OPINIÓN
Adiós a la chancla: Habrá castigo para quien castigue

Educación, por Isabel Venegas //
La disciplina como un código de ordenamiento, significa la continuidad de un programa de acción en el que el objetivo es claro, y las metas quedan bien establecidas.
Por estos días, en la mayoría de las escuelas públicas se están llevando a cabo las reuniones de padres de familia para la entrega de calificaciones del primer periodo del ciclo escolar. Ya puedes imaginar la escena de papás y tutores sorprendidos porque no entienden cómo es que su niño sacó tan malos resultados, y enfrente los profesores desahogando la frustración de tres meses de trabajo en las aulas.
Muchos de esos maestros se ven tratando de ayudar, asesorar u orientar a los padres que dicen: ¡es que ya no sé qué hacer!, sobre todo si se sitúa en el espacio de educación básica, ni se diga en secundaria donde siguen siendo menores de edad, pero parece (para muchos papás) que sus hijos han crecido al punto que le tienen que pedir permiso para ir a hablar con sus docentes.
Hace casi 20 años, cuando yo daba mis primeras clases de matemáticas en secundaria en el Colegio Vallarta, una mamá se me acercó para preguntarme literalmente: Maestra, por favor dígame -¿Cómo hago para castigar a mi hijo? No hay nada con lo que yo lo pueda hacer que se porte bien-. Desde entonces me quedaba claro que los niños requieren un trato diferenciado y que a medida de irlos conociendo entiendes si necesita una motivación, un premio, o por el contrario orientar hacia el establecimiento de límites y del manejo del autocontrol. Al igual que la crítica a los libros de autoayuda, la receta no puede ser genérica.
En los años siguientes y con el auge de las redes sociales, vino una ola mediática en contra de la formación punitiva, de la aplicación del castigo. La chancla, el pellizco, el cinturonazo, el jalón de orejas,…, nada justificaba una agresión a la persona por encima de sus derechos como tal, máxime cuando es indefenso, un menor. No estamos hablando de aquellos que violentan nada más porque sí, que tienen un desorden mental y cuyo conflicto emocional los lleva a ofender y a violentar a cualquiera que se les atraviese (desde sus compañeros en la oficina, un desconocido en la calle, el amor de su vida, o sus hijos) ¡No, esa es otra cosa! se parece, se interrelaciona, pero no es, así que de ello hablaremos después.
La buena crianza implicó para muchos un choque cognitivo ¿Cómo le hago? Era tanto individual como colectivo porque cuando un cambio paradigmático de tal magnitud acecha, lo mejor es buscar un referente cercano que me permita afianzar que lo que yo creo está bien. Hace treinta o cuarenta años alguien decía “en Estados Unidos los hijos pueden demandar a sus padres si los castigan o les pegan, -a lo que otra comadre contestaba- por eso están, como están, todos locos”. Rosa Barocio, en su libro “Disciplina con amor”, cita:
«La prisa, la tecnología y tanta información en torno a la educación han afectado la confianza natural de todo padre para educar al hijo. Ante el miedo a lastimar o parecer autoritario, se tornan inseguros y consentidores, y el hijo, aún inmaduro, aprovecha y toma la delantera.»
El debate que se suele dar en las redes (más caricaturizado que con contenido), suele abordar el tema desde la necesidad de imponer límites, de marcar líneas de autoridad, de recuperar un esquema de valores, y justifica lo bien que estamos la generación que fuimos formados a base de la chancla y el castigo; sin embargo debemos analizar unos puntos en torno a la generación “X”:
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Son las personas nacidas a mediados de los 60 y 80s; generación puente entre los “baby boomers” (1946 y 1964) y los “millenials”
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Carece de una identidad que atienda la problemática propia; se dice que son la última generación en haber sido castigada por sus padres, pero la primera en serla por sus hijos.
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Es una generación que cuestiona la figura de autoridad de manera natural, según un documento de la American Management Association.
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Un conflicto con la imagen de autoridad que en gran parte se debió a la rigidez de sus antecesores, derivó en un esquema de vida mucho más individualista, una implicación que tiene qué ver con la depreciación a las instituciones.
