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La crisis de Alemania: Economía, política y ascenso de la ultraderecha

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos años, Alemania, considerada históricamente como el motor económico de Europa, ha enfrentado un declive acelerado que ha sacudido los cimientos de su estabilidad y, por extensión, ha generado repercusiones significativas en el resto del continente.

Este fenómeno no solo ha expuesto las vulnerabilidades internas de la economía alemana, sino que también ha puesto en evidencia las tensiones políticas y sociales que amenazan con reconfigurar el panorama europeo.

A ello se suma el reciente fortalecimiento de la ultraderecha radical, cuyo ascenso en las elecciones del 23 de marzo de 2025 ha añadido un nuevo factor de incertidumbre en un contexto ya de por sí complejo.

EL DECLIVE ECONÓMICO: FACTORES Y CONSECUENCIAS

Alemania, conocida por su robusta industria manufacturera, su superávit comercial y su capacidad para liderar proyectos de integración europea, ha experimentado un deterioro económico notable desde principios de la década de 2020. Varios factores han contribuido a esta situación, entre los que destacan la desaceleración global, la transición energética, la dependencia de las exportaciones y los desafíos demográficos.

Uno de los elementos más críticos ha sido la transición energética. La decisión de Alemania de abandonar la energía nuclear y reducir su dependencia de los combustibles fósiles, acelerada por la guerra en Ucrania y la crisis energética de 2022, ha tenido un impacto profundo en su sector industrial.

Aunque el país ha invertido fuertemente en energías renovables, la infraestructura aún no es suficiente para cubrir la demanda de una economía altamente industrializada. Esto ha llevado a un aumento en los costos de producción, lo que ha erosionado la competitividad de las empresas alemanas en el mercado global.

Además, la dependencia de las exportaciones ha sido un arma de doble filo. Si bien este modelo permitió a Alemania consolidarse como una potencia económica, la desaceleración de la economía china y las tensiones comerciales con Estados Unidos han reducido la demanda de productos alemanes.

La industria automotriz, un pilar de la economía, ha sido particularmente afectada por la transición hacia los vehículos eléctricos, en la que Alemania ha perdido terreno frente a competidores como China y Estados Unidos.

Las grandes marcas automotrices alemanas enfrentan ahora graves problemas que ponen en riesgo su viabilidad financiera a mediano plazo. Muchos expertos afirman que la industria no supo adaptarse y sigue anclada en un viejo modelo industrial mecánico que ya no funciona. Y es que la mayor parte del valor de los automóviles eléctricos modernos reside en el software y la batería, y no tanto en las piezas de ingeniería que dieron fama a los vehículos germanos.

Además, sus directivos tardaron en reconocer el cambio hacia los vehículos eléctricos y ahora tienen dificultades para competir con nuevos participantes como Tesla y los fabricantes chinos.

Sin ir muy lejos Volkswagen, que tiene en México hasta 5 sitios de producción, anunció en septiembre pasado que estaba preparando un drástico plan de ahorro, con el objetivo de reducir en varios miles de millones de euros los costos en sus fábricas alemanas.

La empresa justifica la medida porque necesita reducir los costos para volver a ser competitiva, dijo en un comunicado. Pero la decisión viene marcada también por una caída del 64% en las ganancias del tercer trimestre de 2024. (BBC.com)

La semana pasada, Porsche anunció que despediría a 1.900 trabajadores cuando la garantía de empleo expirara, y el fabricante de porcelana Rosenthal anunció que cerraría una de sus dos fábricas a finales del próximo año.

En general, desde el inicio de la pandemia de COVID-19, Alemania ha perdido casi un cuarto de millón de empleos en el sector manufacturero, según el Financial Times.

«El desempleo lleva meses aumentando y esta evolución continuará en los próximos meses, por lo que, probablemente, superaremos la barrera de los tres millones de desempleados», afirma Klaus Wohlrabe, investigador del Centro Ifo de Macroeconomía y Encuestas, de Múnich, en entrevista con DW.

Las empresas alemanas tienen muchos problemas. «Uno de los mayores problemas en este momento es la incertidumbre», precisa Wohlrabe, de Ifo. El país se encuentra en medio de una transición de gobierno y nadie sabe cómo será la próxima agenda económica. Las compañías han suspendido temporalmente sus inversiones, y los consumidores son más cuidadosos con sus gastos, explica el experto.

Aunque el próximo gobierno alemán pueda reflotar la economía, las alianzas políticas globales sufren cambios profundos. Nadie sabe lo que está planeando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su política de «Estados Unidos primero”. ¿Impondrá aranceles a todo lo que ingrese al país para golpear a determinados países o industrias, como al sector automovilístico alemán? (DW.com)

Por otro lado, el envejecimiento de la población y la escasez de mano de obra calificada han limitado el crecimiento potencial del país. A pesar de los esfuerzos por atraer talento extranjero, las políticas migratorias tan restrictivas y la falta de integración de los migrantes han dificultado la resolución de este problema. Esto ha generado una presión adicional sobre el sistema de bienestar social, que ya enfrentaba desafíos financieros.

