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Beisbol

El Rey de los Deportes también sufre por el COVID-19

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Vuelacercas, por Salvador Cosío Gaona //

La neumonía de Wuhan, como se le conoció inicialmente al COVID-19 o coronavirus, ha  conseguido impactar de tal forma al mejor torneo de béisbol del mundo como lo es la Major League Baseball (MLB), que ha tenido que llegar a modificar su calendario, como sólo se hizo en su momento a causa de la Primera Guerra Mundial (1918) y en 2001 después del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York.

Habrá que recordar que la Primera Guerra Mundial obligó a recortar la temporada de 1918, siendo la primera vez en la historia que una beligerancia forzaba tal medida.

Años más tarde, en 1942, más de mil 100 jugadores, técnicos y umpires se alistaron a las fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos figuraron Ted Williams, Bob Feller y Joe Dimaggio, quienes a pesar de estar en grandes momentos de sus carreras, cambiaron los bates, pelotas y guantes por la intención de defender la causa.

El entonces comisionado del beisbol, el juez Kenesaw Mountain Landis, había prometido cerrar el beisbol de ser necesario. Frente a la sugerencia, el presidente del momento, Franklin D. Roosevelt, le respondió con las siguientes líneas:

“Honestamente siento que sería de mejor interés para nuestro país mantener al beisbol activo. Habrá menos gente desempleada y todos trabajarán durante más horas y más duro que nunca. También esto quiere decir que la gente tendrá su derecho a recrearse y apartar las mentes de sus trabajos más que nunca”.

El designio del presidente fue escuchado y durante los cinco años de hostilidades hubo cotejos en los campos de beisbol de las Ligas Mayores. Cientos de jugadores sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial; más de cuatro mil jugadores de las Ligas Menores también dejaron de lado sus carreras para servir a su país.

Cuatro de esos jugadores, Lou Brissie, Yogi Berra, Jerry Coleman y John Mule Miles, fueron honrados recientemente por el Centro de Veteranos Estados Unidos en Nationals Park en Washington.

“En ese entonces, todos querían ir”, dijo Brissie, paracaidista y lanzador de las Ligas Mayores. “Hubo una gran discusión en torno a suspender el beisbol mientras hubiera guerra, pero el presidente Roosevelt nos impuso seguir adelante”.

Antes de que Yogi Berra ganara 10 campeonatos de la Serie Mundial con los Yankees de Nueva York, se ofreció como voluntario para asistir en la Marina de Estados Unidos y participó en el aterrizaje del Día D en Normandía. “Disfruté cada minuto”, dijo Berra. “Pensé que era el 4 de julio cuando llegué a Normandía”.

Coleman pospuso su carrera profesional en el beisbol para ir a la guerra como aviador del Cuerpo de la Marina. Se ganó la Medalla de Distinción por Vuelos por su servicio. “Volar un avión es una guerra limpia”, dijo. “Mi compañero de cuarto explotó enfrente de mí, y otros hombres murieron en el camino o desaparecieron en misiones. La guerra aérea, ahora no puedes ver a tus objetivos porque aparecen en el radar y pueden estar a 30 kilómetros de distancia y puedes atacarlos. Si algo ocurre, nunca verías sangre, la desesperación real y la muerte”.

Después de la guerra, Coleman se unió a los Yankees y ganó el título de Novato del Año. En mayo de 1953 su carrera deportiva volvió a interrumpirse, pues fue llamado para ir a la Guerra de Corea, donde se llevó su segunda Medalla de Distinción por Vuelos. Coleman es el único ex jugador de las Ligas Mayores en haber combatido en dos guerras.

Miles, miembro original de la Fuerza Aérea Tuskegee, entró al ejército en 1942. Su carrera en el beisbol comenzó en 1946 en las Ligas de Negros. “No ganaba mucho dinero, pero me divertía mucho durmiendo en el camión, comiendo en el camión y vistiéndome en el camión para jugar juegos dobles y ganar 300 dólares al mes”, dijo. “Disfruté cada momento. Fue una gran experiencia”.

Siendo uno de los deportes más longevos y con mayor tradición en Norteamérica, la Major League Baseball suspendió todos los encuentros tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, en señal de luto por las víctimas. Esta fue la segunda ocasión que se hacía un paro de esta índole, la última vez había sido el 6 de junio de 1944 cuando las tropas desembarcaron en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Los partidos de la MLB fueron reanudados del 30 de septiembre al 7 de octubre.

