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MUNDO

Conflictos en todo el mundo: ¿Se acerca una economía de guerra global?

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

La peor noche hasta ahora” … Así califica Nafiseh Kohnavard, corresponsal de Oriente Medio para la BBC en Beirut, a los bombardeos israelíes en Líbano, donde más de 30 ataques aéreos centrados en suburbios del sur de la ciudad, donde supuestamente Hezbolá tiene una fuerte presencia.

El Ministerio de Salud libanés dijo en un boletín en la mañana del domingo 6 de octubre que en total murieron 23 personas y otras 93 resultaron heridas tras ataques en varias zonas, incluidas el sur del Líbano y la región oriental de Bekaa y Baalbek-Hermel.

Israel dice que ya ha atacado más de 2 mil objetivos de Hezbolá en el sur del Líbano y el grupo miliciano apoyado por Irán sigue respondiendo al fuego. (bbc.com) Al tiempo que el presente artículo fue escrito, los ataques genocidas de Israel sobre Líbano y Palestina continuaban, dejando escenas apocalípticas de destrucción y desolación en decenas de ciudades.

El conflicto en Oriente Medio se ha convertido en una auténtica bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento y convertirse en una guerra a gran escala, que impactaría no solamente a esa zona geográfica, sino con repercusiones mundiales, como en la economía, cuyos síntomas ya comienzan a manifestarse globalmente.

La “economía de guerra” es un concepto que se refiere a la reorganización de la producción y los recursos de un país para servir directamente a las necesidades bélicas. Este modelo de gestión económica se activa en tiempos de conflicto armado y está orientado a maximizar la capacidad militar mediante el sacrificio de otros sectores, como el consumo civil o el bienestar social.

Aunque su implementación varía dependiendo de la magnitud y la naturaleza del conflicto, una economía de guerra prioriza la movilización total de los recursos materiales, humanos y financieros de una nación para garantizar el esfuerzo bélico.

El concepto ha sido una constante en la historia moderna, particularmente en las dos Guerras Mundiales, cuando las potencias beligerantes reestructuraron sus economías para producir armas, municiones, y otros equipos militares a gran escala. Sin embargo, en la actualidad, este término adquiere nuevas connotaciones, dadas las tensiones geopolíticas que amenazan con desatar un conflicto global, lo que plantea la pregunta de si el mundo se enfrenta a una posible Tercera Guerra Mundial y, con ella, el regreso de una economía de guerra globalizada.

La economía de guerra implica la intervención estatal en todos los aspectos de la actividad económica. La producción de bienes y servicios se ajusta a las necesidades militares, lo que significa que las industrias civiles se convierten en fábricas de armas, vehículos militares, y suministros logísticos. Este tipo de economía también suele ir acompañado de un aumento en los impuestos y la emisión de deuda pública para financiar los gastos bélicos, así como el racionamiento de bienes esenciales para la población civil.

Durante una economía de guerra, las prioridades del gobierno cambian radicalmente. El bienestar de la ciudadanía y los intereses económicos de largo plazo quedan subordinados a la victoria militar. La mano de obra es movilizada hacia actividades directamente relacionadas con la guerra, mientras que los gastos sociales y el consumo doméstico suelen reducirse drásticamente. De esta manera, la guerra no solo se libra

Históricamente, la economía de guerra se aplica en situaciones de conflicto bélico de gran escala, cuando la supervivencia de la nación está en juego. Un ejemplo claro es la Segunda Guerra Mundial, en la que tanto las naciones aliadas como el Eje reorganizaron completamente sus economías para producir armamento y suministros para el frente. En la actualidad, el concepto ha evolucionado para incluir conflictos asimétricos y guerras de carácter híbrido, como las que involucran no solo fuerzas militares tradicionales, sino también ciberataques y la manipulación económica como herramientas de guerra.

La economía de guerra también puede ser activada de manera preventiva, en contextos donde las tensiones internacionales escalan al punto de hacer inminente un conflicto armado. Este es el caso que algunos analistas señalan en el contexto de la actual crisis en Ucrania, donde la confrontación entre la OTAN y Rusia ha forzado a los países involucrados a aumentar sus presupuestos de defensa y a reorientar sus economías para soportar un conflicto prolongado.

LA AMENAZA DE UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL

El conflicto en Ucrania, que comenzó en 2014 y escaló en 2022 con la incursión rusa en defensa de la población del este ucraniano, ha generado un nivel de tensión sin precedentes entre las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos y la OTAN, y Rusia. La guerra ha reactivado dinámicas de confrontación que muchos creían superadas desde el final de la Guerra Fría. Con la intensificación de las sanciones económicas y la creciente militarización de las fronteras europeas, el mundo parece estar al borde de una nueva economía de guerra global.