LA CRISIS POLÍTICA Y EL ASCENSO DE LA ULTRADERECHA

El declive económico ha tenido un impacto directo en la estabilidad política de Alemania. La insatisfacción ciudadana con las políticas gubernamentales, especialmente en lo que respecta a la gestión de la crisis energética y la migración, ha alimentado el descontento hacia los partidos tradicionales. Este malestar se ha traducido en un apoyo creciente a opciones políticas radicales, particularmente a la ultraderecha.

En las elecciones del domingo 23 de febrero de 2025, el partido Alternativa para Alemania (AfD), conocido por su retórica antiinmigración, euroescéptica y nacionalista, logró un avance significativo, consolidándose como la segunda fuerza política del país. Este resultado ha generado una conmoción en el panorama político alemán y europeo, ya que representa un desafío sin precedentes para el consenso liberal y pro europeo que ha dominado en las últimas décadas.

Los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) ganaron las elecciones en Alemania con el 28,6% de los votos, según los resultados oficiales.

Cumpliendo con las expectativas de analistas y encuestas, la CDU fue el partido que más votos recibió y se espera que Friedrich Merz se convierta en el próximo canciller de Alemania tras unas elecciones en las que la la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo su mejor resultado histórico con más del 20%, lo que le sitúa como la segunda fuerza política del país.

El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) del actual canciller, Olaf Sholz, queda en el tercer lugar, solo con un 16%, seguido por el Partido de los Verdes, que lograron un 11,6%.

El auge de la extrema derecha se vio reforzado por una serie de atentados mortales presuntamente perpetrados por migrantes en varias partes del país y por la ansiedad que genera en muchos alemanes la llegada de migrantes los últimos años, algo que ha sido explotado y alimentado por AfD, que aboga por políticas duras de deportación y límites férreos a la llegada de extranjeros.

Diez días antes de las elecciones, una madre y su hija de 2 años murieron cuando un vehículo atropelló a una multitud. Un ciudadano afgano fue acusado por el incidente. (bbc.com)

El ascenso de la AfD no es un fenómeno aislado, sino que forma parte de una tendencia más amplia en Europa, donde partidos de ultraderecha han ganado terreno en países como Francia, Italia y España. Sin embargo, el caso alemán es particularmente preocupante debido al papel central que el país ha desempeñado en la Unión Europea (UE). La posibilidad de que un partido euroescéptico llegue al poder en Alemania podría tener consecuencias devastadoras para el proyecto europeo, ya que pondría en duda el compromiso del país con la integración y la estabilidad regional.

IMPACTO EN LAS ECONOMÍAS EUROPEAS

La crisis alemana ha tenido un efecto dominó en el resto de Europa. Como principal economía de la Unión Europea, Alemania ha sido un motor de crecimiento para muchos países, especialmente aquellos de la eurozona. La desaceleración económica alemana ha reducido la demanda de importaciones, lo que ha afectado a países exportadores como Italia, España y los países de Europa del Este.

Además, la incertidumbre política en Alemania ha generado tensiones en los mercados financieros europeos. Los inversores, preocupados por la posibilidad de un giro radical en la política económica alemana, han comenzado a retirar capitales de los países más vulnerables de la eurozona.

Esto ha aumentado el costo del financiamiento para estos países y ha exacerbado las diferencias económicas dentro de la UE, así como los sentimientos y discursos nacionalistas, ganando terreno para los partidos políticos de extrema derecha, cuyo discurso se centra en que Alemania no tiene porqué continuar financiando a las economías más débiles de la eurozona sin antes resolver sus propios problemas.

Por otro lado, el fortalecimiento de la ultraderecha en Alemania ha alimentado movimientos similares en otros países, lo que ha dificultado la coordinación de políticas a nivel europeo. La falta de consenso en temas clave, como la migración, la política energética y la reforma fiscal, ha debilitado la capacidad de la UE para responder a los desafíos actuales.

ESCENARIOS FUTUROS A MEDIANO PLAZO

A mediano plazo, el futuro de Alemania y Europa dependerá en gran medida de la capacidad de los líderes políticos para abordar las causas subyacentes de la crisis. En el caso de Alemania, será fundamental implementar reformas estructurales que permitan modernizar la economía, reducir la dependencia de las exportaciones y abordar los desafíos demográficos. Además, será necesario encontrar un equilibrio entre la transición energética y la competitividad industrial.