La MLB no había tenido que posponer el inicio de la liga desde 1995, cuando se tuvo que acortar la temporada de 162 a 144 juegos debido a una huelga de 7.5 meses que también involucró a la Serie Mundial de 1994.

En aquella ocasión el salario de los jugadores se vio reducido un 11.1 por ciento debido a los juegos cancelados por la huelga, de ahí que no se descarte, en caso de que se cancelen juegos de temporada regular, que la MLB pudiese intentar reducir los salarios de los jugadores citando el párrafo 11 del contrato con los jugadores, que incluye emergencias nacionales.

Cabe mencionar que además de la MLB, han sido suspendidos múltiples eventos deportivos en todo el mundo, entre ellos; la temporada de la NBA, el Gran Premio de Fórmula 1, la Liga de Campeones de Europa, eliminatorias mundialistas de fútbol, el MotoGP, y el Tour de Emiratos Árabes, solo por mencionar algunos.

Asi pues, la inesperada irrupción del COVID-19 también conocido como Coronavirus en la cotidianidad del mundo ha impactado prácticamente en todos los sentidos y en todos los rubros, no siendo ajeno a ello el Rey de los Deportes, que ha visto alterado su desarrollo en cuanto a los entrenamientos del tradicional Spring Trainning que ha quedado suspendido y los cambios en el calendario para el Opening Day de la temporada 2020 de las Grandes Ligas, programado inicialmente para el 26 de marzo, pero que no se realizará antes de ocho semanas.

Han quedado cancelados, además, tanto la México Series programada a efectuarse 18 y 19 de abril en el Estadio Alfredo Harp Helú, casa de los Diablos Rojos del México de la Liga Mexicana de Beisbol, en la capital de la República Mexicana, y la Puerto Rico Series, planeada para 28, 29 y 30 del mismo mes en el Estadio de la Ciudad de San Juan en Puerto Rico, siendo que en la México Series se habrían de enfrentar los Diamondbacks de Arizona ante los anfitriones Padres de San Diego en dos cotejos que pintaban para ser extraordinarios por el pique que existe deportivamente hablando entre ambos conjuntos, y en Puerto Rico se medirían Mets de Nueva York ante los Marlins de Florida.

Esta notable ausencia del mejor béisbol del mundo en tierras aztecas y Latinoamérica, es sin duda una mala noticia para el beisbol mundial y en especial para los aficionados, ya que la celebración de las Series fuera del territorio acostumbrado generan siempre, además de un gran espectáculo para los aficionados locales y visitantes, una gran derrama económica y un espectáculo que impulsa de forma clara y clave el fomento a la cultura beisbolera internacional.

La pandemia que afecta a decenas de países y que particularmente en los Estados Unidos de América del Norte ha propiciado que el presidente Donald Trump declarase una emergencia nacional, aunado a la incertidumbre respecto a cuándo terminará y cuáles serán sus reales afectaciones, ha colocado en posición de peligro la próxima temporada de La Gran Carpa en torno a la cual prevalece cierto desconcierto, por lo que solo queda esperar y desear que en algún momento, la vida retome su curso normal y el Rey de los deportes también.

Opinión.salcosga@hotmail.com
@salvadorcosio1

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Beisbol

La guerra de los pelotazos

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Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac //

La “guerra de los pelotazos” entre Dodgers y Padres revela la urgencia de reformar las reglas de la MLB para proteger a los jugadores y preservar el espectáculo del béisbol.

El reciente enfrentamiento entre estos equipos, más allá de un simple juego, nos obliga a reflexionar: por el bien del deporte rey, esto debe parar. Los pelotazos intencionales, aunque arraigados en rivalidades históricas, son anacrónicos y peligrosos en la era moderna, con atletas multimillonarios y audiencias globales. Es hora de un béisbol más seguro, ético y responsable.

Una tradición peligrosa
Los pelotazos intencionales forman parte de la tradición del béisbol, desde rivalidades clásicas como Yankees-Medias Rojas o Dodgers-Gigantes. Sin embargo, en 2025, estas prácticas son un riesgo innecesario. Una pelota a 100 millas por hora puede causar fracturas o lesiones graves, poniendo en peligro carreras y vidas.

La MLB ha tomado medidas estrictas contra la violencia doméstica, lo cual es laudable, pero tolerar la violencia en el campo, ante miles de aficionados —incluyendo familias con niños— y millones de espectadores por TV o streaming, tiene un impacto social profundo.