La intervención de la OTAN, aunque indirecta, ha implicado una movilización significativa de recursos militares y económicos. Los países miembros han aumentado sus presupuestos de defensa y han reorientado parte de su capacidad industrial para apoyar a Ucrania con armamento. Este escenario no solo ha tensionado las economías europeas, sino que también ha puesto de relieve la posibilidad de una escalada hacia un conflicto termonuclear, una preocupación que resuena en muchos círculos internacionales.

ORIENTE MEDIO: ISRAEL, PALESTINA Y LA ESCALADA GLOBAL

Mientras tanto, la situación en Oriente Medio, particularmente el conflicto entre Israel y Palestina ha añadido una nueva dimensión a las tensiones globales. Los crecientes ataques de Israel contra Gaza, con el respaldo militar de Estados Unidos, han generado condenas internacionales, pero también han profundizado la crisis en la región. Los recientes bombardeos israelíes no solo han devastado infraestructuras civiles, sino que también han provocado la muerte de decenas de miles de personas, la mayoría de ellas civiles palestinos.

El actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha sido acusado de ignorar el clamor internacional por detener las agresiones. A pesar de las protestas masivas en varias ciudades del mundo, el gobierno israelí ha intensificado sus operaciones militares, generando una crisis humanitaria sin precedentes en la Franja de Gaza. Estas acciones han llevado a una creciente ola de manifestaciones en todo el mundo, desde Europa hasta América Latina, en las que millones de personas han exigido el fin de los ataques genocidas.

En medio de esta creciente presión internacional, el secretario general de la ONU, António Guterres, condenó enérgicamente las acciones militares de Israel, lo que provocó que fuese declarado persona non grata por el gobierno israelí. Este acto refleja el nivel de polarización y aislamiento en el que se encuentra Israel en el escenario internacional, mientras la crisis en Oriente Medio continúa escalando.

A la par de los ataques a Palestina, Israel también ha lanzado ofensivas aéreas contra Líbano, Irán y Yemen, lo que ha contribuido a desestabilizar aún más la región. Esta situación plantea el riesgo de una expansión del conflicto hacia una guerra a gran escala que podría involucrar a varias potencias internacionales, sumando más leña al fuego de una posible confrontación global.

¿UNA ECONOMÍA DE GUERRA GLOBAL?

En este contexto de múltiples conflictos y tensiones, surge la preocupación de que el mundo pueda estar acercándose a una economía de guerra globalizada. La acumulación de conflictos, sanciones y la movilización de recursos hacia la defensa militar sugiere que muchas economías ya están entrando en una fase preparatoria para un escenario bélico de gran escala. Si una tercera guerra mundial estallara, los países involucrados se verían forzados a adoptar rápidamente este modelo, sacrificando la prosperidad civil y concentrando todos los esfuerzos en la guerra.

El aumento de las tensiones entre Estados Unidos y sus aliados contra potencias como Rusia, China e Irán refuerza esta posibilidad. Las economías occidentales ya han comenzado a sufrir las consecuencias de las sanciones y el aumento del gasto militar, lo que podría desembocar en una reconfiguración global de los mercados y una posible recesión mundial.

La economía de guerra no es solo una reorganización de los recursos económicos; es un cambio profundo en las prioridades y las estructuras de poder dentro de una nación. En el actual contexto geopolítico, donde los conflictos en Ucrania y Oriente Medio están al borde de descontrolarse, el mundo enfrenta la posibilidad de una nueva era de confrontaciones bélicas que podrían derivar en una tercera guerra mundial.

Las tensiones globales, exacerbadas por las políticas expansionistas de la OTAN y la brutal represión de Israel, están empujando al mundo hacia una economía de guerra que, si no se logra controlar, podría tener consecuencias devastadoras para la humanidad en su conjunto.

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1 Comment

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  1. Javier Hernández Rizo.

    8 de octubre de 2024 at 14:18

    Por donde se le vea estamos llegando a una situación bastante complicada, ya que Israel esta como punta de lanza metiéndose con varios paises de oriente medio y por otro lado Ucrania y Rusia haciendo lo propio en una guerra que ya tiene mucho tiempo mermando la economía en varios paises. Se viene el cambio de gobierno de EEUU y su moneda no esta fuerte como en otros tiempos también influye demasiado. Pues nos queda esperar y ver quien de los paises grandes hace la primer jugada.

