades atrapadas entre las fuerzas violentas. A raíz de este y otros eventos que conmocionaron al país, Colombia emprendió un camino hacia la pacificación y la reconstrucción social. Las políticas implementadas, que combinaban estrategias de seguridad con inversión social y económica, comenzaron a dar frutos en las dos décadas siguientes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de homicidios en Colombia pasó de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 25 en 2022. En ese contexto, la ciudad de Medellín llegó a tener una tasa alarmante de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes.

El entonces gobierno colombiano aplicó la estrategia de ‘Seguridad Democrática’. Esta política implicó el despliegue masivo de fuerzas de seguridad para recuperar el control territorial, fortalecer las capacidades de inteligencia y aumentar la presencia del Estado en zonas rurales, donde guerrillas y grupos paramilitares habían establecido su dominio. La creación de redes de informantes y la colaboración con las comunidades fueron fundamentales para desmantelar estructuras criminales y reducir los enfrentamientos armados.

Tras el debilitamiento militar de las FARC, el gobierno reconoció que la violencia era también un efecto de problemas estructurales como la pobreza y la falta de oportunidades en las regiones rurales.

En respuesta, se implementaron programas de desarrollo rural que incluyeron la construcción de infraestructura, carreteras y electrificación, con el fin de conectar comunidades aisladas con el resto del país.

Además, se promovieron programas de acceso a créditos para pequeños agricultores y cooperativas rurales, incentivando la sustitución de cultivos ilícitos por productos agrícolas comerciales.

En el ámbito social, las políticas de reparación y reconciliación jugaron un papel central. La creación de una Unidad para las Víctimas permitió que quienes sufrieron violencia fueran reconocidos y compensados, generando un proceso de catarsis social.

La inversión en educación y salud fue un eje central: entre 2002 y 2022, el acceso a la educación secundaria aumentó en un 20 por ciento, mientras que la cobertura de salud pública se amplió significativamente en las zonas rurales. A pesar de que aún persisten desafíos en materia de seguridad, el avance en Colombia ha sido notable.

Esta experiencia ofrece lecciones valiosas para México. La implementación de políticas que fortalezcan instituciones, promuevan el desarrollo económico, social y fomenten la cohesión social son esenciales para revertir la tendencia de violencia.

La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la recuperación del control territorial y la implementación de programas sociales en zonas marginadas son pasos fundamentales para reconstruir el tejido social. Políticas de desarrollo rural, como las aplicadas en el país sudamericano, podrían replicarse en México para incentivar la economía local, alejar a los jóvenes de las dinámicas del crimen organizado y generar alternativas económicas en comunidades atrapadas en el ciclo de la violencia.

En conclusión, la trágica masacre de Bojayá simboliza el profundo sufrimiento que la violencia puede infligir a una nación. Sin embargo, también demuestra que por muy cruda que sea la realidad violenta que nos rodea, esta puede cambiar con voluntad política y estrategias integrales adecuadas.

El caso de Teuchitlán debe ser un llamado a la acción colectiva. Debemos abrir los ojos y encontrar en la experiencia de otros países una guía para diseñar e implementar políticas efectivas que conduzcan a un futuro más seguro y próspero.

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La cumbre no es eterna: El peso del poder y la caída inevitable

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La historia está repleta de ejemplos de líderes que, enceguecidos por la ambición, olvidaron la fragilidad de su posición. Luis XVI, convencido de que su linaje era suficiente para sostener su trono, ignoró las señales del descontento popular hasta que el filo de la guillotina le enseñó lo contrario. Napoleón, tras haber conquistado media Europa, creyó que Rusia sería otra joya en su corona, solo para encontrar en la crudeza del invierno su Waterloo anticipado.

El ascenso y la caída de los poderosos no es un fenómeno reciente ni exclusivo de una geografía en particular. Desde la antigüedad, los imperios han crecido con el ímpetu de la ambición y se han desplomado con la misma rapidez con la que olvidaron los límites de su propio poder.

Alejandro Magno conquistó medio mundo, pero murió sin dejar un heredero capaz de sostener su imperio. Julio César creyó que su popularidad y victorias militares lo hacían intocable, hasta que sus propios aliados decidieron que representaba una amenaza mayor que un beneficio. La política, como la historia, es una danza peligrosa entre la gloria y la ruina, donde el exceso de confianza suele ser el último paso antes de la caída.

El mito de Ícaro nos recuerda precisamente esto: el peligro de volar demasiado alto sin medir las consecuencias. Ícaro, fascinado por su recién adquirida capacidad de volar, olvidó la advertencia de su padre y ascendió hacia el sol, hasta que el calor derritió la cera de sus alas y cayó al mar.

