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MUNDO

El FMI le otorga línea de crédito: La ultraderecha en Argentina de la mano de Javier Milei

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

El gobierno del ultraderechista Javier Milei ha marcado un punto de inflexión en la historia contemporánea de Argentina. Desde su llegada al poder, el país ha experimentado profundos cambios en diversas esferas, que incluyen la economía, la política y la sociedad.

Acompañando estos cambios, la reciente aprobación de la Ley Bases, el nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la represión de las protestas ciudadanas han generado un clima de tensión e incertidumbre. La situación recuerda a otros gobiernos impuestos por organismos financieros y empresariales internacionales, que históricamente han buscado explotar los recursos naturales de la Patagonia y adueñarse de partes significativas del territorio argentino.

La junta directiva del Fondo Monetario Internacional (FMI) despejó el pasado jueves 13 de junio el camino, Argentina obtuvo 800 millones de dólares para ayudar a impulsar su recuperación económica, diciendo que el programa de préstamos estaba «firmemente encaminado».

Argentina tiene un programa de 44.000 millones de dólares con el FMI, que incluye objetivos económicos de crecimiento, inflación y reservas. El FMI dijo en un comunicado que su directorio ejecutivo había completado la octava revisión de ese acuerdo de facilidad de fondo ampliada.

«Al completar la revisión, el Directorio Ejecutivo evaluó que el programa estaba firmemente encaminado y que todos los criterios de desempeño cuantitativos hasta finales de marzo de 2024 se cumplían con márgenes», dijo el FMI.

Sostener el progreso requerirá mejorar la calidad del ajuste fiscal, tomar medidas para mejorar el marco de política monetaria y cambiaria e implementar reformas para el crecimiento, dijo.

El gobierno de Argentina ha dicho que iniciará conversaciones con el FMI sobre un nuevo programa.

La aprobación del FMI se produce después de que el presidente Javier Milei, que asumió el cargo en diciembre, implementara amplias reformas fiscales y ajustara drásticamente el gasto público para hacer frente a una inflación de tres dígitos, una economía en contracción y reservas en números rojos. (Reuters.com)

NUEVA DEUDA Y POLÍTICAS DE AUSTERIDAD

Una de las primeras medidas económicas del gobierno de Javier Milei fue negociar un nuevo paquete de financiamiento con el FMI. Este acuerdo, visto por muchos como una tabla de salvación para las debilitadas arcas del país, ha venido acompañado de estrictas condiciones de austeridad. Las políticas impuestas incluyen recortes significativos en el gasto público, especialmente en áreas como la salud, la educación y los programas sociales. Estos recortes han profundizado las desigualdades sociales y han afectado negativamente a los sectores más vulnerables de la población.

La estrategia económica de Milei también ha promovido la liberalización del mercado y la desregulación, con el objetivo de atraer inversiones extranjeras. Sin embargo, estas políticas han beneficiado principalmente a las grandes corporaciones y a los sectores más ricos, mientras que la inflación y el desempleo han aumentado, erosionando el poder adquisitivo de la clase media y baja.

LEY BASES: CENTRALIZACIÓN DEL PODER Y CONFLICTO SOCIAL

La reciente aprobación de la Ley Bases ha sido uno de los puntos más controvertidos del actual gobierno. Esta ley otorga al Ejecutivo amplios poderes para implementar reformas estructurales sin necesidad de pasar por el Congreso, lo que ha sido interpretado por muchos como un intento de centralizar el poder y debilitar las instituciones democráticas.

Los 4 grandes cambios que contempla la Ley Bases son: 1. Facultades delegadas. Una de claves más importantes de la Ley Bases para el gobierno es que le otorga al presidente competencias extraordinarias por un año, al declarar «la emergencia pública en materia administrativa, económica, financiera y energética». Durante el período de facultades delegadas el presidente podrá legislar a través de decretos, que luego deben ser controlados por la misma Comisión Bicameral legislativa que controla los decretos de necesidad y urgencia.

Esto le permitirá a Milei contar, hasta mediados de 2025, con facultades que normalmente le corresponden al Poder Legislativo. Así, podrá decidir sobre estos temas sin pasar por el Congreso.

2. El RIGI. El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) es una de las propuestas más polémicas de la Ley Bases.

El RIGI prevé beneficios impositivos, aduaneros y cambiarios durante 30 años, además de estabilidad normativa y protección contra los abusos del Estado, para proyectos que superen los US$200 millones, con el fin de fomentar grandes inversiones, tanto nacionales como extranjeras, a largo plazo.

Los proyectos acogidos al RIGI pueden recibir exenciones o reducciones impositivas y facilidades administrativas para la aprobación y puesta en marcha de proyectos.

Los críticos afirman que les dará una ventaja importante a las grandes empresas, en particular a las multinacionales, y que perjudicará a las pequeñas y medianas empresas argentinas (Pymes), que hoy generan el 70% del empleo.

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner advirtió que el RIGI llevará a la explotación de los recursos naturales argentinos a manos de empresas extranjeras, generando «una economía extractivista sin valor agregado» e instaurando un «colonialismo, versión del siglo XXI».

“Condenará una vez más a los argentinos al desempleo, que ya se empieza a ver y se profundizará», señaló en un discurso en mayo.

3. Privatizaciones. La Ley Bases permitirá al gobierno poner en venta algunas empresas del Estado. Sin embargo, no serán todas las compañías del sector público, como proponía el proyecto original que presentó Milei.

4. Reforma laboral. La Ley Bases contiene varios artículos que buscan modernizar el régimen laboral e incentivar el crecimiento del empleo formal privado, que está estancado hace más de una década. La norma ofrece beneficios para los empleadores que regularicen a sus trabajadores.