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CARTÓN POLÍTICO

El muro de los dolores

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MUNDO

El poder venció a la información: Los medios de comunicación y el engaño de la salud de Joe Biden

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

El saber lo qué pasó con la capacidad cognitiva de Biden es no sólo importante para EUA sino para los medios y las democracias del mundo. Digamos que algunos de los políticos de alto nivel del partido demócrata de EUA prefieren ver hacia adelante y dar carpetazo al pasado. Eso suena adecuado para no estar repitiendo temas políticos del 2021 al 2025 en especial si los beneficiarios temen el haber abusado del estado mental y físico del exmandatario.

Empecemos por recordar que hace ocho días se dio a conocer el audio de la entrevista del 2023 donde Joe Biden era cuestionado por el fiscal especial responsable de investigar el posible delito del entonces senador por Delaware de los 70 al 2008, y después del 2008 al 2016 vicepresidente Biden, quien se habría llevado a su casa, a su oficina privada y, a una universidad particular varias cajas de documentos marcados como secretos o confidenciales.

Cuando el fiscal especial dio a conocer su informe y recomendó no procesar a Joe Biden, dijo que la razón por la que hacía esa recomendación era porque de poner al presidente Biden ante un jurado, no se podría obtener una condena, ya que se le vería como “un anciano olvidadizo” quien por años de manera consciente se llevó y mantuvo sin permiso.

A partir de ahí los partidarios de los conservadores exigieron conocer los audios completos de dicha entrevista para ver si en realidad se justificaba no procesarlo por el mismo delito por el que se estaba procesando en ese 2023 a Trump, quien además a diferencia de Biden, había sido presidente durante el tiempo en el que se llevó a su casa papeles marcados como confidenciales.

Obviamente los medios de mayor prestigio desestimaron las críticas de los republicanos y del propio Trump. La Casa Blanca y decenas de legisladores y altos políticos demócratas acusaron a los republicanos y al propio fiscal especial de estar atentando contra la imagen de Biden al que defendieron asegurando que él era mentalmente muy ágil y tan agudo y trabajador que era difícil el mantenerle el paso ya que estaba bien preparado e informado de todos los temas que presentaban a su consideración.

La verdad es que desde el 2020 se vio a un Biden disminuido pero los encierros por el COVID-19; le dieron la excusa perfecta para hacer campaña desde el sótano de su casa. Incluso se decía que su agenda era ligera era para no arriesgar a los ciudadanos, contrastándolo con los eventos masivos de Trump al que acusaban de ser un hombre mentalmente agotado.

Los medios de comunicación y las encuestas pedían a un presidente con imagen tradicional que pudiera ser aceptado por los llamados afroamericanos. Así las cosas, Joe Biden llegó a la candidatura misma que había buscado sin éxito por tres ocasiones anteriores y seleccionó como su compañera a la senadora por California Kamala Harris, quien en el debate previo a la primera elección interna de su partido, había acusado a Biden de racista.

Hoy todo es historia, las anécdotas públicas y privadas llenan los medios nacionales del país más rico y poderoso del mundo. Los medios más afamados acusan a los líderes demócratas de ocultar el estado de Biden y ser causantes de la victoria de Trump.

Los líderes demócratas dicen que ya no es tiempo de ver para atrás sino de ver el futuro, los aspirantes que se quedaron en el camino en la elección interna del 2020 dicen que ellos no vieron nada pero que es culpa de Biden y de sus allegados por no haber sido honestos y claro los militantes y figuras liberales dicen que la dirigencia del partido es culpable por haber ocultado la realidad.

Como siempre la derrota y la vergüenza son huérfanas. Incluso CNN y su conductor estrella Jake Tapper sacaron un libro para denunciar los secretos tras el poder del periodo 2020-2025 en donde citan fuentes de integrantes del gabinete que aseguran no haber tenido acuerdos con el presidente por más de 2 años. Señalan que el presidente no reconocía a sus secretarios de Estado o altos asesores, incluso indicando que para acuerdos con el propio secretario de Defensa necesitaba un guion.

El gobierno de Biden se vio envuelto en múltiples decisiones cuestionables, pero poco difundidas por los medios quienes eran sus aliados. Ahora se sabe que muchas de esas decisiones fueron firmadas con una máquina que hacía la firma de Biden y no por su puño y letra. La noticia de que Biden está enfermo en realidad no es noticia, el nombre de cuando menos uno de sus padecimientos no era público, pero se ocultó por negocio de unos cuantos.

