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Las presiones de EEUU a sus socios comerciales: Complacer a Washington o rechazar el boicot contra Huawei

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Por Redacción Conciencia Pública //

En la guerra contra el gigante chino, Estados Unidos presiona a otros países del mundo a sumarse a las sanciones contra Huawei con lo que se divide la comunidad internacional y extiende el conflicto a otros naciones que no tienen vela en el entierro. 

Poco a poco sus principales socios se convierten en los rehenes de su ‘guerra’ contra el gigante chino, opinan distintos expertos entrevistados por Sputnik.

Es el caso de los operadores japoneses de telecomunicaciones como SoftBank, NTT Docomo y KDDI que anunciaron que aplazarán las ventas de nuevos modelos de teléfonos de Huawei y detendrán la recepción de pedidos preliminares. Como principal socio de EEUU, Japón es el más sensible a la presión ejercida por Washington, opina el experto Zhou Yong del Instituto de Relaciones Internacionales de China.

“Claro está que los emprendedores japoneses están bajo influencia del Gobierno estadounidense. Es más probable que rompan sus lazos con Huawei pero continúen apoyando sus negocios con EEUU. El mercado estadounidense es la principal fuente de desarrollo para las empresas de Japón. Rechazar a Huawei para el país asiático es como sacrificar a un peón en el tablero de ajedrez  para salvar a la reina», considera Zhou Yong.

Pero no todas las empresas de Japón se apresuran a romper sus relaciones con el gigante tecnológico chino. Panasonic desmintió la información difundida por varios medios de que la empresa había detenido los suministros de varios componentes para productos de Huawei. En la compañía japonesa enfatizaron que Panasonic continúa suministrando sus productos y servicios para Huawei, que sigue siendo su socio más importante.

EEUU presiona también a Corea del Sur y este país trata de contrarrestar la demanda para que Seúl presione a sus empresas tecnológicas y no permita la expansión del equipamiento de Huawei en los países del Sudeste Asiático. Corea del Sur se arriesga a convertirse en el principal perdedor en la guerra desencadenada por Washington contra la empresa china. Tan solo un comunicado acerca de que Seúl había abordado con Washington el problema de seguridad de las redes 5G provocó el desplome del 6,35% de los valores del operador surcoreano LG U+.  

La causa de su devaluación está clara: desde 2012 LG U+ ha estado construyendo una red de comunicaciones inalámbricas LTE en Seúl y utilizó los equipos producidos por Huawei. Ahora el operador de comunicación móvil trata de desarrollar en base al equipamiento de Huawei las redes de quinta generación. Según el periódico Maeil, las ventas anuales de Huawei  alcanzan entre 170 millones y 250 millones de dólares en el mercado surcoreano.

Además, la empresa Koscom que asegura el funcionamiento de la bolsa surcoreana, el grupo financiero Nonghyup, el principal navegador del país Naver y el grupo automovilístico Hyundai Motors, entre otras empresas, utilizan el equipamiento producido por Huawei. Esta es la razón por la que el rechazo de los productos chinos es capaz de provocar serias pérdidas financieras, considera Chung Jae-hung, empleado del Instituto Sejong.

«Corea del Sur no es una colonia de EEUU. Por eso no se puede hablar de que los Gobiernos de estos países puedan limitar el número de acuerdos entre las empresas surcoreanas y las de China. LG U+ y otras compañías de Corea del Sur utilizan el equipamiento de Huawei por su rentabilidad. Las corporaciones deben tomar decisiones por sí mismas y la interferencia del Gobierno sería un error», aseveró Jae-hung.

Según el experto, Seúl teme a las medidas con las que China podría responder en caso de que las autoridades surcoreanas decidan seguir a las de EEUU e introduzcan sanciones contra Huawei. En Corea del Sur todavía recuerdan la dura respuesta que China dio al despliegue de los sistemas estadounidenses de defensa aérea THAAD. Seúl no quiere situarse entre la espada y la pared, considera Jae-hung.

De esta manera el posible cierre del mercado chino podría asestar un duro golpe contra la economía surcoreana ya que tan solo Huawei adquiere anualmente mercancías surcoreanas por más de 10.000 millones de dólares.  Según el reporte de Samsung Electronics, Huawei ocupó el cuarto lugar en la lista de los mayores compradores de semiconductores surcoreanos en el primer trimestre de este año.

