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Neoliberalismo y agenda identitaria se pasaron de la raya: Vladimir Putin

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Publicado en el sitio web del Movimiento de Solidaridad Iberoamericana //

El presidente ruso Vladimir Putin en sus intervenciones en la prensa occidental ha sido muy directo al exponer sin rodeos los elementos de la actual crisis global. Recordemos, por ejemplo, su célebre artículo en el New York Times del 11 de septiembre de 2013, desaprobando abiertamente el “excepcionalismo” profesado por el “establishment” de Estados Unidos.

En ese entonces afirmó ser “extremadamente peligroso incentivar a las personas a verse como excepcionales, cualquiera que sea la motivación de esto, recordando que “todos somos diferentes, pero, cuando pedimos la bendición del Señor, no debemos olvidarnos de que Dios nos creó a todos igualmente”. 

Ahora, en extensa entrevista para el diario británico Financial Times londinense, Putin apuntó el dedo hacia el otro pilar de la hegemonía disfrutada por la oligarquía transnacional encabezada por el eje anglo-americano, el liberalismo y su expresión económica, la globalización. Para él, el liberalismo, simplemente, se pasó del punto y agotó sus posibilidades históricas, generando un abismo cada vez más profundo entre los intereses de las elites dirigentes y los de la gran mayoría de la población.

Publicada el 27 en junio pasado, en vísperas del viaje de Putin a Osaka, Japón, para participar en la cumbre del G-20, la entrevista concedida al editor Lionel Barber, un historiador especialista en asuntos europeos y alemanes y al corresponsal en Moscú, Henry Foy, el tema provocó las esperadas airadas reacciones de los representantes del status quo, las cuales reproducimos en nota aparte. 

Para Putin, el actual escenario global es más peligroso que el del período de la Guerra Fría.

(…) Durante la Guerra Fría…había por lo menos algunas reglas a las que todos los participantes de la comunicación internacional más o menos se adherían o intentaban seguir. Ahora parece que no hay reglas. En este sentido, el mundo se volvió más fragmentado y menos previsible, lo cual es más importante y lamentable”.

En especial, golpeó fuerte en la globalización financiera:

¿Alguien ya pensó en quien realmente se benefició o que beneficios se obtuvieron con la globalización, cuyo desarrollo hemos observado y del que participamos en los últimos 25 años, desde los años 90? China hizo uso de la globalización, en particular para sacar a millones de chinos de la pobreza. ¿Lo que aconteció en Estados Unidos es como esto? En los Estados Unidos, las principales empresas norteamericanas –las empresas, sus gerentes, accionistas y socios- hicieron uso de esos beneficios. La clase media difícilmente se benefició de la globalización. El salario líquido en los EUA (probablemente, hablaremos más tarde del ingreso real de Rusia, que necesita de la atención especial del gobierno). La clase media en los Estados Unidos, no se benefició de la globalización; quedó fuera cuando el pastel se dividió”.

En la parte más citada de la entrevista, Putin arremetió en lo que el propio FT describió como “la ideología occidental dominante desde el fin de la II Guerra Mundial”, además de apuntar el propósito frontal de cualquier Estado nacional soberano efectivamente comprometido con un principio del bien común:

¿Qué está ocurriendo en Occidente? ¿Cuál es la razón para el fenómeno Trump, como usted lo llama, en los Estados Unidos? ¿Qué está ocurriendo también en Europa? -Las elites dominantes se separan del pueblo. El problema obvio es la diferencia entre los intereses de las elites y los intereses de una mayoría abrumadora del pueblo”, afirmó.

Claro, debemos tener esto en mente. Una de las cosas que necesitamos hacer en Rusia es nunca olvidar que el propósito del funcionamiento y de la existencia de cualquier gobierno es crear una vida estable, normal, segura y previsible para el pueblo y trabajar en dirección hacia un futuro mejor.

MULTICULTURALISMO

En la entrevista, Putin también se refirió a aspectos políticos y culturales. Así afirmó:

Existe también la idea liberal, que sobrepasó a su propósito original, nuestros socios occidentales admitirán que algunos elementos de la idea liberal, como el multiculturalismo, ya no son sustentables”.

Cuando el problema de la migración llegó al auge, muchas personas admitieron que la política del multiculturalismo no es eficaz y que los intereses de la población central deben ser considerados. Aunque aquellos que tuvieron dificultades por causa de problemas políticos en sus países de origen necesiten de nuestra ayuda también. Esto es óptimo, pero ¿los intereses de su propia población? Me pregunto, en la situación actual cuando el número de migrantes que se dirigen hacia Europa Occidental no es solamente un puñado de personas, sino millares o centenas de millares”.