Las redes sociales reflejan la polarización entre los aficionados. Algunos defienden los pelotazos como parte del “ojo por ojo” del béisbol, guiados por sus lealtades. Otros, como Federico Pérez, los condenan: “No se trata de golpear con una pelota dura que pone en riesgo fracturas. El béisbol es un deporte, no una guerra de pandillas. Deben multar equipos y suspender jugadores para evitar intimidar a bateadores golpeándolos”.

Mario Alberto Rosa Fierro añadió: “Un lanzamiento a la cara a 100 millas puede ser fatal. Que Roberts y Shildt se pongan guantes, no pelotas”. Hobannys Cabeza propuso suspender a ambos equipos por tres juegos, con derrotas contabilizadas, para dar ejemplo a los prospectos juveniles. Cándido Castro señaló: “Los Dodgers, con su inversión en Ohtani y Freeman, deben jugar limpio; sin ellos, el equipo flaquea”.

Sanciones débiles de la MLB
Las sanciones actuales de la MLB son insuficientes. La suspensión de tres juegos a Roberto Suárez y de un juego a los managers Dave Roberts y Mike Shildt no disuade futuros incidentes. Los infractores saben que estas penas no afectan significativamente al equipo. En contraste, la NBA aborda la violencia con seriedad.

En la temporada 2023-24, impuso multas de hasta un millón de dólares y suspensiones como la de Ja Morant, de ocho juegos, por llevar un arma a un partido. Jugadores como Stephen Jackson y Gilbert Arenas enfrentaron castigos de casi 50 juegos por conductas violentas. La NBA reserva el derecho de imponer sanciones adicionales si la conducta lo justifica.

La MLB debe adoptar medidas más estrictas: suspensiones de cinco juegos para lanzadores, dos para managers, revisiones tecnológicas de lanzamientos sospechosos y campañas educativas para erradicar los pelotazos. Estas acciones no solo protegerían a los jugadores, sino que reforzarían la imagen del béisbol como un deporte de habilidad, no de agresión.

Un cambio cultural necesario
El Comisionado de la MLB, que ha impulsado cambios disruptivos como reducir los tiempos de juego, debe ahora enfrentar la violencia en el campo. Shohei Ohtani, tras recibir un pelotazo, dio un ejemplo de deportividad: en lugar de escalar el conflicto, se acercó al dugout de los Padres para calmar tensiones, mostrando respeto y caballerosidad. Este gesto, desde un jugador japonés que trasciende fronteras, debería ser un modelo para la liga.

Los managers, como Shildt y Roberts, tienen una responsabilidad ética. En lugar de avivar rivalidades, deben calmar a sus jugadores y promover el respeto mutuo. Un cambio cultural en el béisbol es esencial, destacando a figuras como Ohtani, cuya conducta contrasta con la agresividad de algunos. La MLB debe fomentar una narrativa de competencia limpia, donde el talento, no la intimidación, defina el juego.

El desafío por venir
La próxima serie entre Dodgers y Padres, del 15 al 17 de agosto de 2025, será una prueba crucial. ¿Lograrán las sanciones actuales y el liderazgo de la MLB apaciguar esta rivalidad, o seguirá la “guerra de los pelotazos” opacando el espectáculo? El béisbol merece ser un deporte donde la estrategia y la destreza brillen, no la violencia.

La reflexión es clara: el deporte rey no puede seguir atrapado en tradiciones que comprometen su integridad. Es momento de que la MLB actúe con firmeza, inspire un cambio cultural y garantice que el béisbol sea un ejemplo de respeto para las nuevas generaciones. Como dijo Manuel Álvarez, admirando a Ohtani: “El mejor béisbol del mundo requiere disciplina”. Que así sea.

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Charros en ascenso: Pitcheo y racha ganadora

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Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac //

A mitad de la temporada 2025 de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), con 47 de los 90 juegos del rol regular disputados hasta el sábado 14 de junio, los Charros de Jalisco han encendido las alarmas con una racha ganadora que los reposiciona en la Zona Norte.

Tras vencer en siete de sus últimos ocho encuentros, incluyendo seis triunfos consecutivos, el equipo jalisciense muestra señales de recuperación tras un bache que amenazó con descarrilar su campaña. ¿Qué impulsa este resurgimiento y qué perspectivas tienen los Caporales en la pelea por los playoffs? Para responder, consulté a dos figuras clave: Luis Alberto González, director general, y Juan Carlos González Iñigo, asesor del equipo.