El 74% de los electores no querían que fuera candidato en 2024. Ahora los conductores de MSNBC como Joe Scarborough de Morning Joe, quien hace 1 año decía que “esta versión de Biden (del 2024) era la mejor de la historia por su agilidad mental y su conocimiento de la política”, ahora dice que Biden decía estupideces, pero que siempre las dijo, por lo que no era raro, y que él no es culpable de encubrir la verdad sobre Biden, que en realidad era pública, pero no aceptada.

George Clooney, quien días antes del debate de Biden con Trump realizó un evento con artistas de Hollywood para recaudar fondos a favor de Joe y Kamala, ahora dice que Biden estaba muy mal y que por eso como deber cívico, él pidió a Biden dejar la candidatura (claro, después del desastroso debate y de sacarle a sus amigos 30 millones de dólares en donaciones).

Asesores del presidente confiesan que en el avión presidencial se decía que el presidente no podía ni siquiera poner una oración completa. Algunos otros aseguran que se pensaba ponerlo en silla de ruedas después de la elección.

La lista de detalles es tan larga que ahora que todos saben que estaba muy enfermo, nadie quiere admitir que fue parte de la operación de encubrimiento más penosa de la historia moderna de los Estados Unidos. El presidente tiene un cáncer avanzado. Según expertos, este lo debe tener desde hace 5 o tal vez 10 años.

Algunos dicen que, como el presidente tiene más de 80 años, ya no era costumbre hacer pruebas de cáncer. Pero eso es para civiles normales, no para el hombre más poderoso del mundo, como demuestran los estudios que se le hicieron a Bush, Obama y Trump antes y ahora. Además, Biden ya había tenido cáncer de piel y problemas en el colon. Peor aún, se dice que su último examen (oficial) de próstata fue en el 2014, por lo que “oficialmente” nunca fue diagnosticado.

Esto es una mamarrachada, perdone usted mi lenguaje. En fin, ahora veremos si se sabe quien o quienes eran los que tomaban las decisiones de la pluma mecánica y si como dice Biden él no sabía de partes delicadas de la salida de Afganistán o de los temas de hombres en baños de mujeres o de los millones de indocumentados traficados por carteles en los años recientes o de la hiperinflación del 2023-2024, o de los miles de millones de dólares en endeudamiento para gasto de infraestructura que no se hizo. La verdad es que solo Dios sabe quién era, o si eran los verdaderos presidentes de facto de EEUU.

Lo cierto es que los medios prefirieron ser parte del poder que de la información. Las decisiones de Biden fueron tan cuestionables como muchas de las de Trump, pero en los principales medios que ahora se hacen sorprendidos, casi nadie les dio crítica o cuestionamiento. Los libros de periodistas parecen más un catálogo de excusas y disculpas tardías.

El grupo cercano a Biden aprovechó el poder y sea o no legal es algo humano. Pero los medios se supone que son los que deben hablar de frente al poder y estaban tan ocupados defendiendo posturas ideológicas que olvidaron ver que debían investigar y difundir todo lo que era noticia en favor de sus lectores y no solo lo que le convenía a sus amigos. Para la historia quedan los cientos de millones de dólares enviados de China, Rusia y Ucrania al hijo del presidente Biden y que nadie pudo explicar.

También los cientos de millones de dólares en gastos de asesores en los paquetes de presupuesto más altos de la historia que no construyeron casi nada de infraestructura, los decretos firmados con máquina en lugar de en físico por parte del presidente, los largos periodos del hijo del presidente en la oficina presidencial sin su padre presente.

Otros hechos acumulados fueron el escándalo de la salida de Afganistán y los múltiples episodios en los que el presidente decía no saber sobre órdenes o recomendaciones recibidas en materia de seguridad nacional, el presupuesto para hombres trans en competencias de mujeres, lucha contra el tráfico de personas, los meses sin fin en los que el presidente vacacionó y visitó su casa de playa sumando casi la mitad de todo su tiempo al frente del país del Tío Sam, etc.

La verdad es que, si uno busca los videos de Biden antes de ser VP y claro antes de ser presidente, veremos a un Joe Biden con ideología y arranques muy distintos a su gobierno. Pero la historia recordará al Joe B. perdido en los escenarios, con la inflación más grande en la historia reciente de su país, la pérdida de más de 300 mil niños inmigrantes y confundido en sus mensajes que fue bajado de la candidatura y cuyas firmas como presidente ahora se ponen en duda.

Al final, la puerta revolvente de intereses entre medios y el poder evitó la crítica y las investigaciones al poder desde los medios más importantes. Ahora debemos ser autocríticos y ver que, no solo en EUA, sino en todo el mundo, al poder y a todos nos molestan las críticas, pero son parte de los controles para saber si estamos haciendo bien las cosas. Incluso las que vienen malintencionadas nos ayudan. Pero en especial debemos ver que hasta los países y medios más respetados y poderosos caen en el error de solapar a los amigos.

