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MUNDO

Los errores de Trump que evitan su reelección: Kamala Harris será la primera mujer vicepresidenta en EEUU

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Política Global, por Jorge López Portillo //

En la Historia de Estados Unidos la elección ha sido resuelta cuatro veces en conflictos post electorales, esta será la quinta. Irónicamente Trump tiene un cuadro en su oficina de Andrew Jackson, quien era también corredor de bienes raíces y fue presidente en 1820, Jackson perdió la reelección en un proceso post electoral. Esta semana los estados de EEUU darán las actas de mayoria a Biden y de ahí decidirá la Corte.

El neoyorkino fue víctima de sus palabras, que le alejaron de un importante número de voto femenino, por su lado Biden debe cuidar no caer en el error de pensar que la mitad de los americanos están obligados a pensar como él, en especial porque los líderes de su partido pronto se burlaron públicamente de los ciudadanos que votaron por el presunto perdedor.

QUIÉN GANÓ LA ELECCIÓN: ¿EUA O EL DIVISIONISMO?

A pesar de la pandemia y a pesar de las encuestas, ambos candidatos obtuvieron número de votos record. Trump tiene más votos que Hillary u Obama y Biden más que Trump. El hecho más bochornoso es que casi la mitad de los americanos decepcionaron las expectativas de los especialistas mundiales y precisamente por eso es importante conocer el otro lado de la historia.

Es casi imposible que Trump logre revertir los resultados de las casillas clave para poder ganar la elección, de cualquier forma estos son los puntos relevantes del tema.

La Presidente de EUA es una elección con 50 reglas estatales y miles de reglas distritales. El artículo II de su Constitución es claro, las decisiones para designar a los integrantes del llamado Colegio Electoral, le compete a las legislaturas de cada Estado.

LO QUE TRUMP DEBE PROBAR

El reclamo de la campaña de Trump es que los alcaldes o gobernadores cambiaron durante este trimestre las reglas que permiten revisar la validez, recibir y contar los votos, lo que habría permitido votaciones irregulares desde personas muertas y alteraciones en las máquinas que cuentan boletas, hasta casillas con más votos en las urnas que en las listas de asistencia.

Veremos si logra demostrar que dichos cambios fueron ilegales y que fueron suficientes para afectar el resultado de la elección en ciudades clave para el Colegio Electoral, lo que depende de 50 mil votos repartidos en Atlanta, Filadelfia, Las Vegas, Phoenix y Detroit, del total de 150 millones. En el 2016 Trump ganó con 70 mil votos.

En el año 2000, hubo un problema similar con Gore vs Bush por los votos por correo en Florida, obligando a reconteos manuales para aclarar errores de las máquinas, manteniendo en suspenso la elección presidencial por 37 días. Hoy el reclamo es similar pero con respecto a varias ciudades, todas gobernadas por demócratas favoreciendo a Biden, así como hace 20 años un republicano en Florida favoreciendo a Bush, lo que en esa época fue cuestionado por los demócratas y por el mundo, pero que ahora no parece despertar sospecha o mayor problema.

El viernes pasado la Suprema Corte ordenó a los Estados mantener por separado el conteo de votos que no cumplen con las leyes locales, pero aún no decide si esos sufragios se tomarán como válidos por estar apegados a los reglamentos que fueron emitidos por los gobernadores o alcaldes durante esta época del Covid19 a pesar de ir más allá de la ley. La corte podría no pronunciarse si considera que el número anomalías no sería suficiente para alterar el resultado.

EL PROBLEMA DE PELEAR CON LAS TELEVISORAS

Ante la falta de un Instituto Electoral, los conteos rápidos y las encuestas permiten a las televisoras declarar ganadores por Estado la noche de la elección y de ahí todo se desenvuelve, días después los Estados terminan los conteos oficiales y por lo general coinciden con lo que las televisoras han proyectado. Pero, ¿qué pasa cuando las encuestas y las proyecciones fallan como pasó en el 2016 y ahora? Pues se hace un “cochinero”, ya que la percepción y la costumbre arrastra a los partidos a decir una cosa u otra.

Por meses se dijo que Trump perdería por un muy amplio margen y que los demócratas arrasarían en las dos Cámaras, incluso por más de 17%. La noche de la elección, todo cambió, aunque mantuvieron la mayoría en la Cámara de Representantes, los demócratas perdieron varios distritos, una gubernatura y hasta el momento en el Senado no hubo sorpresas. Irónicamente la certeza de un Senado Republicano elevó el mercado de valores ante la idea de que no habrá cambios a los impuestos en el futuro inmediato.

Trump inició ganado y eso fue el principio del problema, porque ante el escenario tan apretado y los avances de republicanos en los estados demócratas de la zona de los Grandes Lagos, se creó una idea de que repetiría su triunfo del 2020, pero los votos por correo llegados y contados días después de la jornada electoral revirtieron esas ventajas.

Básicamente Trump alega que la madrugada del 4 de noviembre, los demócratas se dieron cuenta de cuántos votos necesitaban y estos fueron llegando milagrosamente días después de la elección, en especial porque ese fenómeno se dio únicamente en ciudades gobernadas por los aliados de Biden y únicamente a favor del partido demócrata y para la elección presidencial, permitiendo votos y conteos a modo en las casillas clave que darían el triunfo en 5 ciudades. Pensilvania, Illinois y otros Estados han sufrido varios escándalos por elecciones fraudulentas. ¿Será?