El pitcheo, que representa al menos el 70% del éxito en el béisbol, ha sido el talón de Aquiles no solo de los Charros, sino de varios equipos de la LMB. La salida del abridor estelar Bryce Conley, fichado por los Nacionales de Washington tras un arranque dominante, dejó un hueco en la rotación. “Su partida nos obligó a improvisar, aunque lo anticipábamos”, reconoce Luis Alberto González.

Los abridores iniciales, tanto mexicanos como extranjeros, no rindieron como se esperaba, forzando ajustes en el bullpen. En las últimas tres semanas, Charros reforzó su cuerpo de relevistas con incorporaciones como Henry Mejía, José Fernández y Alex Bustamante, despidiendo a pitchers como Vidal Nuño, Jonathan Aro y Esteban Haro. “Ahora tenemos un bullen más confiable, clave en una liga donde un juego puede requerir hasta diez relevistas”, subraya González.

Juan Carlos González Iñigo, por su parte, destaca el potente bateo del equipo, pero coincide en que el pitcheo es la preocupación central. “La pelota está más viva y volátil esta temporada, y la altitud de estadios como el Panamericano en Guadalajara, Aguascalientes o Querétaro amplifica los batazos”, explica.

La rotación sufrió tras la salida de Conley, y pitchers como el cubano Elian Leyva y Jeremy Rhoades fueron dados de baja por bajo rendimiento, sustituidos por Pavel Hernández y Dovydas Neverauskas. Sin embargo, los mexicanos Eduardo Vera, Luis Payán y el puertorriqueño Dereck Rodríguez han mostrado mayor adaptación a las condiciones del Panamericano. “Los pitchers mexicanos se adecúan mejor por su experiencia en estas alturas”, afirma González Iñigo, citando al ex ganador del Cy Young norteamericano Trevor Bauer como ejemplo de versatilidad e inteligencia, una cualidad escasa pero vital.

La esperanza también recae en el regreso de Luis Iván Rodríguez, esperado tras el Juego de Estrellas en julio, para fortalecer la rotación junto a Vera y Payán. “Con un cuerpo de diez relevistas sólidos y abridores consistentes, somos más competitivos”, asegura Luis Alberto González. Esta reestructuración llega en un momento crucial, pues la LMB es una liga impredecible donde las rachas no garantizan el éxito en playoffs.

Hace apenas unas semanas, los Charros parecían hundirse luego de tres series perdedoras, pero su reciente racha los coloca a 4.5 juegos del líder en la Zona Norte, donde Tecolotes, Algodoneros, Sultanes, Toros y Acereros libran una cerrada batalla por la supremacía, con solo 3.5 juegos de diferencia entre el primero y el cuarto.

La clave para los Charros será mantener la consistencia en el montículo y capitalizar su bateo explosivo, que ha sido un pilar en esta campaña. Los ajustes a mitad de temporada, aunque arriesgados, parecen rendir frutos, posicionando al equipo no solo para asegurar un boleto a los playoffs, sino para competir de tú a tú con potencias como Sultanes, Toros o Acereros, que combinan experiencia y profundidad en sus rosters.

Si el bullpen sigue consolidándose y los abridores mexicanos mantienen su nivel, los Caporales podrían escalar hasta la cima de la Zona Norte antes del cierre del rol regular. Por ahora, la racha ganadora en el Panamericano, frente a rivales como Leones de Yucatán, es una señal alentadora de que los Charros están encontrando su ritmo justo a tiempo.

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La hazaña para la historia de Ronnie Camacho: 27 jonrones hace 62 años en la Liga del Pacífico

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Por Gabriel Ibarra Bourjac //

El sol se alzaba implacable sobre Empalme, Sonora, aquel febrero de 1963, tiñendo de dorado las calles polvorientas que conducían al estadio de los Rieleros. Ronaldo “Ronnie” Camacho, el “roperón de Empalme”, caminaba hacia el diamante con el peso de su pueblo sobre los hombros.

En su mirada se mezclaban la determinación y el nerviosismo: sabía que la penúltima serie del rol regular en la Liga Mexicana del Pacífico sería su prueba de fuego.

Los Naranjeros de Hermosillo, líderes de la liga, llegaban a retarlo, y con ellos, dos titanes del bateo, Héctor Espino, el “Supermán de Chihuahua”, y Saúl Villegas. Ronnie cargaba 24 jonrones; Espino y Villegas, empatados con 23, acechaban su corona. El aire vibraba con la expectativa de 15 mil fanáticos que abarrotaban las gradas, ansiosos por presenciar una batalla que pasaría a la historia.

