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OPINIÓN

Un nuevo frente anti López Obrador: Sí por México ¿crisol o babel?

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

El sábado 3 de octubre pasado se reunieron en Monterrey, la capital industrial y de los burgueses de México, así como resaltante bastión de la derecha nacional, un buen grupo de empresarios entre los que descollaban Claudio X. González hijo y Gustavo de Hoyos Walther, dirigente del sindicato patronal llamado COPARMEX, y que (afortunadamente) dejará de liderar el próximo diciembre.

En suma lo que dijeron fue que trabajarían para mejorar a los mexicanos y, como el Presidente de la república dice que “no” a muchas propuestas, ellos en cambio a todo lo que contradice AMLO, dicen que “sí”, lo cual hacen por México. De allí que su idea era crear una organización que fuese “Sí por México”.

El día 8 siguiente, en la mañanera presidencial, el primer mandatario mencionó que se fragua un “Frenaaa Segundo” que encabezan los empresarios antedichos, y tras enumerar los renglones que dicen su gobierno dice “no”, incluyendo en eso hasta a los sentimientos del pueblo, expresó irónico “me conmueven” y “hasta me dan ternura”: andan buscando aglutinar, y como el líder de FRENAAA no les ayuda o sirve para eso, pues ellos buscan por su lado con proposiciones, persuadir a organizaciones de todo tipo, a efecto de obtener algo en las próximas elecciones.

El señor de Hoyos, que no es nada maneado, rápido y como retador contestó a través de twitter: “¿Qué le molesta señor Presidente, que los ciudadanos se organicen, que haya gentes que piensen distinto…?” y luego en otro mensaje remató: “Sí, nos estamos organizando porque no queremos volver al pasado, pero tampoco podemos quedarnos donde estamos”. Luego sobrevino una especie de manifiesto público en el cual se afirma que esos dos personajes que indicó el mandatario, “ni son los jefes, ni son los únicos”, porque ya eran en esa fecha al menos cien organizaciones que respaldan el “sí”.

Es muy interesante enterarnos del nombre de esos membretes, mismos que supuestamente son base del flamante organismo, los cuales afirmaron que el día 20 de octubre harían su lanzamiento oficial para saber si la gente se quiere sumar o no. Solo como botón de muestra anotamos los siguientes: Amor por México; Ángeles de amor y luz; Asamblea Nacional Mexicoamericana; Asociación Viril; Chalecos México; Civilitas; Concordancia Nacional; Fundación Carlos Abascal; Hijas de la MX; Líderes de Sociedad Civil; Más Ideas; México Despierta; Mujeres por Mujeres; Panda Político; Exijamos México; Magna Coalición de Líderes Pro vida; Red de líderes católicos; Todos por el Mismo; etc. etc.

Si el nombre de esos organismos, la mera verdad no convence, en cambio los planteamientos que dicen sostener, son de abonarse: “estamos convencidos que la participación ciudadana es el mejor camino que tenemos para lograr el cambio que el país lleva buscando desde hace décadas”. Esto indica que el camino para alcanzar sus objetivos son pacíficos, además de estar conforme a la vía democrática. Otra idea es que procuran “romper los muros que separan a la ciudadanía de lo político”, o sea, que las causas ciudadanas estén en el centro de la discusión pública para que “los políticos trabajen para las causas de las y los ciudadanos”. Lo cual ciertamente se ve como quimera.

El 22 de octubre, la periodista Guadalupe Fuentes López del periódico digital “Sin Embargo”, entrevistó al señor Gustavo de Hoyos Walther, quien completa todo lo relativo a “Sí por México” precisando que “no pretende ser partido político local ni nacional, ni ahorita ni en 2025” y que está concebido como “un movimiento de propuesta, no de oposición”, deslindándose definitivamente de FRENAAA, por lo que no puede ser Frenaaa-dos. Pero eso sí, “busca influir en las elecciones intermedias del 6 de junio de 2021, las más grandes de la historia de México”.

Para lograr tan ambicioso objetivo, “Si por México”, afirma el señor de Hoyos: “vamos a buscar a todos los partidos políticos y candidatos, empezando por Morena, pero también a los de reciente creación como Redes Sociales Progresistas, Encuentro Social y a los históricos como el PAN y PRI”. El propósito es que alguno de esos institutos asuma las ideas que sostienen y se comprometan a sostenerlos en dichos comicios.

