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MUNDO

Negocio de las drogas se estima en 48 mil millones de dólares: Todo EEUU es territorio cártel

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

De extraña manera, por segunda semana me siento obligado a dar continuidad a una nota. La semana pasada hablamos de la posible relación entre los cárteles mexicanos y China que se entrelaza, nos guste o no con políticos de varios países que se benefician directa o indirectamente de este hecho. El secuestro y asesinato en Matamoros de los ciudadanos americanos, detonó una crisis en la relación bilateral que coincidió con nuestra publicación de la semana pasada.

No es necesario entrar en detalle para comprender los efectos de los cárteles en nuestro país. Pero hay que ser honestos y reconocer que sus “métodos”, influencia y mercado han penetrado en el 100% del territorio del país vecino y según la DEA en otros 48 países.

Como lo dijimos, en la ley de mercado, la demanda de mano de obra económica, de jóvenes para la explotación sexual y consumo de drogas han sido atendidos por algunos de nuestros “corporativos” más reconocidos.

Obviamente me refiero a los cárteles del narcotráfico que han incrementado su cartera de servicios en los últimos 20 años. Con este aumento en sus servicios han ido creando industrias integradas, eficientes e innovadoras que son la envidia de casi cualquier corporativo.

Según números del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, los flujos de dinero de los cárteles por actividades de drogas y de tráfico de personas representan unos $48 mil millones de dólares al año. Dentro de esos grupos el más influyente es el cártel de Sinaloa quien tiene operaciones en 48 de los 50 estados de la Unión Americana.

Insisto en ese monto, $48 mil millones de dólares al año y esa cantidad que puede servir para torcer, manipular, influir y convencer a muchas autoridades en varios países del mundo. Coca-Cola y Pepsico mundialmente venden menos al año que los cárteles mexicanos. La fortuna de Carlos Slim puede ser superada con dos años de los ingresos de estos grupos. Y las empresas mexicanas, Bimbo, Cemex o Maseca que tienen operaciones mundiales, no les llegan ni a los talones.

Como lo dijimos la semana pasada, la DEA y el FBI informan que los cárteles mexicanos cuentan con infraestructura de operación compleja en el territorio de EUA. Según algunos diarios de aquel país, los cárteles también cuentan con políticos y servidores públicos que reciben sus apoyos económicos.

Para los políticos americanos y para las empresas de armas en EUA, el narco y la corrupción mexicana ha sido una gran herramienta de negocio y de control. Si las finanzas públicas mexicanas temen a las repercusiones comerciales de un pleito con EUA, los políticos tienen pavor a ser procesados por lavado y drogas en aquel país.

Si las drogas y el tráfico humano entran es porque las autoridades las dejan entrar y circular, pero al mismo tiempo son solapados por nuestros políticos y como la Secretaría de Estado, la DEA, la CIA y el FBI lo saben y con esa información cada administración de republicanos o de demócratas pueden presionar a casi todos los partidos y políticos en temas regionales y globales.

Recientemente vimos como el senador de Carolina del Sur Graham y algunos representantes como Dan Crenshaw de Texas pidieron al presidente de EUA declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas e incluso introdujeron legislación al respecto, pero esto no es nada nuevo. Sin embargo, la Casa Blanca lo rechazó y la verdad lo hizo porque Biden está negociando con AMLO y como sabemos nuestro Presidente se llevaba muy bien con Trump, por lo que desde que llegó Biden y en especial del 2022 a la fecha ha habido una operación cicatriz de ambos lados. Si Biden se une a los republicanos en este tema, sería como admitir que Trump tenía razón en el muro y que la nueva política fronteriza de los demócratas ha fallado y por ende contribuido a la muerte por fentanilo de más de 100 mil personas en ese país durante el 2022.

Para AMLO las declaraciones de los republicanos son un insulto, porque permitirían a los americanos utilizar fuerza militar en nuestro país además de otras herramientas, pero la verdad muchas de esas herramientas ya se usan de una u otra forma. Recordemos que los americanos pueden contratar a personal externo para hacerla de policía en nuestro país y que además “asisten” en materia de inteligencia para temas de lavado y de combate a los cárteles. Pero lo hacen por debajo del agua para que nuestros políticos puedan decir que no se violenta la soberanía. Pero pocos recuerdan que fue Biden con Obama y Hilary quienes enviaron miles de armas de alto calibre en el programa Rápido y Furioso que armó a los cárteles, de hecho se han identificado más de 150 muertos mexicanos con esas armas, incluyendo rifles de alto calibre utilizados para atacar y derribar helicópteros de las fuerzas federales. Como dato casi chusco, cuando detuvieron al Chapo se encontró un rifle de alto calibre que puede derribar helicópteros que había sido enviado por el gobierno de EUA a los cárteles en ese programa de la era de Calderón.

La ironía es que, de ser los cárteles declarados terroristas, esa ley permitiría a millones de mexicanos indocumentados en EUA y a otro tanto de sus familias en México a emigrar legalmente y de inmediato obtener documentos para trabajar legalmente en ese país.

