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MUNDO

Conflictos en todo el mundo: ¿Se acerca una economía de guerra global?

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

La peor noche hasta ahora” … Así califica Nafiseh Kohnavard, corresponsal de Oriente Medio para la BBC en Beirut, a los bombardeos israelíes en Líbano, donde más de 30 ataques aéreos centrados en suburbios del sur de la ciudad, donde supuestamente Hezbolá tiene una fuerte presencia.

El Ministerio de Salud libanés dijo en un boletín en la mañana del domingo 6 de octubre que en total murieron 23 personas y otras 93 resultaron heridas tras ataques en varias zonas, incluidas el sur del Líbano y la región oriental de Bekaa y Baalbek-Hermel.

Israel dice que ya ha atacado más de 2 mil objetivos de Hezbolá en el sur del Líbano y el grupo miliciano apoyado por Irán sigue respondiendo al fuego. (bbc.com) Al tiempo que el presente artículo fue escrito, los ataques genocidas de Israel sobre Líbano y Palestina continuaban, dejando escenas apocalípticas de destrucción y desolación en decenas de ciudades.

El conflicto en Oriente Medio se ha convertido en una auténtica bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento y convertirse en una guerra a gran escala, que impactaría no solamente a esa zona geográfica, sino con repercusiones mundiales, como en la economía, cuyos síntomas ya comienzan a manifestarse globalmente.

La “economía de guerra” es un concepto que se refiere a la reorganización de la producción y los recursos de un país para servir directamente a las necesidades bélicas. Este modelo de gestión económica se activa en tiempos de conflicto armado y está orientado a maximizar la capacidad militar mediante el sacrificio de otros sectores, como el consumo civil o el bienestar social.

Aunque su implementación varía dependiendo de la magnitud y la naturaleza del conflicto, una economía de guerra prioriza la movilización total de los recursos materiales, humanos y financieros de una nación para garantizar el esfuerzo bélico.

El concepto ha sido una constante en la historia moderna, particularmente en las dos Guerras Mundiales, cuando las potencias beligerantes reestructuraron sus economías para producir armas, municiones, y otros equipos militares a gran escala. Sin embargo, en la actualidad, este término adquiere nuevas connotaciones, dadas las tensiones geopolíticas que amenazan con desatar un conflicto global, lo que plantea la pregunta de si el mundo se enfrenta a una posible Tercera Guerra Mundial y, con ella, el regreso de una economía de guerra globalizada.

La economía de guerra implica la intervención estatal en todos los aspectos de la actividad económica. La producción de bienes y servicios se ajusta a las necesidades militares, lo que significa que las industrias civiles se convierten en fábricas de armas, vehículos militares, y suministros logísticos. Este tipo de economía también suele ir acompañado de un aumento en los impuestos y la emisión de deuda pública para financiar los gastos bélicos, así como el racionamiento de bienes esenciales para la población civil.

Durante una economía de guerra, las prioridades del gobierno cambian radicalmente. El bienestar de la ciudadanía y los intereses económicos de largo plazo quedan subordinados a la victoria militar. La mano de obra es movilizada hacia actividades directamente relacionadas con la guerra, mientras que los gastos sociales y el consumo doméstico suelen reducirse drásticamente. De esta manera, la guerra no solo se libra

Históricamente, la economía de guerra se aplica en situaciones de conflicto bélico de gran escala, cuando la supervivencia de la nación está en juego. Un ejemplo claro es la Segunda Guerra Mundial, en la que tanto las naciones aliadas como el Eje reorganizaron completamente sus economías para producir armamento y suministros para el frente. En la actualidad, el concepto ha evolucionado para incluir conflictos asimétricos y guerras de carácter híbrido, como las que involucran no solo fuerzas militares tradicionales, sino también ciberataques y la manipulación económica como herramientas de guerra.

La economía de guerra también puede ser activada de manera preventiva, en contextos donde las tensiones internacionales escalan al punto de hacer inminente un conflicto armado. Este es el caso que algunos analistas señalan en el contexto de la actual crisis en Ucrania, donde la confrontación entre la OTAN y Rusia ha forzado a los países involucrados a aumentar sus presupuestos de defensa y a reorientar sus economías para soportar un conflicto prolongado.

LA AMENAZA DE UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL

El conflicto en Ucrania, que comenzó en 2014 y escaló en 2022 con la incursión rusa en defensa de la población del este ucraniano, ha generado un nivel de tensión sin precedentes entre las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos y la OTAN, y Rusia. La guerra ha reactivado dinámicas de confrontación que muchos creían superadas desde el final de la Guerra Fría. Con la intensificación de las sanciones económicas y la creciente militarización de las fronteras europeas, el mundo parece estar al borde de una nueva economía de guerra global.