La política, como la vida misma, requiere de equilibrio. Quien se eleva sin mesura, sin comprender la delgada línea que separa el éxito de la caída, está condenado a desplomarse con mayor fuerza. El poder tiene un peso que pocos pueden sostener sin perder la compostura. No se trata solo de alcanzar alturas, sino de saber mantenerse en ellas.

Pero si Ícaro es el ejemplo de la caída, Sísifo representa la otra cara de la moneda: el castigo de quienes están atrapados en una lucha interminable. Su condena consistió en empujar una roca cuesta arriba solo para verla rodar de nuevo al punto de partida. En la política, muchas veces la lucha es constante y el esfuerzo parece nunca rendir frutos.

Sin embargo, el verdadero peligro no está en la repetición del intento, sino en la ilusión de que la cima es un lugar permanente. Muchos políticos creen que el poder les pertenece, que su ascenso es definitivo y que su esfuerzo no necesita ajustes. Pero la realidad es que la piedra siempre caerá, y lo único que define a los grandes es cómo afrontan la inevitable repetición del ciclo.

No hay imperio ni liderazgo que sea eterno. La historia es cíclica, y los excesos suelen conducir al mismo desenlace. En México y en el mundo, las trayectorias políticas están marcadas por ascensos meteóricos y caídas estrepitosas. Basta con observar cómo en cada sexenio surgen figuras que, creyendo haber conquistado la cima, terminan en el olvido o el descrédito. Quienes llegan al poder suelen olvidar que su estancia en la cúspide es efímera, que la rueda del destino sigue girando y que lo que hoy es gloria mañana puede ser polvo.

El sistema político parece diseñado para producir nuevos Sísifos, figuras condenadas a empujar sus delitos cuesta arriba, solo para verlos rodar nuevamente cuando cambian las administraciones. Cada sexenio, cada legislatura, cada relevo de poder trae consigo un ajuste de cuentas disfrazado de justicia o renovación, donde los caídos de ayer se convierten en los verdugos de hoy y los actuales intocables pronto serán las nuevas piezas sacrificables. La impunidad no es eterna, pero sí cíclica, y quienes creen haber asegurado su permanencia descubren, tarde o temprano, que la roca siempre vuelve a caer.

Las reformas, los cambios de gobierno y los giros políticos no son más que un nuevo acto en esta obra repetitiva, donde las promesas de castigo a la corrupción se mezclan con la selectividad de la justicia. Los escándalos que hoy cimbran las instituciones terminan convertidos en anécdotas cuando el tiempo y la indiferencia los diluyen, hasta que nuevos nombres ocupan los titulares y el proceso vuelve a empezar. En este juego de relevos, algunos consiguen deslizarse entre las grietas del sistema, mientras que otros terminan aplastados por el peso de sus propias ambiciones.

Y así, en un ciclo interminable, la historia se repite de forma tal que la pregunta no es si caerán, sino cuándo y con qué consecuencias. Algunos lo harán con estrépito, arrastrando consigo estructuras enteras y exhibiendo las miserias del sistema; otros, con sigilo, desaparecerán en la sombra de negociaciones y pactos que les garanticen una caída suave. Pero la constante es ineludible: nadie se mantiene en la cumbre para siempre, y aquellos que creen haber burlado el destino solo están posponiendo lo inevitable.

La enseñanza es clara: la política requiere mesura, prudencia y un entendimiento profundo de la transitoriedad del poder. Nadie es eterno en el cargo, y quienes lo olvidan terminan consumidos por el peso de sus propias decisiones.

En la vida, como en la política, el equilibrio lo es todo. El dinero, el éxito y la influencia pueden convertirse en espejismos que hacen olvidar el propósito inicial. La historia nos ha enseñado que aquellos que se ven a sí mismos como intocables, como dueños de un destino inalterable, terminan siendo arrastrados por la corriente de su propia soberbia. La verdadera habilidad no está en acumular poder, sino en administrarlo sin perder el sentido de la realidad.

El desafío es claro: no ser Ícaro ni Sísifo, sino aprender a volar sin olvidar que siempre habrá una caída, y a empujar la piedra con la consciencia de que el esfuerzo nunca es definitivo. Porque en la política, como en la vida, nadie es eterno en la cumbre, y solo aquellos que lo entienden logran caer con dignidad y levantarse con sabiduría.

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Los narcos gringos, primera parte

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Opinión, por Gerardo Rico //

“La violencia urbana en Estados Unidos, que en ciudades como Chicago, Baltimore, Los Ángeles y Nueva York arroja estadísticas preocupantes de por lo menos una persona asesinada a diario, está directamente ligada a la venta de drogas y por ende al narcotráfico mexicano.