En el Senado de la República desde abril de este año, se promovió una moción que ya fue dictaminada por la comisión de los derechos de la niñez y la adolescencia, para modificar el artículo 44, que a la letra dice: Corresponde a quienes ejerzan la patria potestad, tutela o guarda y custodia de niñas, niños y adolescentes, la obligación primordial de proporcionar, dentro de sus posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida suficientes para su sano desarrollo. Las autoridades federales, de las entidades federativas, municipales y de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, en el ámbito de sus respectivas competencias, coadyuvarán a dicho fin mediante la adopción de las medidas apropiadas.
Al que se añadiría el siguiente párrafo: Queda prohibido el uso del castigo corporal en todos los ámbitos, como método correctivo o disciplinario a niñas, niños o adolescentes.
Esta transformación social para muchos ha sido valiosa en el sentido de recuperar el seno de la familia como el lugar de protección y recreación del ser en plenitud, ese espacio al que puedes recurrir para retomar fuerzas y volver a salir a la vida reconstruido y reconfortado por encontrarte con los seres a los que amas; contrario a los que muchos enfrentaron como un lugar lleno de violencia, golpes, insultos y reclamos, que además se reproduce como un ciclo sin fin.
La Cámara del Senado, diputaciones, las directivas de las grandes empresas y de planteles educativos, etc., son quienes van encaminando la toma de decisiones en el colectivo, y ellos rondan en edades que los ubican entre el conglomerado de generación “X” o “BB”. Mientras subyace un conflicto con la autoridad, son ellos mismos quienes la ejercen y las nuevas generaciones terminan siendo confundidas con la contradicción.
Los nuevos paradigmas nos empujan al pensamiento de la autonomía y la autorregulación. Supondría entonces que los seres humanos podrían convivir de manera mucho más pacífica y ordenada si no se violentara su ser desde los primeros años de vida, pero la brecha generacional ha significado una falta de comunicación con lo cual se ha perdido gran parte de los datos que nos permitirían no caer en el lado opuesto, en el de una anarquía o una orfandad familiar e institucional. Hoy la figura de los padres vivos pero ausentes es determinante en un nuevo colectivo que no sabe del cariño, la compañía y el apoyo materno o paterno, aunque tampoco sabe de la chancla o la mirada fulminante de mamá.
La disciplina como un código de ordenamiento, significa la continuidad de un programa de acción en el que el objetivo es claro, y las metas quedan bien establecidas. Trabajar en la formación de los niños y niñas requiere de esa orientación para que ellos mismos puedan ir definiendo hacia dónde y hasta dónde quieren enfocar sus esfuerzos derivado de priorizar los valores: trabajo, educación, espiritualidad, comunidad, bien social, dinero, ocio, familia etc.
Este es un tema complicado y delicado, pero que debemos ir abordando desde la revisión del día a día. Cada que yo evito tener conflictos al interior de mi hogar y no pongo límites en la formación de mis hijos, soy pieza clave en la construcción de la jungla social en la que cada día nos volvemos más cavernarios y salvajes, pero si por el opuesto quiero enseñarle a fuerza de golpes y ofensas, seguramente también van a terminar replicando con otro más débil, o buscando relaciones insanas que les propicien el “si me pega, es porque me quiere”.
Sabiendo que todos hemos cometido -más, menos- errores en ese sentido, vamos a la recuperación de lo aprendido, y a la formación de una nueva comunidad, más sana, más en paz.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com
MUNDO
El rompimiento de Musk con Trump

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El quiebre se anticipaba, lo que muchos preveían ocurrió antes de lo esperado: la ruptura entre el magnate Elon Musk y el presidente Donald Trump. Musk, quien había apoyado fervientemente a Trump durante su reelección en 2024 y fue nombrado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), anunció su separación del gobierno trumpista, frustrado por políticas que calificó de “absurdas” y decepcionantes.
Críticas contundentes a la política fiscal
El 3 de junio de 2025, Musk arremetió en la plataforma X contra la ley “One Big Beautiful Bill Act”, aprobada por la Cámara de Representantes, que incluye recortes de impuestos por billones de dólares y un aumento en el gasto de defensa. La describió como una “abominación repugnante”, advirtiendo que incrementará el déficit presupuestario en $600 mil millones para el próximo año fiscal, según señaló en CBS News.
Musk, quien logró ahorros estimados en $175 mil millones a través de DOGE, criticó que el proyecto contradice sus esfuerzos de austeridad, alertando que “este nivel de gasto excesivo llevará a Estados Unidos a la esclavitud de la deuda”, con un déficit proyectado de más de $2 billones anuales y un 25% de los ingresos gubernamentales destinados a intereses.