Sin embargo, el ascenso de la ultraderecha complica este panorama. Si la AfD logra consolidar su posición y eventualmente llegar al poder, es probable que se produzca un giro hacia políticas nacionalistas y proteccionistas. Esto podría llevar a un distanciamiento de Alemania respecto a la Unión Europea y a un debilitamiento de las instituciones europeas. En el peor de los casos, podría desencadenar una crisis existencial para la UE, similar a la provocada por el Brexit en 2016.

Por otro lado, si los partidos tradicionales logran recuperar el apoyo ciudadano y contener el avance de la ultraderecha, es posible que Alemania y Europa encuentren una salida a la crisis actual. Sin embargo, esto requerirá un esfuerzo concertado para abordar las preocupaciones de la población, especialmente en lo que respecta a la desigualdad económica, la migración y la seguridad.

En cualquier caso, el futuro de Alemania y Europa estará marcado por la incertidumbre. La combinación de desafíos económicos, políticos y sociales ha creado un escenario complejo que requerirá liderazgo, visión y cooperación para superarlo. El camino que tome Alemania en los próximos años no solo definirá su propio destino, sino que también tendrá un impacto profundo en el futuro de Europa y del mundo.

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El futuro de la Iglesia Católica: ¿Un progresista, conservador o moderado en el trono de Pedro?

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Por Redacción Conciencia Pública //

La elección del sucesor de Francisco en 2025 presenta diferencias significativas respecto a la elección de Francisco tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013, marcadas por los cambios que Francisco implementó en la Iglesia durante su pontificado y el contexto eclesiástico de cada momento. Analicemos las diferencias clave:

La elección del sucesor de Francisco en 2025 presenta diferencias significativas respecto a la elección de Francisco tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013, marcadas por los cambios que Francisco implementó en la Iglesia durante su pontificado y el contexto eclesiástico de cada momento. Analicemos las diferencias clave:

COMPOSICIÓN DEL COLEGIO CARDENALICIO

En 2013, el Colegio Cardenalicio que eligió a Francisco tenía 115 electores, con una fuerte presencia europea (60 de ellos) y un dominio de cardenales nombrados por Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes representaban una Iglesia más tradicional y eurocéntrica. Las iglesias periféricas tenían poca representación, y los electores asiáticos y africanos eran minoría.

En 2025, tras 12 años de pontificado, Francisco nombró al 80% de los 133 cardenales electores (108 de ellos), diversificando el colegio con mayor presencia de Asia, África y América Latina, regiones donde el catolicismo crece. Europa, aunque sigue siendo mayoritaria (45,2%), ha perdido peso, y hay 23 electores latinoamericanos. Esta internacionalización refleja la visión de Francisco de una Iglesia más global y menos centrada en Occidente.

PERFIL IDEOLÓGICO DE LOS ELECTORES

En 2013, el cónclave estaba dividido entre conservadores, que apoyaban la línea de Benedicto XVI, y un grupo más reformista que buscaba un cambio tras los escándalos de Vatileaks y abusos. Francisco, un outsider jesuita y sudamericano, emergió como una sorpresa, apoyado por quienes querían una Iglesia más pastoral y menos rígida.
En 2025, la mayoría de los cardenales son «bergoglianos», alineados con la visión progresista de Francisco (alrededor de 50 purpurados), pero hay tensiones. Aunque Francisco nombró a la mayoría, también incluyó a unos 30 cardenales conservadores (como Gerhard Ludwig Müller) y 40 de zonas periféricas que, pese a su origen, son tradicionalistas en temas como el celibato o la homosexualidad. Esto sugiere un cónclave más polarizado, con riesgo de divisiones entre progresistas y conservadores, a diferencia de 2013, donde la elección de Francisco fue relativamente rápida (cinco escrutinios).

CONTEXTO ECLESIÁSTICO Y LEGADO

En 2013, la Iglesia enfrentaba una crisis de credibilidad por escándalos de corrupción y abusos, y la renuncia de Benedicto XVI, un hecho histórico tras seis siglos, creó un ambiente de incertidumbre. Los cardenales buscaban un líder que renovara la imagen de la Iglesia, lo que favoreció a Francisco, conocido por su humildad y cercanía a los pobres.

En 2025, tras la muerte de Francisco, la Iglesia está en un momento de transición ideológica. Francisco dejó un legado progresista: apertura a la comunidad LGBTIQ+, énfasis en la justicia social y el cambio climático, y una descentralización del poder eclesiástico. Sin embargo, esto ha generado resistencia entre sectores conservadores, que ven en el cónclave una oportunidad para retomar un rumbo más tradicional. La elección de 2025 no solo definirá si se continúa con las reformas de Francisco o se revierte su dirección, sino que también pondrá a prueba la cohesión de una Iglesia más diversa pero dividida.