En lo personal, el regiomontano de Hoyos, subraya que “No estoy considerando ninguna participación político-electoral como candidato, sí voy a estar cerca de partidos y empujar la agenda de Sí por México, pero no tengo en mi horizonte participar como candidato”, por lo que despeja lo que se había dicho sobre tal tema: que sería precandidato presidencial panista, o que al menos buscaría la gubernatura de Baja California.

La organización se gestó en reuniones y diálogos sobre la situación del país, desde junio sostiene de Hoyos, y se aceleró a partir de agosto con 15 sesiones semanarias, asistiendo a ellas empresarios, líderes e intelectuales, por lo que, “Yo creo que nadie puede adjudicarse la autoría intelectual de esta idea, me atrevo a decir que fue algo que surgió casi de generación espontánea, de un diálogo muy intenso que se dio en torno a la crisis. Esto fue madurando y fue lo que ayer (20 de octubre) presentamos.”

Sí por México, no es de derecha, ni de centro ni de izquierda; no pretenden volver al pasado ni estar como ahora. ¿Será entendible tal postura? Para alcanzar sus fines, quieren englobar a todas los pensamientos y corrientes: ¿Habrán meditado que quien mucho abarca poco aprieta? Aseguran que ya registran a más de 400 organizaciones de la sociedad civil, lo cual no es del otro mundo, pero si es difícil convencer de que no son más que membretes, tiendas vacías como las de FRENAAA.

Por lo anterior, y porque los lugares comunes que esgrimen: democracia, disminuir la pobreza y la desigualdad, buscar la paz y la seguridad, tener todos los derechos sociales como salud y educación, justicia, igualdad de género, sustentabilidad y medio ambiente, etc., hacen pensar en una utopía. En consecuencia reflexiona uno: “Sí por México”, será crisol o una torre de Babel (¿¿).

Lo sabremos en 2021.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 804: Lo piden los expertos: Una nueva Corte de Justicia sin extremos ideológicos

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JALISCO

La transparencia del fiscalizador

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– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac

En Jalisco, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios innegociables. Sin embargo, la resistencia del auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, a ser auditado por la Unidad de Vigilancia del Congreso revela una paradoja alarmante: el encargado de fiscalizar el gasto público evade la supervisión.

Esta actitud, denunciada por David Rubén Ocampo Uribe, titular de la Unidad, y el diputado Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, no solo cuestiona la integridad de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ), sino que amenaza la confianza en el sistema democrático.

Desde el 10 de julio de 2025, cuando Ocampo asumió su cargo, Ortiz Ramírez ha bloqueado cualquier intento de revisión. Solicitudes de expedientes laborales, nóminas y contratos han sido ignoradas, y un encuentro institucional propuesto para el 19 de agosto quedó en el vacío. “Quería saber si todo está en regla. La respuesta fue negativa. Pedí una reunión pública con agenda común, y tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo a Conciencia Pública.

Incluso se le prohibió a personal de la ASEJ pasarle llamadas, limitando el diálogo al secretario técnico, un subordinado que no puede sustituir al titular.

El diputado Alfaro, de Morena, califica esta resistencia como un desafío al Congreso y a la sociedad. “El auditor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante ocho años operó sin contralor, pero ahora que lo hay, se niega a colaborar”, afirmó.

Con el respaldo de 29 de 32 deputados al nombramiento de Ocampo, su legitimidad es incuestionable. “Sabe que abriremos la Caja de Pandora”, añadió, sugiriendo que Ortiz Ramírez teme revelar irregularidades.

La Constitución de Jalisco y la Ley de Rendición de Cuentas otorgan a la Unidad de Vigilancia facultades plenas para revisar la ASEJ sin necesidad de acuerdos previos de la Comisión de Vigilancia, como argumenta Ortiz Ramírez.

Esta interpretación “tecnicista” es, para Ocampo, un escudo para evadir la fiscalización. La pregunta es inevitable: ¿qué oculta el auditor? Denuncias internas apuntan a aviadores, nóminas infladas, “moches” por laudos laborales y tolerancia a incapacidades falsas avaladas por el IMSS.

Una figura clave en estas acusaciones es Sandra Verónica Márquez González, de la Dirección Jurídica, señalada por mantener personal inexistente en nómina y exigir pagos ilegales, prácticas que arrastra desde su paso por el Tribunal de Arbitraje y la Fiscalía, donde se le vinculó al “Clan Trevi” por cobros indebidos.

La ASEJ es un pilar estratégico del gobierno de Jalisco, con autonomía técnica y de gestión para garantizar imparcialidad en la fiscalización de un presupuesto cercano a los 200 mil millones de pesos. Su rol como contrapeso es crucial para generar confianza ciudadana.

