OPINIÓN
Los desafíos de la libertad de expresión: El por qué el periodismo está en crisis; entorno y retos de nuestro periodismo

Por Pedro Vargas Avalos //
En México actual, se desató el debate sobre si la libertad de expresión está acosada, si el régimen ejerce una especie de censura o si los medios optan más bien por cierta autocensura, a efecto de mejorar su relación con el gobierno.
Al respecto, el foro organizado por la Universidad de Guadalajara y la Fundación Internacional para la Libertad, del peruano-español Mario Vargas Llosa, se pensó podría aportar razonamientos certeros, equilibrados e ilustrativos. Empero, el evento ofreció un desfile de impugnadores del poder público representado por el Presidente de la república. Para no ir muy lejos, en días pasados, el aludido premio Nobel, entrevistado por Carlos Loret, pertinaz discrepante de la Cuatro T, afirmó que AMLO es populista, que se quiere reelegir, llegando a lo cómico por instar a España pida perdón por lo abusos inferidos a los indígenas durante su dominación. El mandatario le dio puntual contestación el 29 pasado: “yo tengo convicciones, tengo principios. Yo voy a estar aquí nada más el tiempo de mandato, y eso si la gente lo decide en la revocación del mandato, que va a llevarse a cabo”. Sin embargo, recordó López Obrador, Vargas Llosa admitió que no había dictadura y que si existía libertad de expresión, lo cual habla bien del escritor.
En anterior artículo, vimos que solo un periodista partícipe del Foro antedicho, hizo contrapeso a los adeptos del opulento hispanófilo Vargas Llosa, a quien secundaron en sus ideas ubicadas en la derecha: el excanciller foxista Jorge Castañeda; la ardorosa comentarista Ivabelle Arroyo, quien cuando AMLO ordenó no aplicar la reforma educativa de Peña Nieto, tan dañina para educación, maestros y alumnos, confesó su antipatía escribiendo: “López Obrador mancha la historia de la izquierda, escupe a la memoria de los que antes de él lucharon por la democracia en el país, ofende a los demócratas que votaron por él, ensucia el historial de los movimientos que construyeron con sangre su llegada a Palacio Nacional y se burla de los mexicanos todos”.
Para ella, eso rebasó la grave corrupción nacional a cargo de todos los partidos políticos, incluyendo los fraudes electorales. (El Informador, 17-IV-19). También participaron Salvador Camarena, de “El Financiero” y Cristopher Domínguez, editor de Letras Libres, la revista de Enrique Krauze, empresario-historiador enfrentado con el primer mandatario. Dicho intelectual exorgánico, fue el moderador de la mesa, misma que como cereza en el pastel, escuchó al retoño de Vargas Llosa, de nombre Álvaro, quien fue lapidario: El balance mundial de la libertad de expresión, es que no son buenos tiempos para ella: quienes la ejercen, están en riesgo, a la defensiva, porque los valores republicanos se erosionaron en América Latina, y el populismo en su peor vertiente, la deteriora.
En esa tesitura, Castañeda aseveró que en el orbe hay un problema real, gestado en el cuatrienio de Trump por su ofensiva a los medios más liberales (NBC, Washington Post, New York times, CNN, etc.) lo cual arrojó un efecto intimidatorio. Y aquí el “Güero” regurgitó su antiobradorismo: eso es lo que hace AMLO todos los días, particularmente los miércoles. Y agregó: el trumpismo cunde en Brasil, con Bolsonaro, pero China, “es el principal ejemplo de la represión, aunque nunca fue baluarte de la libertad de expresión”.
El embate contra el gobierno mexicano, lo elevó Ivabelle Arroyo: México, no es lugar seguro para ejercer el periodismo, por la descomposición del Estado como garante de ese derecho, ante el crimen organizado. Y redobla la carga: impera la muerte, la encarcelación por las ideas, el ostracismo, el miedo a ser señalado, un día si y otro también, por el dedo de AMLO (quien estigmatizó a Krauze, Aguilar Camín, etc.) con “el objetivo de acabar con la pluralidad”. Y sigue arguyendo esta incisiva articulista: El periodismo en México tiene un escenario negro. Especialmente el periodismo político, cuya agenda monolítica es dictada perversa y hábilmente desde el púlpito presidencial.
Salvador Camarena, tapatío de origen, chilango por decisión propia (Manuel Baeza dixit) remató los juicios anteriores: es ejercicio pernicioso que el poder califique a los medios, pues quien los debe evaluar son los lectores. Y muy cáustico, agrega: a pesar de que el presidente dice 88 mentiras diarias, sus mensajes se reproducen antes, “diga lo que diga”, pareciendo que hasta los ataques agradecemos. El mandatario “nos dice mentirosos y nosotros lo aceptamos”, y generaliza afirmando que incontables “son criminales embozados”. Al finalizar, Krauze irradió un complaciente ¡Magnífico!
Cerró esta mesa Cristopher Domínguez, el krausista editor de “Nexos”, preconizando: “el régimen siembra el odio a través de las conferencias del presidente”, pues aunque no hay censura, y se puede decir lo que se quiera, “puede haber consecuencias… hay un deseo de acosar al periodismo” y formula un reto: “¿por qué no ir a las mañaneras para confrontar al presidente? …nos podríamos turnar, si nos unimos”.