PROCESO Y EXPECTATIVAS DEL CÓNCLAVE

El proceso formal del cónclave sigue siendo el mismo: se celebra en la Capilla Sixtina, requiere dos tercios de los votos (90 en 2025 frente a 77 en 2013 debido al mayor número de electores), y culmina con la fumata blanca. Sin embargo, las expectativas han cambiado. En 2013, la elección de un sudamericano fue inesperada, rompiendo con la tradición de papas europeos. En 2025, hay una mayor probabilidad de que el sucesor sea no europeo (como Luis Antonio Tagle de Filipinas o Fridolin Ambongo del Congo), aunque candidatos europeos como Matteo Zuppi de Italia también tienen fuerza. Además, el cónclave de 2025 será el más numeroso e internacional de la historia, lo que podría prolongar las votaciones debido a la falta de consenso entre los cardenales, muchos de los cuales no se conocen bien entre sí.

INFLUENCIA DEL PAPA SALIENTE

Benedicto XVI, al renunciar, prometió no influir en la elección de su sucesor, aunque su presencia como papa emérito generó tensiones entre conservadores y progresistas. En 2025, Francisco no estará presente, pero su impacto es innegable: al haber designado a la mayoría de los electores, su visión progresista tiene más posibilidades de continuar. Sin embargo, la oposición conservadora, que incluye a cardenales como Raymond Burke o Robert Sarah, podría buscar un candidato que revierta algunas de las reformas de Francisco, algo que no tuvo un paralelo tan marcado en 2013, ya que Benedicto no había transformado tan profundamente la composición del colegio.

La elección del sucesor de Francisco en 2025 se da en una Iglesia más diversa y global, pero también más polarizada, con un Colegio Cardenalicio moldeado por Francisco para reflejar su visión de inclusión y periferias. A diferencia de 2013, donde la elección de Francisco marcó un cambio inesperado hacia una Iglesia más pastoral, el cónclave de 2025 enfrentará el desafío de decidir entre continuidad o retroceso, en un contexto donde la influencia de Francisco, aunque dominante, no garantiza un sucesor de su misma línea debido a las divisiones internas.

FRANCISCO: EL PAPA DE LA MISERICORDIA Y LA IGLESIA DE LOS POBRES

Francisco reorientó la Iglesia hacia una pastoral de la misericordia, priorizando a los pobres, los migrantes y los excluidos. Su frase emblemática, «quiero una Iglesia pobre para los pobres», se reflejó en gestos como lavar los pies de presos, refugiados y mujeres musulmanas durante el Jueves Santo, y en su visita a campos de migrantes en Lampedusa (2013), donde denunció la «globalización de la indiferencia». Su encíclica Amoris Laetitia (2016) abrió un camino para que los divorciados vueltos a casar pudieran acceder a los sacramentos en ciertos casos, mostrando una Iglesia más acogedora y menos rígida.

JUSTICIA SOCIAL Y CUIDADO DE LA CREACIÓN

Francisco fue un líder global en la defensa del medio ambiente y la justicia social. Su encíclica Laudato Si’ (2015) marcó un hito al abordar la crisis climática desde una perspectiva de fe, vinculando el cuidado de la «casa común» con la lucha contra la pobreza. Criticó el consumismo y el capitalismo descontrolado, abogando por un desarrollo sostenible que priorice a los más vulnerables. También denunció las desigualdades económicas, la trata de personas y la explotación laboral, siendo una voz profética en foros internacionales como la ONU.

REFORMA DE LA IGLESIA Y SINODALIDAD

Francisco impulsó una descentralización de la Iglesia, promoviendo la sinodalidad como un modelo de gobierno más participativo. Creó el Sínodo sobre la Sinodalidad (2021-2024), buscando que laicos, mujeres y comunidades locales tuvieran mayor voz en la toma de decisiones. Reformó la Curia con la constitución apostólica Praedicate Evangelium (2022), simplificando estructuras y priorizando la evangelización sobre la burocracia. Además, combatió la corrupción financiera en el Vaticano, enfrentando escándalos como el del Banco Vaticano y promoviendo mayor transparencia.

APERTURA A LA DIVERSIDAD Y DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Francisco abrió puertas a grupos tradicionalmente marginados por la Iglesia. En 2023, bajo su pontificado, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe aprobó bendiciones para parejas del mismo sexo (Fiducia Supplicans), un paso histórico que generó controversia pero reflejó su visión de una Iglesia inclusiva. También fomentó el diálogo interreligioso, firmando el Documento sobre la Fraternidad Humana (2019) con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad al-Tayyeb, para promover la paz entre cristianos y musulmanes. Sus viajes a países de mayoría no cristiana, como Irak (2021), subrayaron su compromiso con la convivencia pacífica.