Sin embargo, la resistencia de Ortiz Ramírez recuerda épocas oscuras de la Contaduría Mayor de Hacienda, antecesora de la ASEJ, donde se rumoraba que las cuentas públicas se “lavaban” mediante acuerdos entre bancadas legislativas. Funcionarios corruptos encontraban en estos arreglos una vía para encubrir irregularidades, otorgando un poder desmedido al titular del organismo.

Hoy, la ASEJ debería ser un modelo de integridad. El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030, liderado por Cynthia Cantero Pacheco, establece la transparencia y la participación ciudadana como ejes rectores de la gestión pública. Este plan, construido con la voz de más de 675,000 jaliscienses, vincula el presupuesto a resultados medibles, exigiendo apertura y rendición de cuentas.

La opacidad de Ortiz Ramírez contradice este espíritu, debilitando la credibilidad de una institución que debería ser ejemplo.

La pasividad de otros actores institucionales agrava el problema. El silencio del Congreso en pleno y la inacción de la Fiscalía Anticorrupción alimentan percepciones de complicidad o indiferencia. Mientras, rumores de una posible reelección de Ortiz Ramírez, tras ocho años en el cargo, generan rechazo. “Un gobernador dura seis años y se va. Este señor pretende quedarse otros ocho. Es inadmisible”, sentenció Alfaro.

¿Cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el fiscalizador se coloca por encima de la ley? La resistencia de Ortiz Ramírez no es un simple desencuentro burocrático; es una afrenta al sistema de pesos y contrapesos.

“La opacidad reina en la Auditoría. Si el auditor desconoce la ley, ¿cómo fiscaliza al estado?”, cuestiona Ocampo. La sociedad, cada vez más vigilante, exige respuestas. Ortiz Ramírez tiene una oportunidad: abrir las puertas de la ASEJ, entregar la información solicitada y demostrar que no hay nada que ocultar. De lo contrario, su silencio seguirá alimentando sospechas de irregularidades.

La transparencia no es negociable, y Jalisco merece una Auditoría Superior que predique con el ejemplo. Es hora de que el fiscalizador rinda cuentas.

 

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JALISCO

MC: espejismos de unidad y fractura a la vista

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

Movimiento Ciudadano en Jalisco ya abrió el telón de su renovación interna con la elección de 64 nuevos coordinadores municipales en la vieja casona de Av. La Paz. En apariencia, un ejercicio de normalidad partidista: discursos de unidad, promesas de cercanía con la gente, rostros nuevos para el escaparate y la certeza de que el partido naranja seguirá marcando la pauta en la política local.

Una postal impecable para las páginas de los diarios amigos… pero un espejismo apenas capaz de ocultar las fracturas internas que corroen al partido naranja. Pues, bajo el barniz del entusiasmo, se esconde un mapa con claroscuros que la dirigencia difícilmente podrá negar.

Los números de la elección de 2024 fueron generosos en sus bastiones metropolitanos: Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco volvieron a confirmar la hegemonía emecista. En la capital, 308 mil votos aseguraron la continuidad; Zapopan, con 323 mil sufragios, consolidó la plaza más codiciada del estado; y Tlajomulco refrendó, una vez más, su condición de vivero político del grupo alfarista con 94 mil papeletas a su favor. Una trinidad metropolitana que otorga poder y recursos, pero que no resuelve la fragilidad en el resto del estado.

Porque más allá del brillo urbano, MC perdió terreno en Puerto Vallarta —joya turística entregada al PVEM en sociedad con Morena—, cedió Ciudad Guzmán, enclave agroindustrial del sur, y vio escaparse Tepatitlán, bastión alteño que durante años se pensó inmune a los embates opositores. En Tlaquepaque y Tonalá, el retroceso fue aún más doloroso: en el primero, los 109 mil votos no alcanzaron para retener la presidencia municipal; en el segundo, apenas 47 mil sufragios lo relegaron a un segundo lugar incómodo detrás de Morena. Un tropiezo estratégico en el oriente metropolitano que desnuda la vulnerabilidad del proyecto.

Mirza Flores, encargada de administrar esta renovación interna, habla de “liderazgos de territorio, cercanos a la gente”. El discurso suena bien, pero la tarea es monumental: reconstruir la cohesión de un partido que, en su expansión, ha multiplicado corrientes, intereses y pleitos internos. Porque el problema no es solo perder municipios: es perderlos mientras el partido se enreda en disputas de candidaturas, pugnas entre cuadros y una dirigencia que debe demostrar que puede arbitrar sin fracturar.