Pero, al mismo tiempo, elimina sanciones contra el trabajo «informal», quitando las indemnizaciones especiales que hoy reciben los empleados que no están correctamente registrados. (bbc.com)

La Ley Bases ha permitido al gobierno de Milei avanzar rápidamente en su agenda de reformas neoliberales, pero también ha desencadenado una ola de protestas y movilizaciones en todo el país. Los sindicatos, las organizaciones estudiantiles y diversos movimientos sociales han salido a las calles para expresar su rechazo a unas políticas que consideran regresivas y autoritarias.

REPRESIÓN Y DERECHOS HUMANOS

La respuesta del gobierno a las protestas ha sido dura. La represión de las manifestaciones ha incluido el uso de fuerzas de seguridad para dispersar a los manifestantes, detenciones arbitrarias y la implementación de medidas de vigilancia y control. Organizaciones de derechos humanos han denunciado un aumento en las violaciones de derechos y han alertado sobre el riesgo de que Argentina se encamine hacia un régimen autoritario.

Las similitudes con otros gobiernos impuestos por organismos financieros y empresariales internacionales son evidentes. En varios casos históricos, estos gobiernos han utilizado la represión para sofocar la disidencia y garantizar la implementación de políticas económicas orientadas a beneficiar a las élites nacionales e internacionales.

EXPLOTACIÓN DE RECURSOS NATURALES Y PÉRDIDA DE SOBERANÍA

Uno de los aspectos más alarmantes del gobierno de Milei es su enfoque hacia la explotación de los recursos naturales, especialmente en la región de la Patagonia. Bajo la presión de corporaciones multinacionales y en el marco de las nuevas políticas de apertura económica, el gobierno ha promovido proyectos de extracción de petróleo, gas y minerales que amenazan el medio ambiente y las comunidades locales.

La explotación intensiva de estos recursos naturales no solo pone en riesgo la biodiversidad de la Patagonia, sino que también plantea serias cuestiones sobre la soberanía nacional. Existe un creciente temor de que, al igual que en otros países, la intervención de empresas extranjeras y organismos financieros lleve a una pérdida significativa de control sobre los recursos estratégicos y el territorio nacional.

PARALELISMOS HISTÓRICOS Y GLOBALES

La situación actual de Argentina bajo el gobierno de Javier Milei guarda preocupantes similitudes con otros contextos históricos y globales en los que gobiernos alineados con intereses internacionales han priorizado las ganancias económicas por encima del bienestar de la población y la soberanía nacional.

En América Latina, varios países han experimentado episodios similares en los que la intervención del FMI y otros organismos financieros ha llevado a la implementación de políticas neoliberales que han profundizado las desigualdades y provocado crisis sociales. La experiencia de Argentina en las décadas de 1980 y 1990 es un ejemplo claro de cómo estos modelos económicos pueden desestabilizar a un país.

A nivel global, la tendencia de los gobiernos a ceder recursos naturales a corporaciones multinacionales ha generado conflictos y resistencia en diversas regiones. Países como Grecia, que han enfrentado crisis económicas severas y han sido forzados a aceptar condiciones de austeridad a cambio de financiamiento, ilustran los desafíos y riesgos asociados con este tipo de políticas.

RESISTENCIA Y ESPERANZA

A pesar del panorama adverso, la sociedad argentina ha demostrado una notable capacidad de resistencia. Las protestas y movilizaciones reflejan un rechazo a las políticas de Milei y una demanda de alternativas que prioricen la justicia social, la equidad y la soberanía.

El papel de las organizaciones de la sociedad civil, los movimientos sociales y los líderes comunitarios ha sido crucial para articular una oposición coherente y activa. Estas organizaciones continúan trabajando para defender los derechos humanos, proteger el medio ambiente y promover un modelo económico más inclusivo y sostenible.

Además, la resistencia en Argentina se inserta en un contexto más amplio de luchas globales contra el neoliberalismo y por la justicia climática y social. La solidaridad internacional y el intercambio de experiencias y estrategias pueden fortalecer la capacidad de los movimientos locales para enfrentar los desafíos que plantea el gobierno de Milei y sus políticas.

DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES

“Vengo de un futuro apocalíptico, como Terminator”, fueron las declaraciones polémicas del presidente argentino Javier Milei, autopercibido como un profeta global libertario y justificando su proyecto económico en una misión que incluye la batalla cultural contra el socialismo y la destrucción del Estado: “Es como estar infiltrado en las filas enemigas”, dijo. En una entrevista que brindó Milei a un medio estadounidense manifestó que “es el topo que va a destruir el Estado”.

La actual situación en Argentina bajo el gobierno ultraderechista del anarquismo liberal radical de Javier Milei representa un momento crítico en la historia del país. La combinación de políticas económicas neoliberales, la centralización del poder, la represión de las protestas y la explotación de los recursos naturales plantea serios desafíos para la democracia, los derechos humanos y la soberanía nacional.

Sin embargo, también existen oportunidades para construir un futuro diferente. La resistencia de la sociedad civil y los movimientos sociales muestra que hay una fuerte demanda de cambio y un rechazo a las políticas que benefician a las élites a expensas del bienestar general.

El futuro de Argentina dependerá de la capacidad de estos movimientos para articular una visión alternativa y de la disposición de la comunidad internacional para apoyar las luchas por la justicia y la soberanía. En última instancia, el país tiene la oportunidad de redefinir su rumbo y construir una sociedad más justa, equitativa y sostenible.

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MUNDO

El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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