El tema “Los desafíos del periodismo”, lo moderó una mujer (¡por fin!) Adela Navarro, premio María Moors Cabot, quien atinadamente insinuó discernir sobre los convenios de publicidad gubernamental (son premio o castigo); el desafío de los medios alternativos de comunicación; si las noticias falsas, son pagadas por la clase política en redes sociales y si el centralismo de la información del gobierno Federal, limita la de los Estados.
Pero sus panelistas no hicieron cabal caso. Solo Jorge Zepeda Paterson, apuntó que vivimos “la peor tragedia en el mundo del periodismo…en 200 años”, que ahora tiene “casi en la lona” a la empresa periodística, confrontando la circulación gratuita de noticias en las redes sociales, con un nuevo lenguaje, donde es viral el dicterio y común la irreverencia, sumándose, señaló Zepeda, la polarización extrema, por el intento de cambio de régimen, que provocó enfrentemos proyectos de nación divergentes. Además, “los tambores de guerra de las mañaneras, prenden fuego en la pradera”, obligándonos a mantener la ecuanimidad cuando se ve uno impugnado. Eso no lo aceptó “Reforma”, diario que quitó a René Delgado y puso un antiobradorista, con lo que se declaró abiertamente antigobierno. Y concluyó: “Si un periodista se convierte en activista político, rehúye la posibilidad de hacer del periodismo un espacio de confluencia, para tratar de entendernos, aunque seamos distintos”. Al respecto, Ricardo Raphael, que postula el principio de “el coraje de decir la verdad”, afirmó que” El periodismo no ha muerto, está en crisis, porque está pasando de la edad media al renacimiento” y la crisis de los medios, está llevando a la crisis del oficio. Por ello, si el medio o el periodista practica el activismo, faltan al periodismo. El ejercicio periodístico está destinado a desmentir donde hay mentira, pero ha de hacerlo con pruebas bien corroboradas.
Tras los dos anteriores expositores, irrumpieron de nuevo los anti régimen: Héctor de Mauleon, sosteniendo que tenemos un presidente que diario nos cuenta lo maravilloso que es él, ante personas que lo apoyan; luego, exhibe una serie de periodistas contra los que siembra la idea de que son mentirosos. Por ello, recalca, “En este momento en México, el periodismo se haya en una de las zonas más vulnerables que haya desde que se abrió la libertad de expresión… estamos en un sexenio violento en su trato hacia la prensa”. Respaldando tal perfil, Raymundo Riva Palacio enarboló la idea de que “la arena pública se ha convertido en un cuadrilátero”, exponiendo: A lo largo de 40 años han existido presiones contra periodismo y periodistas.
Con Fox y Calderón, hubo peticiones directas para despedir. Los anunciantes privados surgidos hace años fueron duros, como cuando retiraron publicidad a “Excélsior”, y por 3 años, la nómina la pagó Echeverría; pero al presente hay cambio cualitativo, con efectos nefastos: el presidente no pide se despida a alguien, pero al elevar los costos del medio con sus mañaneras estigmatizantes, hace que se despidan a los periodistas que sufren cierto linchamiento.
En el Foro, campeó por lo general la idea del copatrocinador y su vástago, de que nadie quiere que el mundo se reparta entre EU y China. ¿porqué? Porque en Europa nació la libertad, la democracia, esa libertad de expresión que hoy día celebramos, que es importante para saber si una sociedad es democrática o no lo es.
Los españoles no llegaron solos, trajeron Grecia, Inglaterra, Alemania, Francia, España, y desde entonces los latinoamericanos somos herederos de esa tradición en que está fundada la democracia y la libertad: Europa occidental es nuestra cultura.
Hoy por hoy, se afirmó en el evento, los que defendemos la democracia, debemos resguardarla con razones; convenzamos a nuestros compatriotas de que, si queremos prosperar, evitemos discordias, pues destruyen la posibilidad de unirnos y trabajar por el bienestar. Hay que privilegiar el diálogo, que destierra la violencia y permite encontrar soluciones.
Por cierto, el panel final, fue de matiz internacional, moderado por Roberto Salinas León, médico argentino de profesión, periodista de oficio. Integró al chileno Cristian Pizarro; a Marcel Granier, empresario venezolano que vivió en México y con la pandemia se fue a EU y al periodista sudamericano Nelson Castro, quien, del tocayo cubano, no tiene más que el apellido. Álvaro Delgado, reconocido reportero jalisciense, sobre estos panelistas expresó: “no conozco a ninguno como periodista”.
En general sobre el Foro, podemos decir con el periodista Alejandro Páez: fue casi de puros chilangos, convocados en Guadalajara. Y en cuanto a la ideología de la inmensa mayoría, devotos del premio nobel patrocinador, con tono ocurrente, Jairo Calixto Albarrán sentenció: “A veces no sé diferenciar entre Vargas Llosa y el ultraderechista Santi Abascal de VOX” (Sin Censura, 25 sept.21).
El epílogo del tan mentado acontecimiento, para los periodistas no sectarios, fue evitar que del Foro se saliera proclamando: “en México no existe libertad de expresión y por lo tanto la democracia está en peligro”, lo cual, el día a día de nuestra prensa, lo desmiente a plenitud.
JALISCO
Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.
La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.
Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.
La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.
Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.
¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.
Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.
Recursos, pero con condiciones
Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.
Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.
Un plan sin excusas
Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.
Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.
Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.
Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.
El papel de la sociedad
La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.
Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.
JALISCO
Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.
Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.
La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!
¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.
Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?
¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.
Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?
Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.
Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.
El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.
Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.
Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.
Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.
Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.
La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.
Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.
En X @DEPACHECOS
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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