OPINIÓN
Alfaro y el Presidente: Tregua o viraje

Opinión, por Pedro Vargas //
Desde hace meses un grupo de gobernadores se han dedicado a criticar la política seguida por la 4T. De los más destacados en tal aspecto han sido los ejecutivos de Jalisco, Colima y Guanajuato. Inclusive, cierta porción de políticos, comentaristas y empresarios, han especulado que el Ing. Enrique Alfaro se desempeña como una especie de líder anti López Obrador, aunque no ha aceptado expresamente tal postura, si bien a veces da señales como que no le desagrada.
Con motivo del caso del albañil Giovanni López ocurrido el 4 de mayo y cuya indagatoria afloró hasta un mes después debido a manifestaciones populares que exigían justicia, y que generaron detenciones irregulares por parte de policías estatales, al parecer de la Fiscalía General de Jalisco, el ejecutivo local emitió declaraciones candentes. Según afirmó el jueves 4 de junio, las personas que protestaron pidiendo justicia, ni siquiera son de Jalisco, y precisó: “Le pido al Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que le diga a su gente y a su partido (Morena) que ojalá estén midiendo lo que hacen, el daño que generan al país con este ambiente de confrontación”. Es entonces que pronunció su ya célebre frase de que «desde los sótanos del poder en la Ciudad de México» se orquestó la protesta por la muerte” de Giovanni.
Muchos otros aspectos han tocado los gobernadores que impugnan acciones u omisiones del Presidente, destacando entre tales temas la estrategia relativa a la lucha contra el Corona Virus y, de manera muy especial, lo referente a las participaciones o recursos que la Federación entrega conforme la Ley de Coordinación Fiscal a los Estados.
Para nadie es oculto que la delincuencia que conlleva inseguridad, es un gravísimo problema nacional y que algunos lugares llegan a niveles de crisis. Tal es el caso de Guanajuato, Colima y Jalisco. Por ello llamó la atención que el primer mandatario decidiera realizar una gira por esos tres Estados, la cual se desarrolló del 15 al 17 de julio.
La primera escala en esa que se veía como complicada salida presidencial, fue en la empanizada Guanajuato. Allí el gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, panista de perfiles al estilo foxista, había declarado en diciembre pasado, sobre una alusión del Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, quien expuso que el gobernador no había asistido a más de tres reuniones sobre seguridad, que eso era mentira: “Yo digo que es falsa esa información, porque aparece que tres veces he ido y yo no he ido a ni una, entonces son falsos los datos. No he estado ni iré a esas reuniones,… ya lo había dicho públicamente y lo vuelvo a repetir”.
De entonces a la fecha, la situación de esta entidad se empeoró, alcanzando un ambiente pésimo en inseguridad, convirtiéndose en líder de homicidios nacionalmente, sufriendo las tropelías del Cartel Santa Rosa y mostrando alarmante descomposición política, conforme análisis del periodista guanajuatense Arnoldo Cuéllar.
Pero se llegó el día del encuentro con AMLO y el discurso de ese miércoles 15 ante el Presidente fue todo lo contrario a lo esperado: El gobernador se comprometió a asistir a las reuniones sobre seguridad, incluso el fin de semana.
Hoy vimos -dice el periodista antes señalado- a un gobernador Diego Sinhue muy borrado y doblando las manos. Y hasta se arrepintió, pues confesó: “Es muy importante destacar este acto de rectificación, nosotros no podemos ser autocomplacientes, regodearnos en nuestras posturas cuando no son las mejores en beneficio de la colectividad, el hecho de rectificar y decir ‘no era lo más adecuado y ahora vamos todos juntos’ es muestra de mucha responsabilidad de parte del gobernador. Esto es lo que estamos ahora inaugurando una nueva etapa en esta relación”. Y el Presidente simplemente concluyó: “Se inicia una nueva época de coordinación para lograr salir avante en la lucha contra la delincuencia y la inseguridad”.
El jueves 16 de julio arribó AMLO, en medio de la lluvia, al mero Jalisco, donde inauguraría un edificio de la Guardia Nacional en Zapopan y como siempre, daría su conferencia mañanera. En ésta, Enrique Alfaro, al abrir la sesión, dijo que valora la visita del Presidente en tiempos complicados, añadiendo: “Su presencia aquí es una señal clara de que podemos superar los momentos de tensión que se han vivido para cerrar filas con usted por el bien de México”.
El mandamás jalisciense agregó que hará todo lo posible para alcanzar ese propósito, y remachó al afirmar que: “Asumo con entereza y humildad, la responsabilidad de corregir lo que yo haya hecho mal, usted tiene mi respeto y mi aprecio. Sé que Jalisco cuenta con su presidente”.