Por otro lado y sin que muchos lo cometen, debemos recordar que las armas de los cárteles son, casi todas, unas 600 mil al año, fabricadas en EUA y pasan a México con la complicidad de políticos y funcionarios de nuestro lado que permiten a esos mismos cárteles gastar millones de dólares al año en armamento en el país vecino. Pero ya sea con facultades legales o con intermediarios el llamado Industrial Military Complex, que patrocina a decenas de senadores y de representantes en EUA de los dos partidos, es otro de los beneficiarios del tráfico de personas y de drogas. Esas compañías generan al año $480 mil millones de dólares, algo así como 10 veces lo que los cárteles mexicanos y por eso el negocio de la guerra es tan influyente en EUA, si no pregunten a Trump que en la campaña del 2020 dijo que dejaría de gastar en eso generando una ola de dinero a favor de los demócratas en estados rpublicanos y en consecuencia como Biden no ha dejado de gastar en armas para Europa, pero no las más modernas como para derrotar a Rusia, sino sólo las suficientes como para mantener el conflicto.

El presidente de México que sabe que en EUA cualquiera puede opinar de política nacional, se juega su resto y le dice a los republicanos que, si no dejan de molestar, promoverá el voto en favor de los demócratas. Debemos recordar que AMLO es muy popular entre los paisanos, pero también debiera recordar el presidente que cuando deje de serlo la oposición en México y eventualmente la oposición en EUA podrían ser gobierno y cobrarle a sus colaboradores o gente cercana sus amenazas, porque lamentablemente en nuestro país sí se consumen y producen drogas sin entrar en detalles de la participación activa o pasiva de nuestros políticos en dichos asuntos o en otros asuntos presuntamente ilícitos. Por cierto, ya sabemos que con sus programas influyen a los candidatos, o los partidos, pero ¿qué diríamos los mexicanos si desde Washington, públicamente nos dicen por quién no votar?

En un solo fin de semana podemos decir que en Los Ángeles en un auto con placas de México se decomisaron 1 millón de pastillas de fentanilo, en otro hecho en Nogales 500 mil pastillas tratando de ser introducidas por la frontera de Arizona, y en Brownsville Texas 20 millones de pastillas de octubre a la fecha, todas provenientes de nuestro país y en muchos casos como en el de Los Ángeles transportadas por ciudadanos mexicanos.

Siempre he pensado que el homicidio de Luis Donaldo Colosio fue en parte por asuntos del narco-financiero que ya estaba manejando altas esferas del poder político en México. La política del actual gobierno de EUA le permite al presidente de México no temer represalias físicas por el tráfico de drogas porque los demócratas han propuesto en casi todas las grandes ciudades de EUA la legalización de todas las drogas y de hecho hay “picaderos” pagados por los gobiernos locales. Como dice AMLO, si quieren arreglar México también deberían de arreglar sus temas de consumo, pero eso no implica que no reconozcamos nuestra realidad y claro la oportunidad que la corrupción le da a EUA para imponer reglas públicas o privadas a nuestros gobernantes y políticos de varios niveles.

¿Veremos a Biden o a Trump, a CNN, a CNBC y FOX haciendo campaña por Morena o por la Alianza? Y qué tal ver a AMLO, a Marcelo, a Beatriz Paredes, a Calderón, a TV AZTECA y Televisa haciendo campaña por los demócratas. Independientemente de lo que se opine, sería realmente interesante ver cómo reaccionan los electores y claro las instituciones de ambos países a corto y a mediano plazo porque bien organizados los mexicanos en EUA podrían ser una gran fuerza, pero no podemos desestimar la influencia pública que los políticos, los medios y empresas de EUA podrían tener en nuestras propias elecciones. A mí me consta que las autoridades americanas han intercambiado con sus contrapartes mexicanas, temas judiciales en EUA por temas políticos o económicos en México. A todos nos debe haber llamado la atención que a la vez de haber juzgado a García Luna hayan dejado ir a Cienfuegos.

Lo que podemos asegurar es que todo EUA, tanto como México son Territorio Cártel. Mientras esto sucedía en dimes y diretes político-militares de los dos lados de la frontera, en los círculos financieros neoyorquinos, la estabilidad de los bancos más grandes de EUA se tambaleaba al perder en un solo día, $50 mil millones de dólares de su valor en el mercado bursátil de NY y con esa caída se iba a quiebra el banco más importante de la industria digital en Silicon Valley llamado SVB. Estos hechos del viernes pasado generaron una serie de dudas sobre la proximidad de otra posible crisis financiera como la del 2008. La quiebra del SVB es la segunda quiebra de gran trascendencia en menos de dos meses, sumándose a la caída de FTX y su mercado de criptomonedas y representa la segunda quiebra más importante de un banco nacional de presencia nacional en los EUA durante los últimos 70 años.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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