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MUNDO

Lo que hicieron mal o dejaron de hacer: ¿Por qué España tiene una tasa de mortalidad tan alta?

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Por Francisco Herranz // 

¿Por qué España tiene la tasa de mortalidad per cápita más alta del planeta en relación con el coronavirus? No hay una respuesta unívoca a esa terrible pregunta y probablemente no la habrá nunca. Pero un cúmulo de circunstancias ayudan a entender por qué España se ha convertido en uno de los terrenos más fértiles para la difusión de la pandemia.

1.- La reacción del gobierno central:

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, cometió un grave error al anunciar el estado de emergencia (que imponía en confinamiento) el viernes 13 de marzo y aprobarlo un día después, el sábado 14, dando así tiempo a miles de ciudadanos a «escapar» a sus segundas residenciales en la montaña y la playa, lo que hizo que se propagara aún todavía el agente patógeno SARS-CoV-2.

Su reacción inicial fue lenta y torpe. A finales de enero, las autoridades insistieron en que el coronavirus «estaba siendo importado», cuando se descubrió el primer caso en un turista alemán que descansaba en la isla canaria de La Gomera. Sánchez cayó en la trampa de ignorar la experiencia de otros Estados azotados por esta catástrofe. A principios de marzo, un importante líder sindical reconocía a un selecto grupo de comentaristas políticos: «Nos ha pillado el toro».

Otra equivocación gubernamental fue la falta de transparencia informativa. Alegando medidas de seguridad, las conferencias de prensa de los miembros del Ejecutivo se hicieron, durante las primeras semanas, con preguntas filtradas por un alto cargo de la administración que evidentemente escogía las menos comprometedoras. Varios periódicos se plantaron ante esta situación al considerarla como censura. Finalmente, el Gobierno cedió a la presión y cambió el sistema para que la prensa pudiera preguntar en directo y a través de videoconferencia.

Poco ayudó también la propia estructura estatal descentralizada de España con 17 gobiernos regionales (autonómicos), cuyas competencias incluyen la gestión sanitaria y hospitalaria. Tampoco el hecho de que el socialista Sánchez, presidente desde el 7 de enero, gobierne en minoría parlamentaria y acompañado por la extrema izquierda de Podemos; es el primer Gobierno de coalición de la historia española desde la transición a la democracia hace 45 años.

La oposición de derechas liderada por el Partido Popular (PP) está cada vez más enfrentada a la gestión de Sánchez y no firma un cheque en blanco. El partido de extrema derecha Vox ya aboga por un gobierno de concentración nacional y rechaza a Sánchez. Y ciertos medios de comunicación y periodistas fomentan la crispación y el descontento ciudadanos, aprovechando la delicada coyuntura nacional para defender sus intereses ideológicos.

2.- El elevado nivel de infección entre el personal sanitario:

Unas 20.000 personas, de las 140.000 infectadas hasta ahora, es decir, el 14% del total, corresponde al personal sanitario, lo que incluye doctores, enfermeros y celadores. Esta cifra tan abultada es consecuencia directa de la falta de medios de protección -mascarillas, trajes especiales- con que debe contar este colectivo.

Esa escasez llevó a algunos sindicatos de la sanidad a llevar a las autoridades ante los tribunales por no protegerles adecuadamente. Muchos de los médicos están de baja o aislados en cuarentena y no pueden trabajar en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), tan esenciales para superar esta crisis mayúscula. Esta contingencia ha restado potencial y eficacia al titánico esfuerzo realizado por los sanitarios, ya de por sí desbordados.

España cuenta con un magnífico sistema de atención médica primaria, mayoritariamente público, pero sus hospitales no se habían recuperado todavía de una década de austeridad desde la crisis financiera de 2008.

3.- La falta de pruebas de detección del virus:

La escasa identificación temprana de los contagiados no cortó las cadenas de transmisión del coronavirus y no consiguió aislar a los infectados, muchos de ellos asintomáticos: es decir, aparentemente sanos pero transmisores de la enfermedad. Eso hizo que el virus se expandiera sin demasiados problemas, no ya a lo largo del mes de marzo, sino antes, en febrero.

