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OPINIÓN

Peligroso el sufragio del odio: ¿Por qué votar?

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Opinión no pedida, por Armando Morquecho //

El fin de las campañas electorales está más cerca de lo que parece, y eso se puede notar claramente en la dinámica que han adquirido los discursos, foros y videos que han lanzado los múltiples candidatos a cargos de elección popular, quienes le han dado un giro total a sus campañas.

Todos los políticos que hace unos meses recorrían calles y ocupaban espacios en foros de dialogo sin preocupación alguna, puesto que el único peso que tenían en su espalda era el de la simulación de la precampaña, el día de hoy empiezan a ver que Instagram, Facebook y Twitter no manejan parámetros confiables sobre la realidad de sus municipios y/o distritos.

Es así que aquello que empezó con optimismo y pocas propuestas (si es que podemos llamarles así) hoy se ha convertido, por un lado, en una desesperada guerra de encuestas y en un asfixiante bombardeo de videos hablándole a la ciudadanía de la importancia del voto útil, y por el otro lado, se ha convertido en gritos de auxilio que buscan disfrazar la falta de estructura territorial y de capacidad para movilizar el voto.

Los meses previos al arranque de campañas, los analistas políticos más renombrados de México señalaban que este sería probablemente uno de los procesos electorales más complejos en la historia de México, y creo que después de ver cómo han ido avanzado las cosas, creo que no se equivocaron del todo.

Realmente este ha sido un proceso bastante complejo, pero creo que la opinión publica cometió un error al limitarse solamente a un adjetivo para describir estas elecciones; ciertamente uno no es suficiente para describirlo por completo ya que en algunas ocasiones más que complejo, ha sido absurdo, asfixiante y en algunas ocasiones ha sido ridículo, pero bueno, tomando en cuenta que en esta ocasión los actores y youtubers han acaparado un importante número de candidaturas creo que era de esperarse que fuera un poco ridículo.

Asimismo, como lo mencioné unos párrafos arriba, este proceso electoral ha dado un giro bastante delicado, toda vez que cambiamos la dinamica de los ataques y descalificaciones para entrar en una lamentable dinamica de convencimiento bastante desesperada en la que los candidatos solamente se centran en el voto útil.

Pero ¿por qué esto es lamentable? Bueno, primero que nada, esto es lamentable porque refleja que la mayoría de los actores políticos están alejados completamente de la razón de ser de los procesos electorales, y digo, no es por asustar, pero si están alejados de esto, probablemente están lejos también de la verdadera razón de ser de la función pública.

Desde mi punto de vista, los procesos electorales son una herramienta legal y pacífica a través de la cual, es posible discutir las diferencias ideológicas y de principios de diferentes partidos políticos que contienden por el poder público, quienes a su vez, luchan por la aprobación del electorado a través de propuestas innovadoras capaces de generar soluciones a los problemas de la vida cotidiona.

Aunado a esto, considero que los procesos electorales son también un mecansimo que permiten la sanación y la reivindicación, ya que través de ellos los partidos políticos que han sido rechazados en el pasado por el electorado, así como los políticos que forman parte del partido en el gobierno, tienen la valiosa oportunidad de enmendar sus errores a través de una narrativa con la que los votantes puedan sentirse identificado, y también, impulsando una nueva generación de políticos con una visión del mundo distinta, y como lo mencioné hace unos momentos, innovadora.

Sin embargo, como siempre, la realidad de México es completamente distinta y lejos de que el proceso electoral sea una oportunidad para dialogar y proponer, se ha convertido en una oportunidad para ser divertidos, para alentar el rencor social y para distorsionar por completo la importancia del voto y de los procesos electorales.

Hoy, los candidatos incapaces de convencer a través del dialogo y la propuesta, nos invitan, desesperadamente a votar de manera útil, esto, para que el contricante no llegue al poder, es decir, no hay ideas, no hay propuestas y nadie explica a la sociedad el por qué es importante que x proyecto político llegue al congreso o en su defecto a los ayuntamientos. En su lugar se limitan a faltarle al respecto al electorado diciendo, palabras más palabras menos: ‘’vota por mi porque él no debe llegar’’, y acompañado de una enorme guerra sucia.

