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JALISCO

Jalisco es ineficiente en recaudación: De cada 10 pesos que gasta, 9 provienen de la federación

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Por Cayetano Frías //

La discusión sobre la necesidad de crear un marco jurídico que asegure la asignación de recursos federales a entidades y municipios, se encuentra contaminada por los discursos de un grupo de gobernadores, entre los que se encuentran varios que como legisladores, avalaron la Ley de Coordinación Fiscal de 2007, que fue impulsada por el entonces Presidente Felipe Calderón.

Independientemente de la estridencia en la esgrima verbal que el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha sostenido con los gobernadores, agrupados en una mal llamada “Alianza Federalista”, la demanda por lograr un equilibrio en el reparto de los recursos que aportan las entidades y municipios a las arcas federales, es añeja y justa. La concentración por parte del Ejecutivo Federal en el ejercicio de los recursos, siempre ha sido cuestionada por gobernadores y presidentes municipales.

Lo deseable, y que no se ha observado en este conflicto, es que los políticos busquen privilegiar el diálogo y acuerden estrategias que permitan salir de la crisis económica resultante de la pandemia, tanto por factores internos como externos. Lo peor, es que desde el grupo de gobernadores, se ha utilizado el tema del COVID-19 como parte de esta controversia, en una manifestación mezquina de política.

Al margen de las descalificaciones, lo rescatable del comunicado firmado por los integrantes de la alianza, es que se le pide al gobierno federal que se convoque a una Convención Hacendaria, en la cual se discutan las modificaciones que deben hacerse a los esquemas de reparto de los recursos, lo cual como ya se dijo, es una demanda generalizada alentada por gobernadores y presidentes municipales desde el siglo pasado.

Hoy, con un gobierno electo con un bono democrático extraordinario, están dadas las condiciones para que el Presidente sea sensible a los requerimientos de los otros poderes y se aprueben modificaciones a la Ley de Coordinación Fiscal, para tener certidumbre sobre un reparto más justo. En el mismo tenor, los gobernadores también deberán asumir la responsabilidad de ejercer los recursos con honestidad, eficiencia y eficacia, y a su vez, dar un trato más justo a los municipios, lo cual no hacen actualmente.

Uno de los principales argumentos que manejan los gobernadores inconformes, es que las entidades que encabezan, son las que generan el mayor porcentaje del Productos Interno Bruto (PIB) del país y que a cambio reciben una cantidad muy mínima en comparación con lo que aportan. En el caso de Jalisco, Enrique Alfaro quien se distingue como el más conflictivo en lo verbal, se expresa con medias verdades y mentiras completas para presionar al gobierno federal.

Asegura que Jalisco aporta el 8% del Producto Interno Bruto (PIB) y solo es de 7.1% -y esas décimas equivalen a cientos de miles de millones-, por lo que le parece inconveniente que se le destine el 3% del presupuesto. Parece no entender que el PIB es un indicador de consumo, de lo que compran y venden los mexicanos en lo local y al exterior. No es dinero que ingresa al erario federal.

Si bien es cierto que el INEGI reporta en 2018 un PIB de Jalisco por 1 billón 575 mil 126 millones de pesos, esa cantidad no tiene relación con los impuestos que se cobran, pues por ejemplo Jalisco solo ingresó a su hacienda aproximadamente 9 mil 720 millones de pesos, que es el equivalente al 9% de su presupuesto, estimado para ese año en 108 mil millones de pesos.

En febrero de este año, el Centro de Investigación en Política Pública (IMCO), publicó un análisis en el cual detalla las debilidades de las administraciones en los gobiernos estatales: “El actual régimen de coordinación fiscal entre la federación y los gobiernos subnacionales genera un escenario complicado para las entidades federativas, ya que tienen poca autonomía fiscal, alta dependencia de las transferencias federales y baja recaudación”.

El IMCO explica que las entidades desaprovechan sus facultades tributarias, pues de los 18 impuestos que pueden recaudar, en promedio solo recaudan seis, sobresaliendo Baja California que cobra nueve y Puebla con tres impuestos es la que menos cobra. Para 2020, se estima que se recaudarán más de 2 billones de pesos en ingresos totales para los estados, las entidades solo recaudarán el 4.7% de los ingresos y el gobierno federal el 93.6%

En el documento, el IMCO propone que el Congreso de la Unión, los Congresos estatales y las secretarías de finanzas, aprueben una reforma fiscal de fondo, la cual permita recaudar más del 20% del PIB de forma progresiva, les den mayores facultades a los gobiernos estatales y emitan criterios de competencia y reglas de operación que mejoren la gobernanza de los recursos públicos.