Aunque los Estados que forman parte de la alianza de inteligencia Cinco Ojos como Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda también se sumaron a la política de Washington aplicada respecto a Huawei, no todos los países del mundo pueden dictar su voluntad a las empresas, opina Zhou Rong.

«Muchas empresas no van a actuar en detrimento de sus propios ingresos solo para satisfacer a EEUU. Es más probable que empiecen a analizar qué es lo más beneficioso para ellas: complacer a Washington o rechazar el boicot contra Huawei. Paulatinamente llegarán a la conclusión de que seguir la política de EEUU causará más daños que beneficios», concluyó.

Ex estratega de Trump festeja el «asesinato de Huawei»

Por Alfredo Jalife-Rahme //

El anterior estratega de la elección de Trump en 2016, Steve Bannon, levanta la puja contra China y considera que el «asesinato» de la empresa de telecomunicaciones Huawei, a la que exige sacar del mercado de capitales de EEUU, «es 10 veces más importante que conseguir un arreglo comercial» con Pekín.

La guerra comercial de Trump contra China se ha agudizado de forma dramática con la prohibición de Google/Alphabet de usar su sistema operativo Android y Google Play a Huawei.

Si la extrema dureza de Trump contra China llama poderosamente la atención, las incendiarias declaraciones de Steve Bannon incitan a una guerra total contra Pekín en los ámbitos tecnológico y financiero/económico, que naturalmente rebasan el mero aspecto comercial de la guerra de tarifas impuestas por Trump desde hace un año.

Steve Bannon, quien fue echado de la Casa Blanca por Trump por sus ataques indiscretos contra la familia del  presidente 45 en el libro ‘Fuego y furia’ de Michael Wolff, sabe mucho de finanzas por haber sido funcionario del omnipotente banco de inversiones Goldman Sachs de donde también proviene el secretario del Tesoro, el israelí-estadunidense Steve Mnuchin quien ha adoptado una postura más diplómática.

Bannon afirma que Trump no se detendrá con el exorcismo decretado contra Huawei mediante una ‘orden ejecutiva’, sino que contempla «planes para excluir a todas las empresas chinas de los mercados de capitales de EEUU».

En una entrevista exclusiva para South China Morning Post, con sede en Hong Kong y propiedad de Alibaba, Bannon fulminó que se trata de «un asunto de masiva seguridad nacional para Occidente (sic)» ya que Huawei «es una mayúscula amenaza a la seguridad nacional, no solo para EEUU, sino para el resto del mundo. Y vamos a obliterarla».

SCMP comenta que Bannon «no elaboró los supuestos riesgos específicos a la seguridad de los productos de Huawei» y refiere que Alemania tampoco ha encontrado «una evidencia dura para apoyar los alegatos de EEUU».

Bannon criticó el ‘error’ de Trump de haber levantado sanciones similares el pasado julio contra la empresa china de telecomunicaciones ZTE.

El ideólogo y estratega de Trump no oculta que el objetivo es librar una «guerra económica» contra China para obligar a Pekín a adoptar reformas fundamentales (sic): «No pienso que esto se resuelva pronto. Es el inicio de un proceso duro y muy largo» y prometió presionar en forma «implacable».

Es obvio que las cantadas ‘reformas fundamentales’, que equivalen a una capitulación, no serán aceptadas por China.

Bannon coloca el ‘tema China’ como «central en la campaña de 2020» cuando augura sin tapujos la reelección de Trump. Y aún en el caso remoto de que perdiese, asevera que «un demócrata será tan duro con Pekín como Trump».

Sentencia que «la gente de Wall Street intenta proyectar el temor de que el mercado de valores colapsará si Trump no consigue un acuerdo comercial. Todo son mentiras».

Como que Bannon se contradice con sus amenazas financieras para expulsar a China de los mercados de capitales en EEUU cuando también arremete contra los «corporativistas de Wall Street» que han colaborado con la clase dirigente de China para preservar «un sistema inicuo» que daña los intereses de los trabajadores estadunidenses del cinturón industrial (Rust Belt) que fueron catalogados por Hillary Clinton como ‘deplorables’.