Desde el primer juego, el estadio se convirtió en un caldero de emociones. Ronnie, con su bat al hombro, sentía cada mirada mientras se paraba en la caja de bateo. El pitcher de los Naranjeros lanzó una recta alta, y el sonido del impacto resonó como un trueno: jonrón 25. La multitud estalló en un rugido que hizo temblar las gradas de madera.

Al día siguiente, en el segundo juego, otro cuadrangular surcó el cielo, el 26, y la afición ya soñaba con la gloria. Pero fue en el cuarto y último juego de la serie cuando Ronnie selló su leyenda. Con un swing poderoso, la bola voló más allá de las bardas, marcando su jonrón 27. El récord estaba hecho, y Empalme se rindió a sus pies. Ese récord, implantado hace 61 años, sigue intacto, solo igualado por Bob Darwin en 1971-1972 con Hermosillo.

El sonido que nunca se olvida

Días atrás, sentado frente a mí en una tarde cálida de junio de 2025, le pregunté a Ronnie cuál de esos jonrones había gozado más. Sus ojos, cargados de nostalgia, se iluminaron mientras respondía: “Nada es más hermoso que escuchar el sonido del impacto del bat con la bola y verla viajar arriba de las bardas”. Su voz temblaba al recordar aquel invierno del 63, cuando en su tierra natal, con los Rieleros, superó a Espino y Villegas para conquistar la corona de jonrones. “Fue una emoción inmensa”, añadió, “sentir que no le fallé a mi gente”.

Ronnie, junto a Espino, fue uno de los bateadores más temidos de México, un bombardero que acumuló 457 jonrones en su carrera: 317 en la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) y 140 en la del Pacífico, un poder que aún resuena en la memoria colectiva.

Una vida dedicada al diamante

Ronnie Camacho nació el 26 de octubre de 1935 en Empalme, un pueblo ferroviario de Sonora donde el béisbol era más que un deporte: era un rito. A los 17 años, en 1953, debutó con Fresno en la Liga de California, sucursal de los Cardenales de San Luis, siendo el más joven del equipo. En 1958, ya con los Rieleros, ganó la triple corona de bateo en la Liga Invernal de Sonora, preludio de lo que sería su gloriosa carrera.

Durante más de 20 años y 2,200 juegos, Ronnie brilló en México y Estados Unidos, jugando para equipos como Águilas de Mexicali, Tecolotes de Nuevo Laredo y Pericos de Puebla, hasta su retiro en 1975 con Aguascalientes. En 1983, su nombre ingresó al Salón de la Fama del Béisbol Profesional de México, un reconocimiento a su legado inmortal.

Un homenaje que une pasiones

El eco de sus hazañas llegó hasta Guadalajara, donde tuve el privilegio de rendirle homenaje en el Palacio Municipal, durante el último año de la administración de Enrique Alfaro, con Enrique Ibarra como alcalde interino.

Como relató Diego Morales Heredia en Conciencia Pública, destaqué a Ronnie como un ícono mexicano, un ejemplo de profesionalismo y entrega que inspira a la juventud. “Cuando hay talento, pasión y vocación, se puede lograr”, dije, emocionado, mientras recordaba mis inicios en el periodismo, nacidos de mi amor por el béisbol.

Rodeado de la peña beisbolera más apasionada del occidente, con 150 miembros, celebramos a este sonorense que encarna la grandeza del rey de los deportes. Su récord de 27 jonrones en la Liga del Pacífico, y los 39 en la LMB, lo convierten en el protagonista de las mayores proezas cuadrangulares del béisbol mexicano, un legado que sigue motivando a generaciones.

Un faro para los nuevos peloteros

Ronnie Camacho no es solo un nombre en los libros de récords; es un faro para las nuevas generaciones de peloteros que sueñan con el éxito. Su historia enseña que el talento, forjado con disciplina y amor por el juego, puede romper barreras y conquistar hazañas eternas.

En cada swing de un joven bateador, en cada grito de la afición, resuena el eco de aquellos 27 jonrones de 1963, un recordatorio de que, con pasión y entrega, el diamante siempre recompensa a quienes lo honran. Ronnie, el “roperón de Empalme”, sigue siendo la chispa que inspira a los futuros campeones del béisbol mexicano.

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