Otras medidas que sugiere IMCO, es fomentar los impuestos progresivos, “a mayores ingresos, mayor tasa”, además señala que reducir el impuesto de nómina aumentaría la formalidad y ampliaría la base gravable.

En un análisis el economista del ITAM y de la Universidad de Columbia, Mario Campa, concluye que abandonar el Convenio de Coordinación Fiscal no es viable para la mayoría de las entidades, pero en el caso de Jalisco saldría perdiendo, porque nueve de cada diez pesos que gasta vienen de la federación. El especialista considera que Jalisco tendría que idear un plan para resolver el problemón de endeudamiento y recortes de gasto derivados de menores ingresos públicos.

Aporta el 3.1% de los impuestos tributarios del país y recibe el 6.4% de participaciones y el 5% de aportaciones, así que ese vacío tendría que ser colmado de alguna forma”, precisa.

En una tabla elaborada por Campa, se refleja la ineficiencia recaudatoria de los gobiernos de esta alianza. Los más dependientes son Michoacán, que de cada 100 pesos que gasta, 94.50 los recibe del gobierno federal; le sigue Durango con 92.30 pesos de cada 100 y Jalisco con 91 pesos de cada 100. Los de mejor desempeño en recaudación son Aguascalientes que recibe de la federación 81.70 pesos de cada 100 que gasta; Guanajuato con 82 pesos de cada 100 y Chihuahua con 82.30 pesos de cada 100.

En otro documento, éste del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), se describen las deficiencias de los municipios en el cobro del impuesto predial en México, que equivale al 0.309% del monto del PIB, ni siquiera llega al medio punto. La mayoría de los países de la OCDE, tienen su indicador por este rubro, entre el 2 y el 4.4% en relación con su PIB.

Y en los anteriores escenarios, no se incluye el endeudamiento de los gobiernos estatales, que son otro lastre porque para contratarlos, hipotecan sus participaciones con el aval del gobierno federal, lo cual oscurece aún más la intención de separarse del Convenio de Coordinación Fiscal.

Y por la vía legal, el camino de abandonar ese Convenio, se vislumbra tortuoso ya que los gobernadores cayeron en la provocación lanzada por el presidente López Obrador, quien los invitó primero a que consulten a sus ciudadanos. El problema es que la Ley Federal de Consulta Popular no admite ese mecanismo para temas hacendarios, e incluso la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ya desechó dos solicitudes.

Así, la mejor vía será la concertación y entendimiento entre poderes, pero aprovechando para que se sumen los municipios a este acuerdo para reorientar la política de distribución fiscal, porque actualmente la mayoría de los gobernadores no entregan a los alcaldes en su presupuesto más allá del obligatorio 20% de las participaciones.

LAS MENTIRAS DEL GOBERNADOR

El lunes 26 de octubre, los miembros de la Alianza Federalista, mezclaron el tema de la pandemia por COVID-19 entre sus motivaciones para denostar al gobierno federal. “Cabe señalar que han sido las administraciones locales las que han brindado la certidumbre existente en torno al tema de salud, pues la cobertura de gastos por la pandemia quedó relegada casi por entero a los gobiernos de los Estados”, cita el comunicado firmado por Martín Orozco, Javier Corral, Enrique Alfaro, Diego Sinhué, Jaime Rodríguez, José Rosas Aispuro, Francisco García, Miguel Riquelme, Silvano Aureoles e Ignacio Peralta.

En particular en Jalisco, la información de la Secretaría de Salud de Jalisco desmiente a su gobernador, porque en el IMSS y el que son dependencias federales, reportaron el 30 de octubre la atención a 419 pacientes, frente a los 124 que se atendieron en el sistema de salud estatal.

En el Hospital Civil de Guadalajara que es un organismo público descentralizado tutelado por la Universidad de Guadalajara, se atendió a 93 pacientes, en tanto que en hospitales privados reportaron atención a 101 personas.

El viernes pasado se reportó en total que fueron atendidos 727 pacientes, de los cuales solo 124 estuvieron en instalaciones de la Secretaría de Salud de Jalisco. Por lo tanto, es una mentira que el Gobierno de Jalisco lleve la mayor parte de la carga en el combate a la pandemia, pues solo atiende al 17% de los pacientes; entre el IMSS y el ISSSTE atendieron al 57%; el sector privado atendió al 14% y el Hospital Civil de la Universidad de Guadalajara al 12%. Cifras similares se observan en los reportes de los días anteriores.

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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