Desde hacía varias semanas, Enrique Alfaro había buscado una entrevista con López Obrador, por lo que ahora que lo tuvo enfrente, le aseguró que busca reconstruir la relación entre ambos gobiernos y le propuso “corregir el rumbo para iniciar una nueva etapa de diálogo y cooperación” con base en el respeto, asegurando que “sólo pedimos ser escuchados, que los asuntos de interés nacional, en los que los estados que formamos este país no estemos de acuerdo con la federación sean puestos sobre la mesa con voluntad para encontrar una salida”.
Los más delicados temas en que Alfaro centra sus diferencias con la Federación, podemos decir que son: el de energías limpias, donde se tuvo que acudir a una controversia constitucional; la inseguridad, renglón en el cual insiste que ya se logró reducir la incidencia delictiva y la cuestión fiscal, pues considera que se deben otorgar mayores recursos a la entidad. Esto sin olvidar diferendos como es el caso de la última confrontación pública que tuvieron ambos gobernantes, cuando Enrique Alfaro acusó al gobierno federal de estar detrás de la manifestación violenta que se registró el 4 de junio en el centro de Guadalajara con motivo del caso Giovanni López.
Por cierto, que cuestionado al respecto en la conferencia mañanera del jueves, Alfaro mencionó que entregaría las pruebas al Presidente -a quien calificó de “hombre de bien, que no haría algo para lastimar a Jalisco- para que sea él y nadie más quien valore lo sucedido, pues no pretende seguir el camino de la confrontación con el mandatario nacional”.
Sobre el Pacto Fiscal o sea la Ley de Coordinación, no deja de tener justificación el ejecutivo jalisciense, materia en la cual el Primer Magistrado Federal ha concedido cierta razón a los gobernadores, pero como lo dice, en su momento y de acuerdo al interés de la República, ya que los recursos generales deben distribuirse racionalmente para que el país camine armónicamente. El gobernador insistió en que sin la ayuda de la federación los estados no podrán hacer frente a la dificultad económica que provoca la pandemia, “crisis de proporciones nunca antes vista”.
Da la impresión de que a partir de ahora, sobreviene no un viraje del Ejecutivo jalisciense, sino una tregua entre él y AMLO.
Finalmente el Presidente visitó Colima, donde el priista José Ignacio Peralta Sánchez, regentea la administración estatal y en no pocas ocasiones ha mostrado cierta hostilidad a la 4T. Frente al jefe del Gobierno Federal le manifestó algo que casi lo copió a Enrique Alfaro: “Encontrará en mi a un interlocutor respetuoso, pero también defenderé mi punto de vista, que las coincidencias no impliquen sometimiento y las diferencias no impliquen confrontamiento”.
En conferencia de prensa reveló: “El decir estar conmigo o en mi contra atenta contra el Federalismo, disentir no debe nunca más confrontar”. Y como ocurrió en Jalisco, el mandatario estatal solicitó una revisión al pacto fiscal para tener más recursos, concluyendo: “necesitamos de su apoyo, señor Presidente, y doy el primer paso para sumarme a los esfuerzos que coordine usted desde el gobierno federal para enfrentar estas problemáticas”.
Por lo sucedido en esta gira de tanta expectativa, los gobernadores tal parece que han dado una especie de viraje; sin embargo más vale no creer a pie juntillas sus declaraciones, y considerar que su actitud más bien es una tregua, porque ya veremos que más pronto que tarde, volverán a la carga y multiplicarán sus desencuentros con la 4T.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
NACIONALES
Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín
UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.
No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.
A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.
Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.
El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.
Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.
En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.
Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.
Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.
Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.
En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.
Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.
La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.
Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.
Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.
Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.
Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.
JALISCO
¿Legalidad? pero sin integridad

– Opinión, por Gabriel Torres Espinoza
¿Por qué se critica tanto al Tribunal de Justicia Administrativa (TJA)? Porque se ha transformado en fábrica de sentencias “ajustadas a derecho”, ¡pero profundamente injustas! Asisten al ‘indebido proceso’ y ceden al “daño patrimonial” causado por los ‘desarrolladores’.
Los derechos colectivos —aire limpio, agua, movilidad, biodiversidad— se reducen a bienes menores, sacrificables en nombre de una supuesta certeza jurídica para el ‘inversionista’.
Lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos recordó es que tienen la obligación jurídica de prevenir, mitigar y remediar daños ambientales por su impacto directo en los derechos humanos.
Bajo esa luz, cada fallo del TJA que antepone la rentabilidad de un fraccionamiento sobre la preservación de un bosque o de un área natural protegida, no es solo un despropósito local, sino una violación a compromisos internacionales y a los derechos fundamentales de la ciudadanía.
La prensa ha documentado el incremento de litigios contra la planeación urbana, hasta el punto de que este Tribunal se tornó en el espacio donde los corruptores desfilan a desmontar planes de desarrollo, debilitando la ordenación del territorio con fachada de legalidad. Se trata de un tribunal que privilegia la letra procesal, sobre el sentido integral de la planeación. Lo que se produce es una ciudad fragmentada, desigual, en la que cada vez es más difícil trasladarse y vivir.