ENFRENTAMIENTO A LOS ABUSOS SEXUALES

Aunque su respuesta inicial fue criticada, Francisco tomó medidas significativas contra los abusos sexuales en la Iglesia. Promulgó Vos Estis Lux Mundi (2019), una ley que obliga a denunciar abusos y establece procedimientos para investigar a obispos. En 2018, tras el escándalo en Chile, aceptó la renuncia de varios obispos y se reunió con víctimas, reconociendo errores institucionales. Su enfoque evolucionó hacia una mayor transparencia y apoyo a las víctimas, aunque algunos consideran que el problema sigue sin resolverse del todo.

INTERNACIONALIZACIÓN DEL COLEGIO CARDENALICIO

Francisco transformó el Colegio Cardenalicio, nombrando a 108 de los 133 electores actuales (80%) y priorizando a cardenales de periferias como Asia, África y América Latina. Esto redujo el dominio europeo (45,2% en 2025 frente a 52% en 2013) y reflejó su visión de una Iglesia más global. Cardenales de países como Tonga, Myanmar y Haití recibieron el capelo rojo, mostrando su deseo de dar voz a las regiones marginadas.

IMPACTO EN CONFLICTOS GLOBALES

Francisco desempeñó un papel diplomático en conflictos internacionales. En 2014, medió en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, facilitando la restauración de relaciones diplomáticas. En 2025, su muerte reunió a líderes como Donald Trump y Volodímir Zelenski en su funeral, un evento que impulsó avances en las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, demostrando su capacidad para convocar al diálogo incluso después de su fallecimiento.

UNA IGLESIA MÁS INCLUSIVA Y SINODAL

El legado de Francisco se caracteriza por su enfoque en la misericordia, la justicia social y una Iglesia más inclusiva y sinodal. Laudato Si’, Amoris Laetitia y su reforma de la Curia son hitos que redefinieron el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Aunque enfrentó resistencias por su progresismo, especialmente en temas como la apertura a la comunidad LGBTQ+ y la descentralización, su pontificado marcó un cambio hacia una Iglesia más cercana a los pobres y abierta al diálogo, dejando un impacto duradero en la fe católica y en la sociedad global. Su muerte en 2025 dejó una Iglesia más diversa, pero también polarizada, enfrentada al desafío de decidir si continuar o ajustar su rumbo.

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El escenario del Cónclave en el 2025: Los que lideran la carrera

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Por Redacción Conciencia Pública //

El cónclave de 2025 para elegir al sucesor de Francisco enfrenta a tres corrientes en una lucha por definir el futuro de la Iglesia. Los progresistas, liderados por figuras como Luis Antonio Tagle y Matteo Zuppi, buscan continuar las reformas inclusivas del papa fallecido. Los conservadores, con Robert Sarah y Raymond Burke a la cabeza, abogan por un retorno a la tradición doctrinal. Mientras tanto, moderados como Pietro Parolin y Christoph Schönborn emergen como posibles candidatos de consenso, capaces de tender puentes en un Colegio Cardenalicio polarizado.

Por qué un moderado puede dar la sorpresa

Un moderado puede dar la sorpresa en el cónclave de 2025 debido a la dinámica de polarización y las reglas del proceso de elección, que favorecen a un candidato capaz de generar consenso en un Colegio Cardenalicio dividido.

Aquí las razones clave:

Polarización entre progresistas y conservadores: De los 133 cardenales electores, alrededor de 50 son progresistas (alineados con el legado de Francisco) y 30 son conservadores (que buscan un retorno a la tradición). Los 40 cardenales periféricos, aunque diversos, tienden a inclinaciones tradicionales. Esta división hace difícil que un candidato de cualquiera de los extremos (como Tagle o Sarah) obtenga los 90 votos necesarios (dos tercios), especialmente en las primeras rondas de votación.

Necesidad de consenso: Históricamente, cuando un cónclave se estanca entre facciones opuestas, los cardenales tienden a buscar un candidato de compromiso. Un moderado, como Pietro Parolin o Christoph Schönborn, puede atraer votos de ambos lados: los progresistas lo verían como una continuidad parcial de Francisco, mientras que los conservadores lo considerarían un freno a reformas más radicales.

Perfil conciliador de los moderados: Los moderados suelen tener experiencia diplomática y un enfoque pastoral que evita posiciones extremas. Parolin, por ejemplo, como Secretario de Estado, ha mediado en conflictos globales (como las negociaciones con China) y es respetado por su capacidad para dialogar. Schönborn, con su prestigio teológico y su apoyo mesurado a Amoris Laetitia, también tiene habilidades para tender puentes, lo que lo hace atractivo en un cónclave donde el consenso es crucial.

Cardenales periféricos como factor decisivo: Los 40 cardenales de regiones periféricas, muchos de los cuales tienen visiones tradicionales pero fueron nombrados por Francisco, podrían inclinarse por un moderado que respete sus valores culturales sin imponer cambios drásticos. Un candidato como Parolin, con experiencia global, o Schönborn, con un enfoque equilibrado, podría ganarse su apoyo.