Cuando las autoridades hispanas empezaron a calibrar la magnitud del problema se encontraron sin suficiente equipamiento específico: respiradores, y equipos de protección muy concretos, propios de una guerra biológica.

4.- La tragedia de las residencias de ancianos:

A falta de datos definitivos, los centros de acogida a personas de la tercera edad han sido, desgraciadamente, el blanco elegido del feroz coronavirus. El COVID-19 destapó con absoluta crudeza los más profundos y ocultos fallos del sistema de asistencia a los ancianos.

Algunas de las residencias cobran a los pensionistas lo que estos pueden pagar, en algunos casos, 9.000 dólares al año por persona. Como consecuencia, algunos centros no disponían de suficiente personal, estaban poco preparados y colapsaron entre índices de mortalidad escandalosos. Cuando tropas de la Unidad de Emergencias del Ejército (UME) entraron en algunas de estas instalaciones, encontraron a personas fallecidas en sus propias camas. Un horror.

Sólo en la Comunidad de Madrid y en Cataluña murieron más de 5.500 personas en residencias para la tercera edad desde el comienzo de la crisis hace menos de un mes. Eso representa el 38% del total de las defunciones. España cuenta con 5.417 centros para personas mayores con 372.000 plazas en total. En su mayoría de titularidad privada que mantienen conciertos con las administraciones regionales.

5.- La sociabilidad cultural:

A los españoles, en general, y particularmente a los habitantes de Madrid, les gusta mucho salir a la calle y tomar el fresco y unas cervezas frías. Esta razón puede sonar frívola, pero a finales de febrero y principios de marzo, con temperaturas superiores a los 20 grados Celsius, los cafés y las terrazas de la capital española estaban muy animadas de gente que no sospechaban ni en su peor pesadilla que el virus ya se estaba colando en sus vidas.

Las costumbres de este país ibérico fomentan que unos y otros se toquen, se abracen y se besen muy a menudo, hábitos muy distintos a los de los coreanos, chinos o japoneses, donde el contacto físico y esas demostraciones de afecto son mucho más escasas por razones culturales. La sociabilidad fomenta el contagio.

6.- El envejecimiento de la población:

La esperanza de vida de los españoles era en 2018 de 83,4 años, la quinta más alta de todo el mundo, según los datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Pero una buena parte de esta población anciana tiene patologías crónicas, como la diabetes o la hipertensión, enfermedades que las han convertido en personas de alto riesgo si se contagian. El COVID-19 afecta considerablemente más a los mayores de 70 años, por lo que en España ha encontrado grandes bolsas de esta clase de población, y no sólo en las grandes ciudades sino también en zonas rurales.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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JALISCO

Andrés Manuel López Beltrán: No quiere que lo llamen ‘Andy’

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CIERTO O FALSO

“No salgo a medios y no respondo porque creo que los medios están muy quemados (…) Yo me llamo Andrés Manuel López Beltrán y mi mayor orgullo es llamarme como el mejor presidente que ha tenido este país (…) El llamarme ‘Andy’ es demeritar eso, quitarme ese legado, quitarme ese nombre”.

ANDRÉS MANUEL LÓPEZ BELTRÁN / SECRETARIO DE ORGANIZACIÓN DE MORENA

“Andy, Andy, Andy. No te creas importante. Eres un junior sin calle, sin historia, sin respeto. Nadie te sigue por lo que eres, solo por el apellido que usas como escudo y herencia”

ALEJANDRO “ALITO” MORENO / PRESIDENTE NACIONAL DEL PRI

FUEGO CRUZADO

“Estoy muy decepcionado con Elon. Lo he ayudado mucho. Conocía los entresijos del proyecto de ley mejor que nadie. No le importó. De repente, se encontró con un problema, y solo lo agravó cuando se enteró de que íbamos a recortar el mandato de vehículos eléctricos”.

DONALD TRUMP / PRESIDENTE DE EEUU

“¡Falso! Este proyecto de ley nunca me fue mostrado ni una sola vez y fue aprobado en plena noche tan rápido que casi nadie en el Congreso pudo siquiera leerlo”.