Tensiones económicas y políticas
Análisis independientes de la Oficina Presupuestaria del Congreso respaldan las preocupaciones de Musk, estimando que la ley podría elevar el déficit entre $2.3 y $3.8 billones en una década, aunque cuestionan la efectividad de las cifras de DOGE por inconsistencias. Además, la eliminación de incentivos para vehículos eléctricos en el proyecto afecta directamente a Tesla, lo que podría influir en la postura de Musk, cuya empresa ya enfrenta protestas y caídas en ventas por su asociación con Trump.
Mientras tanto, Trump defiende los recortes fiscales, aunque reconoce aspectos mejorables, y su administración, a través de Stephen Miller, niega que la ley agrave el déficit, contradiciendo los análisis.
Un rompimiento con repercusiones
La ruptura no solo refleja diferencias ideológicas sobre el gasto público, sino también tensiones comerciales, como los aranceles que Musk ya había criticado por su impacto en Tesla. Aunque Trump no ha confrontado directamente a Musk, la influencia del magnate podría complicar el avance de la ley en el Senado, donde enfrenta resistencia de republicanos fiscalmente conservadores.
Este quiebre evidencia las complejidades de una relación marcada por intereses económicos y políticos en conflicto, dejando un escenario incierto para ambos.
Un futuro incierto en el tablero del poder
El rompimiento entre Elon Musk y Donald Trump no solo sacude la política fiscal estadounidense, sino que también podría redefinir alianzas en el escenario global. La salida de Musk del gobierno trumpista, junto con su capacidad para influir en la opinión pública y en el Senado, amenaza con frenar la ambiciosa «One Big Beautiful Bill Act», mientras las tensiones comerciales y los intereses de Tesla agravan el distanciamiento.
Este quiebre podría debilitar la cohesión del bloque republicano, afectar la credibilidad de Trump en temas económicos y abrir un nuevo capítulo de incertidumbre, donde la voz de Musk, aún poderosa, podría moldear el rumbo de Estados Unidos en un momento crítico.
JALISCO
¿Por qué el rechazo ciudadano a la reforma judicial en Jalisco?

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
La participación del 7.07% en las elecciones judiciales del pasado domingo en Jalisco, la segunda más baja del país (detrás de Guanajuato que fue del 6.5), es un mensaje contundente de la ciudadanía: un rechazo claro a la reforma judicial impulsada por Morena y una señal de desconfianza hacia las instituciones. Este resultado no solo expone las fracturas internas del partido en el estado, sino que también pone en duda la legitimidad del proceso y plantea serios desafíos para el futuro político de Morena y la presidenta Claudia Sheinbaum en una región clave.
Un abstencionismo que habla
El 7.07% de participación –equivalente al 92.93 de abstención– no puede interpretarse de otra manera que como un fracaso estrepitoso de los operadores y liderazgos de Morena en Jalisco. Figuras como Carlos Lomelí, Claudia Delgadillo, Erika Pérez, Chema Martínez y Laura Imelda Pérez, así como la Universidad de Guadalajara, mostraron una incapacidad evidente para movilizar al electorado.
¿Dónde quedó el morenismo que prometía transformar el estado? El abstencionismo no solo refleja la falta de articulación del partido, sino también un rechazo público a lo que muchos perciben como un intento de Morena por controlar el Poder Judicial y socavar su independencia.
En mi columna del lunes, titulada “¿Democratización o control político?”, planteé si este proceso realmente democratiza la justicia o si es un mecanismo para consolidar el poder de Morena. Los números de Jalisco responden con claridad: los ciudadanos ven más allá de la narrativa oficial de “democratización” y perciben la reforma como una toma de poder, especialmente en un contexto donde Morena domina el Congreso de la Unión.
Líderes sociales como el arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, han criticado el proceso como un ejercicio que favorece la agenda de Morena en lugar de mejorar el sistema judicial. Su descripción de un proceso “planchado” resuena con un electorado jalisciense históricamente receloso del control centralizado, lo que explica su decisión de abstenerse.
Fragmentación y divisionismo en Morena
Otro factor detrás de esta baja participación es la fragmentación interna de Morena en Jalisco. El partido carece de unidad y de una visión compartida; en su lugar, prevalece una lucha de intereses por el control y el poder. Los liderazgos locales, más preocupados por sus agendas individuales que por un proyecto colectivo, se comportan como “perros y gatos en disputa”, cada uno aferrado a su hueso. Desde la Ciudad de México, figuras como Leonel Cota Montaño y Alfonso Ramírez Cuéllar intentaron, sin éxito, alinear a los grupos locales. A pesar de sus declaraciones públicas de unidad y de promesas de duplicar la participación, el morenismo jalisciense quedó en evidencia.
