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OPINIÓN

Serena, Morena

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

Los días pasan relampagueantes y los plazos se acortan. Los comicios del primer domingo de junio están a la vista y los partidos políticos despliegan sus estrategias. A los ciudadanos nos toca observar (si no somos activistas) y analizar, para en su momento sufragar con razonamiento.

Son algo distintos los panoramas nacional y estatal, e incluso los municipales. Porque si bien, en cada Estado impera cierto partido político, o en cada municipio alguna personalidad o formación, en el ámbito de la nación tal parece que hay cierta uniformidad.

En efecto, entidades como Jalisco, Querétaro o Nuevo León, de plano son distintas. En la tierra del mariachi actualmente domina Movimiento Ciudadano (MC); con los queretanos en general los panistas han sido mandones y por lo que ve a los regiomontanos, por lo pronto gobierna un dizque independiente, que en realidad fue una irradiación del priísmo tradicional.

Por lo que toca a las municipalidades, en general son muy distintas. En Jalisco y Nuevo León, las que forman parte de la capital por estar conurbadas, son las más importantes en habitantes, riqueza e historia; luego vienen las de término medio y finalmente una multitud de minúsculos ayuntamientos. En Querétaro, su capital no tiene competidor.

Bajo esa perspectiva, resulta que el partido mayoritario (Morena) en la república, se apresta para revalidar su presencia en cada espacio de elección: Congreso federal, cámaras de diputados locales y cabildos. Tanto de sus proyectos, candidatos y campañas dependerá su éxito. Lo mismo podemos decir de la oposición, que por esta ocasión se unió (a pesar de lo incompatible de sus ideologías e historia) con el único fin de quitar la mayoría que en el Congreso tiene MORENA. Y de esa manera ser una especie de contrapeso del poder ejecutivo, es decir de Andrés Manuel López Obrador.

Por lo que ve a nuestro Estado de Jalisco, las cosas son diferentes. El partido dominante (MC) no quiso aliarse con los que en la ciudad de México gestaron el galimatías autollamado “Va por México” y en consecuencia se apresta a librar el combate con sus propias fuerzas. El panismo, de esa manera la verdad quedó debilitado y del priismo ni se diga, anda por la calle de la amargura. Por lo que ve a los demás organismos partidistas, los restos del perredismo quizás sea la última vez que participan en contiendas electorales; y en cuanto a los partidos de nuevo cuño, incluyendo al que apoya la Universidad (Hagamos) tildado como brazo del poderoso Raúl Padilla, y del que es liderado por el popular Kumamoto (Futuro), sus logros los catalogamos como muy reservados, ya que dependen de sus tutores más que de los electores.

Así las cosas, el choque de trenes lo representan Movimiento Ciudadano y Morena. Aquél tiene la ventaja de que está en el poder, por más que el ejercicio de éste menoscaba, tal como se observa con el deterioro popular del ejecutivo. Por lo que ve al partido del Presidente, por un lado tiene como principal capital al mismo primer mandatario nacional, pero a cambio tiene como desventaja su desorganización estatal.

Parece increíble que teniendo tantas ventajas, Morena haya venido dando tumbos desde 2018 en que llevó a la presidencia a AMLO y ganó la mayoría de la Cámara de Diputados federal y el Senado, además de muchísimos congresos locales. Su incapacidad para organizarse, tanto a nivel nacional como de Jalisco, ha sido censurable. Por ello, en el Estado no logró la mayoría de diputados ni los más importantes municipios.

Pero el panorama de 2021 no es igual al de 2018. En ese año (2018) el ahora gobernador llegó con gran popularidad y aunque Morena opuso buena resistencia, le faltó tiempo y organización. Los demás partidos se rezagaron.

De entonces a la fecha, en tanto que MC se desgasta por el ejercicio del poder y múltiples desaciertos gubernamentales, incluyendo el problema mayúsculo de la pandemia del COVID-19, los morenistas, erosionados por sus pugnas internas y su incapacidad para organizarse, tienen a su favor la popularidad del presidente y el arribo de muchas figuras de otros organismos, ya desgajados de partidos, ya provenientes de células ciudadanas.

