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MUNDO

La inflación se desborda en Estados Unidos: Blanca Nieves y la crisis venidera

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

En una época en la que los Estados Unidos se encuentran más divididos que nunca surgen los pleitos y distracciones que podrían estar costando mucho más a los que menos tienen. Para México esto puede ser un mal presagio, porque a pesar de que nuestros migrantes envían miles de millones de dólares, esto podría ser poco si se inicia una carrera inflacionaria como la que se vio a inicios de los ochentas cuando Jimmy Carter era Presidente de ese país.

Se decía que Trump era el causante de la división pero muchos pensamos que él era sólo el producto de una realidad que se ve distorsionada a la alza o a la baja por intereses locales, regionales y globales que usan la ignorancia, los complejos y el rencor para recrear batallas que se creían superadas o para exacerbar los ánimos de una población que se informa en las redes y en las redes se enajena con líderes que sólo buscan la fama y el poder individual.

Los Estados Unidos están padeciendo una cucharada de su propio chocolate, al caer víctimas de las guerras de desinformación mediática que desde sus partidos políticos y desde otros países utilizan empresas y mensajes que les están costando mucho ya en sus bolsillos.

Para nuestros paisanos las cosas se ven bien, más remesas, menos deportaciones y una posible amnistía general, pero esto podría ser una aspirina. Como ejemplo podemos ver que durante el mes de abril se registraron más de 20 mil menores sin acompañantes, siendo retenidos por las autoridades federales lo que también es un record numérico. ¿Qué pasará cuando esos paisanos que podrían sumar un millón de personas durante este 2021?, mismas que entrarían en una economía que parece estar a punto de sufrir una carrera inflacionaria.

¿DISTRACCIÓN O REALIDAD?

Por lo pronto la semana pasada se desataron otras dos batallas mediáticas relacionadas con temas que parecen más de imagen que de fondo, pero que sirvieron para que millones de personas dejaran de lado o no pusiesen atención a los números económicos del primer trimestre del 2021.

Los temas fueron nuevamente encabezados por los “policías de lo políticamente correcto” quienes nos informaron que la película Blanca Nieves estaba llena de “toxicidad masculina”, al promover a un príncipe que habría besado a la dama sin su consentimiento.

Esto habría sido un abuso de su parte, no importando si el beso era de despedida ante lo que él pensó que era una pobre mujer «embrujada». Tampoco importó el argumento de que sin el beso ella habría permanecido en ese estado catatónico. Así es, el famoso príncipe deberá ser sancionado y la película vetada.

Esto parece ser una broma pero no lo es y como usted se sabe la “condena” en contra de la famosa y tierna película es una más de las acciones que grupos extremos están tomando para distorsionar asuntos muy importantes como lo son el abuso sexual, el machismo o el racismo.

Lo peor es que fue la propia vicepresidente de la empresa Disney la que se sumó a estas críticas y pidió reanalizar películas como Aladino, Dumbo y otras más por su “insensibilidad”. De hecho la empresa del Ratón Miguelito, estaría entrenando a sus empleados para buscar eliminar de su vocabulario expresiones como “todas las vidas valen”, por considerar que la misma no es incluyente sino que trata de igualar a grupos sociales o razas que han sufrido con razas o grupos sociales que habrían sido privilegiadas. Es una locura porque esto es precisamente racismo pero se considera que si el racismo es para corregir desventajas o abusos pasados, entonces es bueno. ¿Será?

La semana cerró con otra locura propiciada por los autoproclamados defensores de la decencia y la igualdad. Esta vez un grupo de trabajadores dentro de la poderosa cadena televisiva NBC -la del logotipo del pavo real de colores- que produce el muy famoso programa Saturday Night Live, habría protestado e insinuado que no trabajarían en la transmisión del pasado sábado en la que se presentó como invitado el multimillonario y famoso empresario Elon Musk. Su protesta era por no estar conformes con la presencia e invitación al segundo hombre más rico del mundo.

LA INFLACIÓN GALOPANTE

Mientras las televisoras, las redes sociales y los políticos se enfocan en pleitos por las palabras y las películas de Disney los ciudadanos de país más rico y poderoso del mundo se enfrentan a una nueva realidad que podría costarles el sueño.

Durante los últimos dos meses los costos de productos como el pollo, la carne, la gasolina, la madera, el papel del baño y otros muchos básicos han incrementado desde un 5% hasta un 20% acumulando en algunos casos más del 100% en menos de 4 meses. Las casas subieron 12% en menos de un semestre y todo esto se suma a una alza en los desempleos a pesar de que los salarios han aumentado en este mismo periodo de $15 a $21 dólares la hora.

Esto parece una locura pero al parecer el programa de apoyo al desempleo está compitiendo con los empleos formales, es decir que la gente gana más sin ir a trabajar por lo que el gobierno estaría compitiendo con dinero gratuito en contra de los pequeños negocios de dicho país quienes deberán de aumentar sus salarios y por ende pasar el costo a sus clientes. Si usted va a los EUA verá que las cosas están muy caras y no solo es porque estén en dólares y uno vaya con nuestros pesitos, sino porque de verdad han subido mucho y no parece tener freno en el futuro cercano.

El Presidente Biden ha negado que los incentivos para el desempleo estén siendo causa del desempleo y de la inflación pero algunos empresarios y gobernadores están en contra de dicha postura. Por lo pronto se estaría preparando otro mega presupuesto para gasto federal que trataría de impulsar la creación de empleos con infraestructura.

El programa se financiaría con déficit de $9 millones de millones de dólares y se dice que se pagaría con impuestos adicionales a los “súper ricos” pero cuando suben los impuestos el que paga es el consumidor final o las empresas locales que deberán enviar sus fabricas a otros países como China o la India y ahí es en donde nos puede pegar al afectar a los migrantes que se verían obligados a trabajar por menos y de manera informal para evitar el pago del ISR y continuar recibiendo el dinero del llamado “desempleo”.

Por cierto el aumento de impuestos según la Casa Blanca solo incrementará los ingresos del Gobierno en $400 mil millones de dólares lo que es menos de una vigésima parte del plan de gasto propuesto, por lo que la diferencia se tendrá que pagar de algún lado o imprimir con la inflación correspondiente.

Ayer se dieron a conocer los números de empleos creados durante el mes de abril en dicho país. La proyección era de un millón de nuevos empleos, pero los resultados fueron muy malos. El departamento del trabajo de EUA dio a conocer que en abril se crearon únicamente 266 mil empleos lo que es apenas una cuarta parte de lo que se esperaba.

China esta comprando muchos más bonos de deuda de EEUU y para este 2021 cada americano debe más de $25 mil dólares, veremos si la máquina de producir dinero puede soportar el ritmo de gasto que parece no disminuir pero ahora con el componente de que los empleos formales no están aumentando. Esto está creando una inflación que de no controlarse podría explotar con consecuencias muy fuertes para el mundo. Por lo pronto los líderes de las grandes empresas de EUA y muchos de sus políticos prefieren promover el socialismo para todos pero capitalismo para ellos.

Si en México creíamos que el socialismo había pasado de moda, veremos que no y de hecho está de regreso más fuerte que nunca, pronto los mexicanos podríamos ser más capitalistas que los Estados Unidos de Norteamérica.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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