Bannon oculta que parte del triunfo de Trump se debió también a la movilización supremacista de los WASP (White AngloSaxon Protestant: blancos protestantes anglosajones) en el Cinturón Bíblico (Bible Belt).

Hoy Bannon preside el ominoso Comité del Peligro Presente (Committee On The Present Danger), un grupo fascistoide de la Guerra Fría que combatió al comunismo y hoy tiene como objetivo luchar contra el Partido Comunista chino.

El anterior ideólogo de Trump, quien dice comunicarse con el presidente a través de «sus abogados» y no directamente, amenazó con las siguientes jugadas financieras para cortar de tajo las Ofertas Públicas Iniciales (IPOs, por sus siglas en inglés) —lanzamientos de acciones iniciales de las empresas chinas en Wall Street—, además de «cerrar todos los fondos de pensiones y las compañías de seguros de EEUU que proveen capitales al Partido Comunista Chino», lo cual provocará «un gran movimiento en Wall Street para restringir el acceso a las empresas chinas en los mercados de capitales hasta que acepten esta reforma fundamental».

Reconoce «estar más a la derecha que el presidente Trump» en el tema de China, y «se enorgullece de ello. De ser un superhalcón».

La dureza de Bannon es ilimitada, pero también puede ser teatral ante el esperado encuentro que tendrá Trump con el mandarín Xi —y también con el zar Vlady Putin, aunque no ha sido confirmado por el Kremlin— al margen de la disfuncional Cumbre del G20 en Osaka (Japón) el 28 y 29 de junio, donde no se puede eliminar la hipótesis de un arreglo del tipo ‘ganar-ganar’.

No fue gratuita la selección de la entrevista de Bannon al portal chino SCMP con sede en Hong Kong para amedrentar directamente a la dirigencia china. El grave problema es que no da margen para negociación alguna al declarar la guerra tecnológica, financiera y económica contra China, lo cual puede sonar muy exuberante ya que China cuenta con varias armas en su arsenal de represalias que van desde la devaluación de su divisa, el yuan, pasando por la liquidación de sus bonos del Tesoro estadunidenses hasta su ‘opción nuclear’, así bautizada, de cesar la venta de los ‘rare earth minerals’ (minerales de tierras raras) tan vitales para los componentes militares modernos de EEUU.

No pasó nada desapercibida la visita del mandarín Xi Jinping, acompañado de Liu He, el vice primer ministro a cargo de las negociaciones comerciales con la contraparte estadunidense, a una empresa operativa de minerales de tierras raras en la ciudad de Ganzhou, en la provincia oriental de Jiangxi. Según el portal chino Global Times, «muchos han sugerido que China limite sus exportaciones de minerales de tierras raras a EEUU como una contramedida a la decisión de EEUU de asestar tarifas en bienes chinos y cortar el abasto de semiconductores a las empresas chinas».

Cabe señalar que China es el mayor productor del mundo de minerales de tierras raras —más del 90% del suministro global— que son vitales para productos avanzados desde los aviones hasta los semiconductores, lo cual puede perjudicar no solamente a EEUU, sino también a Japón.

Cabe señalar en forma significativa y conveniente que los minerales de tierras raras no han sido incluidos en la ‘lista negra’ del alza de las tarifas propinada por Trump.

La visita de Xi fue también simbólica ya que rindió homenaje a un monumento en Yudu (un barrio de Ganzhou) que marcó el inicio de la ‘larga marcha’ del Partido Comunista hace 85 años, lo cual puede significar que la dirigencia china está dispuesta a una nueva «larga marcha tecnológica y financiera» en su guerra comercial contra EEUU.

Pero a Bannon nada lo detiene y en una entrevista para Fox News, después de alardear del triunfo del ‘nacionalismo económico’, mezclado de la extrema derecha populista, en las elecciones para el Parlamento Europeo, desechó las represalias de China de prohibir las exportaciones de minerales de tierras raras y se burla de que Pekín lo haya nombrado su «principal enemigo público».

La televisión china CCTV calificó a Bannon de «verdadero enemigo de EEUU».

(Cortesía de Sputnik, agencia rusa de noticias)

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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