Debido a lo anterior, es que viene a cuento la frase popular de “Serena, morena”, que se utiliza por las personas cuando se tiene enfrente un problema y se debe actuar con sensibilidad e inteligencia.

En conclusión, la gran prueba que significan las elecciones del 6 de junio venidero, exige que cada contendiente actúe con mucha prudencia, pero a la vez con enorme decisión y congruencia para convencer a los ciudadanos, que a final de cuentas son los que decidirán quien salga vencedor.

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MUNDO

El movimiento separatista texano: ¿Por qué una guerra civil en EEUU?

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Actualidad, por Por Alberto Gómez R. //

Durante la sangrienta Guerra Civil (1861-1865), Texas formó parte de los estados esclavistas del sur que se enfrentaron con los estados del norte por su independencia.

Joshua Blank, director de investigación del Texas Politics Project en la Universidad de Texas, en Austin, explica que el movimiento secesionista siempre ha existido, pero sigue siendo “marginal”.

Un sondeo del Texas Politics Project de febrero (2024) muestra que el 26% de sus encuestados se siente primero texano y luego “estadounidense”, frente al 27% que creía lo mismo en 2014. “Nada ha cambiado y tampoco significa que ese 26% quiera divorciarse de Estados Unidos”, dice Blank. (swissinfo.ch)

Sin embargo, los movimientos separatistas se fortalecen y se multiplica el sentimiento en contra del actual gobierno federal y sus políticas internas y externas.

El representante estatal Bryan Slaton presentó un proyecto de ley (HB 3596) en marzo de 2023, que finalmente no salió adelante. La propuesta, denominada como “Ley del Referéndum de Independencia”, de haber sido aprobada, habría convocado a un referéndum estatal sobre la secesión de Texas de Estados Unidos.

La legislación propuesta buscaba permitir que los ciudadanos texanos expresaran su opinión a través de un referéndum sobre si el estado debería separarse de la unión. Sin embargo, la propuesta no logró avanzar más allá del comité, lo que significa que nunca llegó a ser discutida y votada en el pleno de la legislatura estatal.

Hace más de 200 años que ocurrió lo que ahora los historiadores han bautizado como “Independencia de Texas” o “Revolución de Texas”. Fue entre 1835 y 1836 y, en ese entonces, Texas se independizó de México, que era el país que tenía el poder sobre este territorio.

La guerra que ocurrió entre Estados Unidos y México, en parte, fue porque México no quería que Texas fuera parte de Estados Unidos, además de la frontera entre río Grande de Texas y México. También hubo otras causas, como que EEUU quería expandir y acoger a California, pero parte de la razón fue ese asunto de la frontera entre Texas y México.

Una década después, en 1846, el estado fue anexado a Estados Unidos bajo la aprobación del presidente James Polk. En 1845, (Texas) aplicó para ser parte de la Unión de Estados Unidos y el Senado y el Congreso aceptaron a Texas para que fuera parte de la Unión. (vozdeamerica.com)

La actual situación política, social y económica de los Estados Unidos está plagada de inconformidades y odio sobre factores internos en la nación: su gobierno, los inmigrantes -legales o no- el costo de la vida, las desigualdades sociales, la interacción racial, las ideologías políticas que se han polarizado y convertido en extremas, el clasismo, el supremacismo blanco, la falta de acceso a servicios de salud universales, los altos niveles de drogadicción -sobre todo de drogas sintéticas como el fentanilo- la destrucción del tejido social, la pérdida de valores,… y un largo etcétera.

Este sentir ya se ha generalizado, tanto así que el 61% de los estadounidenses está convencido de que Estados Unidos se encamina hacia una nueva guerra civil, según los resultados de una encuesta realizada por el semanario The Washington Examiner en octubre del 2020, y ese porcentaje se ha incrementado a la fecha.