El voto y la democracia son herramientas de cambio y de transfromación social, y por su parte, lo electoral es condición imprescindible para que la misma democracia sea capaz de mantener intactos sus valores axiologicos y poliarquicos, es decir, para que sea libre y para que a través de ella consigamos un gobierno de todos y no de unos cuantos.

La democracia, el voto y los procesos electorales son más que el voto util a través del cual no solo nos invitan a votar por el menos peor, sino que también introducen en la sociedad que estas son herramientas para castigar a quienes nos gobiernan y para quitarlos del poder, lo cual es en parte cierto, pero tampoco podemos olvidar que para quitar gobiernos se necesita más que odio, rencor y resentimiento, sino que también se necesita hacer uso de esa racionalidad que nos hace seres humanos.

Votar con odio y por odio, nos aleja por completo de la verdadera razón de ser de la democracia, votar de esta manera, permite que oportunistas sin causas reales más que las del enriquecimiento personal lleguen al poder para gobernar para unos cuantos y también permite que los amantes del poder público accedan a este para perpetuarse en él.

Los procesos electorales son más que el voto útil y el voto de castigo, van más allá de los videos de Instagram, las encuestas hechas en casa y la guerra sucia para desacreditar a quienes se les tiene miedo o son una amenaza para los gobiernos en turno, los procesos electorales son una de las oportunidades más buenas que tenemos para medir el nivel, la calidad y la fortaleza de nuestra democracia, y también, para medir el nivel del debate público.

Aunque el panorama es adverso, yo aun creo que nuestra democracia es solida e inquebrantable, pero lamentablemente, el nivel de debate público en nuestas elecciones, deja mucho que desear.

Así que cuando se pregunten ¿por qué votar el 6 de junio? Recuerden que nuestra Carta Magna se refiere a la democracia como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo; en ese orden del ideas, debemos votar por un cambio real, pero para llegar a esto, necesitamos algo más que un llamado de los partidos a votar utilmente.

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JALISCO

Un gobernador de redes sociales: La diplomacia según Lemus y el silencio que delata…

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Pablo Lemus quiso jugar a la diplomacia. Se colocó su traje de “estadista internacional”, abrió su cuenta de X y decidió pronunciarse —veinticuatro horas después— sobre un conflicto que ni le competía ni le concernía directamente, pero que olía a oportunidad política: una funcionaria menor de Morena, Melissa Cornejo, fue cancelada —en redes y en visa— por el exembajador Christopher Landau, actual vicecanciller estadounidense. Lemus, con más cálculo que convicción, tomó aire, y escribió: “Eso no es Jalisco”.

Pero, ¿qué es Jalisco para Lemus? ¿Es acaso ese estado ejemplar que presume ante los diplomáticos gringos mientras, al mismo tiempo, sufre una de las tasas más alarmantes de desapariciones en el país? ¿Es ese “pueblo hermano” que, según él, mantiene relaciones respetuosas con los Estados Unidos, mientras la impunidad se pasea libremente entre sus aliados políticos, como Enrique Alfaro en Madrid, sin rendir cuentas por los más de 17 mil desaparecidos?

En su intento por desmarcarse de Melissa Cornejo —una joven militante que se inmoló en un tuit rabioso contra el imperio migratorio estadounidense— Lemus no midió que estaba exponiendo su propia desnudez política. Porque es muy cómodo condenar un mensaje soez desde la altura del poder, pero es más difícil responder cuando la diputada Itzul Barrera le devuelve el golpe con los datos que Lemus no publica en sus redes: alcaldes de su partido presos por crimen organizado, crisis hídrica en medio estado, y una Mesa de Seguridad donde el gobernador prefiere scrollear a intervenir.

Lemus no defendió a Jalisco. Se defendió a sí mismo. Se posicionó como el “buen mexicano”, el que sabe hablar inglés, el que presume relaciones internacionales y que, como todo buen político tecnócrata, se sube a los trending topics con frases bien medidas para caerle bien a los de afuera.

Pero en casa, su voz suena hueca. ¿Dónde está el mismo Lemus para condenar las ejecuciones extrajudiciales que policías municipales han protagonizado en su administración? ¿Dónde está para exigir justicia para las madres buscadoras hostigadas o desaparecidas? ¿Dónde estaba cuando Itzul Barrera le respondió con datos y él no supo replicar más que con silencio?