Los números distritales tampoco ayudan: de 20 distritos locales, MC apenas ganó 6; de los federales, ninguno y los plurinominales fueron para los exfuncionarios que necesitaban fuero y los “liderazgos” escogidos. Esto significa que, aunque controla alcaldías claves, su voz legislativa es reducida y carece de peso real en el Congreso federal.

Un contraste brutal: músculo en los municipios, anemia en las cámaras. Y esa asimetría no se corrige con discursos ni asambleas, sino con operación política en campo, con la capacidad de seducir al votante rural, al comerciante alteño, al campesino del sur que aún ve en el naranja una marca citadina, aburguesada y distante.

Pero lo verdaderamente corrosivo no está en las urnas, sino en los pasillos. La disputa Alfaro–Lemus ha dejado de ser un rumor y se ha convertido en un hecho palpable. Enrique Alfaro se resiste a entregar el control de candidaturas y cuadros, mientras Pablo Lemus mueve sus piezas con paciencia quirúrgica, tejiendo su propia red de operadores que responden solo a él. Entre ambos, Mirza Flores aparece como árbitro incómodo, obligada a conciliar lo irreconciliable: mantener la disciplina de un ejército que ya no reconoce un solo general.

El grupo Alfaro–Lemus sabe que esta es su última gran prueba antes de 2027. Si logran ordenar candidaturas y mantener la paz interna, MC llegará con posibilidades de sostener el gobierno estatal. Pero si insisten en los métodos de imposición y en los arreglos de cúpula, el costo será alto: perderán distritos clave, y con ellos, la capacidad de negociar en el Congreso y de sostener el control territorial.

Los cuadros históricos, los que alguna vez creyeron en la “ola naranja” como una alternativa fresca, se encuentran marginados o desplazados por nuevas caras que responden a intereses de grupo. La operación interna dejó cicatrices: candidaturas impuestas, militantes que sienten haber sido utilizados y un éxodo silencioso hacia Morena y el PVEM que ya se empieza a notar en las regiones.

En política, decía siempre la vieja guardia, no basta con administrar victorias: hay que blindarlas. Movimiento Ciudadano gobierna hoy con holgura en las ciudades, pero su debilidad en la periferia y en el interior del estado es evidente. Las plazas que perdió en 2024 son recordatorio de que el poder es un animal volátil: se escurre por las rendijas más pequeñas y muerde cuando menos se le espera.

La renovación municipal, que en el discurso se vende como ejercicio democrático, en los hechos es un intento de tapar grietas con retórica. En lugar de cohesión, lo que se advierte es una carrera por controlar posiciones rumbo al 2027. Cada comité local es, en realidad, una ficha en el tablero de negociación entre Alfaro y Lemus.

La batalla del 2027 no se jugará únicamente en los edificios de avenida Hidalgo o en los mítines de funcionarios públicos en la Casa Ciudadana. Se librará en los tianguis de Tonalá -donde el Ayuntamiento ha prendido focos rojos-, en los talleres de Arandas -Cuando se habla de la inseguridad que hay en las carreteras de la zona-, en los mercados de Lagos de Moreno -Al momento de hablar de un nuevo ejecutado o desaparecido- y en las colonias populares de Tlaquepaque -Explicando por qué el SIAPA no otorga el servicio que cobra: agua-. Ahí, donde los discursos sobran y lo que cuenta son los servicios públicos, la seguridad y la cercanía real de quienes gobiernan.

La verdadera batalla de 2027 no será contra Morena ni contra el PVEM. Será contra sí mismo. Porque, como tantas veces en la historia política de este país, los partidos no caen por la fuerza del adversario, sino por la podredumbre que incuban dentro.

Hoy MC es un cascarón brillante en la superficie, pero carcomido por dentro. Se vende como movimiento fresco, pero huele ya a partido viejo: facciones enfrentadas, candidaturas negociadas en lo oscurito y un liderazgo que se desgasta en administrar pleitos en lugar de ganar territorios.

Si no corrigen el rumbo, el espejismo de unidad que hoy pregonan se desmoronará al primer soplo de la contienda. Y entonces, la historia no hablará de una derrota electoral, sino de un suicidio político en cámara lenta. Una crónica que, como tantas en la política mexicana, no se escribirá con tinta… sino con epitafios.

En X: @DEPACHECOS

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