Lo que comenzó con una sola pregunta de un votante sobre los orígenes de la Guerra Civil se ha transformado en un amplio enfrentamiento político en torno a un acontecimiento monumental en la historia estadounidense, convirtiendo a la Guerra Civil en un componente importante de una elección presidencial por primera vez en la historia reciente y exponiendo nuevas divisiones sobre raza, historia y progreso.

Los republicanos argumentan que el país ha ido mucho más allá de sus pecados anteriores y no se beneficia si la gente recuerda los peores componentes que ocasionaron la Guerra Civil, y le restan importancia. Los demócratas, por el contrario, ven ese vínculo entre la historia del racismo y la su actual realidad.

«La Guerra Civil nunca abandonó realmente la política estadounidense; simplemente parece haber estallado en este momento», dijo Tim Galsworthy, historiador de la Universidad Bishop Grosseteste que está escribiendo un libro sobre el Partido Republicano y los recuerdos de la Guerra Civil. «Cuando Estados Unidos está dividido, la Guerra Civil se convierte en ese gran punto de referencia, porque es el momento máximo de división».

El tema es especialmente volátil ahora, cuando la cuestión de la insurrección vuelve a estar en el centro de atención por primera vez en 160 años. Algunos de los adversarios del expresidente Donald Trump buscan descalificarlo por intentar anular las elecciones de 2020, mientras que sus partidarios restan importancia a la gravedad del asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio de Estados Unidos, retratándolo como una batalla heroica contra la injusticia.

Las imágenes del ataque del 6 de enero y de una manifestación de supremacistas blancos de 2017 en Charlottesville (ambos han ocupado un lugar destacado en las campañas presidenciales de Biden) proporcionan ecos explícitos de la Guerra Civil. La manifestación de Charlottesville estalló por los planes de la ciudad de retirar una estatua del general confederado Robert E. Lee, mientras que la insurrección del 6 de enero incluyó una bandera confederada blandida a través del Capitolio por un alborotador. (washingtonpost.com)

La representante Marjorie Taylor Greene, republicana de Georgia, quiere un “divorcio nacional”. En su opinión, otra Guerra Civil es inevitable a menos que los estados rojos y azules formen países separados.

Tiene mucho eco en la derecha, donde muchos otros (el 52% de los votantes de Trump, el propio Donald Trump y destacados republicanos de Texas) han respaldado diversas formas de secesión en los últimos años. Aproximadamente el 40% de los votantes de Biden también han fantaseado con un divorcio nacional. Algunos en la izquierda instan a una ruptura interna para “que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra”, como dijo Abraham Lincoln en su histórico discurso de Gettysburg (noviembre de 1863).

La Guerra Civil estadounidense fue un trauma nacional precipitado por la secesión de 11 estados del sur por la esclavitud. Por lo tanto, es comprensible que muchos expertos y comentaristas opinen sobre la legalidad, la viabilidad y la sabiduría de la secesión cuando otros claman por el divorcio.

Pero todo este discurso de secesión pasa por alto un punto clave que toda pareja en problemas conoce. Así como hay maneras de retirarse de un matrimonio antes de cualquier divorcio formal, también hay maneras de salir de una nación antes de separarse oficialmente. (theconversation.com)

La división de Estados Unidos, tanto política como territorialmente hablando, es poco probable que se sucediera en un solo evento, más bien gradualmente, como ya está ocurriendo. Las señales son muy evidentes y se diseminan en mayor número de estados, sobre todo en los que, ya sea por diferencias políticas, económicas, raciales o ideológicas, se han vuelto un caldo de cultivo para los movimientos secesionistas.

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OPINIÓN

La importancia de los switchers

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

Conforme se acerca la jornada electoral, es normal que una de las estrategias de los partidos políticos sea presentar encuestas donde van liderando las preferencias electorales. Es normal también, que algunas casas encuestadoras presenten ejercicios tendenciosos, realmente son pocas las encuestadoras que publican resultados de trabajos serios, con profundidad y a pesar de ello, éstas también pueden presentar encuestas con márgenes de error importantes.