Precedentes históricos: Cónclaves pasados han mostrado esta tendencia. En 1978, tras la muerte de Pablo VI, la polarización entre reformistas y tradicionalistas llevó a la elección de Juan Pablo I, un moderado, como candidato de consenso. Un escenario similar podría repetirse si las votaciones iniciales no producen un ganador claro.

En resumen, un moderado puede dar la sorpresa porque la división entre progresistas y conservadores, combinada con la necesidad de dos tercios de los votos y la influencia de los cardenales periféricos, favorece a un candidato que pueda unificar al colegio. Parolin y Schönborn, con su capacidad para mediar y su perfil menos polarizante, están bien posicionados para emerger si el cónclave busca un equilibrio entre tradición e innovación.

PROGRESISTAS AL FRENTE: ¿HEREDEROS DEL LEGADO DE FRANCISCO EN EL CÓNCLAVE?»

Los cardenales progresistas con posibilidades de ser elegidos papa en el cónclave de 2025, tras la muerte de Francisco, son aquellos alineados con su visión de una Iglesia más inclusiva, descentralizada y enfocada en la justicia social.

Basados en el contexto actual de la Iglesia y los nombres que circulan, aquí están los más destacados:

  • Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años)
    Prefecto adjunto del Dicasterio para la Evangelización, Tagle es una figura clave del ala progresista. Conocido como el «Francisco asiático», su carisma, enfoque en la misericordia y la inclusión, y su origen asiático lo convierten en un favorito. Ha abogado por una mayor acogida a las personas divorciadas y a la comunidad LGBTQ+, aunque mantiene posturas conservadoras en temas como el aborto. Su juventud podría ser una desventaja para algunos cardenales, pero su perfil global lo posiciona bien en una Iglesia cada vez más diversa.
  • Matteo Zuppi (Italia, 69 años)
    Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Zuppi es un progresista vinculado a la Comunidad de Sant’Egidio, conocida por su trabajo en mediación de conflictos y ayuda a los pobres. Apoya la bendición de parejas homosexuales, la comunión para divorciados y un celibato sacerdotal opcional. Su estilo pastoral y su cercanía a Francisco lo hacen un fuerte candidato, aunque su relativa juventud podría generar dudas entre quienes prefieren un papado más breve.
  • Víctor Manuel Fernández (Argentina, 62 años)
    Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fernández, apodado «Tucho», es muy cercano a Francisco y ha sido clave en decisiones progresistas como la aprobación de bendiciones a parejas del mismo sexo. Su enfoque teológico flexible y su origen latinoamericano lo hacen un candidato relevante, pero su progresismo genera controversia entre los conservadores, lo que podría limitar sus posibilidades. Además, algunos creen que ya se tuvo un papa latinoamericano reciente, lo que reduce sus chances.
  • Jean-Marc Aveline (Francia, 66 años)
    Arzobispo de Marsella, Aveline ha ganado visibilidad por su trabajo en migración y su enfoque pastoral inclusivo. Convenció a Francisco de visitar Marsella para abordar estos temas, lo que refleja su sintonía con las prioridades del papa fallecido. Su progresismo prudente y su capacidad para generar consenso lo hacen atractivo, aunque su peso en la Curia es limitado.
  • Mario Grech (Malta, 68 años)
    Secretario general del Sínodo de los Obispos, Grech ha trabajado en la sinodalidad, un pilar del pontificado de Francisco. Es progresista en temas como la bendición de parejas homosexuales y la posibilidad de mujeres diáconas. Su experiencia en el Sínodo le ha permitido conocer a muchos cardenales, dándole una ventaja política, pero su origen maltés y su perfil menos carismático podrían jugar en su contra.
  • Juan José Omella (España, 79 años)
    Arzobispo de Barcelona y expresidente de la Conferencia Episcopal Española, Omella es un progresista que ha respaldado las reformas de Francisco. Su enfoque pastoral y su manejo de crisis, como los abusos en España, lo hacen respetado, pero su edad avanzada (cumple 80 en mayo de 2025) lo descarta prácticamente como papa, aunque sigue siendo influyente en el cónclave.

CONSERVADORES EN EL CÓNCLAVE: ¿UNA SORPRESA CONTRA EL LEGADO DE FRANCISCO?