De esta manera, la idea liberal se tornó obsoleta. Entró en conflicto con los intereses de la abrumadora mayoría de la población. O considere los valores tradicionales. No estoy intentando insultar a nadie, porque fuimos condenados por una supuesta homofobia. Verdad es que los rusos absolutamente no tenemos problemas con las personas LGBT. ¡Dios nos libre! Que todos vivan como quieran. Pero alunas cosas parecen excesivas a los ojos de los rusos. Ellos alegan ahora que los niños pueden desempeñar cinco o seis veces papeles de género. Yo no puedo ni decir exactamente cuáles son esos géneros, no tengo noción. Que todos sean felices, no tenemos problemas con eso. Pero no debe permitirse que ese ideario se sobreponga a la cultura, a las tradiciones y los valores familiares tradicionales de millones de personas que componen la población principal”.

Comparado a Trump, su ex-consejero Steve Bannon y a otros críticos liberales, él defendió una diversidad de ideas como principio organizador de la sociedad, con reservas:

(…) Pero los liberales no pueden simplemente dictar cualquier cosa para alguien, como lo han intentado hacer en las últimas décadas. El diktat puede observarse en todos los lugares: tanto en la prensa como en la vida real. Hasta mencionar algunos tópicos es declarado impropio. Y ¿por qué? Por esta razón, no estoy de acuerdo en cerrar, amarrar, clausurar, deshacer todo, prender a todo mundo o dispersar a todo mundo. Claro que no. La idea liberal también no puede ser destruida; tienen el derecho de existir y debe incluso apoyarse en algunas cosas. Pero nade tiene ninguna autorización para presentarse como el factor determinante absoluto. Ese es el punto”.

VENENO DEL LAICISMO RADICAL 

Instado por Barber, Putin resaltó el papel de la religión en el proceso civilizatorio y volvió a criticar al liberalismo.

La religión debe desempeñar el papel que tenga en cada momento. No puede ser empujada hacia afuera de este espacio cultural. No debemos abusar de nada. Rusia es una nación cristiana ortodoxa y siempre hubo problemas entre el cristianismo ortodoxo y el mundo católico. Exactamente por eso tengo algunas palabras sobre los católicos. ¿Hay ahí algún problema? Sí, hay, pero los problemas no pueden ser exagerados y usados para destruir a la propia Iglesia Católica Romana. No puede admitirse. A veces, tengo la impresión de que esos círculos liberales están comenzando a usar ciertos elementos y problemas de la Iglesia Católica como herramienta para destruir a la propia iglesia. Ahí está lo que me parece incorrecto y peligroso”.

¿Será que todos olvidamos de que todos nosotros vivimos en un mundo basado en valores bíblicos? Hasta los ateos y otros viven en este mundo”.

Nosotros no tenemos que pensar sobre eso todos los días, frecuentar la iglesia y orar, para demostrar así que somos devotos cristianos o musulmanes o judíos. Sin embargo, en el fondo, debe haber algunas reglas humanas fundamentales y valores morales. En este sentido, los valores tradicionales son más estables y más importantes para millones de personas que esa idea liberal que en mi opinión, está realmente desapareciendo, dejando de existir”.

Cuestionado sobre los líderes mundiales de su admiración, el líder del Kremlin apuntó al Zar Pedro el Grande (1682-1721), quien inició un proceso de modernización de Rusia, y al ex-presidente francés Jacques Chirac (1995-2007), “un verdadero intelectual, verdadero profesor, hombre muy equilibrado y muy interesante”. Chirac, según Putin, “cuando era presidente, tenía su propia opinión sobre cada asunto, sabía cómo defenderla y siempre respetaba las opiniones de sus socios”. No lo dijo, pero Chirac, fue también el último líder de una potencia hegemónica europea en demostrar una disposición de contrariar la agenda hegemónica de los EUA, como en el caso de la invasión a Irak, en 2003.

NO, SEÑOR PUTIN, EL LIBERALISMO OCCIDENTAL NO ESTÁ OBSOLETO

Publicado por: MSIa Informa //

Al Financial Times no se hizo esperar. Al día siguiente de su publicación, el 28 de junio, el periódico publicó un inflamado editorial con el título que tomamos prestado para esta nota.

Lastimados en su orgullo, los editorialistas del heraldo de la City de Londres reiteraron que la democracia liberal “sigue siendo el principio organizador en la mayor parte de los países no-petroleros con el más alto nivel de vida”.