Sin embargo, en una sociedad como la estadounidense, con su gobierno acostumbrado a buscar fuera de sus fronteras a los culpables del problema de la demanda y el consumo de drogas, los asesinatos cometidos todos los días por pandilleros o entre pandillas no son algo que valga la pena resaltar a nivel nacional; es más, si el muerto o los muertos son afroamericanos o hispanos, el gobierno hace todo lo posible por meter el asunto debajo de la alfombra”.

En la Unión Americana no existen estructuras lineales en las organizaciones del narco, como las hay en México y otras naciones latinoamericanas. Los narcos gringos trabajan con cualquier cártel y con varios al mismo tiempo cuando es posible. Son operadores que se encargan de la logística para transportar, distribuir y vender drogas. Su tajada se reparte entre muchos, son como una cadena de trabajadores independientes que prestan sus servicios a los narcos extranjeros.

“Lo que no hay en Estados Unidos son cárteles, no hay una estructura piramidal de capos entre los narcos gringos, menos aún un narcotraficante estadounidense destacado en comparación con los logros criminales alcanzados por delincuentes como Pablo Escobar Gaviria, Rafael Caro Quintero o el Chapo Guzmán”.

Este es apenas un bosquejo del libro “Los narcos gringos”, una radiografía inédita del tráfico de drogas en Estados Unidos, que fue escrito por el periodista Jesús Esquivel, corresponsal de la revista Proceso desde 1989 en Washington D.C., acreditado ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Hay que destacar que el libro fue editado en el 2016 y los derechos de edición son de Penguin Random House.

Ante las medidas del presidente Donald Trump, quien declaró como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, y las advertencias de funcionarios de su administración que podrían intervenir militarmente en nuestro país para terminar con estos, se me hizo muy interesante realizar una reseña de este libro que describe cómo opera el narco en el vecino país del norte.

“Las narcas gringas no son como las buchonas sinaloenses ni andan subiendo fotos al Facebook acompañadas de “su hombre” o ataviadas con joyas y vestidos de diseñador; son casi imperceptibles: están en todos lados, pero no se ven. Viven en grandes urbes como Nueva York, visten como ejecutivas y en algunos casos lo son, pero están más concentradas en hacer dinero fácil”.

En la Gran Manzana no llama la atención ver a una mujer blanca caminando por Park Avenue vestida con un traje sastre y con un portafolios en la mano: alguien así se puede considerar una más de las abogadas, empresarias o vendedoras de acciones financieras en Wall Street.

La lucha contra la violencia urbana es la guerra del gobierno estadounidense contra sus narcotraficantes y contra el comercio de drogas, pero aquel no lo admite y prefiere mantenerla disfrazada como “lucha contra la violencia”. En la DEA se desarrolló la Estrategia de ahogamiento, concentrada en su totalidad a combatir el tráfico de drogas al nivel de los pandilleros.

El objetivo de esta estrategia fue el identificar a los intermediarios estadounidenses de los cárteles mexicanos, personajes que se encargan de establecer la relación directa de un cártel con las pandillas de Estados Unidos. Los intermediarios son los que reclutan a los pandilleros y uno de los lugares favoritos para este objetivo es el sistema carcelario a nivel estatal y local.

Con cifras de hace nueve años, el autor del libro precisa que “para tener una idea del problema solo hay que mirar lo que sucede en Chicago: tiene el sistema carcelario municipal más grande de Estados Unidos y del mundo, el cual alberga entre 9,000 y 13,000 presos, de los cuales más del 80% purgan condenas por delitos relacionados con la violencia urbana pandillera y la venta de narcóticos”.

“La gravedad y el tamaño de la epidemia del consumo de drogas en Estados Unidos es auténticamente una calamidad; la muerte de jóvenes estadounidenses por sobredosis de narcóticos parece un hoyo negro sin fondo. Desde el gobierno federal de este país, la mejor práctica para enfrentar el problema del tráfico internacional de narcóticos sigue siendo buscar responsables fuera de sus fronteras; en este contexto de irresponsabilidad y de delegar a otros las culpas y las consecuencias de sus problemas de salud pública y educación, se augura que México seguirá siendo el villano favorito de la Casa Blanca y del Capitolio”.

Los Narcos Gringos, de Jesús Esquivel, además de ser una lectura amena, describe cómo operan los brókers, los narco motociclistas y narco camioneros, las narco pandillas los informantes y la narco corrupción gringa, entre otros capítulos por demás interesantes y que no pierden actualidad.

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