Los cardenales conservadores con potencial para dar la sorpresa como sucesores de Francisco en el cónclave de 2025 son aquellos que, a pesar de ser minoría en un Colegio Cardenalicio mayoritariamente nombrado por Francisco, tienen liderazgo, influencia y capacidad para generar consensos entre los electores más tradicionales y aquellos que buscan un cambio de rumbo tras las reformas progresistas de Francisco. Aquí están los más destacados:

  • Robert Sarah (Guinea, 79 años)
    Prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Sarah es una figura prominente del ala conservadora. Es conocido por su defensa de la liturgia tradicional, su oposición a las bendiciones de parejas homosexuales y su crítica a lo que considera una «desviación» progresista en la Iglesia. Su origen africano podría atraer a cardenales de regiones periféricas, donde el catolicismo es más tradicional, y su experiencia en la Curia le da peso. Sin embargo, su edad avanzada (cumple 80 en junio de 2025) y su postura polarizante podrían limitar sus posibilidades, aunque sigue siendo un líder influyente que podría ser un «candidato de compromiso» si los conservadores logran un bloque sólido.
  • Raymond Leo Burke (EE.UU., 76 años)
    Cardenal estadounidense y antiguo prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, Burke es un líder conservador que ha criticado abiertamente las reformas de Francisco, especialmente en temas como la comunión para divorciados y la sinodalidad. Es un defensor de la ortodoxia doctrinal y un favorito de los sectores tradicionalistas, particularmente en América del Norte. Aunque su origen estadounidense podría ser una desventaja (nunca ha habido un papa de EE.UU.), su capacidad para articular una visión conservadora clara podría darle apoyo si los cardenales buscan un giro hacia la tradición. Su perfil polémico, sin embargo, lo hace un candidato divisivo.
  • Gerhard Ludwig Müller (Alemania, 77 años)
    Ex prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (2012-2017), Müller es un teólogo conservador que, aunque fue nombrado por Benedicto XVI, mantuvo una relación tensa con Francisco por sus críticas a documentos como Amoris Laetitia. Defiende una línea ortodoxa en temas doctrinales y ha expresado preocupaciones sobre la descentralización de la Iglesia. Su experiencia teológica y su origen europeo podrían atraer a cardenales que desean un retorno a un enfoque más tradicional, pero su carácter directo y su salida de la Curia bajo Francisco podrían restarle apoyos entre los bergoglianos.
  • Willem Jacobus Eijk (Países Bajos, 71 años)
    Arzobispo de Utrecht, Eijk es un cardenal conservador con formación médica y teológica, conocido por su postura firme contra la secularización y su defensa de la doctrina tradicional en temas como el matrimonio y el celibato sacerdotal. Ha criticado las aperturas progresistas de Francisco, como la sinodalidad y la bendición de parejas del mismo sexo. Su origen europeo y su claridad doctrinal lo hacen un candidato viable para los conservadores, aunque su perfil bajo en la escena internacional podría limitar su alcance. Podría surgir como una sorpresa si los conservadores buscan un candidato menos polarizante que Sarah o Burke.
  • Péter Erdő (Hungría, 72 años)
    Arzobispo de Budapest, Erdő es un conservador moderado con experiencia en derecho canónico y un perfil más conciliador que otros de su línea. Fue considerado un posible candidato en 2013 y sigue siendo respetado por su equilibrio entre tradición y pragmatismo. Aunque apoyó algunas reformas de Francisco, como la sinodalidad, se ha mostrado crítico con aperturas en temas morales. Su origen europeo y su capacidad para tender puentes entre facciones lo convierten en un candidato sorpresa si el cónclave se estanca entre progresistas y conservadores extremos.

CONTEXTO Y POSIBILIDADES DE SORPRESA

De los 133 cardenales electores en 2025, solo alrededor de 30 son claramente conservadores, lo que los coloca en desventaja frente a los aproximadamente 50 cardenales progresistas nombrados por Francisco.

Sin embargo, los 40 cardenales de zonas periféricas, aunque nombrados por Francisco, tienden a ser tradicionalistas en temas doctrinales, lo que podría inclinar la balanza hacia un conservador si se forma un bloque sólido. Además, la polarización en el cónclave podría llevar a un candidato de compromiso.

Entre los mencionados, Péter Erdő y Willem Eijk tienen mayor potencial para dar la sorpresa, ya que combinan un perfil conservador con una actitud menos confrontacional, lo que podría atraer a electores moderados y tradicionales. Sarah y Burke, aunque líderes influyentes, son más divisivos, lo que reduce sus posibilidades en un cónclave donde se necesitan dos tercios de los votos (90 de 133).

Müller, por su parte, podría ser un candidato viable si los conservadores buscan un teólogo de peso, pero su relación tensa con Francisco podría restarle apoyos. La clave estará en la capacidad de los conservadores para unificar su voto y negociar con los moderados.

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Escenario en el Cónclave 2025: Un candidato moderado se perfila como opción ante la polarización

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Por Redacción Conciencia Pública //

La polarización en el Colegio Cardenalicio entre progresistas (alrededor de 50 cardenales) y conservadores (unos 30), junto con los 40 cardenales periféricos de inclinaciones tradicionales pero de diversos contextos, podría favorecer la elección de un candidato moderado que actúe como puente entre las facciones.