La responsabilidad social de este Tribunal es mayor, pues el TJA es la última instancia. Las decisiones que dicta son definitivas y obligatorias. Sus resoluciones no pueden recurrirse, y sus magistrados no rinden cuentas a nadie. Allí donde se concentra el poder de decidir el futuro urbano, se concentra también la tentación de la corrupción.
Por eso el TJA no solo refleja, sino que encarna hoy el mayor riesgo estructural para el derecho a la ciudad y al medio ambiente, porque cada vez que dicta una sentencia que habilita lo prohibido, que desprotege los recursos naturales, destruye algo más que territorio; destruye la confianza en la idea misma de justicia. Su propia legitimidad social.
Los jueces no deben limitarse a aplicar reglas, sino decidir con base en principios que aseguren el bien superior a la ciudad. La legalidad, sin integridad, degrada la justicia. Básicamente, porque transforma el tribunal en una coraza de impunidad.
En este órgano jurisdiccional, hemos visto cómo se ha vuelto norma la confusión entre legalidad procedimental y justicia, con resoluciones fundadas y motivadas en lo formal, pero que producen resultados injustos y muy lesivos para la sociedad.
Sentencias “apegadas a derecho” que, sin embargo, devastan áreas naturales, desmantelan planes urbanos, causan más colapso vial y profundizan la desigualdad. No perdamos de vista que esa sociedad, la que sufre las consecuencias, es justamente la que dotó a estos magistrados de su investidura, y a la que debieran rendir cuentas, a través de los poderes constituidos de Jalisco.
La diferencia entre un tribunal de justicia y uno de derecho se vuelve aquí fundamental. El primero busca armonizar la norma con el desarrollo sustentable de la ciudad; el segundo la aplica sin importar que destruya bosques, colapse vialidades o afecte a comunidades enteras.
El primero protege a la ciudad; el segundo protege contratos y escrituras privadas. El primero es garante de ciudadanía; el segundo, como en Jalisco, es agente de plusvalía y el principal agente corruptor contra el ordenamiento territorial.
A la luz de las actuaciones del TJA, surge hoy una pregunta colectiva, inevitable y perturbadora: ¿Cuál es la utilidad social de un tribunal del que debemos defendernos todos para poder preservar la ciudad? Si el órgano llamado a garantizar justicia es el principal mecanismo de despojo legalizado; si en lugar de proteger a la colectividad protege a los desarrolladores; si en vez de equilibrar el interés privado con el bien común se ha dedicado a corroerlo, entonces su existencia no responde al poder público, sino a los negocios que lo corrompen.
Un tribunal así no es garante de derechos, ni de justicia administrativa; sino una auténtica amenaza permanente contra ellos, misma que estaríamos obligados a enfrentar como sociedad, y desde el gobierno.
JALISCO
UdeG, los golpes que sustituyen el diálogo: ¡Qué falta hace Raúl!

– Crónica de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
La Universidad de Guadalajara, esa institución que presume de ser la “casa de la cultura” y el “espacio del pensamiento crítico”, se ha convertido principalmente los últimos días en escenario de lo que mejor ilustra su contradicción: los golpes sustituyendo a la palabra, la represión disfrazada de orden académico y la violencia encubierta tras comunicados oficiales firmados por nadie que se haga responsable… llenos de buenas intenciones sin nada de autocrítica.
Lo ocurrido en el CUCSH y en el CUCEI en estos días no es un accidente ni un exabrupto aislado: es la expresión de una estructura política enquistada que se resiste a morir.
Los funcionarios que deberían administrar aulas y presupuestos han terminado con las manos metidas en la gresca. No es metáfora: ahí están los videos donde José Antonio González Orozco, alias “Pepino”, antiguo operador de la FEU que ahora cobra como jefe del complejo deportivo, aparece repartiendo manotazos contra los estudiantes que exigían elecciones limpias. No fue diálogo, fue puño.
Y mientras tanto, la Rectoría General guarda silencio. Una omisión que grita más fuerte que cualquier consigna. Porque si los estudiantes pintan un muro, la indignación institucional es inmediata; pero si un funcionario golpea a los alumnos, la sanción se pierde en el laberinto del archivo muerto, asegurando las protecciones para quienes, en nombre de la “institución”, repartan golpes a los alumnos inconformes.
Encapuchados que lanzan mobiliario, vacían extintores y rodean a estudiantes en paro. Los testimonios y las imágenes difundidas no dejan lugar a dudas: la violencia tiene rostro, y varios de esos rostros se identifican con la vieja militancia de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), ese brazo corporativo que durante décadas ha operado como correa de control a favor del grupo universitario en el poder.