ELON MUSK / EX JEFE DEL DEPARTAMENTO DE EFICIENCIA GUBERNAMENTAL DE EEUU

VOZ ALTA

Le tienen envida

Salvador Caro Cabrera destaca como un excepcional operador político, guiando con éxito a numerosos candidatos—jueces y magistrados—hacia el Poder Judicial Federal, logrando resultados altamente favorables. A través de estrategias bien elaboradas, promovió estos perfiles entre grupos, organizaciones y diversas regiones, enfrentando críticas pero demostrando su eficacia, como quedó claro en los Distritos 9 y 11 donde la participación llegó a más del 9%. Su actuación, respaldada plenamente por la ley sin impedimento alguno, ha generado envidia, reflejando su habilidad y legitimidad en el proceso.

SALVADOR CARO CABRERA. Demostró su eficacia como operador político.

 HUELLA HISTÓRICA

¿Raúl Padilla o Enrique Alfaro dejarán mayor huella histórica? Tras su fallecimiento, el líder moral de los Leones Negros, Padilla, sigue cosechando victorias póstumas, con su legado trascendiendo en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que celebró su edición 40 con una gala en el Auditorio Telmex. Homenajes al cine mexicano destacaron, con Karla Planter, rectora de la UdeG, en rol protagónico, y Portugal como invitado. Mientras el impacto de Padilla perdura, el de Alfaro aún se desarrolla, planteando un contraste entre legado consolidado y potencial emergente.

RAÚL PADILLA LÓPEZ. Su figura trasciende su tiempo.

DIÁLOGOS ABIERTOS

Verónica Delgadillo, alcaldesa de Guadalajara, aborda con crudeza y sinceridad los retos de la ciudad en diálogos con líderes de opinión. “No hay varita mágica, el presupuesto es limitado y las demandas son enormes”, confesó, comparando su lucha con la metáfora de la Bartola de Chava Flores. Con franqueza, promete un gobierno cercano: “Guadalajara te cuidará, pero todos debemos jalar parejo”. Su enfoque en seguridad, basura y servicios públicos refleja compromiso, enfrentando presiones con transparencia y apelando a la corresponsabilidad ciudadana.

VERÓNICA DELGADILLO. Diálogos abiertos con líderes de opinión pública.

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MUNDO

Discurso de individualismo extremo: La derecha que no salva, un riesgo disfrazado de esperanza

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

A la derecha le gusta imaginarse como el lugar del orden, de la razón y del mérito. Su narrativa gira en torno a ideas como “eficiencia”, “disciplina”, “libertad individual” y “trabajo duro”. Durante décadas, fue una forma efectiva de contrastarse con los excesos o fracasos de ciertas izquierdas: burocracias gigantes, discursos revanchistas, populismos disfuncionales.

Pero esa imagen está dejando de sostenerse. La nueva derecha —la que hoy marca tendencia en redes, encabeza algunos gobiernos y monopoliza micrófonos— ya no representa ninguna de esas virtudes. Lo que ofrece no es ni orden ni racionalidad: es puro espectáculo.

Ahí están Donald Trump, Javier Milei y Santiago Abascal como muestra. Tres líderes que han hecho del grito una política, del insulto un argumento y del caos una bandera. Ninguno de ellos ha demostrado ser particularmente eficiente, pero todos han sabido capitalizar una narrativa emocional basada en el resentimiento. Dicen luchar contra “el sistema”, pero lo hacen desde la cima.

Se presentan como outsiders, aunque lleven años en la política. Proclaman amor por el mercado, pero están más cómodos en la cultura del meme que en los fríos informes financieros.

Ya no les interesa defender un modelo económico coherente, ni sostener el legado intelectual de la derecha liberal o conservadora clásica. Su apuesta es otra: dominar el flujo de la conversación pública. Ser tendencia. Explotar la ansiedad de las masas que se sienten traicionadas por las élites ilustradas, por los expertos, por las instituciones. No importa si lo que dicen es contradictorio, vacío o incendiario: lo importante es provocar, atraer, dividir.

Este fenómeno tiene su correlato empresarial. En América Latina, por ejemplo, el caso de Ricardo Salinas Pliego es ilustrativo. El magnate no solo es dueño de empresas y medios: se ha posicionado como una figura política, aunque sin partido ni candidatura. Lo hace desde sus redes sociales, donde predica una mezcla de darwinismo social, desdén por los pobres, burla al Estado y culto a su propio éxito. Su mensaje no es técnico ni ideológico: es emocional. Una especie de “si yo pude, tú también, y si no puedes, es tu culpa”.