En un cónclave donde se requieren dos tercios de los votos (90 de 133 en 2025), un moderado tiene mayores probabilidades de alcanzar el consenso necesario si las votaciones iniciales se estancan. Aquí están los cardenales moderados con mayores posibilidades:

  • Pietro Parolin (Italia, 70 años)
    Como Secretario de Estado del Vaticano desde 2013, Parolin es una figura central en la Curia y un moderado con experiencia diplomática. Ha apoyado las reformas de Francisco, como la sinodalidad y el diálogo interreligioso, pero mantiene un enfoque prudente en temas doctrinales, evitando posturas extremas. Su habilidad para manejar crisis (como las negociaciones con China sobre el nombramiento de obispos) y su perfil conciliador lo hacen un candidato fuerte. Además, su origen italiano podría apelar a los cardenales europeos (45% del colegio), mientras que su trabajo global lo hace aceptable para las periferias. Sin embargo, algunos podrían verlo como demasiado vinculado a Francisco, lo que podría restarle apoyo entre los conservadores.
  • Christoph Schönborn (Austria, 80 años)
    Arzobispo de Viena, Schönborn es un moderado respetado por su equilibrio teológico y pastoral. Formado bajo Benedicto XVI, ha apoyado algunas reformas de Francisco, como la comunión para divorciados en ciertos casos (Amoris Laetitia), pero mantiene posturas tradicionales en temas como el celibato sacerdotal. Su capacidad para mediar entre progresistas y conservadores, junto con su experiencia en la Curia, lo hace un candidato viable. Sin embargo, su edad (cumple 80 en enero de 2025, lo que lo haría inelegible si el cónclave se retrasa) y su salud delicada podrían ser obstáculos. Si el cónclave ocurre pronto, tiene posibilidades reales.
  • Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga (Honduras, 82 años)
    Arzobispo emérito de Tegucigalpa y coordinador del Consejo de Cardenales (C9) de Francisco, Maradiaga es un moderado con inclinaciones progresistas en temas sociales, pero más tradicional en doctrina. Ha apoyado la agenda de Francisco sobre pobreza y cambio climático, pero su edad (ya superó los 80) lo descarta como elector y candidato. Sin embargo, su influencia como líder latinoamericano y su capacidad para tender puentes podrían hacerlo un «hacedor de reyes», apoyando a otro moderado como Parolin.
  • João Braz de Aviz (Brasil, 77 años)
    Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada, Braz de Aviz es un moderado con un enfoque pastoral. Aunque apoya la línea de Francisco en temas como la sinodalidad, ha mostrado cautela en asuntos doctrinales, lo que lo hace aceptable para algunos conservadores. Su origen latinoamericano y su experiencia en la Curia lo posicionan bien, pero su perfil menos visible y la reciente presencia de un papa latinoamericano (Francisco) podrían limitar sus posibilidades. Aun así, podría surgir como un candidato de consenso si las facciones no logran acordar.
  • Odilo Pedro Scherer (Brasil, 75 años)
    Arzobispo de São Paulo, Scherer es otro moderado con un perfil discreto pero sólido. Fue considerado un candidato en 2013 y sigue siendo respetado por su equilibrio entre tradición y apertura. Apoya la descentralización de Francisco, pero es más conservador en temas morales, lo que podría atraer a cardenales periféricos y tradicionales. Su origen latinoamericano es una ventaja en un colegio más diverso, pero su falta de carisma y la percepción de que América Latina ya tuvo un papa reciente podrían jugar en su contra.

CONTEXTO Y POSIBILIDADES

En un cónclave polarizado, los moderados tienen la ventaja de poder atraer votos de ambos lados. De los 133 electores, los progresistas tienen una mayoría relativa, pero los conservadores, junto con los cardenales periféricos (muchos de ellos tradicionales), podrían inclinarse por un candidato que no sea ni demasiado reformista ni excesivamente ortodoxo.

La clave estará en las primeras rondas de votación: si ni los progresistas (como Tagle o Zuppi) ni los conservadores (como Sarah o Burke) logran los 90 votos necesarios, un moderado podría emerger como solución.

Pietro Parolin tiene las mayores posibilidades debido a su experiencia, su perfil diplomático y su capacidad para generar consenso entre facciones. Es visto como una continuidad de Francisco, pero con un tono menos disruptivo, lo que podría calmar a los conservadores. Christoph Schönborn, si aún es elegible, también tiene opciones sólidas por su prestigio teológico y su capacidad para dialogar con ambos lados, aunque su edad es un factor limitante.

João Braz de Aviz y Odilo Scherer son opciones menos probables, pero podrían ganar terreno si el cónclave se prolonga y se busca un candidato de compromiso con raíces en América Latina, una región clave para el catolicismo actual. La elección dependerá de cuánto estén dispuestas las facciones a ceder para evitar un estancamiento prolongado.

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