La Universidad de Guadalajara, que se involucró en el proceso, tampoco logró movilizar al electorado. Su incapacidad para mantener el registro del partido Hagamos en elecciones pasadas ya había mostrado sus limitaciones, y esta elección judicial lo confirmó. Morena le falló a la presidenta Sheinbaum al no conectar con los jaliscienses, un estado donde el partido ha enfrentado dificultades históricas para consolidarse. Si en la elección federal de 2024 Morena obtuvo resultados en Jalisco, el mérito fue del liderazgo de Sheinbaum, no de las figuras locales, marcadas por el divisionismo, el egocentrismo y el individualismo.
Desconfianza institucional y desencanto ciudadano
El 92.93% de abstención no solo es un rechazo a la reforma judicial, sino también un reflejo del desencanto con el sistema político en general. La percepción de que estas elecciones carecen de legitimidad o de un impacto real en la justicia ha exacerbado la crisis de confianza en las instituciones. Los ciudadanos jaliscienses, conocidos por su tradición de autonomía y resistencia al poder central, ven en esta reforma un intento de Morena por imponer su agenda, más que una solución genuina a los problemas del Poder Judicial, como la corrupción, el nepotismo y la falta de acceso a la justicia.
Esta desconfianza se suma a la falta de información y a la complejidad del proceso electoral. Con miles de candidatos y cargos poco conocidos, muchos ciudadanos optaron por no participar, percibiendo el ejercicio como una farsa diseñada para favorecer a Morena. La baja participación en Jalisco, comparada con el promedio nacional del 13%, refleja un sentimiento anti-morenista que podría fortalecerse en el futuro, especialmente si el partido no ajusta su estrategia.
Implicaciones para el futuro político de Jalisco
El fracaso de Morena en movilizar a los ciudadanos en un proceso tan publicitado como las elecciones judiciales expone su vulnerabilidad en Jalisco, un estado donde ha luchado por consolidarse frente a fuerzas como Movimiento Ciudadano. Esta baja participación podría fortalecer a la oposición y al sentimiento anti-morenista, abriendo la puerta a que partidos locales capitalicen el descontento ciudadano. Además, el divisionismo interno de Morena podría llevar a una reconfiguración de sus liderazgos en el estado, un proceso que será crucial para su futuro político.
¿Quiénes podrían emerger como nuevos líderes? Esa es una pregunta que aún no tiene respuesta, pero lo que sí está claro es que Morena necesita un liderazgo más inclusivo y una comunicación efectiva para reconectar con los jaliscienses. Sin estos cambios, el partido seguirá enfrentando reveses en un estado estratégico para el panorama nacional. La presidenta Sheinbaum, quien ha apostado por esta reforma como un pilar de la 4T, también enfrenta un desafío: demostrar que puede unificar a su partido y ganar la confianza de regiones tradicionalmente reticentes al proyecto morenista.
Un mensaje claro para Morena
El 7.07% de participación en Jalisco es una combinación de factores: un rechazo a la reforma judicial, una profunda desconfianza en las instituciones, una división interna de Morena y un fortalecimiento del anti-morenismo local.
Este resultado plantea un reto significativo para el partido y para Sheinbaum, quien deberá replantear su estrategia en el estado si busca consolidar su proyecto político a nivel nacional. La ciudadanía jalisciense ha hablado con su abstención, y su mensaje es claro: no basta con discursos de democratización; se necesitan acciones que realmente.
NACIONALES
Elección judicial en México: ¿Democratización o control político?

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
La elección para renovar el Poder Judicial Federal, celebrada este domingo 1 de junio de 2025, fue presentada por Morena y la 4T como un hito de democracia directa. Sin embargo, el proceso, justificado con el discurso de un Poder Judicial corrupto y elitista, ha generado más dudas que certezas.
La baja participación ciudadana y las múltiples irregularidades sugieren que el objetivo real podría ser el control político de una institución clave para el equilibrio de poderes en México.