TARDAN EN CONTAR LOS VOTOS

No hagas cosas buenas que parezcan malas”, poco favor le hacen a Biden sus compañeros cambiando reglas durante una elección en proceso, arriesgando la imagen o el resultado de una elección. Filadelfia, Detroit, Atlanta, Milwaukee, Minnesota, Las Vegas y Phoenix dieron un número final hasta el fin de semana.

De manera tradicional las televisoras anunciaron a quien ellos creían que sería el ganador antes de tener conteos reales, lo que ha provocado problemas, ya que esas proyecciones están basadas en números y valoraciones como los de las encuestas del 2016 y del 2020. Por un momento recordemos lo que pasó en México en el 88 y en el 2006.

Si los resultados anunciados por las televisoras el sábado pasado y Biden recibe actas de mayoría, habría ganado los Estados que ganó Clinton como Arizona y Georgia e incluso recuperado el llamado Muro Azul en los Grandes Lagos.

La evolución jurídica mexicana, generada por los conflictos post electorales de las campañas de Cárdenas, Clouthier y AMLO, previene problemas como las encuestas a modo, las aportaciones en especie por parte de los medios de comunicación, la identificación con fotografía de cada elector, la verificación del padrón electoral y claro la participación ciudadana y de los partidos para contar cada voto el día de la elección y en un mismo lugar a diferencia de lo que se permite en EUA en donde uno puede votar sin necesidad de mostrar identificación o enviar una boleta por correo a casillas en donde empleados de gobierno reciben y procesan los votos en oficinas cerradas. “En arca abierta, hasta el más santo peca”.

Con todo y la corrupción, podemos presumir que nuestro país tiene un sistema electoral “que ni Obama” –como decía AMLO-, mucho más claro que el de los americanos.

Si no se corrige el sistema de encuestas y de límites para cambiar reglas durante procesos electorales ya en curso, estos problemas se repetirán y traerá malas consecuencias, pero sus senadores y congresistas no tienen incentivos para modificarlo, porque duran hasta 50 años en el mismo cargo y si ese sistema les ha ayudado, ¿para qué cambiarlo? No lo hicieron en el 2000, no lo hicieron en el 2016 y tal vez no lo harán en el 2020.

Tal vez no nos guste pero Cuauhtémoc, Maquío, el Peje y sus equipos cambiaron a México. ¿Cambiará a EUA la derrota de Trump?

LA RAZÓN DEL VOTO Y LAS REPERCUSIONES POLÍTICAS

Según encuestas de salida a los electores, la razón por la que votaron 35% fue la economía vs 37% que lo hicieron por el COVID-19 y la solución a los problemas raciales, esto explica la diferencia de votos entre Biden y Trump.

Es de resaltar que Kamala Harris será la primera mujer Vicepresidenta, además es de color e hija de padre y madre inmigrantes. Como escribí en febrero, es altamente probable que ella sea la primera mujer Presidenta, en especial por la salud de Biden quien podría dejar la silla antes de su cuarto año. Pero ya hablaremos de ellos el lunes próximo.

El mandato del pueblo estadounidense hacia Biden es claro, aliviar el COVID-19 y las tensiones raciales, mientras que para Trump el mensaje es claro, 51% de los electores en su contra prefieren un lenguaje empático y amable, sobre una economía saludable.

Con Biden regresará la clase gobernante al Poder Ejecutivo de los EUA y por ende de su relación con el mundo con los efectos que ya he mencionado.

La redefinición del Partido Demócrata y del Partido Republicano ya que Biden fue el candidato demócrata que ha tenido menos apoyo porcentual de la población de color, hispana e incluso LGBT en los últimos 40 años, en contraste los republicanos lograron números record con dichas minorías, algo que no lograban en casi cuatro décadas, lo anterior por su mensaje pro empleo y clase media.

Nosotros pronosticamos “un final de foto” y así fue, a diferencia de los números proyectados por las grandes empresas de comunicación, que pronosticaron una victoria arrolladora y eso no sucedió. En consecuencia, cuando menos había un error de cálculo en pronóstico de la intención del voto general, cercano al 15%.

La emoción de Trump se tradujo en 71 millones de votos vs los 63 millones del 2016. Estos números son 10% mayores a los votos de Hillary en el 2016 y 7% mayores a los de Obama en el 2012, pero no la suficiente para contrarrestar la emoción de los que lo querían fuera, que suman más de 73 millones a favor de Biden en este 2020. La votación total pasó de 61% en el 2012, a más de un 65% en este 2020, con todo y pandemia pero lejos del 75% de la elección de 1900 o del 80% de la elección de 1830.

EL ESTADO DE LA ECONÓMICA

En el año con una de las peores crisis económicas que el mundo ha visto, los EUA se recuperan a pasos agigantados tanto en PIB como en empleo, el tema comercial logra repatriar empresas que se habían ido a las costas de Asia y en el tema energético EUA dejó de necesitar el petróleo de los países musulmanes. Esta historia continuará…

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MUNDO

El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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