Se presenta como víctima del gobierno, del sistema judicial, del fisco, de la prensa. Lo paradójico es que lo hace desde una posición de privilegio absoluto. Pero funciona. Porque hoy ser rico no te quita autoridad moral: te la da.

Lo que representa Salinas Pliego es la figura del empresario redentor. Ya no se trata sólo de emprender o generar empleos. Se trata de suplantar al político. De sugerir, directa o indirectamente, que sólo quienes han tenido éxito en los negocios deberían tener poder de decisión. Como si administrar una cadena de tiendas fuera lo mismo que diseñar políticas públicas complejas, garantizar derechos o defender libertades.

La nueva derecha abraza con entusiasmo esta figura. En lugar de cuadros técnicos, promueve personajes estridentes. En lugar de programas serios, vende frases virales. En lugar de instituciones sólidas, propone personalismos autoritarios. El resultado es un nuevo tipo de populismo: no uno basado en el pueblo contra las élites, sino en el individuo omnipotente contra todo lo que le incomoda: el Estado, los impuestos, los medios, la ciencia, el disenso.

Esto es peligroso por muchas razones. Primero, porque convierte la política en un campo de guerra cultural permanente, donde todo se juega en el terreno de la identidad y el agravio, no de las soluciones. Segundo, porque desmantela los equilibrios democráticos bajo la excusa de “quitar trabas” al genio del líder. Y tercero, porque socava la idea misma de lo público: el Estado ya no es visto como una herramienta de justicia o bienestar, sino como un obstáculo para los exitosos.

La derecha que alguna vez promovió instituciones, reglas, competencia ordenada y responsabilidad fiscal, ha cedido el paso a una versión desfigurada de sí misma: histriónica, rabiosa, individualista hasta el delirio. Y con ello ha perdido una oportunidad valiosa de ofrecer respuestas a las crisis reales del presente: desigualdad, cambio climático, desinformación, polarización social.

Lo más inquietante es que esa derecha ni siquiera cree en la derecha. No cree en la tradición, ni en los contrapesos, ni en la democracia representativa. No cree en el pensamiento liberal clásico ni en los valores conservadores. Lo que quiere es mandar, imponer, sobresalir. Su único principio es el triunfo inmediato. Su única ideología es el narcisismo.

No se trata de negar que muchas izquierdas también han fallado, ni de defender modelos ineficientes o autoritarios. Reconocer esos errores es fundamental para avanzar y evitar repetirlos. Sin embargo, es necesario advertir que esta derecha contemporánea no es en absoluto el remedio frente a esos fallos.

Más bien, puede ser vista como una versión invertida, que comparte con ellos la misma concentración de poder en figuras carismáticas, la misma tendencia a polarizar y simplificar debates complejos, y la misma dificultad para aceptar matices o posiciones críticas.

La derecha actual, con su discurso enfocado en el individualismo extremo, el rechazo a la diversidad de ideas y la tendencia a imponer su visión como la única válida, representa un riesgo igual de serio para la democracia y la convivencia social. Así, lejos de ser una alternativa equilibrada o una corrección necesaria, esta derecha puede resultar igual de problemática y dañina en el largo plazo.

Lo sensato —y quizás lo verdaderamente subversivo hoy— es pedir madurez política. Pedir ideas complejas. Pedir responsabilidad institucional. Pedir liderazgos que no se alimenten del conflicto constante. En tiempos de histeria, el pensamiento es revolucionario.

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MUNDO

El dominio del dólar

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Gracias a Donald Trump y su política económica, la incertidumbre permea en las economías occidentales y genera desconfianza en la potencia de la economía estadounidense para hacer que el dólar siga siendo la moneda internacional de referencia. La inquietud existe, es real, principalmente por la fragilidad actual de las finanzas estadounidenses.