Este es el verdadero problema: Lemus no ve el fondo, solo la forma. Mientras Melissa Cornejo borra sus redes, él limpia su imagen con trapos ajenos. Mientras el vicecanciller Landau pontifica sobre los “glorificadores de la violencia”, el gobernador guarda silencio sobre los desaparecidos del 5 de mayo, los cuerpos embolsados en el río Santiago o los feminicidios en la zona metropolitana.

Y todo, para quedar bien con Washington.

Como decía un viejo columnista —al que esta pluma sigue rindiendo tributo—, “los políticos no son lo que dicen, sino lo que callan”. Y Lemus, al callar frente a los escándalos reales que le competen, pero alzar la voz solo cuando hay reflector extranjero de por medio, se pinta de cuerpo entero: es un gobernador de redes, no de gobierno.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

La disfuncionalidad que viene

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Opinión, por Fernando Núñez //

Las elecciones judiciales, así como la marcha en contra de ellas, fueron un rotundo fracaso. Lo anterior nos dice que la lucha en torno a uno de los Poderes de la Unión es un proyecto –y contraproyecto– de las élites políticas del país, sin interés alguno por parte de la población. La cooptación de los juzgadores es un hecho consumado, y solo se habrá de revertir en un futuro un tanto lejano y después de una considerable e inevitable inestabilidad política.

“Nada es más peligroso que un pueblo que ha renunciado a su derecho a pensar por sí mismo”, afirmaba la estudiosa del totalitarismo político, Hannah Arendt. La desaparición de la capacidad crítica y la entrega ciega a un proyecto político, así como la instauración de la apatía y la indiferencia ante los sucesos políticos, son condiciones indispensables para la implantación de regímenes autoritarios/totalitarios.

La elección judicial en México deja claro que lo que existe no es una creencia ciega en un proyecto político, sino una muy peligrosa apatía política. Porque, por una parte, solo 13% de los electores mexicanos acudieron a votar, y el número sería considerablemente menor de no haber habido una operación nacional de acarreo político; pero, por otra parte, solo 3 mil personas se congregaron en el Ángel de la Independencia para protestar contra las elecciones, y en el resto de las principales ciudades del país los números fueron aún más raquíticos.

La lucha política en torno al Poder Judicial es un proyecto de las élites políticas. La captura de uno de los Poderes de la Unión no es un proyecto de las bases morenistas, porque estas no acudieron a votar. Pero mantener la independencia judicial tampoco es un proyecto de las bases opositoras, porque estas no acudieron a marchar. Tiene sentido: el Poder Judicial resulta muy abstracto –inclusive para las clases medias y medias-altas del país– como para querer ver su destrucción o su sostenimiento.

Lo anterior cobra más sentido aún ante el decrépito número de juzgadores que tenemos, y la falta de estado de derecho, trayendo como resultado una muy baja exposición de la población ante la impartición de justicia.

Y, sin embargo, el Poder Judicial resulta fundamental para el funcionamiento de la política, la economía y la sociedad. Además de la sepultura de la democracia y el fin de una era política, la elección judicial abrirá la puerta a los poderes fácticos, traerá aún más el debilitamiento del Estado mexicano y, con ello, la disfuncionalidad en el país. Eso ya lo vemos en una diversidad de indicadores que nos dicen que hay un continuo y creciente pesimismo entre la clase empresarial, y un constante y creciente estancamiento económico.

¿Cuándo comenzarán las protestas? Cuando comience a faltar dinero en los bolsillos de los mexicanos, y muy especialmente en los bolsillos de las clases medias del país. Eso, inevitablemente, viene.

Hay una peligrosa apatía política, y queda claro que las élites políticas son las únicas que se encuentran polarizadas. El sexenio de López Obrador comenzó con un capricho mayor al cancelar el NAIM, pero terminó con uno mayúsculo, sin precedente en la historia de la humanidad: la destrucción del Poder Judicial a través de elecciones populares. El futuro luce sombrío.