Las empresas, por lo general, dividen a los encuestados en los siguientes segmentos: los electores que de forma segura votarán por un partido político; son llamados “voto duro”. Segundo, los que votarán en contra del partido del gobierno actual; este tipo de voto es llamado opositor. Tercero, los votantes que están indecisos. Cuarto, los electores switchers o cambiantes, que optan por modificar la orientación de su voto, ya sea producto de las campañas electorales o alguna otra circunstancia. Finalmente, se encuentran los abstencionistas quienes no acuden a votar.

Para un candidato o partido político es fácil saber en que segmento centrarse. El voto duro es importante mantenerlo, sin embargo, únicamente con los votantes seguros no se gana una elección, hay que ir sobre todo, por los denominados switchers.

Cuando una persona contesta una encuesta y afirma estar indecisa sobre por quién votar o incluso duda si acudirá a las urnas, por lo general ya tiene una idea de lo que hará, pero prefiere no compartirla, ya sea por mantener privacidad, porque no le gusta contestar la encuesta o porque ve alguna tendencia del encuestador que va en contra de sus afinidades.

A través de los años el votante switcher se ha multiplicado y se ha vuelto la parte central de las campañas electorales. Hace unas décadas en México solo había de dos sopas: El PRI o el PAN. Cada uno representaba una serie de valores entendidos y la gran mayoría de los votantes, sufragaba pensando en la marca partidista antes que en las personas.

Posteriormente, distintos partidos fueron apareciendo en la boleta. A finales de los ochenta el PRD se presentó de forma fuerte y casi se lleva la elección presidencial, también en la década de los ochenta surgió el Partido Verde. A principios de los noventa se fundó el Partido del Trabajo y a finales de esa década apareció Convergencia que hoy es Movimiento Ciudadano. A ellos les agregamos algunos partidos políticos locales que han pasado a través del tiempo.

Los partidos políticos, en busca de la rentabilidad electoral, se aliaron entre ellos y perdieron identidad. Por dar un ejemplo el Partido Verde empezó como independiente, pero en los últimos años ha sido aliado del PAN, del PRI, del PRD y actualmente lo es de Morena. El PRI y el PAN que eran antagónicos hoy son aliados electorales.

Todo lo anterior llevó a que los diferentes partidos sonarán a lo mismo y fue entonces que los votantes se enfocaron en las personas que aparecen en la boleta por encima de las marcas partidistas; de esta manera los votantes switchers, aumentaron de manera significativa. Es por eso, que salvo Morena que tiene un segmento de ciudadanos afines que vota al partido sin importar los candidatos, el resto de los institutos políticos tiene un voto duro muy pobre.

Habrá quien considere que los switchers son prácticamente un mito, pero si volteamos a ver los procesos electorales de México y Jalisco, en las últimas tres elecciones, los candidatos a presidentes y gobernadores ganadores han provenido de partidos políticos distintos, es decir los votantes cambian de opinión constantemente. El voto duro ha servido de poco para mantener al partido en el poder.

Los bunkers de los equipos de campaña, al notar que, en muchas ocasiones, las marcas personales son más fuertes que las partidistas se han enfocado en emprender guerra sucia sobre las figuras de las y los candidatos, esperando denostarlos y que los votantes, cambiantes de opinión, eviten decantarse por cierta persona.

Faltan pocos días para la jornada electoral y seguramente, las descalificaciones, fake news y guerra sucia arreciarán y veremos un proceso turbio, esperemos que esto no desaliente la participación ciudadana.

Salgamos a votar desde el compromiso con nuestra nación, con conocimiento sobre las y los mejores candidatos. Que el humo del marketing electoral no nos nuble el juicio.

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NACIONALES

La política, la ética y el Estado

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Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Para millones de mexicanos la política, la ética y el Estado son elementos que, aunque conviven obligadamente, hace muchísimo que no tienen concordancia; que están desfasados entre sí y esto propicia el caos que vivimos actualmente en lo referente a nuestra integridad como nación.

Cuando hablamos de ética, vienen –irremediablemente- los conceptos del bien y del mal.