Las finanzas públicas de los Estados Unidos lucen mal, con un déficit de 7.26% en 2024 y una deuda pública de 34.5 billones de dólares, equivalente al 120.7% del PIB. Lo anterior y la falta de acciones fiscales que reduzcan el déficit han llevado a las calificadoras internacionales, Moodys la última, a rebajar la calificación de la deuda estadounidense que por primera vez cae de la calificación AAA y la mayoría la mantiene en ese nivel con perspectiva negativa, recomendando cautela.

No será la primera vez que los EUA caigan en situación económica comprometida, pero sí es la primera vez que el encargado de resolverlo no tiene las mejores calificaciones y sus políticas parecen tener las prioridades invertidas.

Algunos teóricos argumentan, con razón, que la estabilidad de una economía abierta depende de la existencia de una potencia capaz de garantizar mercados abiertos para el comercio, una economía sólida de respaldo para economías en crisis y una moneda estable, y esas condiciones parece estarlas perdiendo el país emisor del dólar. Por el momento no inspira confianza ni a sus aliados y su economía no es tan sólida.

Sin embargo, a pesar de esas condiciones adversas, no existe por el momento otra moneda capaz de sustituir al dólar como moneda de referencia. La fortaleza creciente de China no le da al Yuan esa posibilidad, porque en ese país sus mercados de capitales carecen de liquidez propia y el control estatal es rígido, sin que dejemos de notar el hecho de que en la competencia por mercados y en inversión ha incrementado su presencia en países emergentes, como duro rival comercial.

Por otra parte, el euro, producto del consenso de la Unión Europea, tampoco ofrece garantías sólidas como moneda de respaldo, pues el conjunto de Estados que conforman la Eurozona no siempre camina en la misma dirección.

Las alternativas no son atractivas por ahora y es mucho más aventurado pensar que las criptomonedas pudieran ser alternativa. Es un hecho que, en el momento, la debilidad del dólar ha propiciado que las operaciones financieras busquen monedas más fuertes como protección temporal en tanto cesa la incertidumbre arancelaria y se estabiliza el dólar. Pero esto es coyuntural en espera de mayor estabilidad de mercados.

Quedan tres años de zozobra e incertidumbre en los que la esperanza es que las fuerzas reales de la economía obliguen al impredecible presidente estadounidense a reconsiderar sus decisiones. La responsabilidad global que contrajo al liderar al país más poderoso del mundo lo deben obligar a considerar otras premisas, distintas a lo que parece ser su guía, que es su manual de negociación comercial.

Se advierte su preocupación por mejorar el ingreso y compensar el déficit, sin embargo, la política arancelaria que busca ser recaudatoria ha tenido graves efectos en la estabilidad de su moneda. La otra prioridad es el nivel de la deuda, y ese no podrá ser reducido sin afectar al gasto gubernamental. Adicionalmente, en ese contexto, surge la iniciativa de ley fiscal actualmente discutiéndose en el Congreso, la cual reduce el gasto social, pero también reduce impuestos, lo cual no suena muy congruente si lo que se busca es reducir el déficit. Sus efectos han sido ampliamente criticados por economistas de renombre.

No es halagüeño el panorama económico de los EUA y eso ha venido a sacudir la economía mundial, pero eso no será por el momento la causa de que el dólar deje de ser la moneda de referencia.

En México, algunos celebran que la paridad peso-dólar mejore, pero es un espejismo que no debiera engañarnos. El dólar está débil; no es que el peso esté fuerte y nuestro déficit, al igual que lo elevado de la deuda, tienen en riesgo la calificación crediticia del país.

Añadiendo la reforma judicial y la falta de normatividad para las nuevas instituciones que sustituirán a los desaparecidos reguladores, no hay buenas señales. Nuestra economía es un espejo de la estadounidense y dada la incertidumbre que nos acompañará en los próximos tres años, es más recomendable generar alternativas más potentes, realistas y creativas que el Plan México, que nos permitan no caer víctimas de la turbulencia vecina.

Por lo demás, el mundo seguirá negociando, teniendo, por ahora, al dólar como moneda de referencia, pues aun en la situación de vulnerabilidad de la economía estadounidense no hay moneda que lo remplace y la comunidad internacional puede, como lo ha hecho hasta hoy, navegar en la incertidumbre, pagando el costo con un magro crecimiento.

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