TikTok: @mxpatriota

Twitter: @FernandoNGE

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NACIONALES

Ligereza de palabras

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Opinión, por Miguel Anaya //

En tiempos en que el mundo atraviesa transformaciones profundas y las relaciones internacionales se redefinen casi a diario, la política de altura juega un papel vital para diseñar y sostener planes de largo plazo que beneficien a nuestro país.

En política, construir acuerdos conlleva tejer fino, requiere prudencia, inteligencia emocional y visión estratégica. Esos atributos no se improvisan: se forman, se cultivan, se aprenden. Y, precisamente por eso, no se encuentran fácilmente en cualquier perfil.

México no puede darse el lujo de tener servidores públicos que actúan desde el impulso, la ocurrencia o la rabia. Los cargos públicos se ejercen con responsabilidad y visión de Estado. No son espacios para la catarsis personal ni para los discursos de barricada. Cuando se tiene la representación de un cargo que la ciudadanía ha otorgado, se le debe corresponder con el nivel de seriedad y preparación que México necesita y merece.

Lo ocurrido recientemente con una consejera estatal del partido mayoritario, quien desde una red social lanzó un mensaje agresivo contra Estados Unidos, y la posterior respuesta del subsecretario estadounidense Christopher Landau, no fue un incidente aislado ni menor.

Es reflejo de un fenómeno preocupante: políticos que confunden la tribuna pública con una cuenta personal, que no distinguen entre su papel institucional y sus filias o fobias, que carecen de una formación básica para comprender que, en diplomacia, una palabra mal colocada puede detonar un problema real.

En una relación tan intrincada y delicada como la que México sostiene con Estados Unidos —marcada por una historia de invasión, sí, pero también por una interdependencia económica, social y cultural profunda— lo último que necesitamos es a quienes avivan el fuego desde una visión simplista y emocional. Peor aún, si son aquellos a quienes la ciudadanía encomendó la defensa del interés público y terminan actuando en contra de él por la falta de comprensión del mundo que habitan.

No se trata de agachar la cabeza ni de callar ante agravios. Defender la soberanía y la dignidad nacional es una obligación de todo gobierno. Pero hay una enorme diferencia entre ejercer esa defensa con inteligencia y firmeza, y provocar conflictos innecesarios por ignorancia o protagonismo. Esa diferencia la entienden los profesionales de la política, los improvisados, no.

En este contexto es justo reconocer la actitud de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha llamado a la prudencia, a la altura de miras y a la responsabilidad en el discurso. Ese es el tono que un país con aspiraciones globales necesita. Ese es el ejemplo que debe permear hacia abajo en todos los niveles del poder, ojalá todos los funcionarios (especialmente los del Senado) lo entiendan y practiquen.

El episodio vivido revela una carencia estructural que atraviesa a prácticamente todos los partidos: la ausencia de verdaderas escuelas de formación política. Hoy vemos perfiles que llegan al poder sin preparación, sin conocimiento histórico, sin comprensión del entorno internacional y, sobre todo, sin capacidad de anteponer el bien común a sus impulsos personales o su ideología. Urge formar una generación de funcionarios que no solo repitan eslóganes, sino que entiendan contextos, construyan puentes, concilien posturas y piensen con sentido estratégico.

Hay que decirlo con claridad: la política no puede seguir siendo terreno de improvisación. No basta con la lealtad partidista ni con la popularidad en redes sociales. Necesitamos profesionales de la política, con formación, carácter y sensibilidad. Personas capaces de entender que su papel es servir al pueblo, no alimentar sus propias frustraciones o aspiraciones personales. La política exige temple, no berrinche.

Gobernar no es tuitear ni subir videos a Instagram o TikTok. Gobernar es cuidar el lenguaje, los tiempos, los vínculos, siempre con el objetivo de lograr desarrollo económico, justicia social y estabilidad. La soberanía y el bienestar no se construyen desde la confrontación banal, sino desde la inteligencia política y la serenidad. No necesitamos más políticos en campaña permanente.

El momento que atraviesa el país y el mundo en general, exige, más que nunca, profesionalismo, preparación y madurez. Todo lo demás es ruido. Y el ruido, cuando se convierte en política de Estado, termina convirtiéndose en una amenaza para todos. Menos ligereza de palabras y más peso a los argumentos.

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Tendencias

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