La intervención de la OTAN, aunque indirecta, ha implicado una movilización significativa de recursos militares y económicos. Los países miembros han aumentado sus presupuestos de defensa y han reorientado parte de su capacidad industrial para apoyar a Ucrania con armamento. Este escenario no solo ha tensionado las economías europeas, sino que también ha puesto de relieve la posibilidad de una escalada hacia un conflicto termonuclear, una preocupación que resuena en muchos círculos internacionales.

ORIENTE MEDIO: ISRAEL, PALESTINA Y LA ESCALADA GLOBAL

Mientras tanto, la situación en Oriente Medio, particularmente el conflicto entre Israel y Palestina ha añadido una nueva dimensión a las tensiones globales. Los crecientes ataques de Israel contra Gaza, con el respaldo militar de Estados Unidos, han generado condenas internacionales, pero también han profundizado la crisis en la región. Los recientes bombardeos israelíes no solo han devastado infraestructuras civiles, sino que también han provocado la muerte de decenas de miles de personas, la mayoría de ellas civiles palestinos.

El actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha sido acusado de ignorar el clamor internacional por detener las agresiones. A pesar de las protestas masivas en varias ciudades del mundo, el gobierno israelí ha intensificado sus operaciones militares, generando una crisis humanitaria sin precedentes en la Franja de Gaza. Estas acciones han llevado a una creciente ola de manifestaciones en todo el mundo, desde Europa hasta América Latina, en las que millones de personas han exigido el fin de los ataques genocidas.

En medio de esta creciente presión internacional, el secretario general de la ONU, António Guterres, condenó enérgicamente las acciones militares de Israel, lo que provocó que fuese declarado persona non grata por el gobierno israelí. Este acto refleja el nivel de polarización y aislamiento en el que se encuentra Israel en el escenario internacional, mientras la crisis en Oriente Medio continúa escalando.

A la par de los ataques a Palestina, Israel también ha lanzado ofensivas aéreas contra Líbano, Irán y Yemen, lo que ha contribuido a desestabilizar aún más la región. Esta situación plantea el riesgo de una expansión del conflicto hacia una guerra a gran escala que podría involucrar a varias potencias internacionales, sumando más leña al fuego de una posible confrontación global.

¿UNA ECONOMÍA DE GUERRA GLOBAL?

En este contexto de múltiples conflictos y tensiones, surge la preocupación de que el mundo pueda estar acercándose a una economía de guerra globalizada. La acumulación de conflictos, sanciones y la movilización de recursos hacia la defensa militar sugiere que muchas economías ya están entrando en una fase preparatoria para un escenario bélico de gran escala. Si una tercera guerra mundial estallara, los países involucrados se verían forzados a adoptar rápidamente este modelo, sacrificando la prosperidad civil y concentrando todos los esfuerzos en la guerra.

El aumento de las tensiones entre Estados Unidos y sus aliados contra potencias como Rusia, China e Irán refuerza esta posibilidad. Las economías occidentales ya han comenzado a sufrir las consecuencias de las sanciones y el aumento del gasto militar, lo que podría desembocar en una reconfiguración global de los mercados y una posible recesión mundial.

La economía de guerra no es solo una reorganización de los recursos económicos; es un cambio profundo en las prioridades y las estructuras de poder dentro de una nación. En el actual contexto geopolítico, donde los conflictos en Ucrania y Oriente Medio están al borde de descontrolarse, el mundo enfrenta la posibilidad de una nueva era de confrontaciones bélicas que podrían derivar en una tercera guerra mundial.

Las tensiones globales, exacerbadas por las políticas expansionistas de la OTAN y la brutal represión de Israel, están empujando al mundo hacia una economía de guerra que, si no se logra controlar, podría tener consecuencias devastadoras para la humanidad en su conjunto.

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1 Comment

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  1. Javier Hernández Rizo.

    8 de octubre de 2024 at 14:18

    Por donde se le vea estamos llegando a una situación bastante complicada, ya que Israel esta como punta de lanza metiéndose con varios paises de oriente medio y por otro lado Ucrania y Rusia haciendo lo propio en una guerra que ya tiene mucho tiempo mermando la economía en varios paises. Se viene el cambio de gobierno de EEUU y su moneda no esta fuerte como en otros tiempos también influye demasiado. Pues nos queda esperar y ver quien de los paises grandes hace la primer jugada.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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