Sin embargo, en lo que parece ser un acto fallido, enseguida admiten ser real “el desafío de los populistas nacionalistas, ya que el dominio global pos-Guerra Fría de los Estados Unidos y de la Unión Europea y el sistema que representan se acabó”. Por eso, afirman, “los principales políticos de los EUA y de la Unión Europea deben trabajar más duramente para defender valores y enfocar el malestar”.

Aún así, insisten, “es hacia Occidente que los pobres del mundo y los oprimidos todavía se dirigen abrumadoramente”.

El mismo día, el también londinense Daily Telegraph se juntó a la contrabatería de artillería contra Putin, rotulado como el “dictador del Kremlin”.

El problema no son los excesos de liberalismo, sino donde la libertad económica se desacopló de la libertad política. Si por lo menos los chinos pudieran disfrutar plenamente de los frutos del liberalismo, probablemente, esto tornaría un desarrollo más justo y más equitativamente distribuido, pues la experiencia de la Historia es que cuanto más libres son los pueblos, mayor es su calidad de vida.

Esta es una lección que el Sr. Putin, obviamente, no tiene disposición de encarar: él no puede tolerar el escrutinio, porque, si lo hiciera, su propio régimen esclerotizado y autoritario, seguramente, se desmoronaría. No solamente quiere causar problemas en el exterior, sino también quiere construir un raciocinio ideológico para su dictadura en casa” (…)

En su furia, los editorialistas del Telegraph dejaron de comentar que Putin fue electo y reelecto en elecciones monitoreadas por organizaciones internacionales, quienes jamás apuntaron irregularidades de importancia en las mismas, con niveles de aprobación inigualados por ninguno de sus colegas en Europa o en América del Norte.

En Osaka, para la cumbre del G-20, el presidente de la Unión Europea, Donald Tusk, también ofreció su contribución: “Quien quiera que proclame que la democracia liberal está obsoleta, también afirma que las libertades son obsoletas, que el mando de la ley está obsoleto y que los derechos humanos son obsoletos…Lo que creo realmente obsoleto, son el autoritarismo, los cultos a la personalidad, el mando de oligarcas, aunque, a veces, puedan parecer efectivos (Euractiv, 28 de junio de 2019).

El hecho de que Putin parezca haber tocado un nervio expuesto del Establishment oligárquico quedó evidenciado en la columna de esta semana del editor del FT, Martin Wolf, quien ha hecho sensatas críticas a la hegemonía de la globalización financiera, pero no se tragó las críticas a su ideología de estimación. En el texto el “Liberalismo resistirá, si fuera renovado”, hasta se dispone a sustentar sus críticas a la globalización, pero no admite que estas provengan de Putin, a quien considera oriundo de la “autocracia zarista”.

Para él, “bajo el comando de Putin, Rusia se apartó del liberalismo. En gran medida como resultado de esto, la economía de Rusia está en su peor estado”. Además, dice, “el exhibicionismo (sic) de Putin en el escenario mundial es una forma de desviar la atención de pueblo ruso de la corrupción de su régimen y del hecho de que su gobierno no haya proporcionado una vida mejor a los rusos”.

No obstante, admite que el presidente ruso no está del todo errado:

Putin, no obstante, está cierto en una cosa. Las democracias liberales encuentran dificultades, pero notablemente no se refiere a su capacidad de absorber inmigrantes y de administrar la desigualdad. Las sociedades liberales de hecho necesitan de identidad y de valores compartidos. Esto es perfectamente compatible con la inmigración y la tolerancia a las diferencias culturales. Pero ambas necesitan administrarse: de otra forma, el descontento popular va a elevar al poder a líderes que desprecian las normas de la democracia liberal. El frágil equilibrio, entonces, puede despedazarse (…).

El liberalismo en mucho puede tener una perspectiva bien exitosa. En muchas democracias liberales, sin embargo, las personas, en especial las élites, parecen haberse olvidado del equilibrio que necesita ser alcanzado entre individuo y sociedad, entre global y doméstico y entre libertad y responsabilidad”.

Pero, al final, vuelve a arremeter contra Putin, quien, para él, “no logra conseguir un orden social que no se fundamente en la fuerza y en el fraude” –afirmación que, de hecho, se aplica mejor al núcleo duro del eje anglo-americano, de cuyo brazo financiero Wolf es uno de los principales portavoces. Por eso, de forma casi aflictiva, aplaude a sus pares: “Sabemos más de lo que es eso. Pero también necesitamos hacer más, mucho más”.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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