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NACIONALES

De los contrasentidos a los contraflujos del poder

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Desde los Campos del Poder, por Benjamín Mora Gómez //

Si no fuera tan fácil encontrar a quién engañar, la clase política no existiría y los partidos políticos perderían toda su razón de ser. Las elecciones dejarían de tener sentido y nos ahorraríamos millones de pesos en sus financiamientos. Por fortuna o desgracia, los ingenuos abundan y los sueños se compran con espejitos.

Platón nos dijo: “La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo”. Ser un maestro del engaño no es para cualquiera; ocultar las intenciones verdaderas y actuar de manera depredadora sobre las esperanzas ha sido la estrategia sine qua non de la política. Todos los pueblos en el mundo han sufrido de tal infortunio.

En política, muchas veces, la verdad es solo una palabra que sirve para adornar un discurso carente de sentido y lejano a cualquier compromiso. En México, se han mal gastado millones de pesos gubernamentales en programas sociales que no han transformado la realidad objetiva de millones de seres; más aún, en programas con un propósito mezquino hacia la dependencia emocional de sus destinatarios. O como lo dijo Maquiavelo, “La política no tiene relación con la moral”; más aún, creo que le estorba.

Edmund Burke (1729-1797), considerado padre del conservadurismo liberal británico fue contundente al señalar que “cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso”.

Morena es hoy el partido más poderoso en la historia de México; tan poderoso como quizá ni el Revolucionario Institucional lo fue en sus años de esplendor. Hoy, Claudia Sheinbaum es, según la revista Forbes, la cuarta mujer más poderosa del mundo. Eso no nos significa, necesariamente, cosas buenas para México y los mexicanos; como tampoco cosas malas.

En su tiempo, Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Pinochet y Castro fueron hombres muy poderosos que hicieron mucho daño a sus pueblos y a la humanidad; por su parte, para el bien, lo fueron Gandhi y Juan Pablo II. El poder ni tiene género ni mucho menos cualidades para hacer el bien; esas son cosas de la persona.

Claudia Sheinbaum es en verdad poderosa, y le gusta serlo. Lo disfruta. Ejerce todo el poder presidencial y, contrario a lo que muchos afirman, ya se muestra más asentada en su presidencia; no sé si para bien o mal. Quien sí lo sabe y vive en carne propia es Nancy Cárdenas, la jueza que se atrevió a ordenar a la presidente Claudia Sheinbaum retirar del Diario Oficial de la Federación la publicación de la reforma judicial morenista, Lopezobradorista y Sheinbaumista, al haber sido suspendida por 90 días.

Yo, al igual que Sigmund Freud, no creo en las coincidencias. Coincido, sí, con San Agustín en que “negar la verdad es como un adulterio para el corazón”. “No por negar la verdad, el engaño deja de existir”, como dijera Aldous Huxley. Todo apunta a que alguien decidió complacer a la señora presidenta. Ojalá no se repita.

Estoy convencido de que nadie tiene derecho a improvisar cosas de gobierno desde las ocurrencias. Recién, en Jalisco, a alguien de ideas gigantes, de ideotas, se le ocurrió implementar los contraflujos vehiculares en las horas pico de la Guadalajara metropolitana. Este viernes, viniendo de Santa Anita, en Tlajomulco, a Guadalajara por la avenida López Mateos, viví en carne propia los estragos de esos contraflujos invasores que en vez de arreglar aquello que tenía problemas, complicaron las cosas para los carriles que eran relativamente fluidos.

Comprobé que el poder vuelve “salvador y engreído al idiota”. Alguien, en alguna oficina de gobierno, tiene adormiladas a sus neuronas. Los contraflujos vehiculares son contra natura, van en contra de la razón en la forma implementada e improvisada.

En mi generación, siendo jóvenes, escuchamos a Facundo Cabral decir que “nadie tiene derecho a la ignorancia”. En el caso de los contraflujos, hoy hay dos ignorantes: Aquel que los propuso y aquel que hoy los sigue permitiendo ante su evidente fracaso. El primero, fue ocurrente, mientras el segundo, es irresponsable.

En las cosas del gobierno, solo la inteligencia social puede conectar al gobernante con las cosas del pueblo; cuando se carece de ella, ni a golpes se crece y madura. Aprendí que se hace gobierno cuando se enmiendan errores antes de que se conviertan en problemas y estos en enojos del pueblo. Aprendí que un buen gobernante pregunta al pueblo y no a quien ha metido la pata, pues éste buscará en otros las culpas de sus negligencias. Aprendí que el buen gobernante no se permite a sí mismo ni siquiera fallos menores.

Me preocupa el sobre poder de Claudia Sheinbaum, pero más la sobre protección de un incapaz en cosas públicas y de gobierno como de la movilidad urbana para nuestra Gran Metrópoli por parte de Pablo Lemus o Verónica Delgadillo, permitiendo siga afectando a la ciudad.

A mí me bastaron unas horas perdidas en el tráfico vehicular para comprender que hay alguien que está de sobra en el gobierno. Pregunto, cuánto más tomarán Pablo Lemus y Verónica Delgadillo en advertirlo. Deben aceptar que nuestras calles no están hechas para esos experimentos. Su anchura no lo permiten. Los contraflujos solo crearon tapones de tránsito que lo complicaron todo. Ahora, ya vistos sus primeros resultados, se debe aprender del error de haber autorizado lo absurdo y detenerlo.

Mi padre me enseñó que un buen empresario y un gobernante exitoso se hacen cargo de cada detalle de su empresa y su gobierno. Delegan, sí, lo cotidiano; pero jamás lo extraordinario; ellos lo toman y resuelven. En política se sabe que quien pone, quita, y que quien deja a quien debe quitar, tal omisión termina por tirarlo. El buen gobernante siempre está atento para ver las conexiones sociales que se deben mantener y aquellas que se deben corregir.

Las horas pico en el tráfico son normales en todas las grandes ciudades el mundo; no improvisemos ni compliquemos lo que ya es complejo. Solo quien es tonto se tropieza con su propia sombra y hay alguien que le hace sombra al gobernador.

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ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

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Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

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CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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