Y hablar del bien y del mal conlleva a los juicios obligados que determinan los valores de una sociedad, es decir la moral, que impera en los diferentes grupos humanos.

Pero la moral alude al acuerdo social de lo que es bueno, justo, deseable para un grupo de personas, pero…que puede diferir de lo que otro grupo u otra sociedad considera como tal.

Por ello en las distintas entidades de la República Mexicana se tienen conceptos diferentes sobre la actuación de los políticos en su ejercicio público.

¿Hay entonces moral de diseño para cada grupo social? Se pudiera decir que sí, porque en el plano colectivo son los usos, las costumbres, las tradiciones, la cultura, inclusive el género, los que pueden dar la orientación, el estilo o la forma en que esos grupos sociales consideran lo que es el bien y lo que es el mal en sus comunidades.

Esa es la moral pública. La que tienen todos pactada, sin necesidad de papeleo, simplemente porque “así es”. 

Los problemas surgen cuando los acontecimientos, conductas y comportamientos atentan en contra de esos acuerdos morales que existen en grupos sociales definidos. Quienes transgreden dichos acuerdos pueden ser señalados con índice de fuego, pueden ser penados socialmente o sufrir condenas creadas específicamente para “castigar” a quienes se han atrevido a violar dichos arreglos colectivos.

La moral, como otras situaciones, cambia de acuerdo a las circunstancias sociales. No es lo mismo hoy que hace 50 años. Por ejemplo, hace medio siglo se “castigaba” a las madres solteras incluso desde la autoridad, puesto que en las actas de nacimiento se clasificaba como “hijo natural” al niño cuyo padre no se hacía responsable o no daba su “nombre” por diversas situaciones morales.

Otro castigo social era para quienes no se casaban por lo civil o la Iglesia, puesto que se les negaban servicios religiosos o se les estigmatizaba por atentar contra las buenas costumbres que entonces imperaban. Hoy en día esas “conductas inmorales” carecen, en la mayoría de las sociedades, de exclusiones o sanciones sociales y oficiales.

La moral evolucionó. La moral cambió. Las sociedades evolucionaron, cambiaron y los acuerdos tácitos morales también mudaron de piel.

Algunos grupos sociales no reconocen ni dan validez a conceptos que predominan en las diferentes sociedades. La moral del norte de México, por ejemplo, dista bastante de la moral de las entidades del sureste o las del centro del país.

Algunos políticos parecen descarados cuando aceptan que sí robaron, “pero nomás poquito” y vuelven a pedir el voto y la confianza del electorado. Otros han sido incluso condenados por delitos, pero salen de la cárcel y vuelven a las andanzas políticas y a las inmoralidades.

El dicho famoso de que “en política la moral es un árbol que da moras” no es producto de la casualidad. Es consecuencia de la desfachatez, lo sinvergüenza y el cinismo que impera entre aquellas personas dedicadas a la política.

Sin embargo, la ética la política y el Estado no pueden estar sujetos a los vaivenes de la moral o a las veleidades morales.

La búsqueda del bien común es la finalidad de todas las sociedades; pero no será posible lograrlo con políticos rapaces, mentirosos, viles, falsos, acomodaticios, desleales, faltos de integridad personal, deshonestos, cínicos y sin compromisos sociales, de moral adaptada a su codicia, a sus ambiciones de grupo que los alejan de los valores fundamentales humanos.

Sobran los ejemplos de esta clase política que sólo actúa en función de un interés individual, de una conveniencia de partido o con sus cerradas miras ideológicas impuestas desde el poder que detentan. Sobran los ejemplos de esta clase política que dice una cosa y hace lo contrario; que se compromete a efectuar acciones benéficas y, con descaro, sin miramientos, destruye lo que beneficia a las mayorías, argumentando falsos preceptos de honradez, honestidad e integridad personal.

¿Cómo identificar a estos amorales, inmorales y políticos faltos de ética? Basta y sobra revisar sus palabras, sus discursos, sus diatribas y compararlos con sus actos de gobierno. Siempre salen perdiendo, aunque la percepción generalizada sea de connivencia.

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Tendencias

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