BAJA PARTICIPACIÓN: DESCONFIANZA Y DESINFORMACIÓN
Las encuestas de Infobae y El Economista anticipaban una participación de entre el 8% y el 23%, y el INE confirmó un 12% (unos 12.06 millones de votantes de un padrón de 100 millones). Esta abstención histórica no respalda la narrativa de Morena de un apoyo popular, sino que refleja desconfianza y falta de legitimidad. Una encuesta de Enkoll mostró que el 77% de los mexicanos no conocía a ningún candidato, evidenciando una desinformación generalizada.
La complejidad de las boletas, con 3,400 candidatos para 881 cargos y 60 distritos electorales (según la Universidad Iberoamericana), dificultó el voto informado, especialmente en zonas rurales con acceso limitado a información.
El diseño del proceso también parece haber sido opaco. La ausencia de debates públicos y la distribución de «acordeones» –listas de candidatos oficialistas– sugieren manipulación para favorecer a Morena. Estas prácticas, denunciadas por analistas, minaron el voto libre y desincentivaron la participación. La abstención masiva no es apatía, sino una protesta silenciosa contra un sistema que no garantiza transparencia ni equidad.
IRREGULARIDADES: UN PROCESO VICIADO
La jornada electoral estuvo marcada por irregularidades que refuerzan la percepción de un proceso diseñado para beneficiar a Morena. Reportes de El Universal e Infobae documentaron acarreo de votantes, compra de votos y distribución de «acordeones» por los «servidores de la nación». Estas acciones, lejos de ser aisladas, parecen coordinadas para controlar el Poder Judicial.
Además, hubo cargos «sin competencia», con candidaturas únicas en 51 posiciones federales, como en Durango (49 candidaturas para 49 cargos, según Integralia), lo que reduce la elección a una formalidad y cuestiona su pluralidad.
La complejidad del conteo, con casillas atendiendo hasta 2,250 electores (el triple que en elecciones ordinarias), generó dudas sobre la integridad del proceso. El INE enfrentó un desafío logístico sin precedentes, y la tardanza en los resultados —estimaciones para el 3 de junio en el caso de la Suprema Corte y el 5 de junio para el Tribunal Electoral— alimentan especulaciones sobre posibles manipulaciones.
EL DISCURSO DE LA CORRUPCIÓN
Morena justificó la elección señalando corrupción y nepotismo en el Poder Judicial, un discurso que resuena con una ciudadanía harta de la impunidad. Sin embargo, el análisis no resiste un escrutinio crítico. El Índice Global de Impunidad 2025 coloca a México en el último lugar de 69 países, y problemas como la falta de juzgados, la sobrecarga de casos (un juez mercantil en Monterrey maneja 15 mil casos, según Rubén Moreira) y la necesidad de capacitación persisten. Pero la solución propuesta no ataca estas raíces, sino que politiza el Poder Judicial. La presencia de candidatos alineados con la 4T, según El País, sugiere una captura institucional disfrazada de participación popular, más que una verdadera democratización.
IMPACTO EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
La baja participación y las irregularidades tienen graves implicaciones. La abstención masiva refuerza la percepción de que las elecciones no son confiables para el cambio institucional. La manipulación del proceso amenaza la independencia judicial, pilar del equilibrio de poderes.
Si el Poder Judicial queda subordinado al Ejecutivo y Legislativo, ambos dominados por Morena, México podría deslizarse hacia un sistema de partido hegemónico, similar al viejo PRI, como advirtió PortalGuanajuato.mx.
La polarización también se ha profundizado. Mientras Claudia Sheinbaum defiende la elección como un hito democrático, críticos como Enrique Krauze y Javier Laynez Potisek la califican de «farsa» y «golpe de Estado». Esta división debilita la confianza en las instituciones y dificulta los consensos necesarios para abordar los problemas reales del sistema judicial.
UN EXPERIMENTO FALLIDO CON COSTOS ALTOS
La elección judicial del 1 de junio de 2025 no democratizó el Poder Judicial ni combatió la corrupción. Se convirtió en un ejercicio de control político que deja al sistema judicial más vulnerable. La baja participación y las irregularidades no son fallas accidentales, sino síntomas de un proceso diseñado para favorecer a Morena sobre los principios democráticos.
México necesita una reforma judicial que fortalezca la independencia, la capacitación y los recursos, no que lo someta al poder político. La factura será alta: un Poder Judicial debilitado, una democracia erosionada y una ciudadanía desencantada. La pregunta es si la sociedad mexicana exigirá una transformación real o si este episodio marcará un retroceso autoritario más profundo.
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