Así, los dos lados de la moneda: Biden y Trump, uno protegido por medios, tanto que quedó ciego a la realidad, y otro que está todo el tiempo en pleitos de ida y vuelta con los medios, que ya no se sabe cuándo acierta o cuándo se equivoca. 

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MUNDO

¿El Waterloo de Trump?

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Los Estados Unidos están siendo víctima de su propio éxito económico como sociedad de consumo. Su elevado déficit deriva de su alto número de consumidores con poder adquisitivo que consumen muchos productos importados.

Esto no sería malo, según Keynes, ya que el gasto en el consumo activa el ahorro, pero el problema de EUA es que no ahorra y ha financiado su déficit con deuda, lo que es capitalizado principalmente por China que, con su recaudación o superávit, ha financiado su crecimiento con políticas de la más pura inspiración capitalista.

China es un gigante de la manufactura, y potencia económica y científica, y el error estratégico de Trump sería querer competir con ellos en la manufactura. Parece que así lo comprendieron sus asesores y aunque en sus políticas insisten en llevar de nuevo la manufactura a su país, ese parece un objetivo secundario en la guerra comercial que han desatado. El objetivo primordial está en restablecer el equilibrio y reducir los déficits ingresando más y gastando menos.

La solución salvaje que se le ocurrió al presidente Trump y sus asesores fue poner tarifas o aranceles en forma universal con tasa fija, y recíprocos y proporcionales con el déficit de los países con balanza más desnivelada en su contra, como es el caso de China a la que impuso aranceles hasta de 145%.

Las consecuencias ya han sucedido. Las bolsas y el capital especulativo acusaron la incertidumbre; las cadenas de suministro se paralizaron o ralentizaron; las inversiones se retrajeron; el dólar se ha depreciado hasta un 8% y la relación comercial con China llegó a equipararse con un embargo por los altos aranceles recíprocos entre ambas naciones.

La semana anterior observamos cómo, en consecuencia, con la amenaza de una recesión mundial, llegaron los dos gigantes a una mesa de negociación en Ginebra, Suiza, en la cual acordaron una tregua de tres meses y la reducción temporal de sus aranceles; China los dejaría en 10% y los EUA en 30%. Algunos lo vieron como una capitulación o rendición decorosa ante la demostración China de su fortaleza y sobre todo su gran capacidad de resiliencia por la disciplina de sus consumidores y por la independencia de su proveeduría, a diferencia de sus adversarios que enfrentan presiones de productores y consumidores por los efectos de su política en las cadenas de suministro y en los precios.

A simple vista sería tanto como aceptar que Ginebra ha sido el Waterloo de Trump al llegar debilitado y ceder en la batalla arancelaria. Pero una vista más al fondo y pensando que una guerra se considera ganada al conseguir sus objetivos, la percepción de derrota debería ser reconsiderada.

En la tregua, Trump mantiene altos sus aranceles, pues el 30% no es bajo si se suman los adicionales al acero y aluminio ya existentes. Los precios al consumidor irán al alza en un riesgo político calculado antes de la elección intermedia, pero se reducirá el consumo de los productos que provocan el déficit; la devaluación del dólar resultante reduce la presión sobre la deuda y la especulativa con los bonos del tesoro; la inflación se mantiene en niveles controlables por la FED y la permanencia de aranceles altos con el resto del mundo aumenta la recaudación y provoca el ahorro necesario para componer la cuenta nacional.

Entonces la percepción de derrota no sería tan exacta, pues sus objetivos se estarían cumpliendo, tal vez no en la proporción deseable, pero si en el sentido correcto.

Falta saber cuál será la posición de la Unión Europea, Japón, Corea y los integrantes del BRIC, cuya situación es diferente a la de China y es presumible que con ellos tratará el presidente Trump de negociar en condiciones de mayor conveniencia.

La política del presidente Trump enfrenta presiones en todos los frentes, el interno y el exterior y eso si significa una debilidad, pues sin un respaldo decidido de los suyos las condiciones para negociar no serán las que el imaginó al desatar esta vorágine comercial y por ello considero que Ginebra no será su Waterloo, pues todavía le quedan demasiados frentes.

Sus objetivos son los necesarios para lograr equilibrar la balanza de pagos y darles respiro a las finanzas públicas, pero la estrategia partió de cálculos equivocados sobre la posición de fuerza. El gran garrote ya no intimida como antes y a él le faltan las palabras suaves que recomendaba Roosevelt.

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