Pero también aparecen los rostros de grupos políticos externos que han participado en movimientos políticos universitarios sin llegar a ser de los “ungidos”, pero que, ahora apoyados por un personaje de la estructura universitaria, vuelven a buscar un lugar en el feudo.
Se habla de “diálogo” en los comunicados, pero en los pasillos los que dialogan son los puños. La contradicción es evidente: las autoridades centrales rechazan la violencia en boletines, pero sus hombres de confianza y familiares aparecen entre los agresores.
Lo que demandan los estudiantes no es menor: baños dignos, comedor subsidiado, protocolos contra acoso, contratación estable de docentes, transporte seguro, participación real en las decisiones universitarias. No son exigencias revolucionarias, son derechos elementales que cualquier institución pública debería garantizar sin necesidad de paros ni barricadas.
¡Ojo! La petición de tener un área para fumar mariguana es simplemente una charlotada que en ninguna circunstancia puede proceder; sean serios si quieren ser tomados en serio como disidencia.
Pero el punto neurálgico, el que prende las alarmas en los pasillos del poder, es la exigencia de cancelar las elecciones del Consejo General Universitario y limitar la intervención de la FEU. En otras palabras: quitarles el monopolio de la representación. Y eso, para los jefes y jefas universitarios, es inadmisible.
Mientras las pedradas y los empujones manchan el nombre de la UdeG, la rectora general Karla Planter ha optado por la estrategia del silencio. No se presenta a dialogar, no encabeza el proceso, no frena la violencia. Desde su llegada, “La Planter” solo ha servido como la imagen que asiste a reuniones y eventos sociales, pero, en todo este tiempo, usted no va a encontrar UNA situación en la que la primera mujer rectora de la UdeG hubiera destacado por su capacidad de decisión y liderazgo; lo peor, NINGUNO de su equipo ha ocupado el lugar de liderazgo y decisión que la UdeG requiere.
En esta ocasión, parece que la rectora espera que el tiempo, las fiestas patrias o el desgaste natural diluyan la protesta, si es por recomendación estratégica, queda claro que, ¡Su asesor le odia!
Lo extraño es que los choques más fuertes ocurrieron justo en los días en que Planter se ausentó, ¿casualidad o decisión de quien sabia no estaría disponible la rectora? Coincidencia que huele a cálculo: dejar que otros enciendan el fuego para luego presentarse como bombera institucional o la aparición de un “líder” que rescate la situación.
Mientras, el equipo de comunicación externo que apoya a los disidentes a manejado bien las notas en los principales medios de comunicación alertando a la ciudadanía de lo que pasa al interior de la Universidad a la que asisten sus hijos, generando buenas piezas de comunicación visual en redes con mensajes claros y específicos que pueden digerir e indignar los consumidores de TikTok, X, Facebook e Instagram. Logrando en días lo que el viejo sistema de comunicación universitario no ha podido lograr, UN mensaje que permee a nivel social, porque desde sus oficinas, los dirigentes universitarios repantigados creen que la gente común está esperando leer el más reciente comunicado pagado por los “abajo firmantes”, que servirá de indicación de lo que se debe creer y entender.
El saldo es claro: estudiantes golpeados, aulas cerradas, comunidades académicas divididas, puertas de ingreso soldadas y una autoridad que administra comunicados -Muy malitos, por cierto- mientras sus operadores administran golpes y porras —siempre los mismos rostros en escena desde hace años, por cierto—.
La Universidad de Guadalajara enfrenta un espejo incómodo: aquel en el que se refleja como un aparato político que prefiere la represión a la reforma, la simulación a la democracia y la obediencia ciega a la crítica estudiantil… Oiga, ¿ya se dio cuenta de que en toda esta rebatinga la FEU tampoco ha aparecido? Y no me refiero a otro comunicado anodino firmado por la “primera mujer presidenta de la FEU”, yo hablo de esa estructura política de estudiantes que defiendan sus procesos por democráticos y transparentes, y den la cara por sus líderes que saben que los representan.
¡Bueno! Hasta los centros universitarios tienen que ser defendidos por grupos externos porque los flamantes “rectores” carecen de equipo que les respalde. Lo bueno es que la disidencia avisa con tiempo sus manifestaciones; si atacaran al mismo tiempo, se quedarían con varios centros universitarios, pues los rectores no alcanzan a defender ni su oficina. ¿O será que las manifestaciones están muy bien ordenadas en tiempo y lugar desde dentro de la misma UdeG para propiciar la aparición de un “líder” solucionador?
Las siguientes semanas serán importantes en esta historia, porque lo que está en juego no es solo un proceso electoral universitario, sino la credibilidad de una institución que presume autonomía, pero se comporta como un feudo… Donde cada vez es más recurrente escuchar: ¡Qué falta nos hace Raúl!
En X @DEPACHECOS